sábado, 4 de abril de 2020

EL FEMINICIDIO EN MÉXICO Y LA CULTURA NACIONAL Por Alberto Espinosa Orozco

EL FEMINICIDIO EN MÉXICO Y LA CULTURA NACIONAL
Por Alberto Espinosa Orozco


A Mayra Chamorro Nevares
I
El tema del feminicidio, tan actual como alarmante en todo el mundo, en México pide urgentemente toda nuestra atención. Miles de mujeres, millones de seres humanos, reclaman a los gobiernos nacionales, incluso claman a grito en cuello al mismísimo cielo, para encontrar soluciones a tan terrible, pavoroso e inadmisible flagelo social, materia de imperdonable barbarie. 
La cadena de asesinatos en serie de mujeres en México ha despertado la decidida protesta e indignación en todo el orbe. Violencia desatada que tiene una de sus raíces en una pobre educación y en un concepto erróneo, vulgar, patético incluso, de la naturaleza humana, específicamente de la virilidad o idea de la hombría (Machismo); se trata de la idea de medir la humanidad de uno en proporción directa a la dominación del otro, como si ser hombre consistiera en subyugar, poniendo debajo de los pies a la otra persona, poniéndole la bota en el cogote – y no por el mirarla frente a frente a los ojos, penetrando el alma con el respeto a la dignidad, altura y belleza que la otra persona merece (dialogo). Moral de simios que, abusando de la fuerza física, somete e incluso explota o parasíta a la otra persona, que en realidad estaría destinada para ser su pareja, su consejera, su ayudante cooperando en el camino de la vida con su encanto y alegría, con su auxilio en los momentos críticos y difíciles, y de ejemplo incluso en las indispensables labores domésticas de la administración hogareña y en la economía familiar, pero también aportando específicos bienes de belleza y gracia, que son dones propios de la mujer – para no abundar en su virtud connatural que es la entrega amorosa, donde el hombre encuentra reposo, comprensión y consuelo en el tránsito por esta vida, repleta en ocasiones de abrojos y cargas no siempre fáciles de soportar por el individuo aislado. 
Por citar solo un dato, la Organisación de las Naciones Unidas (ONU) estima que en México 6 de cada 10 mujeres han sufrido violencia machista y que más del 40% han sido víctimas de agresión sexual. Llevando al extremo tales actitudes de prepotencia machista a la muerte de la víctima, a la aniquilación del otro, lo cual es ya una manifestación pura de odio extremo, que se proyecta sobre la contraparte, con el deseo perverso de destrucción, de anonadimiento y aniquilación del otro. Más específicamente: se trata del odio a la mujer por su género, derivado de un reprimido sentimiento de inferioridad respecto de ella, quien lo que desea es esencialmente gustar (estéticamente) y ser amada (moralmente). A todo lo cual se impone una dudosa moral viril, que poniendo todo el valor en la incomunicación y en la fuerza bruta, pasando a pasos contados a un crechendo de actitudes agresivas, que van de la indiferencia a la destrucción del otro (ya sea física o psíquicamente), pasando por la intimidación, el adoctrinamiento, la coacción moral o física, el multifoirme chantaje, el sobajamiento, el desprecio de género, la humillación, el desprestigio laboral, la cohacción fisica o la violación, etcétera, etc., etc. Cosas que pueden ser calificada propiamente como psicofagia, que no es otro cosa que manducar psique humana -depravado deporte en el que se ejercita todo abuso de poder, dicho sea de paso, tan sólito tanto en las barriadas de la barbarie como en los puestos de mando de las instituciones, tanto privadas como públicas -que lamentable transportan esa suprema carencia de educación verdadera con el propósito de  "acochinar" a los subalternos, sobre la base abusibo juego del gato y el ratón, que solo espera que el simpático roedor asome las narices tras la computadora administrativa o en la antesala interminable para darle el artero e histérico zarpazo que, de tener suerle, la dejará al tímido ratoncillo las vivarachas orejillas hechas sangrientas tirlangas de hawallanos giorones.   
A ciencia cierta se ignoran las cifras exactas de este vergonzoso delito, pero su incalculable número solo agrava la protesta y el clamor por su solución urgente. Impotencia, tristeza, lamentación, son los sentimientos que manifiestan y constatan la bancarrota no sólo de todo un sistema educativo, carente por completo de una auténtica guía moral o de una real filosofía educativa, sino también, lo que es igualmente lamente de una ética publicitaria, que en la dispersión, confusión, negligencia o erotización de la imagen toma a la mujer como un juguete, reduciéndolo a un ser inferior, negando de tal manera su realidad no solo como persona, cuya dignidad supera en muchos casos a la de sus parejas, sino también y más alarmante aun, que niega las propiedades o exclusivas mismas de su género o que abiertamente las desvalora e incluso ridiculizan, tales como sus innatas predisposiciones a la sensibilidad y la belleza, su magia y encanto propio, sus disposición a acoplarse naturalmente al varón, al que sigue incluso alejándose de su familia, debido a su indiscutible capacidad de dar y recibir amor. No es infrecuente también, que a jovenes e incluso a los artistas se les intente infantilizar e incluso feminizar, con el nada noble propósito de castrarlos, preparado así el terreno a una violación simbólica de sus derechos como personas.
El atraso legislativo es notorio y más aún en materia de investigación sobre los motivos que mueven al infractor, entre los que presuntamente habrían de destacarse la frustración, la obnubilación por vicios recurentes o abuso de enervantes, el fracaso social en materia de empleo y la corrupción generalizada de las instituciones públicas, que nada ayudan a que el culpable tenga una psicología sana. Existe sin embargo una tipificación federal de las siete causas principales de tan penoso fenómeno social, la cual estaría correlacionada directamente no solo al castigo que debe sufrir el transgresor sino también, evidentemente, a las formas prescritas por la ciencia y la moralidad para su arrepentimiento y su posible reinserción social.
El maltrato, el acoso, el adulterio, el relajamiento de las costumbres (libertinaje) que cunden hoy por hoy en la decadente modernidad tardía son algunos de los síntomas de una crisis más extensa, que corroe por dentro y desde sus cimientos a nuestras sociedades occidentales, tecnocráticas e híper-industrializadas, cuyos bienes materiales, equívocamente distribuidos por lo demás, no han podido armonizarse con una educación sana, realmente humanista. Todo lo cual apunta en la dirección de un desconocimiento de la persona, no sólo científico y filosófico, sino rigurosamente estimativo y práctico -lo que nos habla de un hueco, de una carencia, de un verdadero hoyo en la conciencia, que abiertamente pasa de largo y arrincona los granados logros de una eficas y probada antropología filosófica, la cual se deja no swólo con indolencia, sino perversatemete incluso, pudrir en la covacha de los trastos inservibles.  
II
Tema horrendo y atemorizador es el del feminicidio, que afecta no sólo a las mujeres, sino en conjunto a toda la comunidad. La vergonzosa locura social del feminicidio se trata en el fondo de una idea absolutamente errónea y vil de la mujer, que es compartida por ciertos seres humanos (si así puede llamárseles), frecuente sobretodo en hombres, pero de la que pueden llegar a ser cómplices también las mujeres. Idea en extremo peligrosa y alarmante, que desvalora en una palabra a la humanidad toda, y cuya causa básica y sobresaliente no es tanto la supuesta vanidad viril y el abierto deseo de superioridad en el contexto de una sociedad abusiva, sino la ira, que a su vez no es otra cosa que una expresión del odio, del deseo de inexistencia de lo existente. Negros sentimientos difundidos por falsas ideologías de la pugna, que ensalzaqn la dudosa dialéctica de la lucha y el conflicto entre los seres humanos, a la cual no cabe sino cultivar y oponer el contario sentimiento del gusto por la existencia ajena, la celebración por la dualidad esencial del ser (puesto que ser humano es ser hombre o ser mujer), incluso de abierto regocijo por la determinación y desarrollo de la existencia ajena -todeo ello amenazado, como repito, por falsas ideologias del combate, de la soberbia afirmación del "sí mismo", de la egología y del abuso del poder, en una palabra, en cuya vertical unanimidad y solpsismo queda enteramente obnubilado el sentimiento en verdad estético del alma ajena, el gusto, quiero decir, por la multámine existencia real de todo lo vivo, en la plural sinfonía de seres en que cvonsiste la riqueza y hermosura del universo entero.
Asesinatos perturbadores, impactantes, de crudo amarillismo periodístico, que nos dejan helados y con la piel de gallina por su extremada saña y crueldad inhumana, dan cuenta de este enfriamiento del amor entre los seres humanos e incluso la total carencia de piedad moral. Todo lo cual nos habla de una imperdonable regresión del ser humano a la animalidad e incluso de su solidaridad con las formas más bajas de la creación, cuando no de la robaotización inhumana de la humanidad, a lo cual debe añadirse la violencia manifiesta en la publicidad y a la difusión de los falsos valores, prodigados tanto por los medios de comunicación como las mismas instituciones sociales, que desprecian con arrogancia las formas más evidentes de la espiritualidad humana, que van de las formas más sencillas de la cocina y la fabricación manual de artesanías a la compleja organización comunaitaria de convites, ceremonias y fiestas sociales, pero que también desestiman e inclouso vituperan las formas más refinadas de convivencvia social (que van de la poesía, el canto y la danza a la filosofía), es decir, se trata de un desprecio maquinal, ronotizante, desalamado de las expresiones esenciales que articulan situaciones de convivencia formativa, que es la sustancia misma de la verdadera educación -cuya esencia a su vez es el la misma que el meollo o miga del lenguaje de la moralidad. 
No resta así sino, por medio de esta publicación cultural, alzar la voz para exhortar a cada lector a la revaloración del proceso educativo y a buscar con verdadera pasión, e incluso con coraje e3stético y pedagógico, nuevas formas de convivencia social educativa y nuevos contenidos culturales, inscritos por lo demás en nuestra tradición, constitutivos de nuestra mismísima raíz como nación, para el decidido fortalecimiento de la paz como punzante y luminosa arma contra la guerra. 
Tenemos así, pues, que superar toda miseria inhumana y resabio de barbarie, aprovechando realmente, mediante una educación de verdad, las disposiciones de nuestro pueblo para la belleza y su aguda sensibilidad para la ciencia, en pos de un refinamiento cada vez mayor de nuestra cultura. Para que vuelva a adornarse nuestra patria con las flores de su poesía y vuelvan a elevarse los cantos de su sabiduría, recuperando de tal forma la antigua cultura mexicana y potenciando la actual, proyectando de tal manera en el presente, con instrumentos cada vez más afinados y con armas propias cada vez más precisas, nuestra gloria futura en el concierto universal de las naciones. 

Durango, 4 de abril del 2020


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