El Sindicato de
Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE)
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
David Alfaro Siqueiros vuelve de Europa un
año después que Diego Rivera, en septiembre de 1922. En mayo de 1921 había
publicado un “manifiesto” en la revista de vanguardia Vida Americana, titulado
“Tres llamamientos de orientación actual
a los pintores y escultores d la nueva generación americana”, denunciando
la pintura académica española y el art
nouveau, en el que se declaraba heredero de Cezanne y admirador de Picasso
y Juan Gris, acogiendo los experimentos cubistas y futuristas. Al poco tiempo es arrestado por la policía y
expulsado de Barcelona por su discurso subversivo en los funerales de un
anarquista mexicano asesinado por la policía llamado Del Toro. El mismo
Siqueiros había estado involucrado con el movimiento comunista francés y había
vivido una temporada en Argenteuil en donde asistía a los mítines, absorbiendo
ahí las ideas del “Manifiesto”. Desde
1919 Siqueiros había peregrinado por Italia recorriendo las pinturas murales, absorbiendo
inevitablemente la propaganda fascista de Mussolini, cuyo liderato hacía pasar
al faschio de progresismo, siendo los argumentos en boga del pintor Mario
Sironi prácticamente idéntico a los del manifiesto de Siqueiros.[1]
En opinión de José Clemente Orozco el famoso Manifiesto lo traía completamente
redactado Siqueiros a su regreso de Europa.
Al incorporare a los trabajos de la
Preparatoria David Alfaro Siqueiros expuso a sus compañeros todo un plan
revolucionario, definiendo la necesidad de conformar una sociedad gremial, con
estatutos y a partir de un manifiesto, el cual resultó extraordinariamente
importante por impactar en la conciencia de los pintores y del mundo cultural
por más de dos décadas. Así, a finales de diciembre de 1922, bajo el liderazgo de Siqueiros, se crea el Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores
(SOTPE), teniendo su cede en la calle de Mixcalco 12, en el centro e la Ciudad
de México. En 1923 Siqueiros da a
conocer el manifiesto programático, dirigido a las “razas indígenas humilladas
y ofendidas” a los soldados, obreros, campesinos e intelectuales que no
estuvieran al servicio de la burguesía, repudiando todo el arte de “cenáculo
ultraintelectual” y la pintura de caballete, y cuyo contenido exponía los
ideales de colectivizar los trabajos murales, lograr un arte público de
dimensiones monumentales y desarrollar una estética de inspiración socialista.
En efecto, para el año de 1923 la actividad
de los muralistas había cobrado la fuerza
de un movimiento que debía enfrentarse a deberes, derechos, apoyos y
cubrirse de la crítica adversa mediante una defensa gremial. Fue debido a ello
que los pintores organizaron el Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y
Escultores. Un día Siqueiros le informó a Vasconcelos de la creación del
sindicato acompañado por tres ayudantes vestidos de overol, luego del que el
ministro consecuentara a Alfaro Siquieros por dos años, pues nunca terminaba
unos caracoles misteriosos que en la escalera del patio Chico de la
Preparatoria. El ministro resistía las
acusaciones delos diarios por mantener
zánganos que pintaban murales que nunca se terminaban o que resultaban
adefesios cuando se concluían. Vasconcelos resistía las criticas creyendo con
la lealtad de los favoritos sustentando la estética del momento: superficie y
velocidad, pues deseaba que se pintara bien y de prisa –previendo que el día
que abandonara el ministerio los artista o no pintarían o pintarían arte de
propaganda. La verdad es que los
artistas ganaban sueldos casi mezquinos, con cargo de escribientes, pues no
había en el presupuesto una partida para los artistas. Vasconcelos temió
pedirla pues estaba seguro que se la echaran abajo en la Cámara de Diputados
donde se creía que el fomento del arte fuera una obligación del Estado.[2]
El Manifiesto, escrito por Siqueiros y
firmado el 9 de diciembre de 1923 por Diego Rivera, José Clemente Orozco,
Carlos Mérida, Fermín Revueltas, Germán Cueto Guadarrama, Ramón Alva de la
Canal y Xavier Guerrero, reflejaba las ideas radicales que circulaban por esos
años en Europa. El sindicato en sí mismo no tenía ninguna importancia, pues no
estaba compuesto por obreros que tuvieran que defenderse de algún patrón, sino
que sirvió de bandera a las ideas y teorías socialistas contemporáneas que venían
gestándose, de las cuales los más enterados eran David Alfaro Siqueiros, Diego
Rivera y Xavier Guerrero.
La idea rectora del manifiesto era la de un
arte social al servicio del pueblo bajo la forma del arte público. Idea sin
duda refrescante, en lo que en ella había de protesta contra el gusto
edulcorado de los teatros y contra la vulgaridad y el no arte de gusto
comercial. Se trataba, en opinión del mismo artista, de cultivar el gusto
público por medio de la educación visual a gran escala que aportaba el
muralismo.
Lo cierto es que a los pocos números la
publicación El Machete fue cedida al Partido Comunista –mientras que Diego
Rivera, al darse la salida de Vasconcelos del ministerio, aprovecha para
caricaturizarlo en uno de los muros de la Secretaría de Educación. A los tres meses de haberse formado el
Sindicato, en julio de 1924, Diego Rivera renuncia y al año siguiente, el 26 de
abril de 1925, renuncia también al PCM, al que se había inscrito en 1922 en
respuesta a las atrocidades del gobierno de Obregón a los movimientos
populares. Su renuncia la Partido se debía, argumentó, q que sería más útil
como pintor que como miembro militante del Partido y pide al Comité Central se
le considere como de la antigua aristocracia porfiriana y de haber dotado a los
campesinos de una organización socialista; simpatizante y no como miembro del
partido. La respuesta del Comité Ejecutivo del PCM no se deja esperar y es boletando
el 7 de julio, acepta su salida, señalando que su renuncia obedecía a la
intención de evadir responsabilidades, por no atender instrucciones directivas
del Comité de lo Local.[3]
Todavía e abril de 1923 Rivera había sido elegido, en el II Congreso Nacional
de PCM, como uno de los cinco propietarios del Comité Ejecutivo Nacional,
siendo nombrado director del periódico La
Plebe, cuando pintaba sus frescos en la SEP y en la Escuela nacional de
Agricultura de Chapingo.
Sin embargo, en 1922 Diego Rivera había
constituido en su taller de San Pedro y San Pablo el Grupo Solidario del
Movimiento Obrero, el 25 de enero, junto con Vicente Lombardo Toledano, quien
era director de bibliotecas en la SEP, con el objetivo de reunir a artistas e
intelectuales en torno a intereses similares a los de la CROM. El secretario
general fue Lombado Toledano siendo el cuerpo consultivo formado por Alfonso Caso,
Diego Rivera, Julio Torri, Pedro Henríquez Ureña, J.H. Reitinge y Daniel Cosío
Villegas, y los vocales Enrique Delhumeau, José Clemente Orozco, Palma Guillen,
Ignacio Asúnsolo, Ciro Méndez, Carlos Pellicer y Salomón de la Selva. Se trataba
de un grupo de intelectuales que querían encontrar vías de convergencia con los
sectores populares, teniendo dos sucursales en Morelia y en Guadalajara. Empero
cuando Lombardo Toledano es nombrado director de la Escuela nacional preparatoria
el 1 de marzo de 1922, el grupo solidario declinó la estafeta y fue seguido por
el grupo Acción y Arte que en noviembre de 1922 promocionó la Exposición de los
Independientes, en la cual participaron Orozco, Rivera, Atl, Siquerios,
Charlot, Revueltas, Méndez, Tamayo, Fernando leal, Fidias Elizondo, Guillermo
Ruiz, Carlos Bracho Asúnsolo, Miguel Covarrubias, Toño Salazar, Hugo Tilghman y
Ricardo Romero.
El Sindicato, que inició como una asociación
de artistas, como un gremio de artesanos, empero pronto se trasformó en un
organismo más bien de carácter político. El oportunista Rivera intentó ligarlo
a la CROM, uniéndolo de tal forma a la política del gobierno. Siqueiros, por su
parte, lo quiso vincular al Partido Comunista de México, de reciente formación.
Así, el Sindicato terminó siendo más bien el club privado de Siqueiros y sus
allegados. Siqueiros ingresa al Partido Comunista y Diego Rivera se convierte
también a la nueva religión, decretando artículos de fe y fulminando con
anatemas.
En lo político el 19 de enero de 1924
Vasconcelos renuncia al ministerio de Educación Pública por no querer seguir a
Obregón en su apoyo a Plutarco Elías Calles como candidato a la presidencia de
la república. A finales de junio el mismo Vasconcelos lanza su candidatura al
gobierno de Oaxaca. En septiembre Calles asume el poder presidencial. La primera quincena de marzo de 1924 el
Sindicato empieza a editar a manera de órgano ideológico un periódico semanal
de nombre El Machete, ilustrado por Siqueiros, Xavier Guerrero y Clemente
Orozco. La publicación también era animada por los artículos y corridos de
Graciela Amador, esposa de Siqueiros.
Sin embargo El Machete alcanzó a
publica las protestas de los pintores contra las agresiones a las pinturas
murales que se habían dado en la Preparatoria donde se señalaba como
depredadores del movimiento a los Caballeros de Colón, a las damas católicas, a
los liberales fosilizados, a los demócratas melifluos, a los burócratas
agasajados y a los estudiantes fifis. El bandolerismo de los sectores más
reaccionarios se ensañó contra los frescos de Orozco: los rayaron, los
golpearon, les pegaron mantas y papeles, hasta que finalmente los trabajaos
tuvieron que ser completamente suspendidos cuando Siqueiros y Orozco fueron
arrojados por los estudiantes de la Preparatoria, suspendiéndose cualquier
comisión mural en los edificios públicos con la salida de Vasconcelos de la
Secretaría –salvo el caso de Rivera, quien sigue decorando los murales de
Educación Pública. Tales escándalos dieron fin al Sindicato, el cual no sirvió
para nada al negarse los agremiados apoyar las justificadas demandas de los
pintores.
Sin embargo el Manifiesto del Sindicato de
Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores redactado por Siqueiros fue publicado en el número 7 de El
Machete, en la segunda quincena de junio de 1924, declarando de entrada
combatir la insurrección golpista de Adolfo de la Huerta contra el gobierno de
Obregón y adherirse a la candidatura de Plutarco Elías Calles a la presidencia,
por considerar que su personalidad definitivamente revolucionaria garantizaba
el mejoramiento de las clases productoras de México. Inmediatamente se exaltaba
el arte el pueblo y la tradición indígena, reprobando el individualismo por
burgués, el arte de caballete por aristocrático e individualistamente
masturbatorio, pronunciándose por el arte monumental a causa de su utilidad
pública. Asimismo exhortaba a los creadores de belleza a esforzarse por que su
arte se presentara, bajo un aspecto claro, como propaganda ideológica a favor
del pueblo, que sugiriera la lucha e impulsara a ella, haciendo así del arte
actual una finalidad de belleza para todos, de educación y de cultura.
Aunque a todos primero les pareció muy bien
el manifiesto, poco a poco empezaron a detectar que aquello no era sino un
turbulento mar de confusiones, al grado incluso que se llegó a habar de un
“arte proletario” –concepto peligrosísimo, si bien se mira, pues no faltó quien
lo utilizara para glorificar la vulgaridad y encumbrar a la ignorancia.
Luego de un tiempo José Clemente Orozco
reflexionó sobre el contenido del Manifiesto, señalando que la idea de la
socialización del arte era un plan a muy largo plazo, pues para su logro se
requería cambiar la estructura misma de la sociedad. El manifiesto, por lo
demás erraba en varios respectos: por lo pronto no se definía el concepto de
“socializar”, el cual ha tenido muchas y
muy diferentes interpretaciones.
Si se entiende por ello la desaparición del
trabajo individual es un error, pues éste nunca desaparece del todo. Los
“equipos” de trabajo formados por Alfaro
Siqueiros y por Xavier Guerrero pretendían
acabar con el individualismo burgués. La idea fracasó en la práctica, pues la
obra, que obedecía a un plan preconcebido repartiendo el trabajo según
aptitudes, pues debía ser colectiva y sin
firma. Aunque los miembros del sindicato convinieron que ninguno de sus
miembros firmaría sus obras murales, suponiéndolas obras del maestro y sus
ayudantes y sometidas a la crítica de todos, ninguno quiso sostener lo
convenido,
Lo que estaba detrás de esta idea es que el
artista debería de expresa la sociedad de la que formaba parte, que el
“contenido” de la obra de arte, es decir, la suma de ideas y emociones
expresada debería ser “social”. Pero en esto había una doble confusión.: Por un
lado, si el artista se deja guiar sólo por la “presión social” se llega a la
pintura puramente ilustrativa, cuyo límite es el documento descriptivo de la
fotografía impersonal, o bien deriva en pintura anecdótica y literaria, que
descuida la forma para declamar anécdotas. Por el otro, a la colectividad o la
sociedad puede interesarle más el no arte que el arte, la vulgaridad consumida
por millones de gentes en toda la tierra. Porque la colectividad en realidad no
tiene un gusto ya formado, prefiriendo el arte edulcorado, diabético, el cual,
por si fuera poco, promete el mayor éxito comercial. O por lo contrario, es el
artista es el que impondrá, por “la razón o por la fuerza” una obra a la
colectividad. O si la colectividad va a
imponer su gusto al artista directamente o por medio de sus representantes hay
que tomar en cuenta quienes son estos representantes y como los elegirían y
sobre todo, cosa sin duda más complicada, de que colectividad se trata, de cuál
clase social, de cuál raza, de cuál edad, de cuál grado de educación.
Por otra parte, resultaba poco razonable
rechazar la pintura de caballete (a la cual incuso se le llamó por entonces
“pintura movible”) por ser un arte
burgués. Por ese camino no sólo se condenaba al gran arte de todos los tiempos
–teniendo así que ser quemados los Tizianos, los Rembrandt, los Grecos-, sino
que se omitía el hecho de que la pintura de caballete puede ser de gran
utilidad al pueblo y a los trabajadores, al igual que la pintura mural. Por
ejemplo, los grabados, debido a su reproducción mecánica de limitado tiraje,
podían servir para proveer a cada hogar obrero de una obra de arte.
Así, en medio de tales confusiones y
errores, se llegó al “arte proletario”, hijo legítimo del Manifiesto. El arte
proletario consistía entonces en pinturas de obreros trabajando –despreciado
por los obreros que trabajaban ocho horas diarias y querían ver al legar a su
casa algo que les sirviera de descanso. En cambio el “arte proletario” fue
comprado a muy buenos precios por los burgueses, contra los que se suponía que
iba dirigido. Por ese tiempo se dio así un fenómeno singularísimo: las casas
burguesas se llenaron de objetos y muebles proletarios, como jarras de peltre,
ollas de barro, equipales, sillas de tule, candeleros de hojalata, y en Estados
Unidos todos usaban huaraches; mientras tanto el proletario en cuanto tenía
dinero corría a compran un pullman forrado de terciopelo, o un desayunador de
fiero niquelado –cuando no, se conformaba con un calendario representando a la
doncella aristocrática reclinada en una piel de oso, o a un caballero
elegantísimo besando a la doncella a la luz de la luna en la terraza del
castillo.[4] Fenómeno notable, ciertamente, por ser uno de
los caracteres dominantes de la edad moderno-contemporánea: el de la progresiva
proletarización de la burguesía -en justa sanción histórica por no haber
cumplido su destino histórico de educar y elevar a la plebe.
Los muralistas, inspirados por la idea del
trabajo en común, bebieron de manantiales mexicanos para realizar su obra:
desde los frescos del siglo XVI del monasterio de Actopán, hasta los murales de
Bonampak. Sin embargo algunos otros llevaron las cosas demasiado lejos, pues so
pretexto del nacionalismo hubo una sobrestimación de los retablos y de la
pintura de pulquería –por ser expresión sublime del genio plástico del pueblo
mexicano, de la poderosa e inmortal creación de la raza cósmica, por ser una convulsión
telúrica y un trasunto de cosmogonías ancestrales y aliento de dioses, etc. La verdad es que,
como en su momento señaló Clemente Orozco, las pinturas de pulquerías, pintadas
con engrudo y cola, fueron desapareciendo sin dejar huella, sin gracia ni
originalidad. Era frecuente que en ellas, intentando representar tigres, se
pintaran perros sarnosos, y cuando le tocaba el turno aparecer a un lago más
parecía una ciénaga estancada, o cuando a un gallo, una escoba desmadejada. En
cuanto a los retablos, que han pasado como obras de arte gracias al
surrealismo, hay que reconocer que algunas, unas pocas, son muy interesantes,
magníficas y aún geniales, pero los más
son igual a la pintura de pulquería, igual a los muñecos de aficionados de
cualquier lugar del mundo. El tema que se repite con estólida monotonía y sin variación alguna: la cama, el enfermo
arrodillado, la aparición milagrosa entre las nubes. Otros más pintaban algo
que remotamente se parecía a una silla y se buscaba un título sugerente: “Niño
jugando con su perro”, se le enmarcaba y listo, la obra surrealista se había
gestado genialmente. Por ese camino las cosas llegaron al grado que, en una
ocasión, en el Museo de Arte Moderno de México, se presentó un cuadro
surrealista donde se veía una habitación desde el ángulo del nido de una araña,
el cual fue titulando: “Dos fabricantes de mayonesa a punto de ser castigados
por Dios”.
Fue muy conocida la posición crítica de El
Machete. No sólo contra la política burguesa de los falsos
revolucionarios, sino también contra la complicidad con ella de los fasos
socialistas que vendían el país al imperialismo yanqui, y luego contra el
gobierno de Calles que se enseñaba contra los cristeros ensangrentando el campo
mexicano y algunas regiones fabriles y contra
los asesinos fascistas internacionales. En efecto, en algunos de sus números la
publicación denunciaba la traición de la burguesía nacional, el sufrimiento de
los mineros y de los campesinos, las posiciones ridículas de los intelectuales
reaccionarios y burócratas, abundando en la necesidad de que la clase obrera
adquiriera una conciencia revolucionaria, así como denunciando el surgimiento
del fascismo en Europa
En efecto, en su número 11, correspondiente
al 21 al 28 de agosto de 1924, El Machete incluyó el corrido “Los rorros fascistas” protestando contra el
gobierno de Álvaro Obregón que, diciéndose amigo de los trabajadores, integró
una comisión de intelectuales, con Salvador Novo a la cabeza, para recibir en
Veracruz al barco Italia de Mussolini
en gira proselitista por América –expedición netamente reaccionaria integrada
por jotitos fifis y empelados retrógrados que con festivales y comelitones
festejaban a la mafia sanguinaria que gobernaba Italia y defendía mediante las
armas de un socialismo brutal los intereses de la burguesía
José Clemente Orozco, en sarcástica ilustración, retrató a seis
personajes bien conocidos de la época con bastante fidelidad.[5]
En varios números apareció, a manera de
viñeta las, estampas de un grabado hecho por José Clemente Orozco con una
estrella de cinco puntas, con la hoz y el martillo, con figuras humanas al
frente celebrando su resplandor. Sin embargo, luego de colaborar el primer año
de su fundación Orozco se separo de la publicación por considerar que se había
vendido al Partido Comunista. El Machete fue clausurado en el año de 1929, cuando se
intensificó la persecución a la izquierda, recrudeciéndose la oleada de
censuras ordenadas por del presidente interino Emilio Portes Gil. Cuenta Orozco
en su Autobiografía, probablemente refiriéndose a Xavier Guerrero
principalmente, que algunos artistas se fueron separando del movimiento
estético para dedicarse a actividades políticas que ya muy poco o nada tenían
que ver con el arte.
El
Machete fe primero el órgano del Sindicato, para luego pasar a serlo del
PCM. Ante las ridículas posiciones de los intelectuales reaccionarios y
burocratizados, la revista sirvió como medio de información que contribuía a
despertar la conciencia en los sectores populares. En sus páginas se denuncia
la traición de la burguesía nacional al surgimiento de fascismo en Europa, así
como la voracidad del imperialismo norteamericano, también se denunciaba el sufrimiento
de obreros y campesinos y la necesidad de que la clase obrera adquiriera una conciencia
revolucionaria.
La ideología del Sindicato no impuso
límites, sino que llamaba al trabajo a las gentes que pensaran y sintieran en
una dirección común a la revolución de los trabajadores –y no de la “familia
revolucionaria”. Sin embargo Diego Rivera opinó, muchos años después, que el
Sindicato no había sido en realidad sino un amasijo de ideas confusas, de donde
surgió empero un grupo de artista e intelectuales interesantes y fuertes.
[1] Teresa del Conde, Una
Visita Guiada. Pág. 29.
[2] Raquel Tibol, Diego
Rivera. Luces y sombras. Pág. 66.
[3] Diego
Rivera publicó cuatro artículos y colaboró con un ilustración para la revista El Machete. Las colaboraciones fueron:
a) en el primer número , 1ª quincena de marzo de 1924 con el articulo
“Asesinos”, donde el pintor da cuenta del asesinato de gobernador de Yucatán Felipe
Carrillo Puerto, quien era muy apreciado por la izquierda por haber liberado a
los esclavos negros henequeneros de la antigua aristocracia porfiriana y de
haberlos dotado de una organización socialista; en el número 2 de la 2ª
quincena de marzo de 1924 con el artículo “¡Fíjate Trabajador!!”, el cual es un
artículo en contra del fascismo, contra los ríos que compran partidos nuevo con
nombres socialistas, de los señores que quieren subir, de apoderarse del poder,
proclamándose amigos del pueblo y llamándose cívico-progresistas, pero
invitando a los burgueses a defender sus intereses en contra de los de los
obreros y campesinos y poniendo en pie e el pescuezo del trabajador, escrito en
el que el pintor pugna por un orden nuevo, más justo e inteligente, apoyándose
en el pueblo y en el proletariado, única posibilidad de paz y desarrollo y
justicia en México en el número 3, 1ª quincena de abril de 1924, con el escrito
“La inercia del gobierna da pie a un nuevo golpe reaccionario: cuestión de vida
o muerte”; y en el número 77, del 27 de agosto de 1927, con el artículo “La
situación actual de México”, donde señala como el imperialismo mantiene a
México como un simple productor de materias primas y pide la reelección de Obregón –época en la
que promueve la Liga Antiimperialista y en fervorosos discursos públicos
defiende al grupo ¡30-30! De los ataques del rector de la UNAM. Por último,
colabora con un dibujo para el periódico en el número 65 de mayo 18 de 1929,
entregando un dibujo de la cabeza del activo y capaz dirigente José Guadalupe
Rodríguez, secretario del Partido Durangueño del Trabajo y miembro de la
Confederación de Sindicatos Obreros y Campesinos, quien fue fusilado por
órdenes del general Plutarco Elías Calles.
Ver Raquel Tibol, Diego Rivera. Luces y sombras. Pág.
91.
[4] José Clemente Orozco, Autobiografía.
Págs. 66 a
71.
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ResponderEliminarHola:
ResponderEliminarQuisiera señalar un error en el 4º párrafo, debido a una confusión entre Ramón Alva de la Canal y Ramón Alva Guadarrama.
Los firmantes del manifiesto del SOTPE fueron David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, José Clemente Orozco, Ramón Alva Guadarrama, Germán Cueto y Carlos Mérida.
Fuente: https://icaadocs.mfah.org/s/en/item/751080