Tomás
Castro Bringas: el Hilo de Oro
Por
Alberto Espinosa Orozco
I
El grabador mexicano Tomás Humberto Castro Bringas nació en
Santiago Papasquiaro, Durango, el día 7 de marzo del año 1961 y murió el 18 de octubre del
año 2015 en la Ciudad de Durango, a los 54 años de edad. Su nombre quedará indisolublemente
ligado al resurgimiento del arte del grabado en su región como medio de
expresión artística, del que fue su más importante promotor durante décadas, cumpliendo
con su empeño de dotar a los durangueños de una memoria grafica, en términos de
imágenes potentes para revelar la identidad y el alma colectiva que nos acoge,
para decir quiénes somos a través del arte, dando cuenta con ello de los
avatares del tiempo no menos que de los escoyos y puentes del horizonte futuro.
El hombre es un ser de imágenes que gracias a su imaginación
preserva y renueva una tradición, actualizando la savia de la vida y haciéndose
así heredero de un mundo. Gran impulsor del oficio de grabador en su región
geográfica, la personalidad de Tomás Bringas se dilata así más allá de su
tiempo, por haber dejado un cimiento firme y un nota profunda coronada de
alegría en la preparación del desarrollo futuro de la estampa en su localidad,
pudiéndose considerar su obra y su tarea, a la vez, como uno de los más
granados logros distintivos de su patria chica.
El ser humano se mueve entre dos
dimensiones coordinadas, a las que se asimila y de las que forma parte: son los
lugares y las fechas. Fechas en las que estamos, como en una nave que circunda
el circular río del tiempo y espacios en los que entramos, como en una casa,
para componer el paisaje interior. Entre ambas hay una tercera fuerza, en
cierto modo autónoma, en la que entramos como en un lugar y en la que estamos
como en el tiempo: esa tercera cosa es la memoria, materia toda de la cultura y
de la educación. El arte es la forma didáctica más alta del cultivo de la
memoria, invocada por el hechizo de la imaginación y de la fantasía creadora.
Porque el hombre es un árbol de imágenes y de pensamientos, cuyas raíces
penetran profundamente en el cielo hasta tocar a las estrellas, para luego
volver al hombre y saciar su sed de sentido y de pertenencia, para activar
también las mociones del querer y de la voluntad en actos que son obras que son
frutos.
Tarea de abrir las ventanas de la imaginación a sus
contemporáneos fue la de Tomás Castro Bringas quien, como opimo fruto de su
región, volvió sus pasos a su patria chica para abrir los surcos de la tierra y
sembrar sus semillas de memoria y conformar la silueta de un paisaje que ya
muestra sus deslumbrantes oros y lozanas verduras en el horizonte futuro. Porque
Tomás C. Bringas se distinguió por el amor a su oficio de grabador, que él
interpretó básicamente como un servicio a su comunidad nativa, trasmitiendo de
tal suerte a sus contemporáneos y a las nuevas generaciones los secretos de esa
misteriosa alquimia hecha de traslúcidos espejos minerales y multiplicadas
chispas de la vida, semillas cuyos renovados brotes constituyen hoy en día ya la
floración futura.
II
Tomás Castro Bringas, nativo de Santiago Papasquiaro,
estudió grabado, pintura y escultura en la Escuela de Pintura, Escultura y Artesanías
de la UJED, realizando posteriormente la carrera de Artes Gráficas en la
Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, antigua Academia de San Carlos,
de 1980 a 1984, donde se tituló como licenciado, cursando en ella posteriormente numerosos diplomados. De regreso
a Durango aplicó los radios expansivos de sus conocimientos en la enseñanza,
promoción y difusión de la cultura regional, teniendo siempre como eje el amor
por la disciplina de la estampa.
Trabajando para la Universidad Juárez del
Estado de Durango, de 1984 a 1990, innovó
el diseño editorial, debiendo esta rama de las artes en su región parte su
elevada profesionalización y más alta calidad. Trabajó primero en el taller editorial
del patio trasero del Edificio Central de la UJED, trasladándose posteriormente
al Taller de Experimentación Grafica, en los altos de un antiguo hotel de la
calle Juárez, ocupando varios salones, cerca del Callejón de las Mariposas,
teniendo a Nuria Montoya como su asistente. Tomás Bringas se dedicó entonces a
la purificación y plurificación de las técnicas de la estampa, incursionando en
el grabado, la serigrafía y la encuadernación, pero también en el laboratorio
de fotografía. Realizó para la UJED por ese tiempo infinidad de trabajos
editoriales, desde tarjetas de presentación y viñetas a libros, pasando por folletos,
cuadernillos, posters, carteles, marmotas, publicidad en general, invitaciones
y hojas volantes. Luchando contra viento y marea llevó a la luz una serie de
revistas: entre otras, la Revista
Transición, junto con Mauricio Yen, hecha con rollos de papel revolución;
además de una serie de revistas experimentales y literarias, como El Coyote, El Ciervo Volador y La Fuente,
editando simultáneamente libros de los principales escritores regionales, como
Socorro Soto, Juan Emigdio Pérez y Oscar Jiménez Luna.
Durante treinta años de labor ininterrumpida fundo
innumerables talleres de estampa, trasmitiendo los valores de la imaginación y
la hechura asociados a la maestría del oficio: desde el Taller de Grabadores
Mexicanos en el Desierto de los Leones, en compañía de su coterráneo oriundo de
Santiago Papasquiaro, José Luis Corral, hasta el Taller de Grabado “El Perro
Bravo”, que tuvo variadas y disímbolas sedes, pasando por el Mexican Print
Making Work Schop en Chicago, con los artistas mexicanos René Arceo y Nicolás
Tesas, y el Taller Municipal de Grabado del IMAC, cuando fue dirigido por el
novelista Jesús Alvarado, entre 2010 y 2013, época ésta última de gran
desarrollo, organizando más de 18 exposiciones, entre individuales y
colectivas, formando a más de 30 alumnos en el conocimiento y práctica del grabado.
Como prueba de su labor quedan en la memoria decenas de exposiciones por él
organizadas y un conjunto notable de carpetas de grabado, así como el registro
de su enseñanza de diversas técnicas de grabado, en cursos intensivos de
trabajo, que iban desde el frotamiento con cuchara y la xilografía en hueso de aguacate,
hasta las más refinados métodos de impresión litográfica de estampación en seco
y con placas fotosensibles. Fatigas a las que hay que sumar pláticas y conferencias, donde se ocupó de
difundir sus hallazgos en los métodos aplicados de la impresión sobre
materiales comercializables, lo mismo que en ahondar en la mexicanidad descrita
por el arte de José Guadalupe Posada o de Manuel Manilla.
III
La docencia y la enseñanza fue así parte sustantiva de su
labor, inseparable de su trabajo en los talleres, concibiendo el magisterio de
manera tradicional, como la relación íntima entre maestro y aprendiz del
oficio, partiendo de la evidencia empírica de que se aprende a hacer junto con
quien ya sabe hacerlo. Impartió así sus conocimientos en el Centro Femenil de
Rehabilitación Social en Tepepan, Xochimilco; en la Universidad José
Vasconcelos de la Ciudad de Durango; llegando a ser académico en la Escuela de
Pintura, Escultura y Artesanías de la UJED, impartiendo las cátedras de Medios
Audiovisuales, Escultura y Fotografía. Porque su pasión por el arte la estampa
no fue sino la cara anversa de la moneda, en cuyo reverso latió siempre vivamente la pasión por trabajar con los jóvenes; el
cíngulo que unía ambas labores no era otro que el canto de la generosidad, el
afán de generar, propio del eros pedagógico, motivando su amor por enseñanza por
el poder trasmitir a otros los conocimiento adquiridos y los valores más
arraigados de nuestra tradición, preservando con ello toda una cosmovisión.
Artista completo, Tomás Bringas fue, además de maestro,
impresor y editor, un singular inventor, pues diseñó y confeccionó maquinaria
alternativa para la estampa, sirviéndose de gatos hidráulicos y otras
herramientas para crear módicos tórculos y rudimentarias prensas de
estampación. Su labor como investigador nos sumerge en un dilatado universo, en
cierto modo inabarcable, que soñó bajo la forma de un fabuloso diccionario de
la mexicanidad, donde daba cuenta de la profunda cosmovisión y de nosotros
mismos, en una abierta tarea de reivindicación de los valores más hondos que
nos constituyen como pueblo. Exploración incesante, en la que descubrió un
mundo entero de nuevas posibilidades, empleando materiales inéditos y recursos
inusitados, como el uso de telas, de madera tallada, de papeles hechos a mano,
como confirma su tesis de grado publicada en 1984 por CONACULTA: Manual de Gráfica Contemporánea. Taller Experimentación
Editorial.
Es menos conocida su faceta
como escultor, disciplina en la que sin embargo intervino con sobrado talento.
Son suyas la copia de la máscara mortuoria de Francisco Villa que se encuentra
en el Museo 450 (IMAC), la escultura del “Cristo
Maestro”, en la pirámide que se encuentra en la vieja carreta a Mazatlán, “El Quijote de la Mancha”, que decora la
entrada a la Biblioteca de la UJED, el “San Francisco de Asís” que adorna el
ITD –sin contar con las obras en colecciones particulares. Dentro de esta misma
disciplina artística pueden considerarse los hermosos marcos ornamentados, de
gran formato, realizados en el año de 2002 para complementar la obra del
artista Manuel Piñón Alamillo.
IV
Sus dotes como organizador
fueron puestos muchas veces a prueba en trabajos que requieren esfuerzos colectivos.
Labor de conjunto en la que operaba naturalmente como gran orquestador,
introduciendo métodos revolucionarios de trabajo, potentes para “salirle a
toro”, para no detenerse, pese a las dificultades materiales, y seguir
adelante. Caminado al paso, al son que le tocaran, implementando incluso viejas
prácticas como el trueque de mercancías, el maestro Bringas supo incorporar a
sus trabajos los recursos de la cultura local propia, poniendo en actividad a
una serie de artesanos, como pirograbadores, encuadernadores y talladores de
madera. Así, sus carpetas de grabado y libros objeto, 100% artesanales,
desarrollaron el concepto más acabado de lo “originario” que hay en la
resistente cultura durangueña, entrañando en sí mismos el valor de una mundo
imaginario, inequívocamente propio, donde se deposita, refractariamente, el
alma de todo un pueblo y el espíritu condensado de una nación. Objetos a la vez
escasos, por constar de tirajes reducidos, y de un costo mínimo, lo que da por
resultado un concepto disociado y novedoso del “lujo”, pues añade al trabajo
cuidadoso del orfebre, que hace al objeto único y digno de coleccionistas, la
multiplicación evangélica del pan y de los peces, gracias a los métodos usados
por la estampación ceñida estrechamente a los esmerados acabados artesanales.
Entre sus libros y carpetas de grabado, realizado contando
siempre con la colaboración de colegas, alumnos y de su inseparable compañera Paola
Moreno, cabe mencionar, entre muchos otros trabajos: Santitos, y Juegos de Lotería,
realizados en Chicago, en colaboración con el Mexican Print Making Work Schop, cuya
muestra visitó ocho países, obteniendo reconocimientos académicos en Alemania y
Japón; Breviario de Neologismos y
Arcaísmos (2009); Bestiario de lo
Insólito y de lo Inesperado (2010); Diario
de Calle, acompañado por un video sobre las tribus urbanas (2011); Las Fibras y las Telas en las Artes Visuales
(2011); Entre el Amor y la Costumbre (2013);
Crónicas al Servicio de una Causa (2014),
y; El Sotol: la Magia del Desierto
Líquido (2015).
Su
labor como viñetista y grabador se extendió también en múltiples direcciones,
desde la ilustración de libros de poesía, como los Cuentos
de Papel de Dodled Meto, a su colaboración para los 100 Años de la Toma de Zacatecas en el 2014, participación que
acompañó con la muestra 100 años de la
Revolución Mexicana 100/100, presente en el Museo de la Ciudad 450. Obra de
toda una vida de esfuerzos individuales y compartidos, de la que da una idea el
libro Taller de Grabado “El Perro Bravo”,
diseñado por el artista y publicado por CONACULTA e IMAC en el año de 2015,
contribuyendo con ello a una especie condensada de historia de las artes
gráficas en Durango.
Visión
estética del mundo, cuyo gusto por el intenso colorido se alterna con las
sombras vagas de la melancolía y de la noche, pero que siempre destaca nuestros
valores propios y nuestra peculiar tradición mestiza, a la vez peninsular y
rayada de azteca. Estética que más que ruptura es recuperada renovación del
gusto y de nuestra visión del mundo, atendiendo siempre a la regeneración de lo
que esencialmente somos, sin descartar por ello los registros, muchas veces
alarmantes, de los síntomas y signos de decadencia que acosa a nuestra época,
que como un fardo de cenizas abrasivas de incontenible erosión espiritual pesan
sobre el mundo entero en la edad contemporánea.
V
El
hombre, ser de imágenes, es también el ser que da testimonio de su travesía por
la existencia a través de su obra. Tomás C. Bringas nos legó con su obra una
singular visión de la cultura propia, hecha de profundos sellos y de poderosas imágenes,
de bestiarios y diccionarios, de profundo amor y celo por las tradiciones
populares. Su trabajo creció así como un árbol de múltiples brazos poderosos, alimentado
por la luz de la verdad y de la belleza,
estampando el colorido radiante de nuestra tierra bajo la sombra bienhechora
de la reflexión. Porque la búsqueda en los trabajos y los días del querido
artista durangueño fue siempre la de un mundo mejor, más bello, mejor
organizado, más fraterno, por lo que hay en sus trabajos algo de auroral y de recreación
del mundo.
Toca
ahora reconocer la originalidad de su empresa, de servicio y hondo compromiso
social, didáctico, pedagógico, que supo ver en el arte del grabado las inmensas
posibilidades que guarda como medio alternativo de expresión individual y colectiva.
Obrero de la cultura, misionero del arte, su vasta labor de productor y
pedagógica sólo puede explicarse por el impulso y la potencia de su espíritu.
Espíritu robusto adornado con las prendas de la generosidad y la sonrisa,
dotado de una inacabable energía, afable y desenfadada, adornada por el detalle
y ternura de la fraternidad.
Sus días han quedado así cifrados en su obra como un hilo
dorado que por la magia de su buril recorrió las arterias de memoria, siendo
potente para trasmutar las placas de zinc y de cobre en fieles espejos de
nuestra identidad colectiva y para suturar las heridas de una tradición aletargada.
Hilo áureo que, al dar continuidad a la noble práctica del oficio de grabador, supo
imponerse a las condiciones adversas del medio, combatiendo el olvido de
nosotros mismos como cultura y como comunidad de fe. Hilos de ideales y de
signos visionarios, que combatieron la fatal falta de espíritu de nuestro
tiempo y las falacias sordomudas de la vanidad, urdieron simultáneamente el
tejido íntimo de una fraternidad mayor donde, por medio de expresiones
estéticas articuladores de situaciones de convivencia formativa, se logre
preservar el valor de la persona y su independencia creativa, creando las
pautas para que tales valores puedan descansar en el seno de una comunidad
mejor organizada y verdaderamente libre.
Hombre
sencillo, sin levadura, que se adaptó a las condiciones del medio para servir mejor
a su comunidad, que aplicándose a la modesta práctica de su labor trasmitió la
moral del oficio, preparando el terreno de la cosecha futura, hallando su
contento en que brillaran los otros, abriendo con ello la puerta a la esperanza.
Hombre de entrega y sencilla generosidad que se avocó a la tarea de transmitir
una tradición viva, mediante una manera de ser, intentando en todo momento su
universalización.
Tomás Bringas
fue en esencia un espíritu inquieto y alegre, contenido en sí mismo y
satisfecho de su labor, quien supo hallar en el disimulado heroísmo de su tarea
cotidiana el contentamiento y la plenitud, siendo por completo ajeno al
conformismo de la rutina o a la inconformidad y desacuerdo de la enajenación. Hombre
a la vez grave y siempre sonriente, dotado de una singular energía paternal, abarcó
en la enseñanza a varias generaciones, tocando en sus puntas desde su
coterráneo José Luis Corral a su más fiel aprendiz Israel Torres y, más allá
aún, pues supo romper con las limitaciones y encadenamientos de las escuelas.
A un
año que los trabajos y los días de Tomás Castro Bringas llenaron su cuneta para
cerrar la comba de su esfera, toca reconocer la originalidad y el subido mérito
de su empresa. Porque las multiplicadas semillas de su labor magisterial son hoy
día los brotes que, alimentados por una sabia viva, darán a la vez su fruto a su
tiempo. Porque su amor por el arte de la estampa fue siempre también el amor
por la luz y por la matriz celeste de donde surgen las estrellas. Porque sus
papeles han sido también las plumas de palomas mensajeras, hojas que son ojos
visionarios, espejos para ver en el interior de nosotros mismos y mensajes
cocinados en el laboratorio mineral del sentimiento, donde circulará, sobre la
carne de algodón, la sangre invencible de una raza y el halito imperecedero de
su vida.
Durango, Durango
20 de septiembre de 2016
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