Los Murales en
el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo: El Dr. Atl
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
Paradójicamente el incendiario Dr. Atl, el
profeta del Movimiento Muralista, quien pintó uno de los primeros murales en el
claustro y parte de la escalera del ex Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo
(“Preparatoria Chica”), centró su temática en una serie de “paisajes
estilizados” y composiciones esotéricas, dedicándose en ellos más que nada a
demostrar sus nuevos descubrimientos técnicos de resinas y pigmentos. Pintó así
a con una técnica personal, la petrorresina, unas bacantes desnudas que
causaron escándalo y que representaban El Sol, El Viento, La
Luna, La Lluvia, La Noche, El Vampiro y El
Titán. Los dos murales, que no resistieron a las contingencias del
tiempo, y de los que difícilmente quedaron registros fotográficos, eran un
experimento plástico del vulcanólogo que quiso expresar la identidad mexicana
al través, no de los choques armados, la lucha proletaria, o los ideales revolucionarios,
sino de la patente realidad natural del cuerpo humano y neutral del paisaje.
¿Acto de ascesis ideológica? Es probable. Porque que en la naturaleza mexicana
hay también un ingrediente que constituye el alma colectiva. Búsqueda de una
filosofía geográfica, pues, que constituye innegablemente parte de nuestra
identidad patria. En un extremo de esa filosofía el Dr. Atl buscó representar
la manera en que los elementos densamente tectónicos de la naturaleza logran la
portentosa erección de la contracción de la materia hacia las atmósferas
superiores para coronarse con la fría escarcha de las atmósferas superiores y
así espiritualizarse. Intento, pues, de representar la materia en términos de
espíritu –en el otro extremo, fue el
durangueño Fermín Revueltas quien se volcó hacia la naturaleza para intentar la
fijación de lo volátil, representando entonces la el espíritu en términos de
materia.
La cierto es que el Dr. Atl se encontraba en
aquel entonces bajo la influencia magnética de Carmen Mondragón, bella mujer
provocativa, extravagante y “siniestramente mitológica” que se hacia llamar Nahui Ollín y que Diego
Rivera pinto bajo la forma de “la poesía lírica” en el mural La
Creación (1921-1922) en el
Anfiteatro Bolívar del ex convento jesuita de San Ildefonso. La tortuosa y
apasionada relación amorosa entre Nahui Ollín y el Dr. Atl quedó plasmada el
libro Poemas de Amor del Dr. Atl (1959)
donde prácticamente identifica el amor con la sensualidad.
El Dr. Atl conoció a María del Carmen
Mondragón el 22 de julio de 1921 en una fiesta de artistas bohemios celebrada
en una casa del barrio de San Ángel. Rubia, esbelta, de enormes ojos verdes,
iba acompañada de su marido, el pintor Manuel Rodríguez Lozano -del que por
cierto estaba perdidamente enamorada la educadora Antonieta Rivas Mercado. De
inmediato invitó a la pareja a que lo visitaran en su estudio y modesta
residencia, pues el Dr. Atl vivía en la azotea del ex Convento de la Merced,
como acto de resistencia para evitar la amenaza de demolición que pesaba sobre
el inmueble por un decreto gubernamental que tenía el propósito de la expansión
urbana.
Hay que agregar que el ex Convento de la
Merced es una magnífica edificación única en su tipo. Ubicado en la calle de
Capuchinas No. 90 (hoy Republica de Uruguay No. 170), el inmueble de estilo
barroco cuenta en su planta baja con una arquería de estilo dórico del siglo
XVII y en la planta alta con una impresionante arquería de estilo mudéjar,
cuyos trece arcos arabescos con sus picos representan a Jesús y los doce
apóstoles. La orden de los religiosos mercedarios contaba con una valiosa
colección de pinturas, los cuales se ostentaban en los corredores de la planta
baja y del primer piso, teniendo la iglesia en el siglo XVII una impresionante
techumbre emplomada de dos aguas que daba con la luz del sol un inusual por
fantástico resplandor azul-plateado en la azotea.
Sobre ese marco se desarrolló la pasión
amorosa entre Gerardo Murillo y Carmen Mondragón. El 30 de julio se presentó con su marido al estudio
del vulcanólogo, quien había quedado fascinado por su exótica belleza. Ella se
había casado con Rodríguez Lozano no por amor, sino para escapar del padre
autoritario, un viejo y acaudalado general porfirista que había tomado parte en
el asesinato de Ignacio Madero en la Decena Trágica. Al poco tiempo salió a la
luz pública la declarada homosexualidad del pintor y ella se fue a vivir con el
Dr. Atl al ex Convento, riéndose con ello del mundo y de su marido.
En su novela y libro de vivencias Gentes
Profanas en el Convento el Dr. Atl relata –además del encuentro con
espatos y ángeles vestidos a la última moda-. Su pasión por esa virgen furiosa
“que había soñado con el amor” y de perversas voluptuosidades fue una pasión
trágica.[4]
Le dio el nombre de Nahui Ollin (“Cuatro Movimiento”) que en que en el idioma
prehispánico náhuatl conjuga el símbolo del sol con el de la energía generadora
de la vida. La relación se deterioró vertiginosamente, afectada en parte por la
constantes vistitas de la intelectualidad mexicana; un continuo peregrinaje de
escritores, críticos de arte, actrices, pero también de obreros y prostitutas.
El Dr. Atl la abandonaba también para irse a pintar al Popocatepetl, quedándose
ella sola en estudio, donde le escribía constantemente catas, de las que se
conservan más de doscientas. Cartas de amor, pero también de celos, de odio e
incomprensión. Los excesos dramáticos empezaron a rondar a la pareja, la cual
exhibía comportamientos impulsivos rayanos en la locura, con constantes escenas
de insultos e ira que eran pasto para la
comidilla de amigos y vecinos. Mujer hermosa y orgullos de su hermosura,
soportó mal la situación. En alguna ocasión fue a visitarlo al Convento de San
Pedro y San Pablo y lo insultó, mientras que desde el andamio el Dr. Atl le
aventó al rostro un bote pintura. En
otra ella tomó una pistola y le apuntó al pintor al pecho mientras dormía,
quien despertó en medio de una pesadilla: ella hincada sobre él, con el cabello
desordenado. Después de mirarla fijamente, ella bajo la pistola lentamente…
jalando el gatillo y dejando salir cinco tiros que fueron a impactarse al
suelo.
Se separaron y ella se fue a vivir a la
azotea del Palacio de la Marquesa de Uruapan. Cayó en desgracia económica. Años
después el Dr. Atl la encontró caminando por la calle de San Juan de Letrán y
le regaló unos cuadros suyos para que los vendiera. El final de su vida fue muy
triste, pues sumida en la penuria vagaba desaliñada por los jardines de La
Alameda con una jauría de perros que la acompañaban.
En lo que respecta a la obra mural del Dr.
Atl irónicamente prácticamente nada quedó. Sus murales de la Preparatoria fueron
destruidos. De su obra mural sólo
se salvó un fragmento de la Vista
arquitectónica de la ciudad de Puebla y un tardío proyecto para el
Hotel Casino de la Selva. Sin embargo, al Dr. Atl se debe el diseño de una de
las más famosas vidrierías de México: el telón de cristal del Palacio de Bellas
Artes, el cual fue elaborado por la casa Tiffany de Nueva York.
Luego de iniciadas las obras en San Pedro y
San Pablo José Vasconcelos ofreció entonces los muros de la Escuela Nacional
Preparatoria a Diego Rivera, para que trabajara en el Anfiteatro de la
Preparatoria de San Ildefonso acabado de construir. Sólo se pintó el fondo del
Anfiteatro, pues Vasconcelos dispuso que Rivera pintara luego los muros del
edificio de la Secretaria que se acababa de inaugurar, acordando con Rivera que
se le asignara una decoración más amplia en ese lugar. Los demás muros, que
doce años antes quisieron pintar el Dr. Atl y José Clemente Orozco, los ponía
Vasconcelos a disposición del grupo de Coyoacán: Emilio García Chaero, Jean
Charlot, Ramón Alva de la Canal. Fermín Revueltas y Fernando Leal, equipo al
que posteriormente se unirían llenos de ardor David Alfaro Siqueiros y Amado de
la Cueva.
[1] José Vasconcelos, De
Robinson a Odiseo. Pedagogía Estructurativa (1935). Editorial Constancia, México, 1952. Pág. 212 y
213.
[2] Julieta
Ortiz Gaytán, Entre dos mundos. Los murales de Roberto Montenegro, Instituto
de Investigaciones Estéticas de la UNAM. 2ª Ed.
[3] La obra
Roberto Montenegro muestra que el muralismo tuvo muchas vetas. Él es de los
pintores que conjugó el academicismo que aprendió durante sus dos estancias en
Europa, de 1905 a 1909 y de 1912 a 1919, con los temas de la cultura popular, las
tradiciones y la esencia del mexicano, pues la obra de Montenegro se distingue
por sus líneas refinadas y lenguaje sofisticado. Los murales La
industria, El Trabajo y el Comercio en el Museo de Irapuato, los cuales
fueron destruidos y de los cuales sólo había referencias, quedaron sin embargo
algunos bocetos inéditos. Julieta Ortiz Gaytán, Entre dos mundos. Los murales de
Roberto Montenegro, Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
2ª Ed. El texto ofrece una visión del trabajo mural de Montenegro desde su
primer fresco en Palma de Mallorca, en el año de 1919, en España, hasta su
último trabajo Apolo y la Musas, en el Teatro Degollado de Guadalajara.
Si bien el escrito es interesante y bien redactado, encontre varios errores tipograficos como letras transpuestas, palabras repetidas, falta de acentos. Se recomienda que antes de publicarlo se revise el texto para no distraer al lector con esas fallas. Atentamente.
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