en la Secretaría de Educación
Pública
Por Alberto Espinosa Orozco
I.-
La Cruzada de Vasconcelos en la Secretaría de Educación
Durante el periodo de Venustiano Carranza se
había suprimido completamente la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas
Artes. Sus ideas acerca de la autonomía municipal, plasmadas en la Constitución
de 1917, contrariaban abiertamente el espíritu democrático de Madero, siendo suspendida la tarea educativa con
excepción del Distrito Federal y los territorios federales. Los municipios, en
efecto, fueron totalmente incapaces de afrontar la problemática educativa. Para
1919 la educación pública se encontraba seriamente minada, pues sólo en el
Distrito Federal quedaban solamente 148 escuelas abiertas de las 344 escuelas
existentes en 1917.
Con la llegada de Adolfo de la Huerta a la
presidencia dela República se inician de inmediato los cambios para poner freno
a tal barbarie, otorgándole de inmediato al Departamento Universitario la
función educativa hasta entonces en manos del Distrito Federal. Se nombra al
Lic. José Vasconcelos Calderón como titular del Departamento Universitario,
quien se había revelado como uno de los grandes defensores de dar a la
educación un carácter federal. Al poco tiempo Vasconcelos asume la rectoría de
la Universidad Nacional, avocándose desde ella a la tarea de reformar la
Constitución para poder crear una Secretaría de Educación Pública de carácter
federal. Inicia la formulación práctica del proyecto con el objetivo de dar
coherencia y reunir a los diferentes niveles educativos.
Siendo titular del Departamento
Universitario Vasconcelos crea el 1o de marzo de 1921 el Departamento de
Educación Técnica, dirección general que se avoca a crear: la Escuela de
Ferrocarriles, la escuela de Industrias Textiles, la Escuela Nacional de
Maestros Constructores, la escuela Tecnológica para Maestros, la Escuela
Técnica de Artes y Oficios, la Escuela Nacional de Artes Gráficas, la escuela
Técnica de Taquimecanógrafos, y la Escuela Hogar para Señoritas “Gabriela
Mistral”. Tales escuelas estaban diseñadas para aumentar la capacidad
productiva de cada mano que trabaja y cada cerebro que piensa. El propósito de
Vasconcelos era así el de potenciar el trabajo útil, el trabajo productivo,
visto como una acción noble y desinteresada comandado por el alto pensamiento.
La idea era así enseñar al trabajador a centuplicar el monto de su producción
mediante el empleo de mejores útiles y mejores métodos. Las escuelas oficiales de tipo técnico
ascienden en ese entonces a 71, teniendo 17 escuelas más el carácter de
particular. Las escuelas mineras, industriales, comerciales y de artes y oficios
llegan así a sumar 88, todas ellas bajo una política oficial que se propuso la
ampliación de la infraestructura, la extensión de la educación, así como la
elevación de la calidad y de la especialización.
Luego de una intensa campaña de
convencimiento José Vasconcelos y su equipo logran que se expida a ley,
logrando que se creara la Secretaría de Educación Pública el 25 de septiembre
de 1921, publicándose el decreto correspondiente el 29 de septiembre en el
diario oficial. El 12 de octubre el Lic. José Vasconcelos recibe la titularidad
de la naciente Secretaría.
La primera acción fue
la de depurar las direcciones de los diferentes planteles, generalmente en
manos de taimados y vividores; como medida de urgencia inició también el
reparto de desayunos escolares. Se empezó entonces la planeación de la nueva
Secretaría de Educación, articulando la idea de Vasconcelos de estructurarla de
acuerdo a una organización departamental. La primera estructura contaba con
tres departamentos: el Departamento Escolar, el cual tenía la misión de
integrar todos los niveles educativos, desde el jardín de niños a la
Universidad; el Departamento de Bibliotecas, cuyo objetivo era el de garantizar
los materiales de lectura para apoyar la educación a todos los niveles, y; el
Departamento de Bellas Artes, cuya misión era el de coordinar las actividades
artísticas vistas como un complemento de la educación. A estos departamentos se
sumarían con el tiempo otros cuya función sería la de combatir problemas más
específicos, creándose así posteriormente el departamento de educación indígena
y el departamento de alfabetización.
El flamante Ministerio de Educación
necesitaba casa, utilizándose para ello el Antiguo Colegio de Santa Teresa,
siendo el Patio de Arcadas la base para la nueva edificación que en todo
respetó el estilo renacentista español de las partes originales que no habían
sido destruidas para construir la Escuela Nacional para Mujeres. La obra fue encargada al ingeniero Federico
Méndez Rivas, y la concepción funcional de la decoración fue capitaneada por el
propio Vasconcelos impregnándolo de un fuerte sentido simbólico y filosófico,
pues tenía que reflejar la obra “moral, vasta y compleja” de la naciente
institución.
El edificio de la SEP se inauguró el 9 de
julio de 1922. En el discurso inaugural José Vasconcelos terminaba diciendo: “En
estos instantes solemnes en que la nación mexicana, en medio de su pobreza
dedica un palacio a las labores de educación del pueblo, hagamos votos por la prosperidad de
un Ministerio que ya es sagrado por el esfuerzo creador y que tiene el deber de
convertirse en fuente que mana, en polo que irradia. Y finalmente que la luz de
estos claros muros sea como la aurora de un México nuevo, de un México
espléndido”.[1]
El proyecto del edificio del Ministerio de Educación Pública fue tomando cuerpo
paralelamente a su cristalización en leyes y reformas constitucionales. Parta
ello, Vasconcelos eligió el gran lote un gran lote en que durante diez años se
encontró derruido el antiguo edificio de la Escuela Nacional de Mujeres. En efecto,
la montaña de escombres llenaba el lote formado por la 4ª calle de República de
Argentina (antigua calle del Reloj), de la República de Venezuela (antes 9ª de
la Perpetua) y parte de la calle de San Ildefonso. En el fondo de un gran patio
inconcluso se alojaba la Escuela de Maestros sobre la antigua Escuela de
Jurisprudencia, oculta entre el hacinamiento de los muros derruidos. La
extensión del sitio hizo pensar a Vasconcelos en una gran casa, como en los
tiempos de Tolsá, de amplias puertas señoriales, de vasto corredor español y
pasillo de columnas, de altas arquerías y anchas galerías. Pensó construir con
amplitud y solidez un edificio de salas muy amplias para discurrir libremente y
techos muy altos para que las ideas puedan expandirse sin estorbo.
Si el porfirismo con todo y sus riquezas
sólo pudo dar a la Secretaría de Educación un mísero entresuelo en una casa
señorial, y Venustiano Carranza arrojó de ahí a los educadores al no juzgarlos
dignos ni de ese entresuelo, José Vasconcelos y su equipo en cambio rompió con
esa tradición funesta y electrizado por el entusiasmo que colinda con el odio,
estimulado en su confianza en la revolución, habló de edificar un palacio al
Jefe del Ejecutivo, el presidente Álvaro Obregón, a quien le pareció el proyecto
viable y sencillo, poniendo con optimismo a las órdenes del educador
veinticinco mil pesos semanales para materiales y rayas por conducto de la
Secretaría de Hacienda –teniendo que emprender la obra violando la ley
carrancista que mandaba que todas las obras federales las hiciera la Secretaría
de Comunicaciones y reformando a la Contraloría para que actuase con diligencia
y honra. La obra la llevó a cabo el ingeniero Don Federico Méndez Rivas
trabajando todos con ímpetu ordenado y certero al frente de seiscientos
hombres. Así, no sólo se construyó una casa nueva, sino que se reparó y mejoró
la antigua adyacente. Los trabajos formales de la construcción comenzaron el 15
de junio de 1921, concluyéndose al año casi de comenzados, siendo todo obra
exclusiva de ingenieros, artistas y operarios mexicanos, empresa genuinamente
nacional pues la SEP debía de abrigar una obra espiritual con los caracteres de
una cultura autóctona hispanoamericana. En la inauguración miles de voces de
coros infantiles cantaron sones ingenuos del canto popular y la Orquesta
Sinfónica alternó con profundas melodías de música clásica, uniéndose lo
clásico y lo popular sin pasar así por el puente de lo mediocre.
II.-
José Vasconcelos y la Decoración de la SEP
Las
ideas que constituirían la filosofía de la raza cósmica, antes de ser bien
definidas, encontraron su primera germinación bajo la forma de una serie de
signos que José Vasconcelos hizo implementar en el Nuevo Palacio de Educación
Pública de México, levantado sobre una construcción renacentista española de
dos patios con arquerías y pasarelas.[2]
En los tableros de los cuatro ángulos del
patio interior Vasconcelos hizo que se labraran alegorías de España, México,
Grecia y la India, debido a que el filósofo pensaba que eran las cuatro
civilizaciones particulares que más tenían que contribuir a la formación de
América Latina. Debajo de esas cuatro alegorías Vasconcelos pensó en primera
instancia que se labraran cuatro esculturas en piedra de las cuatro grandes
razas contemporáneas: blanca, roja, negra y amarilla, para indicar con ello que
América es el hogar de todas ellas, pues de todas necesita. En el centro del
patio debía erigirse un monumento que de
alguna forma simbolizara la “ley de los tres estados” por él diseñada: el
material, el intelectual y el estético –ley que al ejercerse en plenitud daría
a América la creación de la quinta raza, de la raza cósmica, de la raza final
que, hecha con el tesoro de todas las anteriores, iluminaría al mundo como un
Quinto Sol. Lo cierto es que por aquel entonces Vasconcelos se encontraba
cercano a las ideas del poeta y educador hindú Rabindanat Tagore, quien en su
escuela experimental en Shantimi kefan atribuía al espíritu religioso una
importancia capital. Intuición absolutamente correcta y fundamental, pues si el
hombre es por naturaleza homo religiosus
en los niveles superiores de la educación tiene que darse una especie de
perfeccionamiento de la forma humana, inasequible sin una correcta mística y un
cumplido conocimiento de la religión (la filosofía como entusiasmo, como
divinización o pleno desarrollo de tal exclusiva humana). Todo el sistema
educativo debe, así, estar enderezado en ese sentido y sólo puede culminar
satisfactoriamente en tal dirección.[3] Para
Vasconcelos, en efecto, es preciso asentar nuestro desarrollo en las viejas
raíces del hispanismo y la catolicidad.[4]
[1]
“Discurso pronunciado en el Acto de Inauguración del Nuevo Edificio de la
Secretaría”, Boletín de la Secretaría de
Educación Pública, tomo I, núm. 2, septiembre 1º. De 1922, pp.5-9.; en José
Vasconcelos, Discursos 1920-1950. Editorial Trillas, abril de 2009, págs. 36
a 42.
[2]
José Vasconcelos, La Raza Cósmica ( ). Editorial
de la Universidad Juárez del estado de Durango, 2a ed. 2008. Durango, México,
2008. Pág. 50.
[3]
Puede afirmarse que los sistemas filosóficos y educativos de corte ateológico
(positivismo, marxismo) al negar y
reprimir tal exclusiva humana se exponen todo el tiempo a una peligrosísima
vuelta de lo reprimido, cuyas faces van de una lamentable confusión de las
religiones al vano intento de autodivinización personal que utiliza como medio
de poder al aparato del estado dando pie a la licencia moral y desembocando
entonces la cultura en un oscuro paganismo.
[4]
José Vasconcelos, De Robinson a Odiseo (Pedagogía estructurativa) (1939).
Editorial Constancia, México D.F., 1952. Pág. 3. Paralelamente a la obra del
pensamiento contemporáneo, Vasconcelos intentaba ponernos en guardia contra los
partidarios de la ideología imperialista masónica, que condujo al coloniaje
espiritual que hemos padecido y que en su tiempo empezaba ya a desquiciarse.
Ademas de las fotos del edificio hubiera sido lindo ver las 4 alegorias y las razas a las que alude el articulo. Gracias.
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