Diego Rivera: "La Creación"
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
El primero en ponerse en obra en recién
inaugurado Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria fue
Diego Rivera, quien pintó de noviembre de 1921
a marzo de 1923 el conocido mural
La Creación (109. 64 m2), una composición alegórica de motivos
simbólicos y mitos biológicos –resultando la obra a la encáustica visiblemente
influenciada por el estilo bizantino simulando el vidriado embutido con la
técnica trompe l´eoil.
El plan inicial de Vasconcelos era pintar
una serie mural con el asunto de la historia de la filosofía, debiendo ir en el
nicho del órgano la representación del Pitagorismo, en el muro del fondo del
escenario el Humanismo, en los diferentes juros laterales las diversas
modalidades filosóficas en orden cronológico, cerrando en el vestíbulo la
representación de la realidad contemporánea por el Materialismo Dialéctico.
Diego Rivera quiso iniciar en San Pedro y San Pablo su labor como muralista con
una contrapropuesta: un proyecto sobre la entrevista de Simón Bolívar y San
Martín en Guayaquil, pero e ministro del renacimiento cultural mexicano lo
envió a trabajar a Anfiteatro Bolívar que recién se acababa de construir Sendos
planes quedaron pronto olvidados, pues junto con el ministro José Vasconcelos
el pintor Diego Rivera estaba empezando a preparar, a la par de la decoración
de San Ildefonso, los asuntos para los decorados para el recién construido
edificio de la SEP.[1]
Para enero de 1922 Diego Rivera, a quien se
le había dotado con un taller en el ex convento de San Pedro y San Pablo, junto
con Vicente Lombardo Toledano (1894-1968), director del Departamento de
Bibliotecas de la SEP, constituyen el Grupo Solidario del Movimiento Obrero.
El cuerpo de intelectuales y artistas estaba integrado por: José Clemente
Orozco, Alfonso Caso, Diego Rivera, Julio Torri, Ignacio Asúnsolo, Pedro
Henríquez Ureña, Carlos Pellicer, Daniel Cosío Villegas, Salomón de la Selva,
Palma Guillén, Ciro Méndez, J.H. Retinger, Francisco González Guerrero y Enrique
Delhumeau, siendo el secretario general Vicente Lombardo Toledano. En marzo del
mismo año Vicente Lombardo Toledano es nombrado director de la Escuela Nacional
Preparatoria, abriéndose así para los muralistas de par en par las puertas del
ex convento de los jesuitas.[2]
Así, para 1922 Rivera recibe su primer
encargo mural: una obra para el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional
Preparatoria. El pintor confesaría en sus memorias que había venido a México
auspiciado por Álvaro Obregón y Alberto J. Pani, quien se convertiría en
ministro del manco de Celaya. Según el fabulador Rivera ambos lo habían
invitado a volver para iniciar un cierto proyecto. Cuenta Rivera que Obregón o
mandó llamar para encontrar un uso para cierto proyecto que José Vasconcelos no sabía como invertir. Diego Rivera llegó al otro día a Palacio
Nacional para entrevistarse con Obregón, el cual le preguntó si tenía alguna
solución –o tendría que despedir a Vasconcelos como rector de la Universidad.
Rivera propuso entonces la pintura mural, exponiendo sus previsiones y
perspectivas sobre e probable movimiento que se produciría entre los artistas y
su utilidad social y política. Antes de hacer las cosas, prosigue Rivera,
Obregón lo mandó a conocer el país, lo nombró general y le extendió un pase de
ferrocarril y le dio un sueldo de 20 pesos diarios, de los de entonces, que e
pagaban en oro. Tal historia fue sin duda retocada por Rivera para restarle
méritos a Vasconcelos que se sentía y proclamaba comadrona del movimiento muralista.
La versión del ministro de cultura es sensiblemente diferente. Lo cierto es que
el ministro José Vasconcelos mandó a Digo Rivera al Anfiteatro Simón Bolívar,
apenas terminado de construir, para realizar el mural ilustrando aquel espacio
con una alegoría de la creación del mundo. [3]
Los decorados de La Creación fueron
realizados a la encáustica por Rivera y sus amanuenses. El jefe de ayudantes
fue Xavier Guerrero, aunque colaboraron con Rivera, en diferentes periodos del
trabajo Amado de la Cueva y Carlos Mérida, luego se sumaron Fermín Revueltas,
Fernando Leal, Jean Charlot, Ramón Alva de la Canal y Emilio García Chaero a
quienes el joven director de la preparatoria, Vicente Lombardo Toledano, fue
otorgando muros para sus creaciones individuales, agregándose un tiempo después
al grupo David Alfaro Siqueiros. Los gastos de estos pintores los pagaban “por
suscripción” los alumnos de la propia escuela. Lombardo Toledano, como director
de la Preparatoria, utilizó el dinero que antes pagaba por concepto de renta,
que eran 250 pesos, para el proyecto de la pintura mural, sacrificando en
realidad mucho más de su presupuesto para la realización de la obras murales.
Aunque primitivamente influenciado por
postulados metafísicos de carácter pitagórico, por la matemática aplicada a la
óptica y a la composición, por el “pentalfa” como simiente de todas las formas,
y por la “regla áurea” en la proporción, la composición, afectada por un estilo
italiano-bizantino, procuró representar a figuras de recia mexicanidad. Rivera
también experimentó con nuevos materiales, para darle un carácter aún más
nacionalista a su obra: Obligo a sus ayudantes a triturar los colores, a
preparar los fondos con cal y a mezclar la pintura con resina de copal,
preparando el muro con una capa de copal puesta al fuego y frotando con sus
tejos los muros, fijando con un soplete los colores que se aplicaban sobre el
muro con pincel y al que se añadía savia de nopal. La técnica empleada fue la
siguiente: se estableció la composición al dibujar sus partes sobre el aplanado
de cemento seco haciendo una incisión a cincel afirmando los contornos
preparando en seguida el muro con una capa de copal puesto a fuego, calentando
la superficie con soplete y frotando sobre ella en caliente los tejos de copal.
Sobre esta preparación se pintó usando los pigmentos molidos y volúmenes
iguales de cera derretida a baño María disuelta con petróleo en esencia de
espliego y copal a manera de resina. Los colores eran puestos sobre una paleta
de lámina de hierro mantenida caliente con el soplete, laborando sobre el muro
con pincel e inmediatamente cauterizando con la flama del soplete. Rivera se
jactaba de que en La Creación la verdadera pintura a la encáustica se restauró
por primera ve desde la época romana.[4]
Así, al frente del Anfiteatro del
edificio de San Ildefonso Diego Rivera pintó la alegoría de las mujeres cuyos
nimbos de oro exaltaban el triunfo de la acción que vence las adversidades del
destino. En realidad se trata de una alegoría de la creación del mundo, donde
Diego Rivera interpretó las ideas filosóficas que José Vasconcelos le
comunicaba pintando en la parte superior un semicírculo de azul profundo
contorneado por el arco iris en cuyo centro donde brilla deslumbrante la Luz Una o Energía Primera en donde se revela al Padre
y del que brotan tres rayos materializados en tres manos que señalan con los
dedos anular e índice plegando los otros tres (ademán que simboliza la dualidad
padre-madre): una mano, la vertical, apunta hacia abajo, hacia el centro del
tablero donde se encuentra un hombre que surge del Árbol de la Vida, el cual es
una especie de Adán monstruoso, es el Pantókrator que aludiendo a la
crucifixión cuya prole se purifica según asciende; las otras dos manos
señalan hacia el lado izquierdo y el
derecho del cuadro, quedando en el centro la representación de unas
constelaciones, estando marcada la derecha
por un circulo de estrellas en disposición de pentagrama y la izquierda
por otra dispuesta en un círculo en disposición de exagrama.
La figura central es la del Pantókrator
quien surge entre la vegetación tropical emergiendo a su alrededor los símbolos
del Verbo y de las cuatro figuras de los evangelistas: el Toro, el León, el
Águila y el Hombre o Querub.
Las figuras de la base del lado derecho son: abajo en primer plano un hombre desnudo sentado en el suelo de espaldas al espectador y vuelto su rostro hacia un grupo de figuras femeninas con quienes está en coloquio: es El Hombre o es Hermes. Las cinco figuras femeninas que lo rodean en disposición ascendente representan: El Conocimiento, abajo a la izquierda y en actitud de explicar, vestida con túnica ocre, manto azul con aplicaciones de oro y carnes de tinte verdoso; en frente de ella La Fábula, con manto añil, cofia cobalto y diadema de oro, que con su rostro sutil e inocente moreno claro pone la palabra analógica necesaria en la explicación; arriba a la derecha La Poesía Erótica de ojos verde acuoso cutis blanco rojizo y cabellos de oro portando un manto ocre oscuro y levando las manos decaídas escondidas; a la izquierda La Tradición bajo la forma de una figura india de enaguas carmesí, portando un reboso rojo tierra con las manos en reposo sobre los muslos; en la cúspide del grupo, cubriéndose el rostro con una máscara de dolor La Tragedia. En el orden inmediatamente superior destacan cuatro figuras más elevadas, de pie, cuyas cabezas están tocadas por un nimbo de oro, que representan las cuatro jerarquías cardinales, de izquierda a derecha: La Templanza (o La Continencia), de velado rostro cuya cabeza y manos cubre un manto suavemente violáceo; La Fortaleza, mujer de ojos claros que mira a los lejos y que empuña una espada de combate frente a una tribuna engalanada en tonos cálidos y que lleva en el centro a imagen del sol dorado animado por un rostro del que emergen 19 rayos; le sigue La Justica de vestidura blanca y de cutis sombrío de tipo indio puro que dialoga con; La Prudencia, mujer morena de manto verde azul claro. Por último, más alto todavía La Ciencia sentada sobre las nubes, figura de tipo ario que portando una túnica amarilla y un manto verde amarillento inclina la cabeza y la mirada hacia las figuras inferiores, haciendo un giro con la mano de gesto persuasivo y posesivo.
Las figuras de la base del lado derecho son: abajo en primer plano un hombre desnudo sentado en el suelo de espaldas al espectador y vuelto su rostro hacia un grupo de figuras femeninas con quienes está en coloquio: es El Hombre o es Hermes. Las cinco figuras femeninas que lo rodean en disposición ascendente representan: El Conocimiento, abajo a la izquierda y en actitud de explicar, vestida con túnica ocre, manto azul con aplicaciones de oro y carnes de tinte verdoso; en frente de ella La Fábula, con manto añil, cofia cobalto y diadema de oro, que con su rostro sutil e inocente moreno claro pone la palabra analógica necesaria en la explicación; arriba a la derecha La Poesía Erótica de ojos verde acuoso cutis blanco rojizo y cabellos de oro portando un manto ocre oscuro y levando las manos decaídas escondidas; a la izquierda La Tradición bajo la forma de una figura india de enaguas carmesí, portando un reboso rojo tierra con las manos en reposo sobre los muslos; en la cúspide del grupo, cubriéndose el rostro con una máscara de dolor La Tragedia. En el orden inmediatamente superior destacan cuatro figuras más elevadas, de pie, cuyas cabezas están tocadas por un nimbo de oro, que representan las cuatro jerarquías cardinales, de izquierda a derecha: La Templanza (o La Continencia), de velado rostro cuya cabeza y manos cubre un manto suavemente violáceo; La Fortaleza, mujer de ojos claros que mira a los lejos y que empuña una espada de combate frente a una tribuna engalanada en tonos cálidos y que lleva en el centro a imagen del sol dorado animado por un rostro del que emergen 19 rayos; le sigue La Justica de vestidura blanca y de cutis sombrío de tipo indio puro que dialoga con; La Prudencia, mujer morena de manto verde azul claro. Por último, más alto todavía La Ciencia sentada sobre las nubes, figura de tipo ario que portando una túnica amarilla y un manto verde amarillento inclina la cabeza y la mirada hacia las figuras inferiores, haciendo un giro con la mano de gesto persuasivo y posesivo.
En el panel del lado izquierdo se encuentran
las figuras de: La Mujer (también
conocida como La Ignorancia o La Inocencia), desnudo sedente de
modelados senos y recios brazos y piernas, pelo negro que cae rizado y rostro
de perfil que mira hacia el centro luminoso superior; a su lado y de pie La Danza, de frente chica y ojos
oscuros, pómulos fuertes y boca carnosa, piel blanca y cabellos de oro de
criolla que con los brazos levantados es envuelta por una túnica blanca con
pliegues; sentada del lado izquierdo La
Música de tipo faunesca que toca la doble flauta de oro vestida con una
piel de cordero, de cabellos negros rizados y carne ocre amarillo; junto a ella
La Canción (El Canto), mujer robusta y alta de talle, trigueña criolla de ojos
claros tocada con un rebozo rojo ladrillo y enaguas violáceo oscuro que lleva
sobre el regazo sus manos y en ellas los frutos de la inmortalidad: las tres
manzanas de las Hespérides; encima y de pie coronando al grupo sonríe La Comedia, criolla que divertida se
sonríe adornada con un collar de guajes bermellón y aretes del mismo color,
atildada con dos trenzas, ataviada con rebozo de color café rojizo, ceñidor
carmesí y enaguas azules. En el orden inmediatamente superior las tres
jerarquías o virtudes teologales que destacan por sus nimbos de oro: son La Caridad cubierta sólo por sus
cabellos rojizos, con la palma de la mano derecha abierta y la izquierda sobre
sus senos desnudos en gesto de amamantar; junto a ella La Esperanza vestida con una túnica verde esmeralda que junta sobre
sus pecho las manos llevando el rostro levantado mirando directamente al Cielo,
y por último; La Fe, tipo de india
puro de rebozo que ora en actitud hierática con los ojos cerrados y las manos
enclavijadas sobre el pecho. Arriba del grupo, sobre las nubes, flota solitaria
La Sabiduría (La Sapiencia) de túnica azul cobalto y manto amarillo claro que
mirando hacia abajo forma con sus manos el símbolo del infinito, del
microcosmos y macrocosmos reunidos.
Compleja alegoría de simbolismo religioso e
insinuaciones esotéricas que a pesar de los tipos mestizos de algunas de sus
figuras no gustó en su factura por las figuras pesadas que padecen de
elefantiasis y por su violenta fealdad calculada que a punto estuvo de costar a
Rivera permanecer sin encargos oficiales.
La verdad es que Diego Rivera había
intentado también otra cosa: valerse de los murales para eternizar a sus
amigas, codificando, por decirlo así, el teatro del mundo mexicano de su época.
El pintor había hecho amistad con Concha Miguel, cantante popular y
compositora, entrona y valiente, por medio de Luís Vargas Rea, que andaba de
campaña para diputado, quien se la presentó como “una compañera de lucha”.
Entre Concha y Diego hubo inmediatamente gran atracción física, pero como ella
vivía con un alemán decidió presentarle a Lupe Marín –aunque Concha posaría
posteriormente para el pintor en uno de los murales del Chapingo. Estando Diego
Rivera Frente a su caballete en San Pedro y San Pablo llegó Concha Miguel a
insultarlo y a presentarle a Lupe Marín. El pintor dejó un retrato de ese
primer encuentro con Lupe: “alta, bien
plantada, mantenía las dos manos adelante, como las mantendría un canguro o una
mula parada de patas, manos magníficas, fuertes. Brazos nervudos, muslos
largos, como los de una animal salteador, terminando en piernas tremendas,
magníficas, como de yegua de la más fina sangre y tras un tobillo de pura raza,
pies como pezuñas, de una belleza extraña y extrahumana cuya sensación
colindaba con el horror… Y sobre todo eso, bajo un mechero suelto de crines
negras, maravillosas, dos ojos verdes cuya pupila, de tan zarca, se fundía con
la córnea y daba la impresión de ceguera”. Lupe Marín pasó enfrente de él
con indiferencia y sin mirarlo regresó a la puerta como si fuera a salir y
volviéndose dijo: “¿Pero este es Diego
Rivera? ¡Pos está horroroso!” El caso es que hicieron amigos y posó desnuda
para la pintura del Anfiteatro.
Cuando Rivera llegó a pintar a la
Preparatoria tenía 36 años de edad y era una de las personalidades más
pintorescas entre todos los artistas con su gran sombrero Seston, sus grandes zapatos de minero y un cinturón ancho de piel
que a veces sustituía por una cartuchera. En el mural de La Creación Rivera no
sólo desarrolló como tema el origen de las ciencias y las artes, sino también,
delante de los andamios y las bambalinas, el teatro de su propia miología
personal, base para la estructura del nuevo establisment
nacional. Varias amigas y conocidas posaron para este mural, desde hijas de
familia hasta artistas reconocidas. Lupe Marín sirvió para representar La
Fortaleza y Nahui Ollin La Poesía Erótica, la indígena Luz González fue la
modelo para La Tradición y en El Drama representó a la declamadora cubana
Graciela Garbaloza. Para La Prudencia y La Justicia el pintor se inspiró en
Julieta Crespo de la Serna y en la durangueña María Dolores Asúnsolo, más tarde
conocida mundialmente como Dolores del Río. Arriba en el papel de La Ciencia se
encuentra Palma Guillén. En el extremo izquierdo aparece otra vez Lupe Marín representando El Canto junto a la bailarina
del Teatro Lírico Lupe Rivas Cacho, que hace el papel de La Danza. Luz González
nuevamente sirvió de modelo y aparece representada flotando sobre todo el grupo
de la izquierda, haciendo el papel de La Sabiduría. Ah, y falta una chiquilla
que con sus largas trenzas a la mexicana sonríe divertida y traviesa detrás de
La Música y que no es otra que la Comedia.
Justamente Diego Rivera se
encontró por primera vez con Frida Kalho en 1923, cuando a los 16 años ella
estudiaba en la Preparatoria para entrar a la Universidad para estudiar
medicina. Con voz guasona Frida Kalho llamaba la atención de Diego que pintaba el
anfiteatro Bolívar: “¡En guardia, Diego,
ahí viene Nahui!”; “¡Cuidado, Diego, ahí viene Lupe!”.[5]
Más tarde Rivera contó su vida a Gladis March, entre 1944 y 1957, confesando la
primera impresión que le causó la chiquilla: “Poseía una dignidad y confianza en sí misma poco comunes y un fuego
extraño brillaba en sus ojos. Su belleza era la de una niña, más sus senos
estaban bastante desarrollados”. Frida era una niña diabla, vivaracha y
liviana, traviesa y seria, que ardía con la llama excitante de lo absoluto al
ver al ogro devorador de mujeres embebido en su trabajo.[6] La relación con Rivera no debió de ser del todo
superficial, pues Frida misma llegaría a hacer una sombrosa declaración a sus
compañeras: “Anhelo tener un hijo con
Diego Rivera. Algún día se lo voy a decir”. Adelina Zendejas, una compañera
suya protestó, objetando que Diego era
un viejo barrigón, mugriento y de aspecto horrible, a lo que Frida replicó: “Diego es bondadoso, cariñoso, sabio y
encantador. Lo lavaría y limpiaría. Y voy a tener un hijos suyo en cuanto lo
convenza para que coopere”. Así,, aunque se mofaba del “viejo panzón”,
pensaba para sus adentros “Ya verás,
panzón; ahora no me haces caso, pero algún día tendré un hijo tuyo”.
Posteriormente recordaría Frida la época en que Diego estaba pintando en la
Escuela Nacional Preparatoria y ella iba a verlo vistiendo su uniforme de
colegiala alemana, con el sombrero de paja cuyas largas cintas le caían por la
espalada. El pintor le dijo “Sígame,
joven”. Y así empezó todo, mientras ella rogaba por no perder el candor de
su adolescencia, en medio de ese tumulto artístico y político, en medio de
todos esos conflictos verdaderos o falsos. Siete años después se casaría Frida
con Diego, pero nunca tuvieron el hijo anhelado. Se cuenta que
Frida Kalho, estudiante de la Preparatoria, espiaba al monumental pintor al que
le gastaba divertidas bromas, expresando a sus compañeras el deseo fantaseado
de tener un hijo con el gigante. Luego de su matrimonio con Diego en 1929 Frida
realizó un retrato de Lupe Martín a quien se lo obsequió, y que el día hoy está
desaparecido.
Lo cierto es que Frida,
rápida, inteligente y chistosa, era también sexualmente precoz, como confesaría
más tarde Alejandro Gómez Arias, su novio de aquel tiempo y su amigo de toda la
vida.: “Para ella el sexo constituía una
forma de disfrutar la vida, una clase de impulso vital”. Prueba de ello es
que en 1925, a
los 18 años, Frida se colocó como aprendiz de grabado con el prospero impresor
comercial Fernando Fernández, quien le enseño a dibujar mediante la copia de
estampas hechas por el impresionista sueco Andres Zorn, descubriendo el artista
el “enorme talento” de la discípula, quien se entregó a una breve aventura con
el artista, desafiando la moral convencional imbuida del impetuoso optimismo de
los años veinte. Ese mismo año sufriría el fatal accidente.
Durante la elaboración del mural Diego
Rivera requirió la presencia de varias modelos para personificar las imágenes
de los productos de la creación del hombre, entre ellas Lupe Marín, centro del
interés amoroso del pintor, la pintora naîve
Carmen Mondragón, a quien el Dr. Atl le
ha dado el fabuloso nombre de Nahui Hollín (cuatro movimientos, el signo
prehispánico del terremoto), quien sirvió de modelo para la Poesía Erótica, y
quien sostenía una estrecha amistad con el pintor, y Carmen Foncenada, pintora
igualmente penetrada del mundo prehispánico. Tanto Nahui Ollin (Carmen
Mondragón) como Carmen Fontaneda participaron
desde su fundación en 1922 en el famoso Sindicato Revolucionario de
Obreros, Técnicos y Pintores. Diego Al poco tiempo Diego Rivera se casaría
con Lupe Marín, en el año de 1923, en la iglesia de San Miguel de Guadalajara,
sin mediar empero matrimonio civil, y con quien tuvo dos hijas: Guadalupe y
Ruth.
El primer mural de Rivera absorbió muchos
gastos, en parte pagados por el pintor con su sueldo de “general” obregonista.
De hecho sólo tenía un ayudante con goce de sueldo, Xavier Guerrero, y otros
muchos ayudantes que acercaron al pintor para experimentar la pintura mural y
sin sueldo: Carlos Mérida, Amado de la Cueva, Fernando Leal, Jean Charlot,
Fermín Revueltas y Ramón Alva de la Canal. A medida que iban avanzando los
trabajos les fueron dando muros en la Preparatoria. Vasconcelos cuenta que no
gustó la factura del mural por su violenta fealdad calculada: “Las figuras de la base son pesadas y padece
elefantiasis la que simula un gesto e danza” dice el escritor, refiriéndose
veladamente a Lupe Marín. El mural provocó tales protestas que “estuvo el pintor dos años sin dar cima a
otra creación importante”. Vasconcelos pensó, igual que muchos otros, que
sus figuras no tenían carácter mexicano, ni lo tenía la composición, por lo que
se le ocurrió mandar a Rivera a mezclarse con los indios en las misiones
educativas que recorrían el país, como ya lo había hecho con Montenegro y
Enciso, por lo que el filósofo oaxaqueño lo envió con cartas para viejos conocidos al Istmo de
Tehuantepec, viaje a partir del cual arrancaría su éxito.[7]
Las sugerencias espiritualistas de
Vasconcelos sobre el tema del mural fue convirtiéndose en la obra de Rivera, a
partir del mural La Creación, en un declarado inmanentismo biológico,
desarrollado a partir de una comedia pictórica de carácter narrativo y
biográfico, cuya lucha con los elementos lo fue progresivamente devorando,
tomando cada vez más los rasgos de una especie de paganismo materialista e
histórico de carácter acusadamente matriarcal.
La inauguración oficial del mural de Diego
Rivera se llevó a cabo el 20 de marzo de 1923, haciendo una reunión para
celebrarlo los miembro del Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y
Escultores (SOTPE) que habían ayudado con los trabajo del mural en el
Anfiteatro, Xavier Guerrero, Luis Escobar, Carlos Mérida, Jean Charlot y Amado de la Cueva, cuya invitación en papel
color naranja impresa por ambos lados dice: “Invitación a la Fiesta que el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y
Escultores celebrará el martes 20 del corriente mes en honor de los señores
Diego Rivera, su muy querido compañero y maestro del taller, con motivo de
haber terminado la obra de decoración del Anfiteatro de la Escuela nacional
Preparatoria, obra que resucita la pintura monumental no solamente en México,
sino en el mundo entero, hincando así en nuestra patria un nuevo florecimiento
que será comparable a la de la recia antigüedad, y cuyas grandes calidades de
decoración mural, hábil oficio, sabiduría en el juego de las proporciones y
calidades, calidad expresiva y fuerza anímica (todo dentro de un mexicanismo
puramente orgánico desprovisto por completo del insano y fatal pintoresquismo)
, muestra una obra insuperable para que los amantes del oficio de la pintura
aprovechen la ciencia y la experiencia
acumuladas: Licenciados José Vasconcelos y don Vicente Lombardo Toledano
inteligentes iniciadores y bondadosos protectores de dicha obra y de todos los nobles esfuerzos de
desenvolvimiento de las artes plásticas en México; Luís Escobar, Xavier
Guerrero, Carlos Mérida, Jean Charlot y Amado de la Cueva expertos ayudantes
del maestro Rivera n. Todo esto para darle gracias al Señor que nos libró de una
terrible y espantosa caída de los
andamios, durante casi un año de penosísimos trabajos desarrollados a una
altura cercana a los diez metros. Cita: a las 12: 30 p.m. en Mixcalco 12,
Taller Cooperativo Tres Guerras de Pintura y Escultura. Con cinco pesos sin
falta en el bolsillo. Nota muy importante: para que no les digan gorrones,
pagaran también los agasajados.”
Según Vasconcelos no gustó la factura del
`primer mural de Rivera pues sus figuras, aunque tomadas de la realidad
mexicana, podían pasar por europeas o por asiáticas, no teniendo carácter ni
ellas ni la composición en general, por lo que entonces se le ocurrió enviar al
pintor a mezclarse con los indios en las misiones educativas que recorrían el
país para deseuropeizarlo, purificándolo del vanguardismo cubista y fauve de Montparnasse. Vasconcelos era
consciente desde el primer momento a la vez de no condenar a los artistas a
pintar indigenismos o localismos exóticos –cosa que hubiera creado una sucursal
del aduanero Rousseau o del tahitiano Gauguin. El Ministro de Educación
reprochaba el cerebralismo de los recién desembarcados –refiriéndose sobre todo
a Diego Rivera y para contrarrestar la influencia parisina Vasconcelos envió
primero a Montenegro y Jorge Enciso y luego a Diego Rivera, quien acababa de
pintar La Creación siendo duramente
criticado por no tener sus figuras y composición carácter nacional, en las
misiones culturales que recorrían el país para mezclarse con los indios y
deseuropeizarse. Diego Rivera se fue con cartas de recomendación proporcionadas
por el Ministro al itsmo de Tejantepec donde hay las más bellas indígenas,
arrancando su éxito a partir de ese viaje. -Tehuanas, de las que según se
cuenta descienden de una tribu de gitanas, ya habían sido pintadas por
Saturnino Herrán a la manera antigua como matronas romanas, apareciendo los
guerreros indios como soldados hoplitas.[8]
Vasconcelos juzgó la composición y sus figuras sin carácter –por lo que, para deseuropeizar al artista el secretario de educación envió a Rivera, como ya lo había hecho con Enciso y Montenegro, a mezclarse con los indios en las misiones educativas que recorrían el país, viajando el pintor al istmo de Tehuantepec.
Vasconcelos juzgó la composición y sus figuras sin carácter –por lo que, para deseuropeizar al artista el secretario de educación envió a Rivera, como ya lo había hecho con Enciso y Montenegro, a mezclarse con los indios en las misiones educativas que recorrían el país, viajando el pintor al istmo de Tehuantepec.
En el año de 1930, al conmemorarse la muerte
de Simón Bolívar el Anfiteatro recibió su nombre y fue encargada la decoración
del vestíbulo a Fernando Leal (1901-1964), el cual pintó “La Epopeya Bolivariana” de 193 a 1942, integrada por 9 murales
compuestos por: la infancia de Bolívar; el Libertador Simón Bolívar, y, en el
tercer panel; la Muerte de Bolívar, que quedó inacabado. Agregó seis frescos
más sobre el tema e los Movimientos Independientes Americanos: José San Martín,
Francisco Morazán, Alejandro petios, José María Morelos y Francisco de Miranda.
Los pueblos de América Latina tienen una misma historia, el mismo momento
histórico de liberación, que empieza con Simón Bolivar, y luchan también por la
misma causa: luchan por la justicia, contra la injusticia de las dictaduras,
algunas de ellas salvajemente militares o dictaduras terriblemente policiacas,
y luchan también contra la miseria que
asola sus pueblos.
[1] Raquel Tibol, Op.cit. pág.
183.
[2] En ese año Lombardo, influenciado
por su maestro Antonio Caso, respetaba
las posiciones espiritualistas y
afirmaba, tanto en su cátedra de moral como en su libro Ética
(1922), la teoría e la social-democracia, confesando que del ambiente
universitario había recibido la doctrina del socialismo cristiano, hallando así
las tesis del materialismo dialéctico y del materialismo histórico como falsas.
Hay que recordar que Lombardo Toledano formó parte de la generación de los
“Siete Sabios”, la cual estuvo integrada alrededor de la llamada “Sociedad
de Conferencias y Conciertos” formada en 1916 e integrada por Alfonso
Caso, Antonio Castro Leal, Manuel Gómez Morín, el propio Vicente Lombardo
Toledano, Jesús Moreno Baca, Teófilo Olea y Alberto Vázquez del Mercado, que
como grupo inició sus lecciones en el Museo Nacional de Antropología, Historia
y Etnología y en la Escuela Nacional Preparatoria.
Se trataba de una prolongación del grupo del
“Ateneo
de la Juventud”, el famoso grupo de José Vasconcelos, Antonio Caso,
Alfonso Reyes, Julio Torri y Pedro Henríquez Ureña que en 1910 restauraron la
filosofía en México, demoliendo en conferencias tanto el positivismo como las
tesis darwinistas de la vida social como adaptación al medio. La lucha contra
el positivismo se centraba en la tesis de ser éste una filosofía tan
“limitadora” que equivalía a una paradójica negación de ésta, esgrimiéndose los
argumentos contundentes de la fenomenología de Husserl para vindicar la
existencia de los seres ideales. El derrotero de la naciente filosofía
mexicana, de corte espiritualista, fue así más que un nuevo desarrollo de la
filosofía idealista y de una restauración de la metafísica, el de un
ahondamiento de la filosofía de la cultura, enraizada en una filosofía de la
vida como condición de posibilidad de las ciencias del espíritu -que por sus
propias características consideró al materialismo una filosofía de baja estofa,
o una filosofía tan poco filosófica que casi no era podía considerársele ya
como filosofía. Con ello la filosofía mexicana se ponía al tanto de la
filosofía contemporánea, siguiendo la línea de Kant en el sentido de una
filosofía crítica de la cultura y filosofando sobre el hombre, investigando en
los sectores de la cultura humana y sobre el hombre mismo y estrechando su
relación con las “ciencias humanas”.
Al “Ateneo de la Juventud” y a la
iniciativa de Pedro Henríquez Ureña se debió la creación de la Universidad
Popular, que se fundó en 1912, continuando su obra hasta 1922 La Universidad Popular estuvo bajo la
dirección de Alfonso Pruneda, teniendo a Lombardo Toledano como secretario y
conferencista desde que este era muy joven, en los años en que éste ingresa a
la facultad de Jurisprudencia y a la Escuela de Altos Estudios (Filosofía).
Cuando en 1922 es nombrado director de la Escuela Nacional Preparatoria funge
además como profesor adjunto e interino de de Historia de las doctrinas
filosóficas en la Facultad de Leyes y es colaborador de la revista México
Moderno.[2] La
política lo había llevado a militar en el Partido Laborista Mexicano y en el
año de 1923 abandona la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria para
hacerse cargo del gobierno interino del estado de Puebla, teniendo a su cargo
Alfonso Caso el departamento Agrario y Pedro Henríquez Ureña el Departamento de
Literatura. Poco duró esa aventura, pues luego de diez meses, cuando los dueños
de las fábricas textiles piden a Álvaro Obregón su remoción por su inclinación
hacia los trabajadores, Lombardo tiene que regresar con sus amigos a la ciudad
de México, en la que sin embargo es nombrado, en el año de1924, regidor del
Ayuntamiento.
[3] José Vasconcelos, De
Robinson a Odiseo. Op. Cit. Pág. 213.
[4] Raquel Tibol, Diego
Rivera. Luces y Sombras. Op. Cit. Págs. 167 y 168.
[5] Dos grupos de alumnos se disputaban la hegemonía en la Preparatoria : el de
“Losd Macheteros” y el de “Los Cachuchas” liderado por Frida Kalho y Alejandro
Gómez Arias, lo completaba José Gómez Robleda, Andrés Lira y Miguel N. Lira,
Jesús Ríos y Valles, Alfonso Villa, y una mujer más además de Frida Kalho,
Carmen Jaime. A ellos se anexaría después Rento Leduc. La mayoría de ellos
descollarían en la vida adulta en el mundo intelectual y universitario
mexicano. Pertenece al Instituto Tlaxcalteca de Cultura un retrato que Fida
realizó de Andrés Lira. Por su parte, el grupo de “Los Macheteros” estaba
presidido por Miguel Alemán Valdés y Gabriel Ramón Millán. Se encontraban
también en ese tiempo dos grupos literarios: el de “Los Contemporáneos” y el de
“Los Maestros”, que más adelante darían algunos nombres célebres. A la
generación de Frida Kalho en la
Preparatoria pertenecieron José Gómez Robledo, el poeta José
Frías, y el que fuera su novio, Alejandro Gómez Arias, líder estudiantil y
brillante orador que fue baluarte de la autonomía universitaria. También el
literato Andrés Lira, el músico Ángel Salas, y el escritor Octavio Baslate.
[6]
Ver Jean Marie Le Clézio, Diego
y Frida, Diana, 1996. Pág. 19
a 20.
[7] José Vasconcelos, De
Robinson a Odiseo. Pedagogía Estructurativa (1935). Editorial Constancia, México, 1952. Pág. 213 y
214.
Error, en 1922/23, fecha de la obra de Rivera, el anfitearo se llamaba de la Escuela Preparatoria. El nombre de Simón Bolívar se le da en 1930, a propuesta del entonces director, Pedro de Alba.
ResponderEliminarBuen trabajo descriptivo de la historia de la pintura en la Preparatoria. Considero que tiene una base seria y presenta a los personajes en un contexto real, sin pretensiones novelescas. Sin embargo, no estoy de acuerdo con la insercion de las fotos que, en ocasiones, estan muy distantes de la narrativa. Hay que estar retrocediento y avanzando para poder leer y relacionarlo con la parte grafica. Es decir, el formato deberia revisarse para facilitar la ubicacion de los comentarios con las fotos. Ademas hay innumerables problemas de descuido del texto, nombres mal mencionados, sin uniformidad, repeticiones y falta de palabras. El cuidado de una buena lectura final mejoraria la fluidez del texto. Atentamente.
ResponderEliminarSolo falta mencionar que como parte central del mural había un órgano tubular el cual desapareció en la restauración del anfiteatro en los años 80s...Los restos inservibles de este fueron encontrados con el cascajo en la calle de atrás de San Ildefonso.
ResponderEliminar