La
Leyenda Blanca
Por Alberto Espinosa Orozco
I
San Nicolás de Myra, también conocido como San Nicolás de
Bari, nació en Patara de Licia, en Grecia (Anatolia, actual territorio de Turquía),
entre los años 270 y 280, a finales del siglo II, y murió en Myra, en el año de
345, siendo arzobispo de la ciudad.
Hijo de una familia de acaudalados comerciantes de zapatos,
Nicolás quedó huérfano de chico cuando sus padres, que eran buenos cristianos,
murieron al ayudar a combatir una epidemia de peste y ser contagiados. Siendo
piadoso y generoso desde niño, heredó una gran fortuna que quedar huérfano,
yendo a vivir con su tío, que era obispo de Myra, ordenándose sacerdote a los
19 años. Cuando su tío murió tuvieron que elegir a un nuevo obispo, dejando la
decisión al azar del primer sacerdote que entrar a la iglesia, siendo Nicolás
quien en ese momento cruzaba por la puerta del templo.
Vivió
en la ciudad de Myra, prestando grandes servicios a los necesitados, mostrando
un fuerte carácter para proteger a los desafortunados, siendo notable por su
piedad y generosidad, por lo que fue, a la par, venerado y aborrecido. Durante
la persecución de los cristianos por Dioclesiano y Licinio fue capturado y
torturado, sufriendo que le quemaran la barba, estando encarcelado entre los
años de 303 y 305. Fue liberado en el año de 306, a la llegada de Constantino
al trono del imperio romano. En su afán por erradicar los cultos paganos ordenó
demoler el templo de Artemisa (Diana) en Myra y participó en el famoso Concilio
de Nicea, en el año de 324, condenando la doctrina arriana, que negaba la
divinidad el dogma de la divinidad de Cristo, impidiendo con ello que la
herejía arriana avanzara hasta Myra. Durante el Concilio de Nicea, en el que
participaron trescientos obispos, se erigió el cristianismo como religión
única, prohibiéndose de facto otras religiones. Junto con Eusebio de Cesárea,
quien escribió una “Vida de Constantino”, Osio de Córdoba, Atanasio y Alejandro
de Alejandría, el obispo Nicolás de Myra participó en el debate, dando un
puñetazo en la cara a Arrio. Los libros arrianos fueron así declarados
heréticos, junto con el gnosticismo, estableciéndose que Dios y el Hijo son de
una misma esencia (homousana), siendo
por tanto consustanciales y coetáneos, siendo la naturaleza de Jesús a la vez
divina y humana –en contra de los argumentos arrianos, que postulaban la
divinidad del Padre como superior a la del Hijo, que por tanto sólo el Padre
era infinito y eterno, pues al tener el Hijo un principio, hubo un tiempo en
que no era, siendo por tanto finito, no Dios mismo, sino la primera criatura de
Dios creada antes de los tiempos.
Se
cuenta que realizó innúmeros milagros. Uno de los más impresionantes es el
haber resucitado a tres niños, muertos acuchillados por un cruel hostelero, por
lo que en algunas estampas se le representa al lado de los pequeños. Se cuenta
también que ayudó a las tres hermosas hijas de un campesino arruinado poniendo
en secreto tres bolsas de oro en las medias de las niñas que colgaban de la
chimenea. Hombre rico que repartió su fortuna entre los pobres, San
Nicolás
Falleció
el 6 de diciembre de 343, siendo conservados sus restos en la iglesia de Myra.
Luego de varios siglos, tras la invasión y conquista musulmana de Turquía, sus
restos mortales fueron robados, en el año de 1087, por un grupo bien organizado
de mercaderes católicos, quienes los depositaron en la Catedral de Bari, en
Italia. Se produjeron entonces tantos milagros en la ciudad de Bari, que su
popularidad creció rápidamente a toda Europa. En el siglo XI Justiniano I
erigió una iglesia en su honor en Constantinopla.
Patrono
de niños, comerciantes, limosneros, viajeros y panaderos, se le rinde culto
especial en Suiza, Rusia, Polonia, Alemania y Holanda, Grecia y Turquía, y es
patrono de las ciudades de Nápoles, Sicilia, Lorena, Friburgo y Moscú. San
Metodio, arzobispo de Alejandría, escribió su biografía, y Melafrates recoció
sus leyendas en el siglo X, siendo uno de los más importantes santos no
mártires de la hagiografía. Su culto se popularizo en Italia, en Oriente y en
Europa, siendo así considerado defensor y protector de pueblos, siendo sobre
todo venerado por ser un gran amigo de la niñez.
La
historia de San Nicolás se convirtió en leyenda, y se le conoce también como
San Nicolaus o como Santa Klaus, quien sería el proveedor secreto de los
juguetes para los niños en las fiestas de navidad y en el Día de Reyes.
II
En 1624
los holandeses llevaron a Nueva Ámsterdam (hoy en día Nueva York) la fiesta de
San Nicolás o Sinterklaas. El escritor neoyorkino Washington Irving escribió en
1808 sus “Historias de Nueva York”, satirizando la fiesta, pero contribuyendo a
diseñar al personaje cambiándole el nombre a Santa Claus. En 1823 el poeta
Clement Clark Moore, aunque imaginándolo como un pequeño duende, agregó el
trineo tirado por nueve renos, uno de los cuelas es Rudolph, el reno de las
narices rojas. No fue sino hasta 1863 que en sus tiras navideñas el periódico
norteamericano Harper´s Weekly el
dibujante alemán Thomas Nast lo vislumbró con el atuendo y la apariencia con
que se le conoce hoy en día como un abuelo bonachón y rechoncho de barbas
blancas, con su traje rojo y blanco de obispo de Roma, cargado de juguetes para
los niños, cuyo arquetipo ha perdurado en el tiempo. El ilustrador Haddow
Sundhlow le dio su carácter definitivo en los dibujos realizados para la
publicidad del refresco Coca Cola de 1931, colaborando con el diseño
iconográfico del símbolo universal.
III
Al periodo temporal que va del 6 de
diciembre, nacimiento de San Nicolás, al
2 de febrero, día de La Candelaria (que es el día de la presentación del niño
Jesús en el tempo de Jerusalén, la luz del mundo que viene a iluminar a todos
como una candela), le acompañan una
serie de fiestas y de símbolos religiosos, cuyo significado es el de atravesar
las tinieblas que envuelven la tierra, que es el emblema del pecado y sus
manchas, guiados por la chispa de luz que disipa la oscuridad. En su centro, el
25 de diciembre, se celebra el nacimiento del Niño de Luz (el Sol), que es Jesús,
el Hijo del Altísimo, que viene de lo alto del cielo a iluminar la tierra.
Mensaje optimista, pues, que nos recuerda que Dios es más fuerte que las
tinieblas y la corrupción.
Celebración del verdadero Sol Invictus, del misterio de la
encarnación del Hijo de Dios, que es la luz del mundo, con el que la Iglesia
anuncia el Reino de Dios y la Buena Nueva, invitándonos a seguir el verdadero
camino de la vida, que es la doctrina salvífica de Jesús Cristo, pues,
postulado como máxima luminaria que invita a no salirse del camino de la vida,
guiados por la palabra y la escucha de voluntad de Dios y una meta final
trascendente.[1]
Periodo invernal, pues, en el que se celebran una serie de
fiestas consagradas al verdadero Sol Invictus, sol que irradia la justicia, magna luminaria que señala el gozo, la
esperanza y la felicidad de la vida, cuya mística de la luz refleja el misterio
de la encarnación del hijo de Dios. Alegorías, pues, de la lucha entre las
formas tenebrosas de la muerte, del odio y la aniquilación y la luz del amor,
que inaugura un nuevo mundo por medio del cual se perdonan los pecados por
medio de la misericordia divina.
[1] Cabe agregar al pie que la
fiesta de San Nicolás, que se celebra el 6 de diciembre, pero que recurre el 25
de diciembre y el 6 de enero bajo la figura de Santa Clos que regala juguetes a
los niños, nada tiene que ver con la aborrecible herejía gnóstica de los nicolaítas,
que surgió en los dos primeros siglos de nuestra era, cuya doctrina se debió a
un profeta adivino de nombre Nicolás, extendiéndose como una plaga por Éfeso y
Pérgamo en los siglos I y II de nuestra era, y de cuya malignidad, agazapada en
la Iglesia, nos habla el evangelista Juan en el Apocalipsis, advirtiendo de su
beligerancia en el final de los tiempos. Los Nicolaítas fue una secta gnóstica
y herética difundida en el clero corrompido, que abría la posibilidad a la
libertad de la carne y, por tanto a los desórdenes sexuales e incluso a la
poligamia, precipitando a toda clase de horrores morales, por lo que se les
hace seguidores de Baalam. Se le asocia a otras sectas heréticas, como la de
los simonianos, naasenos, setianos, peratas, carpocratianos y valentinianos.
Secta herética primitiva, pues, que juntaba a la idolatría a las prácticas
inmorales, entre las que se contaba el libre desahogo de las pasiones y la
oposición a toda autoridad y a toda norma. Considerada como doctrina apóstata
fue mencionada por Ireneo, Hipólito de Roma y Teodosio.
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