Abriendo la Puerta de las
Letras del Septentrión
Por Alberto Espinosa Orozco
I
La revista de creación literaria y reflexión Puerta Abierta,
del Taller Literario de la Casa de la Cultura de Gómez Palacio, Durango,
gracias al apoyo del programa PACMyC 2015, cumple con su tercer número
bimestral un primer ciclo de vida, dando con ello un carácter cada vez más
definido a las letras laguneras, abriendo sus plumas la puerta del horizonte
futuro a sus paisajes geográficos e íntimos misterios hiperbóreos expresando,
mediante la evocación de imágenes propias y autóctonas, una serie de temas
recurrentes y problemas propios de la región.
La publicación engarza su cadena lírica con su antecedente histórico inmediato,
que se remonta a noviembre-diciembre de 1973, cuando apreció la primera
revista Puerta Abierta, en tamaño tabloide, como órgano de
difusión del Taller Literario de la Casa de la Cultura de Gómez Palacio,
estando al frente de la edición Juan de Dios Gutiérrez, Manuel Quiñones y Olegario
Barbosa. La revista, nos dice Ricardo Echeverri, iluminada por las hogueras de
la democracia, el espíritu de unidad latinoamericana y la redención social, fue
también influenciada por las voces de Pablo Neruda y León Felipe, abriéndose
simultáneamente a las plurales estéticas modernas de Manuel José Othón, de
Ramón López Velarde y Amado Nervo, pero también de Pedro Garfias y la
Generación del 27, hasta llegar a Salvador Novo y Luis Rius, dando cobijo a los
versos de Adela Ayala (1926-1979), Juan de Dios Gutiérrez, Olegario Barbosa,
Héctor Herrera, Emilio Herrera, Salomón Atiyhe, Federico Leonardo y Manuel
Quiñones.
La nueva publicación
da así continuidad a una tradición cultural, contando con la colaboración de Juan
de Dios Gutiérrez Padilla, director del Taller Literario de Gómez Palacio,
quien practica una poesía experimental, innovadora y vanguardista, siendo
además director de teatro “Zona de Silencio”. Sus letras se caracterizan por un
pensamiento rítmico, como en “Molinos de viento”, y su espíritu lúdico,
como en “Bienvenido? Welcome?”, abundando también en la reflexión, en
trabajos como “Carta a un Padre y Abuelo”, que se detiene en el agudo sentimiento
contemporáneo de la angustia y la presión generacional, ante la que sólo queda
asirse con humildad a la existencia de Dios, para hallar el
contentamiento con la existencia en la vida trascendente del espíritu,
cuya lección a la vez recuerda la norma práctica de intentar en todo lo más,
pero conformándose con la efectivamente hecho, hallando, junto con el impulso
de superación en la vida, el contentamiento de la felicidad asequible.
Tradición que se ve
reforzada con el reconocimiento en cada entrega, a manera de homenajes
literarios, de tres importantes animadores de las letras laguneras
contemporáneas. Del Dr. Carlos González Puente (1916-20??), odontólogo
gomezpalatino de renombre y poeta, ya fallecido, quien fuera miembro del Grupo
de Poetas Netzahualcóyotl e impulsor del Taller Literario, hombre de cultura
cosmopolita, entre cuyas obras destacan “Recuerdos del Viejo Gómez
Palacio” y “Sol de Invierno” (ICED, 2006).
Reconocimiento al Dr.
Héctor Chapa Saldaña (1926), oriundo de Hidalgo, Nuevo León, doctor en ciencias
biológicas y detonador de la pesca de camarón, quien ha sido columnista
en temas ecológicos y de educación ambiental, que ha destacado con sus obras “El
Gómez que yo viví” y “El Viejo y el Mar”. En “Sol de
vida” el poeta admira, entre las aguas que chocan repitiendo iguales notas,
un mar siempre joven, a la vez eterno y senil, con su agua celosa y embravecida
bajo la luna menguante. Para el 2do Bimestre de la revista colabora con el
estudio lírico “Adela Ayala: mujer hecha poesía”, de quien se recuerdan
sus ponderados versos al Conquistador de “La Nueva Vizcaya”:
“Fue Don Francisco
capitán señero
Más si en la lid pecó
de valeroso,
Con la menuda indiada
generoso,
El corazón cedió,
grande y sincero.
***
No hay prueba alguna
de que fue inhumano
Su azul enseña flota
sin mancilla
Y en aquel tiempo
cruel, su nombre brilla,
pues en cada indio se
ganó a un hermano.”
Para el 3er Bimestre
el Dr. Chapa Saldaña contribuye con los poemas “Ausencia”, en recuerdo
del tierno amor materno, evocado por la suavidad de la tortilla o por los
esponjados copos y la nieve humeante del arroz, y “Cuando tiempo y espacio
fueron verdes”, en donde el poeta siente entre Dios y los hombres el
eslabón de la naturaleza, eterno y antiguo como el universo, y a la vez tan
fino y débil como el hilo de seda de un capullo de mariposa.
Por último, homenaje
a la Sra. Angelina Sepúlveda Martínez Viuda de Márquez, nativa de Ciudad
Victoria, Tamaulipas, poeta y cuentista quien se estableció en Torreón a partir
de 1957 con su esposo Luis Carlos Márquez, formando parte del Grupo Literario
Netzahualcóyotl, donde se organizaban memorables “nocturnales poéticos”, y de
la Sociedad de Escritoras Laguneras. Ha trabajado en el grupo de Teatro Guiñol,
siendo reconocida su obra “Fantasía para Neyelín”, destacando sus canciones
de huapangos y por su lírica costumbrista, obteniendo galardones en los
certámenes “La poesía al mar” en Matamoros, Tamaulipas, sobresaliendo por su
libro “Crisálida” y por su labor como promotora cultural, viendo
con claridad que hay que vivir en el “Siglo XXI”, nuestra era o mundo,
sin ser por ello su juguete, dando a los contemporáneos, más que lo que los
demás aplauden, lo que necesitan. Ha colaborado en el 1er Bimestre de
Puerta Abierta con el poema “Aceptación”, en memoria de Dr. Carlos
González Puente, y para el 3er Bimestre el poema “Desierto”, en el que
canta:
“Dios manda la
lluvia,
te envuelve y abraza,
y al besarte el agua
refresca tu cuerpo,
vuelves a la calma,
y entre tus arenas
brillantes de plata
se ven orgullosos,
limpíos de su cara,
los nobles
cardenches…
huizaches… mezquites,
que el cielo sembrara
para sombra y nido
de avecillas raras,
…y Dios que hizo el
tiempo
te apacigua y calma.”
II
Puede decirse que las musas y bardos de la Laguna, tanto en el género de la
poesía como en la narrativa, se distinguen por la profundidad del paisaje
interior, que se alimenta y ahonda, por semejanza o analogía, con las
inmensidades desérticas del paisaje exterior. Emociones del alma, pues, que se
incorporan al paisaje agreste y seco de la región donde, a partir del lento
proceso del reiterado trato, convivencia y familiarización, arraiga y anida el
alma lagunera, invitando a la vez a cultivar su tierra, a saciar su sed al
irrigar sus surcos, haciendo que de su esterilidad surja lo mismo el blando
algodón que es como las nubes, que la blanca libertad de la paloma.
Así, las imágenes más
frecuentes de la lirica regional se relacionan con los sentimientos de
distancia y profundidad, pero también con los de la nostalgia y la melancolía,
en una especie de reflexión profunda del espíritu, que llama a los temas
relacionados con la soledad y el silencio, con las regiones vagas del recuerdo
y las imágenes más íntimas añoradas por memoria. Poesía, pues, a la vez
costumbrista e intimista, de dunas y oasis, donde el alma se diluye entre la
arena del desierto, que el viento humecta en el canto o que levanta en lo alto
volviéndola llama. Poesía confesional también, que refleja las profundas
angustias del alma o las ansias e inquietudes de la pasión amorosa a la altura
de nuestro tiempo, instando al dialogo inacabable en que el amor,
esencialmente, consiste. Emociones fijas, labradas por el viento y también por
el viento erosionadas, done pareciera que el tiempo mismo se evapora, dejando
en su fondo, muy dentro del pecho, un tibio rescoldo de cenizas vivas y
cárdenas yagas.
Letras en que
sobresale la activa participación de las mujeres. Así, Delia María Corrujedo en
“Querido Mar”, nos hace pensar que la sequedad del viento del desierto
está llamando al las olas de nácar del mar todo el tiempo, al igual que en su “Desierto
Lagunero”, pues la arcilla agrietada de la sequía, cuya tierra es lumbre,
llama a las nubes y al rayo, en medio de la quietud conventual del desierto,
que a su vez llama con su calor al cielo azul, muy azul, y al silencio. Pluma reflexiva que agrega las
composiciones “Cielo”, “La Plaza de mi ciudad” y “En Altamar”
y el relato biográfico “Infierno en la aldea”. Ana Luisa Vela Márquez,
participa con sus versos desenfadados y juguetones en “Mi Soledad”,
alternando con el sombrío conjuro de la “Madrugada” y las reflexiones “El
México que me duele” y “Estad preparados…”. Sobresale su alegoría en
prosa al Río Nazas y a la tierra, “Romance de dos Fuerzas”, que nos
recuerda el tema clásico de la personificación de los poderes de la naturaleza,
así como la escultura en mármol que Gabriel Guerra dedicó al Río Bravo (1880).
Por su parte
María del Rayo Alcántar afina su amorosa lira en “Tanto esperar”, “Te
amaré siempre”, “Espera”, en remembranza del pasado, del amor que
duele como espina punzante, y que en los versos “Qué es el amor?”, nos
hace sentir al repique de las campañas de la iglesia el tic tac del corazón,
cuyo pensamiento en la distancia vuela y tiembla de emoción recogiendo, en quinta
dimensión, una rosa cubierta de rocío, que es el amor hecho ilusión -añadiendo
la ponderada reflexión sobre “Ser Mujer”. María del Socorro Martínez,
escritora y pintora, explora la pasión amorosa en “Luna llena”, “Tormenta
que se avecina”, “Fidelidad”, “Tiernas caricias”, “Sin Fin”
y “Olvido”. Angélica Sánchez Álvarez participa con “Amor Lejano”,
“Esperanza”, “Iztaccihuatl”, “A una rosa”, abundando sobre
el tema de la pasión amorosa y el goce de la vida, añadiendo la reflexión “Laguneros”,
con estampas regionales de gorditas y palmeras, de las moras, el algodón y el
zumbar de los asqueles, dedicando a su nieto, con ternura de abuela, el poema “El
hombre de mi vida”.
Aportes a los que hay
que sumar las letras de Rosa Alicia Valdés Sánchez con “Flor de almendro”,
donde la desnudez tan frágil de las ramas del almendro, antes florido, convoca
a la soledad y a la tristeza, por las flores y aves que se van con el viento,
como las almas; de Naima Papadopulos con “Suficiente”, quien pide soltar
las amarras y libera el alma de todo aquello que la ata, de falsas ideas y
vanas palabras, levantado áncalas, con el alma al viento en el mar en calma, y:
de Elisa Valdez Reyes con “Me gustas”.
III
Dentro del grupo de los rapsodas hay que reconocer la activa colaboración
en la revista de Ricardo Echeverri, quien participa con la pintura “Ni
el tigre ni el girasol han sido tan bellos” y el poema “Éramos muy
bellos”, en el que el extraño fuego del dios Eros hace ser a los amantes,
sin serlo en absoluto, como inmortales, otorgando poderes, simples como el agua
y claros como los cielos, para bañarse luego en el mar o en los espejos, entrando
inmaculados en el bar de la vida o en el averno. En su artículo “El
Tópico de “Sólo por breve tiempo” en la poesía prehispánica”, consigna la
vieja tradición mexicana de los Cantos Floridos (Xochicuicatl), que nos
recuerdan lo transitorio de la vida, la fugacidad que entraña el ser finitos,
pasajeros. Profunda reflexión metafísica, de que sólo estamos una vez aquí en
la tierra, pues no dos veces se nace y sólo una vez perecemos. Reflexión
también de que esta no es la realidad verdadera, de que no venimos a vivir
plenamente aquí en la tierra, pues somos como quien se despierta a medias y se
levanta, y que luego, como una pintura de tinta negra y roja, nos vamos
borrando y como una flor nos vamos secando. Tradición que se enlaza con la idea
bíblica de que la existencia de los hombres es penas como una sombra, como una
niebla, como la yerba verde que para la tarde se seca y
marchita.
Por su parte, en los escritos del arquitecto Carlos Burciaga López, se
encuentran las cualidades de la originalidad y el misterio, de la rapidez
instantánea que se conjuga con la limpidez de trazo, cuyas imágenes deslumbran
por su vertiginosa capacidad de observación, y que luego de mirarlas en la
imaginación a su vez nos interrogan y nos miran, como suspendidas, de manera
estática, como imágenes fijas. Girar de la vida que, como en el “Carrusel”,
encuentra un incesante repaso de imágenes que, en su quietud, de pronto suben y
bajan y se repiten, arriba y abajo, y que, como la vida, se detienen de pronto
por un momento… y pasan. Su relato “El lamento de los muros”, no puede
sino calificarse de sobrecogedor y hasta de rulfinao. Murmullo de muros
que claman desde la ciudad fantasmal de los muertos, custodiada por un viejo guardián,
quien después de las doce de la noche da gritos sobre las paredes abocardadas,
para con sus conjuros mantener los cadáveres confinados, por lo que si los
muchachos los oyen, tienen sin distracción que correr a sus casas a decir sus
plegarias. Cuento costumbrista, rico tanto en atmósferas como recursos
narrativos, poblado por estampas de la nostalgia, en donde, por un momento,
pasan las muchachas rechulas, reguapas, dando vueltas alrededor de la plaza o
se intercalan estampas que el tiempo preserva, domo si de sellos o grabados se
y tratara.
El arquitecto
Burciaga López ha sido uno de los grandes animadores de la revista y de la
cultura gomezpalatina, aportando a la publicación una viñeta electrónica
a la cabeza de cada poema y escrito, dando vida y realce a las colaboraciones.
Escritor fascinado por las imágenes del tiempo y su misterio, por los temas
enigmáticos y por las leyendas, sus trabajos nos hablan de un temperamento a la
vez acucioso y metafísico, caracterizado por su cuidadoso amor por el detalle,
cuyo fino miniaturismo no desdeña la relación de cada cosa con el todo. A sus
contribuciones disímbolas hay que sumar los poemas experimentales “Mezquite”
y “Gobernadora”, que exploran las posibilidades inéditas del lenguaje,
en conjunción con la valoración de las maravillas autóctonas. En su poema “El
Llanero”, logra una rara conjugación del recuerdo con la presencia viva del
tiempo, concretando el lenguaje coloquial con el depósito mnémico de un espacio
de ensueño, con el que crecimos. También ha sido de su interés la
objetividad histórica, como lo prueba su artículo sobre los orígenes de la
ciudad de Gómez Palacio, “Nacimiento de una ciudad”.
En la cuadrilla de
los nuevos literatos laguneros hay que sumar a: Saulo Sergio Muñoz Reyes, quien
expresa los sentimientos sombríos y atormentados de nuestro tiempo, cifrados en
“Poema centón” y “Sufrir en silencio”; al Ing. Jorge Isaac
Magallanes Zavaleta, quien participa con una alegoría en prosa de la soledad,
vislumbrada analógicamente como una mujer celosa seductora en “Mi amada”,
y los poemas “Nuestro tiempo”, “Feliz” y “Fall”, cuyo tomo
reflexivo es el del paradójico incendio de invierno; y a Manuel Santillán
Álvarez, destacando su bien calibrado poema “Taurino”, los vaivenes
del “Alma”, y la “Sintética, trágica y verídica historia de amor”,
cuyos versos inundados de melancolía nos hablan de una asfixiante zozobra
existencial, incluyendo el imposible relato perturbador de la “Primavera”.
Por su parte el Ing. Joaquín R. González Vitela participa con el visionario
cuento futurista “Tres leyes en la comarca”, al que hay que agregar
una curiosa historia sobre el Titánic, “Tres Mexicanos” y “Resplandor
mortal”, artículo en el que se reconstruyen los días en que los aviones
bombarderos norteamericanos B 29, Enola Gey y Bockscar, dejaron caer sus
artefactos de uranio y plutonio, Litle Boy y Fat Man, sobre las ciudades
japonesas de Hirosima y Nagasaqui, el 6 y 9 de agosto de 1945, dejando a su
paso centenas de miles de muertos.
Por último, se
encuentra un interesante ciclo de narraciones fantásticas, en el que participan
Aika Denisse Solís con “Secreto”, Claudia Marcela Soto Leyva con “Sin
Nombre”, Silvano Julio Valdés con “Despedida Inconclusa”, e Ilse
Liliana Ovalle con “Pesadilla”, relatos que tocan el tema de las
muchachas desaparecidas, de las muertas y de sus fantasmas, revelando desde
diferentes perspectivas un especie de arquetipo del inconsciente colectivo, que
es a la vez un doloroso estigma de la región.
El grupo de bardos y
literatos se cierra con las reflexiones ópticas y literarias de Jesús Jáuregui
Pérez Gavilán, fotógrafo y poeta, quien colabora con los pensamientos “Universo”,
“Entre Puertas”, “Milagros”, “Grato”, “Pluma de Oro”
y “Papá”, a las que hay que sumar los trabajos fotográficos de José
Fablea Aldaco y de Jesús Roberto Duarte, que engalanan las bellas portadas,
contraportadas e interiores de la revista.
IV
Si la poesía lenguaje
rítmico constituido básicamente por imágenes, el pensamiento se constituye como
un lenguaje integrado básicamente por conceptos, culmínate en teoría, que no
puede estar fuera de la revista. En la sección de ensayos la revista Puerta
Abierta cuenta, en sus tres primeros números, con las colaboraciones
críticas y filosóficas de Fernando Andrade Cancino, Alberto Espinosa Orozco y
Mauricio Beuchot, siendo en el fondo sus temas el mismo: el de la posibilidad
de reactivar, o no, una metafísica a la altura de los tiempos.
El crítico de arte
Fernando Andrade Cancino en su ensayo “El crítico como artista y el artista
como crítico”, se pronuncia por una estética del peligro, situada más allá
de bien y del mal. Estética del cambio y la novedad, hija de su tiempo, cuya
función es crear estados emocionales ligados a la conmoción y la sorpresa, en
una muy problemática independencia de estética respecto de la ética, que pone
una emancipación de los valores artísticos sobre los morales. Estética tardomoderna,
pues, cuya idea del progreso material y técnico la contamina al arte al grado
de buscar como valor absoluto lograr una expresión adecuada para cada estado de
alma, que entonces se consume y desecha, yendo en pos de la expresión de un
nuevo estado, dando con ello cuenta tanto de la inestabilidad de los
movimientos psíquicos, como del apetito insaciable que hay en lo moderno, llegando
incluso a precipitarse, en su afán de novedades, a trasgredir los límites, lo que bien visto no
pueden llevar sino al extremismo y a la excentricidad. Crítica de arte
promotora, así, de una evolución y un movimiento que no es sino ruptura con la
tradición, cuyo valor de novedad y sorpresa se aproxima a la expresión de
estados alterados de conciencia y a los engaños de percepción, cuyo infinito de
espacio-tiempo, no es tanto una expansión liberadora cuanto el sentimiento
amenazante del vacío y de la nada. Sentimientos estéticos, pues, que a decir
del crítico pertenecen a una esfera superior que los de la ética, siendo por
ello más espirituales, pero en cuya afirmación, sin embargo, se afirma un abierto
desdén por la justicia e incluso el regusto amargo de la iniquidad. Lo que
lleva al artista no sólo a reducir la ética a una muy dudosa selección natural,
sino incluso a presumir de una contradictoria belleza convulsiva y una estética
de la diversidad, de la variedad y de la mudanza, detrás de lo cual pareciera
haber una vindicación del hibridismo y de la mutación, que da licencia de hacer cuanto le venga en
gana, cambiando al mundo a la medida de la deformación psíquica, cuya aspiración final sería trasmutar las acciones vulgares, viles, impúdicas e
innobles en estéticas y deleitables. Posición ideológica que el crítico
confiesa abiertamente como peligrosa, que intenta justificar apuntando que todo
pensamiento es peligroso y todo arte inmoral –acertando, sin embrago, al
concebir al crítico como un adelantado que, luego de pasar la noche en vela en
castigo, tiene como premio contemplar los rayos del rompimiento de la
aurora.
En una posición
diametralmente opuesta se encuentra la argumentación del escritor Alberto
Espinosa Orozco, que esto suscribe, en su ensayo “Estética: aurora del
mañana”–colaborando en la sección poética con “La Paloma Caída” y “Bagdad
Olvidadiza”, donde el aire que se posa en clara brisa durangueña se combina
con la dorada tierra de los regios palacios cantera, o se convierte en furiosa
tolvanera, como símbolos de la plenitud y del nihilismo de nuestra era.
Espinosa Orozco problematiza el esteticismo y formalismo contemporáneo,
detectando en ello una estética del conflicto, de valores sombríos y tintes
tenebristas, que se estrella en los escollos de la noche, por carente de la luz
del espíritu, invitando a la dispersión, la disolución social y al caos. En una
palabra, alteración de los sentimientos estéticos hasta el grado de volverlos
equívocos y contradictorios, disolviendo el mismo concepto de lo bello en un
mundo succionado por el vértigo tecnológico de la aceleración y la estulticia
ideológica, donde a cada instante se incendia la epifanía fulgurante de la
novedad, quedando tras de su chisporroteante jugueteo de artificio, las cenizas
muertas que se funden con la fría loza de la noche.
Estética del
conflicto, pues, que es en sí misma una estética del peligro al ir contra los
valores universales de la tradición y, por tanto, atentando contra la esencia
misma del ser humano, dando cuenta con ello, sin embargo, del paradójico
trasfondo metafísico de nuestros terribles días, que es el de su indolente
inmanentismo, que sobrevalora la nuda existencia, el facticismo puro de ser de
hecho pero sin razón de ser, expandiendo una idea de libertad sin altura, ni
consistencia ni grandeza, que en nada compromete y que a nadie transfigura, al
postularse simplemente como derecho de paso, que se mueve al fragor del azar y
entre las turbulencias la contingencia, haciendo al hombre un ser innecesario
de innecesarios atributos, sumido en su propia temporalidad de ser orgánico,
sujeto a los imperativos inconscientes más apremiantes de sus instintos,
constitutivamente angustiado, como las de un ser para la muerte.
Construcción
metafísica de un aparatoso nihilismo, pues, de valores profundamente relativos
fundados en la subjetividad extrema, en franca rebeldía a lo que es siempre
estable e idéntico a sí mismo (que es la divinidad). Estética del devenir, de
la alteridad y de lo mutante, es cierto, que sin embargo debe encarar el máximo
peligro ético del hombre, que es el riesgo de dejar de ser humano, marchando al
ritmo del vaivén del tiempo, consumiendo y disfrutando de una estética
amotinada, contradictoria, odiadora de sí misma y por extensión de todo lo
demás, que se expresa como una notable degradación del gusto y de la imagen
misma, en un gusto que ya no gusta, sino que es más bien un padecer. Caída
existencial de los valores estéticos, en efecto, solazada ante lo deforme
físico o psíquico o lo infrahumano, hechizada por las realidades demetéricas y
por el caos, donde se expresa tanto la preferencia moderna de comparar al
hombre con lo que le es inferior, como la inconformidad ante el prodigio de la
realidad vista como creación continua. Estéticas de lo fragmentario y del
instante discontinuo, de la conmoción y de la convulsión, pues, paralelas al
irracionalismo emotivista y al inmoralismo voluntarista de nuestra era, que
parte de la evolución creadora de la materia sin vida y que, regodeada en la
preferencia impulsiva por lo inferior del alma y desdeñosa del espíritu,
termina en una despótica proyección irrefrenable hacia la misma materia muerta
de la que surgió, para cerrar de tal modo el círculo. Intento de la naturalización
de la vulgaridad y del cinismo que, bajo la máscara de la estética, postula el
irracionalismo extremo del excentricismo y extremismo contemporáneo, en cuya
preferencia por lo superficial y las apariencias, por las existencias en sí
mismas insustantes, deja ver su trasfondo de mortal hostilidad a las esencias y
su alejamiento del espíritu, pero también revelando las presiones, manías y
obsesiones del puro devenir. Estética de la novedad prematuramente envejecida,
pues, de entrada caduca y carcomida, que ha adoptado las formas más vulgares de
la decrepitud y de la decadencia, y donde triunfa el impulso de muerte,
llegando en lo estético a lo antiestético y en el arte al límite, ya
infranqueable, de lo antiartístico, amenazante de convertir sus símbolos en
instrumentos manipuladores del arte útil o tecnocrático, continuando así con la
tendencia de las potencias inhumanas inferiores de desesencializar al hombre al
poner entre paréntesis su propio a-priori moral, en una metafísica lúgubre de
corte estético que gira en torno a las epifanías fulgurantes, cuyo gozne no es
otro que el de la apariencia efímera, y que ya no puede sino calificarse como
el de un masoquismo trascendental.
Por último, la
colaboración del filósofo lagunero Mauricio Herdie Beuchot Puente quien, desde
una posición estrictamente académica, en cierto modo neutral o aséptica,
trabaja por el restablecimiento de la metafísica y del realismo epistemológico
mediante la vindicación del método hermenéutico analógico para las ciencias
humas o del espíritu. Tomado como guía a Jean Grondin, discípulo de Hans Georg
Gadamer, Beuchot sostiene la necesidad de la interpretación situacional de las
expresiones verbales, sin por ello caer en el relativismo obtuso del
equivocismo interpretativo, pero avalando de tal forma un perspectivismo
moderado, puesto que se respeta la idea de verdad como correspondencia. En su
trabajo no deja de señalar el abismal equívoco cientificista de la modernidad y
de sus inútiles formalismos lógicos, cuya univocidad tautológica intentó
superar a la metafísica por mor del progreso y del cientificismo, cuyos ideales
sin embargo han terminado subsumidos bajo las poderosas presiones devoradoras
de la tecnocracia.
Giro metafísico de la
filosofía moderna, es cierto, paralelo al desarrollo de la teoría situacional
del sentido, al giro lingüístico de la filosofía del lenguaje y a la filosofía
de la filosofía ínsita a la antropología filosófica, donde se revela con toda
transparencia los compromisos ontológicos, pero también meontológicos, que
subyacen en el lenguaje. Porque la metafísica occidental no ha sido sólo, como
pensó Heidegger, una pura ontoteología, fundada en la idea de Dios como causa
sui, o como el ser que tiene la vida en sí mismo y puede darla, puesto que
llama a las cosas que no son como si fueran, sino que en definitiva se extiende
al hombre mismo y a todo su lenguaje, pues implica el problema de las causas o
causalidad, no menos que el de la esencia misma del ser humano que, por su
mismo a-priori moral, se postula como un ser sujeto al
cumplimiento de deberes ideales, y que en medio de un contexto ontológico busca
su puesto y lugar en el cosmos, o simplemente el sentido de la vida, como el de
un ser sujeto a ser juzgado, ya sea por la visión heroica de la historia, en la
visión ética del honor guerrero, ya sea por entidades del todo trascendentes,
en la ética de la caridad, donde el sentido de la vida se engarza plenamente
con el sentido de la totalidad del ser, pues parte clave de la metafísica ha
sido siempre el problema, paradójicamente existencial, de la inmortalidad del
alma humana. Vida humana, pues, que como la obra de arte, es esencial objeto de
interpretación.
Valiosa contribución
del filósofo del lenguaje norteño, que bajo la forma de una reseña de autor nos
brinda todo un panorama de la historia de la hermenéutica, que pasa desde los
griegos a Filón, Orígenes, San Agustín y Lutero, hasta llegar con los
románticos a Schleiermacher y al historicismo de Dilthey, encontrando en la
época contemporánea sus representantes más destacados en Hiedegger, Gadamer,
Ricoeur, Derrida y Levinas. Vindicación del método hermenéutico, pues, de
la más reciente filosofía internacional, cuya operación necesaria deja, sin
embargo, la vaga sensación de un interminable columpiarse entre las ramas de un
laberinto inacabable, cuya salida sólo puede estar en el contexto una nueva
crítica de la razón, de carácter sistemático, que recupere lo que la filosofía
ha sido siempre desde sus orígenes: fundamentación conceptual de la religión… o
de la irreligión.
Durango 7 de diciembre de 2016
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