La Preparatoria de
San Ildefonso
Por Alberto Espinosa Orozco
I.- La Preparatoria
de San Ildefonso
Construido por la Compañía de Jesús entre
1576 y 1603, San Ildefonso funcionó como templo durante 164 años, hasta la
expulsión de los jesuitas en el año de 1767. Fue asimismo una de las
instituciones educativas más importantes de la Nueva España, fundándose durante
virreynato de Álvaro Manrique de Zúñiga el Seminario como Colegio Máximo y
residencia de los estudiantes de la Congregación en 1588, albergando también a
niños de familias criollas y españolas y becando a algunos niños mestizos.
A principios del siglo XVIII fue reedificado
sirviendo como Colegio hasta el 24 de junio de 1767, año en que son expulsados
de México los jesuitas por órdenes de Carlos III de España. Desde entonces el
edificio tuvo una vida azarosa: fue sede del batallón del Regimiento de
Flandes; Colegio Administrativo del gobierno virreinal; sede temporal de la
Escuela de Jurisprudencia y de la Escuela de Medicina; en 1847 cuartel de las
tropas norteamericanas; en 1862 de las tropas francesas; en 1864 el emperador
Maximiliano lo devolvió a los jesuitas y en 1865 cambió a Escuela de Estudios
Superiores y dos años después, en 1867 se crea la Escuela Nacional Preparatoria
estableciéndose en el Colegio de San Ildefonso y siendo su primer director
Gabino Barreda (1818-1881), teniendo la institución juarista un espíritu
liberal que asimilaba el positivismo de Augusto Comte. En 1874, por instancias
del director Gabino Barreda, el pintor Juan Cordero decora uno de sus muros con
el fresco Triunfo del Trabajo sobre la Envidia y la Ignorancia. El mural
fue destruido en 1899 durante el porfiriato y en su lugar se colocó el vitral La
Bienvenida, encargado al Real Establecimiento de Baviera F. X. Zettler,
de Munich, Alemania. Para el año de 1910 la Escuela Nacional Preparatoria pasó
a formar parte de la Universidad Nacional creada por Justo Sierra. Durante el
conflicto armado revolucionario fue
alternativamente, biblioteca, colegio militar, cuartel, almacén de forraje,
café cantante y escuela comercial.
La década de los 20 se inicia trágicamente
con el asesinato del presidente Venustiano Carranza a manos de su otrora amigo
el general Rodolfo Herrero, por órdenes del general Álvaro Obregón. El “Jefe
Máximo” de la Revolución, Don Venustiano Carranza, pagaba con ello las órdenes
militares que él mismo había girado para eliminar a los generales
revolucionarios más conspicuos de la revuelta armada: Emiliano Zapata, Felipe
Ángeles, Leopoldo Díaz Ceballos, Francisco de la Parra Álvarez y muchos otros
más. Venustiano Carranza fue asesinado
el 21 de mayo de 1920 en la serranía de Puebla, en una casucha de
Tlaxcalantongo. Nombrado como presidente interino el general sonorense Adolfo
de la Huerta convoca a elecciones para el día 5 de septiembre y el general
Álvaro Obregón asume la presidencia de la república e 1 de diciembre de1920.
II.- Acción y
Arte
Los artistas
queriendo participar con sus propias propuestas formaron el Grupo
de Acción y Arte, organizando la primera Exposición de Independientes
en noviembre de 1922. Pese a los intentos por boicotear la exposición ella
logró considerable éxito, sobre todo pudo apreciarse el enorme valor de la obra
de José Clemente Orozco, quien había trabado de manera silenciosa y apartada,
En la muestra también participaron Diego Rivera, Sequeiros, el Dr. Atl, Jean
Charlot, Fermín Revueltas, Rufino Tamayo, Leopoldo Méndez, Fidias Elizondo,
Fernando Leal, Carlos Bracho, Guillermo Ruiz, Ignacio Asúnsolo, Miguel
Cobarrubias y algunos más.
Los primeros en pintar frescos en la “Escuela
Grande” de San Ildefonso, teniendo como tema las fiestas mexicanas, fueron Jean
Charlot y Amado de la Cueva. Posteriormente fueron obteniendo muros para su
decoración Emilio García Cahero, Fernando Leal y Fermín Revueltas. Entre 1922 y
1923 Fernando Leal (1901-1964) representó La Fiesta del Santo Señor de Chalma
y Ramón Alva de la Canal (1892-1985) La
Primera Cruz de México junto con El Desembarco de los Españoles donde
pintó el arribo de los españoles a nuestras costas,
tamblero también conocido como El Desembarco de la Cruz, y
Fermín Revueltas La Alegoría a la Virgen de Guadalupe. Por su parte Jean Charlot (1898-1979)
efectuaba su visión de La caída de Tenochtitlán (también conocido como Masacre
en el Templo Mayor), cuadro que se inspiró en la Batalla de San Román de
Paolo Ucello y en la que aparecen como testigos de la conquista Fernando Leal,
Diego Rivera y el mismo Jean Charlot en una muy afortunda crítica dela
Conquista. David Alfaro Siqueiros también se incorporó pintando Los
Elementos, Los Mitos, El Entierro del Obrero Sacrificado y
Llamado a la Libertad -varios ensayos,
no del todo logrados, en los cuales, sin embargo, se observa ya su preocupación
por transformar el espacio pictórico, quedando como expediente su obra
inconclusa El Entierro del Obrero Muerto. Jean Charlot
junto con Alfaro Siqueiros insistieron en la idea del Renacimiento mexicano
como eje del movimiento mural, inspirándose para ello en el Renacimiento
italiano de pintura. Alfaro Siqueiros tomó como modelo a Massaccio (1401-1478)
para pintar sus Elementos y Jean
Charlot estudió a Ucello (1397-1475) para su Matanza en el Gran Templo.
Irónicamente José Clemente Orozco, el artista más logrado de todo el grupo, fue
el último en incorporarse, hasta julio de 1923 –y ello por recomendación del
poeta José Juan Tablada, quien tuvo que interceder por él con Vasconcelos, pues
era consciente del inmenso valor de su pintura y había escrito una nota sobre
su exposición de 1916. Orozco realizaría
a la postre algunos de los tableros más representativos del muralismo
mexicano.
Muchos de los muralistas de San Ildefonso se
adhirieron a la técnica empleada por Diego Rivera para sus decoraciones: la
encáustica. Sin embargo Ramón Alva de la Canal y Fermín Revueltas, siguiendo a
Montenegro, convinieron en emplear el
fresco para realizar sus proyectos –estudiando para ello las indicaciones del
libro de Antonio Palomino El
Museo Pictórico y la Escala Óptica.[1]
De hecho ambos los pintores se dedicaron por ese tiempo a estudiar con avidez
los tratados pictóricos y a experimentar con los materiales en un pequeño
taller al fondo del Anfiteatro. A Ramón Alva de la Canal y a Fermín Revueltas
se les otorgó el vestíbulo de entrada a la Preparatoria, el cual es estrecho y
tiene por tanto una perspectiva fugada, teniendo los pintores que valerse de
juegos ópticos para evitar la distorsión de los trazos, para mantener a los
personas dentro de la obra y no cayendo sobre el espectador. La Alegoría
a la Virgen de Guadalupe de Revueltas es irrefragablemente una obra de
carácter religioso, cuyas figuras tradicionales, sin embargo, dan lugar a una
representación nacionalista de motivos y personajes mexicanos influenciados por
la estética formal de Rivera.
La verdad es que Revueltas debió sentirse
interiormente repelido por el olimpo personal diseñado por Rivera en los muros
del Anfiteatro, del cual se derivaba por rigurosa consecuencia de la lógica
estética una especie de religión pagana montada sobre un clasicismo
nacionalista, cuyas figuras cristianas ( la tres virtudes teologales) se
insertaban a la manera de un mero código simbolista, de un juego barroco y
meramente formal que se presentaba como un especie de acertijo, consecuencia
más que nada de la inercia de la tradición metafísica, pero creída sin fe viva,
todo lo cual daba al mural de Rivera un tono grandilocuente y a la vez
biográfico, casi humorístico y poco serio. Fue entonces que Revueltas reaccionó
adoptando el código estilístico de Rivera pero a la vez buscando las corrientes
fontales de la tradición para ponerlas verdaderamente al día mediante su
renovación –intento que, estaría presente también en José Clemente Orozco, en
Frida Kalho y, un poco más lejos, en Ángel Zárraga.
Fermín Revueltas, teniendo como ayudantes a
los pintores Máximo Pacheco y Roberto Reyes Pérez, dio lugar a uno de los
incidentes más memorables del inicio del muralismo se suscitó un día cuanto
Vasconcelos fue a verificar las labores murales, encontrando a joven indígena
Máximo Pacheco trabajando en el mural de Fermín. El secretario se encolerizó al
juzgar que el ayudante estaba realizando el trabajo del maestro, ordenando
Vasconcelos que el salario de Revueltas fuera trasferido a Pacheco. Fermín
Revueltas tomó el suceso filosóficamente y cada día de pago mandaba a Pacheco
por el sueldo, quitándole su parte y dejándole al ayudante el equivalente a un
peso a la semana, que era el sueldo por su labor. Cuando se enteró Vasconcelos
del hecho suspendió a ambos todo pago. Fermín Revueltas tomó entonces medidas
más radicales, protagonizando la primera huelga artística de que se tenga
noticia. Se encerró en la Preparatoria y mandó cerrar todas las puertas, tanto
en la calle principal como las del lado de Justo Sierra, colocando una bandera
rojinegra en lo alto del edificio. Ni los estudiantes, conejos o los
revolucionarios, ni los profesores sabían de que se trataba. Fermín Revueltas
había llegado muy temprano a la escuela y a fuerza de ebriedad y a punta de
pistola sacó al prefecto y a todos los mozos, encerrándose adentro y alegando
que no abriría hasta que no se le pagara su sueldo. José Vasconcelos, que
laboraba en la SEP cuyas oficinas estaban enfrente se encontraba frenético por
aquella insolencia. Cuando llegó a la escuela David Alfaro Siqueiros.
Vasconcelos lo llamó a gritos para que viera con sorpresa enorme, desde la
ventana de la Secretaría, a Fermín Revueltas paseándose furioso por el pretil
de la escuela con tremendo pistolón en la mano. Se trataba de la más increíble
de las huelgas: la de un hombre contra todos los demás, incluyendo el mismo
Sindicato de Siqueiros. Vasconcelos no tuvo más remedio que seguir el consejo
de Siqueiros y pagarle lo que se le debía al loco, desaforado y atrabiliario
borracho. Siqueiros salió de la Secretaría con la bolsa de la victoria ente las
manos gritando a media calle: “Fermín, Fermín, ya ganamos”. La multitud vitoreo
a Revueltas y a Siqueiros. Resultas bajó del pretil, no dejando entrar a
Siqueiros a la escuela sino hasta que tocó la plata y con sus inmensos negros
ojos, más enloquecidos que nunca, reconoció a su amigo yendo él a la cantina
más cercana a despilfarrar en copas aquel sufrido fruto de la pintura.[2]
Al terminar su mural Revueltas se concentró,
ya para 1924, en dos encomiendas, que apenas dejaron escuetas referencias por
el paso del tiempo: la decoración de la Escuela de Ferrocarriles, en
Buenavista, una serie de formas primigenias de raigambre indígena y estilo
abstracto, y el mural para la compañía El Águila, en las oficinas de
Avenida Juárez 94, en la que se representaba a la misma Avenida Juárez entre
cláxones, águilas, mujeres de pelo corto y un avión que venía de Tampico.
Lo primero que llama la atención es que,
buscando un carácter que identificara a la nación y uniera la conciencia
popular, todos los pintores, terminaron todos ellos derivando sus temas y
asuntos de la iconografía tradicional cristiana: vírgenes, mártires, entierros,
redentores, el Pantocrator, hasta culminar todo ello con la mismísima Virgen de
Guadalupe. Conciencia de una falta, de una carencia, pues, que como una yaga
dejaba ver la carne viva tallada y abierta por nosotros mismos y que al ser
llenada por la imagen divina se convertía también un bálsamo y un fuego para
cauterizar y sanar las heridas. Esteticismo místico cristiano de extraño cuño
crítico, que a la vez que hacia un retrato y diagnóstico de la enfermedad que
nos roía por fuera y despedazaba por dentro aportaba la medicina para poder
elevarnos a una cultura superior.
Fue José Clemente Orozco el primero que se
dio cuenta del enorme valor de Posada, viendo en el pilar independiente y el
fundamento estético de la escuela mexicana de pintura. En el año de 1923 Jean
Charlot comprendió todo el peso de esa estimación de Orozco y escribió un
amplio ensayo sobre José Guadalupe Posada a los diez años de su muerte,
encargándose simultáneamente de salvar sus planchas de la dispersión y del
olvido. Diego Rivera, fiel a su incomparable oportunismo, llegó a afirmar
incluso con el tiempo que Posada había sido el más importante de sus maestros. Lo cierto es que la escuela mexicana de
pintura encontraba en el humilde grabador y excepcional dibujante de
Aguascalientes a su precursor y antecedente inmediato.
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