Narciso se detiene para verse
en las esquirlas del espejo roto
del instante, cuando al verse a sí
se enamora de si mismo en el estanque
reflejando en la bizarra superficie
la imagen de su rostro ardiente,
hechizada, rodando innumerable
a las profundidades insondable
del abismo -mientras, de lejos,
en eco, la ninfa Eco lo miraba.
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