martes, 27 de febrero de 2018

De Mis Lecturas: el Budismo Por Héctor Palencia Alonso



De Mis Lecturas: el Budismo[1]
Por Héctor Palencia Alonso



I
            El Budismo habla de las “Cuatro Nobles Verdades”, que son la expresión doctrinal del “Dharma”. Éste, el Dharma, es uno de esos principios que tienen que aceptarse como un acto de fe. Parte de una intuición, la de que el Universo no puede ser un absurdo, la vida humana tiene que tener un sentido.
Las “Cuatro Nobles Verdades” son: la existencia del sufrimiento; la de la causa del sufrimiento; la del fin del sufrimiento, y; la “noble verdad del óctuple sendero que conduce a la disolución del sufrimiento”.
            Para esta corriente del pensamiento humano, el dolor es lo propio de la naturaleza y el sufrimiento de las cuestiones del espíritu. Los budistas utilizan para describir este sufrimiento el término “Duelo”. La primera noble verdad se refiere a lo ahora llamaríamos “depresión” en el sentido del Psicoanálisis.  Se entra en ese estado cuando se descubre que la vida tiene un lado oscuro y que todo es transitorio, todo cambia, se deteriora y marcha hacia la muerte.
            Ese es el absurdo de los existencialistas, sin embargo, para los budistas la angustia no es algo natural en la dinámica de la vida, ni es producto de remordimiento. La causa se encuentra en la propia manera  de vivir y en los pensamientos que de ahí se generan y que pertenecen al mundo de la “Samsara”.
La “Samsara” es la interpretación que cada individuo da a la vida y al mundo.  Una interpretación condicionada por las estructuras mentales, la cultura de cada persona, sus peculiares circunstancias. “Yo soy yo y mi circunstancia” escribió José Ortega y Gasset. El punto de vista eminentemente subjetivo produce, para cada uno, una “realidad virtual”.
            Un término clave del budismo es el de “Avidyá”, que es algo así como el “vacío”, un vocablo el de “Avidyá” que bien puede traducirse como “relativismo”, esto es, que las cosas del mundo son “relativas” unas a otras y que no existe la verdad absoluta.
Recuerdo aquí el pasaje de los Diálogos  en que Platón dice que hay dos mundos, el de las “ideas eternas" (episteme) y el de las representaciones mentales de esas ideas (doxa). Hay un mundo ideal, el de las ideas. Y esta propuesta platónica nos lleva  al pensamiento de Carl Gustav Jung acerca de los “arquetipos” del “inconsciente colectivo”.
Según el antiguo budismo,  el reconocimiento de que somos un conjunto de elementos “relativos” unos a otros y que no somos seres “absolutos”, no tiene por qué generar angustia, sino al contrario, es un sano principio para que se disipe la ignorancia, o sea, el otro sentido de “Avidyá”.
La verdad se descubre dentro de uno mismo, sostiene esta corriente del pensamiento, y el vehículo es el “Dharma”. El fin de la angustia es posible porque la angustia es correlativa al hecho de vivir soñando. Se requiere acabar con el círculo vicioso de las ilusiones.
Por otra parte, Erich Fromm afirma que el conocimiento de la naturaleza humana no conduce al relativismo ético sino que, por el contrario,  nos lleva a la convicción de que la fuente de las normas para una conducta ética han de encontrarse en la propia naturaleza del hombre, que las normas morales se basan en las cualidades inherentes al hombre y que su violación origina una desintegración mental y emocional.
El llamado “Óctuple Sendero” del budismo comprende: el entendimiento justo; es decir, interpretar los hechos de la vida sin distorsionarlos. Se tiene que evitar atribuir a las personas y a las cosas, significados e intenciones provenientes de nuestras propias elaboraciones mentales. El segundo sendero es el del pensamiento justo, que consiste en evitar imágenes mentales cargadas de violencia, las que tienen efectos sobre nuestro yo y sobre los otros. La palabra justa es el tercer camino, se trata de buscar la armonía entre el hablar y el callar.
La acción justa es el cuarto sendero y se compone del respeto absoluto a la vida, no entregar nada que no sea aceptado como un acto de libertad; evitar el ejercicio irresponsable de la libertad sexual; evitar la simulación, el insulto, la falsedad, y no consumir drogas. En estas acciones hay que procurar que la libido (deseo sexual) se pervierta, como es la sublimación del deseo sexual en formas de poder y dominación.
Estos senderos pretender basarse en el sentido común o “camino medio”, en una justa “administración” de la vida. Sigue el sustento justo, que parte del postulado del trabajo como manifestación elevada y creativa, El trabajo debe beneficiar al ser humano y a la comunidad. Se afirma que el trabajo es un acto de solidaridad con alto sentido comunitario. No hay salvación posible en soledad, se afirma. De aquí viene el término “Karuma”, que quiere decir misericordia, o más exactamente caridad, lo que señala el sentimiento de “empatía”, esto es, que los demás no sean ajenos a nuestro pensar y obrar.
Los cinco senderos anteriores se refieren a la relación del individuo con el exterior y en particular con los seres humanos. Los siguientes tres senderos son de naturaleza interior.
El esfuerzo justo, que difícilmente puede ser aceptado a la luz de las tradicionales recomendaciones en nuestro mundo. Se nos dice desde niños que pongamos el máximo de esfuerzo para alcanzar un objetivo. Por el contrario, el precepto del esfuerzo justo para el pensamiento oriental budista quiere decir, no hacer más de lo necesario para alcanzar un estado de satisfacción vital. Se tiene que ser atinado en cuento a la cantidad de energía que utilizamos para logar algo. Las “sobrecargas de intención” producen estados neuróticos, pues aumentan la tensión y el conflicto interno.   El sentido del humor tiene que estar presente en el esfuerzo justo.
La concentración justa se centra en el aquí y ahora, tomando el pasado y el futura en su debida importancia, esto es, sin renunciar a la memoria y a la predicción. Nada de obsesiones que le quiten su valor al momento. Se comienza con la concentración en el propio cuerpo, utilizando generalmente la respiración profunda y rítmica, pero sin producir estados alterados de la mente, por el oxígeno que entra o deja de entrar en el cerebro.
Por último, la meditación justa, entendida como un ejercicio que permite un descanso, un “sueño psicológico” que contribuye a crear estados de armonía. Por este camino se procura la intuición, el pensamiento creativo, la sensibilidad estética.
Siempre es grato incursionar por los aminos que conducen a la elevación espiritual. Para terminar, estas palabras ilustrativas de Siddharta:

Sed como una lámpara para vosotros mismos
Sed vuestro propio sostén.
Asíos a la verdad que existe en vosotros
Como si fuera la única lámpara.



[1]Durango Ayer y Hoy”. El Sol de Durango. Miércoles 4 de junio de 2003. Durango, Dgo. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario