José Vasconcelos
y el Arranque del Movimiento Muralista
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
I.- El Retorno
de los Viajeros
Al enfrentarse al proyecto del muralismo
planeado por José Vasconcelos algunos de ellos repetían mecánicamente el desdén
de los críticos franceses por una pintura puesta humildemente a servir de
complemento a la arquitectura de un edificio. Ello se debía, en opinión de
Vasconcelos, a que su criterio se había corrompido por acomodarse a los gustos
del marchand, que pedía telas aceptables para el mercado de Londres o de Nueva
York, cuadros para decorar las salas de los potentados del dinero, dando así a
colación cuadros sin religión, por faltos de luz y color, también arte sin
perfil, ni perspectiva, ni armonía: arte cerebral destinado a fin de cuentas
primero al especulador y luego a los sótanos y covachas del oscuro mercader de
antiguallas.
Diego Rivera toca tierras de Veracruz en1921, llegando a la Ciudad de México en junio de ese año -dejando en París a su primera esposa, Angelina Beloff (1879-1969), abandonándola sin ningún tipo de consideración, en manos de David Alfaro Siqueiros, para que la consolara. Casado con la pintora rusa desde 1911, luego de aprovecharse por una década de su trabajo, y de haber tenido un hijo con ella en 1917, Miguel Ángel Diego, quién murió a los 14 meses de edad, Rivera se olvida de ese pasado, relacionándose pronto, a gritos y sombrerazos, con su nueva amente: Lupe Marín, con quien se casa en Guadalajara en 1922 y se separa antes del viaje del pintor a la Unión Soviética en 1927, habiendo procreado dos hijas: Guadalupe y Ruth. Guadalupe Marín se casaría más tarde con el poeta y químico Jorge Cuesta, con la que tuvo un hijo, mientras que Diego se encandiló en un tortuosa relación de infidelidades mutuas con Frida Kahlo.
. El pintor se liga inmediatamente con el héroe del momento, José Vasconcelos quien acaba de recibir el encargo del gobierno de Álvaro Obregón de organizar la cultura en México como Ministro de Educación Pública desde el primero de octubre de 1921. De hecho, el arquitecto Mario Pani había servido de intermediario entre Rivera y Vasconcelos, quien siendo Jefe del Departamento Universitario envía una misiva al pintor con su primera encomienda universitaria con fecha del 2 de noviembre de 1920. Vasconcelos asume la dirección de la SEP el 2 de octubre de 1921 y Rivera firma el primer boceto para el mural La Creación en noviembre del mismo año.
. El pintor se liga inmediatamente con el héroe del momento, José Vasconcelos quien acaba de recibir el encargo del gobierno de Álvaro Obregón de organizar la cultura en México como Ministro de Educación Pública desde el primero de octubre de 1921. De hecho, el arquitecto Mario Pani había servido de intermediario entre Rivera y Vasconcelos, quien siendo Jefe del Departamento Universitario envía una misiva al pintor con su primera encomienda universitaria con fecha del 2 de noviembre de 1920. Vasconcelos asume la dirección de la SEP el 2 de octubre de 1921 y Rivera firma el primer boceto para el mural La Creación en noviembre del mismo año.
La mayoría de los pensionados regresaron de
París y Europa de la postguerra con experiencia acumulada y una irreprochable
técnica pictórica, ilusionados por el rumor de que en México se operaba un
renacimiento. La revolución cubista y la revolución fauve que atrajo por un
momento como un astro a los grandes pintores vanguardistas del momento iba a
ser pronto barrida por la revolución muralista que pregonando un arte al
servicio de la educación lo lleva a la realidad cotidiana, contorsionada por la
revuelta armada, donde los símbolos, las expresiones lo equilibrios y hasta las
leyes de la perspectiva se rigen por criterios inéditos.
En contraste profundo con la era actual,
dominada por el desencanto de la globalización del pensamiento único y la
pobreza cultural en aumento a favor de la fuga hacia lo riesgosos paraísos
artificiales del tráfico clandestino y la convivencia promiscua de los picaderos,
México en la década de1923 a 1933 estaba un entrando en torbellino de ideas y
acciones que inflama colectivamente a la sociedad. Época febril donde parece
que todo está por inventarse para la nación y el entusiasmo por una nueva era
que lega se apodera de todo el país. Los muralistas aparecen como un grupo cuyo
arte predica ayudar al pueblo y los maestros de escuela, apegando al plan de
Vasconcelos, fundan escuelas de indígenas y academias de maya, de yaqui,
editando periódicos, léxicos y recopilaciones de leyendas –llegando a los
pueblos más aislados, desde el desierto de Sonora pasando por el valle de
Toluca hasta llegar a las estepas de Yucatán.
Sin embargo, en medio de ese entusiasmo de
cambiarlo todo, de sacar todo a la luz, de devolver su pureza a la cultura
mediante la acción educativa y estética,
en la arena política la estética grecorromana va creando uno delos periodos más
caóticos de la historia de México, donde se aferran los caducos rituales medievales
del porfiriato con las vicisitudes políticas de Obregón, De la Huerta y Calles.
La Revolución Mexicana, nacida del espiritualismo de Madero y de la indignación
popular, se corrompe y muere en el transcurso de los años 20s por casa del
caudillismo revolucionario donde se suceden los remedos de césares y los
asesinatos reales. Muertos Francisco Villa, Felipe Carrillo Puerto y Emiliano
Zapata poderes y contrapoderes buscan heredar la edad de oro de la Revolución:
Venustiano Carranza, quien había confiscado la Revolución Mexicana en provecho delos
grandes propietarios, es ejecutado en una casucha de Tlaxcalaltongo por una
facción favorable a Obregón; Obregón es asesinado por fanático religioso Toral
un día después de su reelección, y; Calles apegándose al poder central, ateo y
antirreligioso, hunde al México occidental en la más cruel guerra de castas
contra los católicos de Michoacán, Nayarit, Jalisco y Durango.
II.- José
Vasconcelos y la Rectoría de la Universidad
El escritor, político y filósofo José
Vasconcelos Calderón (1882-1959) nace el 27 de febrero de 1882 en la ciudad de
Oaxaca del matrimonio formado por Ignacio Vasconcelos Varela y Carmen Calderón
Conde. Vive en Piedras Negras, Coahuila, frontera con Eagle Pass, Texas, en
donde estudia la primaria. Los estudios de secundaria los realiza en el
Instituto Científico de Toluca, Estado de México, para luego continuarlos,
cuando se muda a vivir con su familia a San Francisco de Campeche, en Campeche.
De joven estudia en la Escuela Nacional
Preparatoria y luego en la Escuela Nacional de Jurisprudencia donde se titula
de Licenciado en 1907. Con el grupo del Ateneo de la Juventud destaca por las
certeras críticas a los excesos de la educación positivista que iban de la mano
con los excesos del porfiriato, siendo los ecos situacionalizados de las
filosofías de Comte y Spencer. Básicamente ponían en cuestión el determinismo
biológico de las razas y la loa del
mecanicismo con sus grandes cambios: la industrialización y la
concentración urbana. Abogaban por una visión más amplia del mundo, defendiendo
por ello la libertad de cátedra y la libertad de pensamiento, también luchando
por reafirmar los valores culturales, éticos y estéticos latinoamericanos como
equilibrios y contrapesos para un progreso sostenido en la recuperación de lo
nacional mexicano y latinoamericano contra el desdén porfirista por lo nacional
mexicano y la fascinación progresista por lo europeo.
El
licenciado José Vasconcelos se había unido en el año de 1908 al movimiento
antirreleccionista, antidictatorial, espiritualista y demócrata de Francisco
Ignacio Madero y en 1909 participa en la fundación del Ateneo de la Juventud,
cenáculo de amantes de la cultura que bajo el estigma de una vida económica
precaria y en humildes sesiones reaccionaban contra los excesos de la filosofía
positivista entronizada en México durante el porfiriato. Se une a la campaña presidencial de Ignacio
Madero y vicepresidencial de José María Pino Suárez representado al Club
Antirreleccionista, luego Partido Antirreleccionista en 1910 y el 22 de mayo es
nombrado representante ante el gobierno de Estados Unidos. En el año de 1910 en
Partido Nacional Antirreleccionista (PNA)
postula como candidatos al gobierno de la república a Francisco I.
Madero y José María Pino Suarez, quienes luchan contra la perpetuación de
Porfirio Díaz en el poder público. Se enfrentan a Porfirio Díaz y Ramón Corral
en la fraudulenta elección de 1910 que
detona la Revolución Mexicana, pues ante el escandaloso fraude electoral que da
la victoria a Díaz se suscita el alzamiento político militar respaldado por el Plan
de San Luís -en el que toma parte activa el poeta zacatecano Ramón López
Velarde. Inicia la Revolución Mexicana. Se convoca a nuevas elecciones y en
1911 resulta Ignacio Madero electo por votación el primer presidente
democrático de la República Mexicana –nombrando en su primer año de gobierno a
José Vasconcelos director de la Escuela Nacional Preparatoria.
Cuenta Vasconcelos en su libro Ulises Criollo
que los amigos del Ateneo de la Juventud lo nombran entonces su presidente del
grupo para el primer año maderista, menos por hacerle honor que por hacer
provecho al club y aliviar su situación económica. El licenciado Vasconcelos
suspendió entonces sus ponencias en las sesiones de los viernes sustituyéndolas
con una invitación al grupo a cenar a un restorán de lujo; también incorporando al nuevo régimen
político nacional a casi todos sus miembros. Así, el grupo derivó de un
cenáculo de amantes de la cultura a un círculo de amigos animados por la acción
política -salvo Antonio Caso, quien escéptico en materia de política colaboró
sin embargo en todo lo que fuese esfuerzo cultural. Se ampliaba así el radio de
los trabajos del grupo, creándose la primera Universidad Popular, la cual fue
ocasión para otros de acercarse al mundo de la política oficial, como fue el
caso del joven Vicente Lombardo Toledano. Magnífica generación estando
presidida por las presencias de Antonio Caso, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez
Ureña, Martín Luís Guzmán, Julio Torri y el propio Vasconcelos. El grupo de
amigos tenían en vistas no sólo la acción política que reclamaba la situación,
sino que también se esfuerzan por rehabilitar el “pensamiento de la raza”,
invitando como conferencistas extranjeros a pensadores iberoamericanos, como
José Santos Chocano –pues anteriormente la Universidad invitaba solamente a
profesores norteamericanos, para hacer acorde con el pensamiento de Porfirio
Díaz: “Un buen embajador en Washington, lo demás del servicio diplomático sale
sobrando”.
En el año de 1913, luego de la Decena
Trágica en la que muere el general Bernardo Reyes, padre de Alfonso Reyes, y
del golpe de estado perpetrado por el chacal de Victoriano Huerta y el
petimetre de Feliz Díaz, que en siniestra mancuerna obligan a renunciar a
Francisco I. Madero y a José María Pino Suarez para luego cobardemente asesinarlos.
El beodo y lamentable general Victoriano Huerta queda entonces como presidente
interno y Feliz Díaz, sobrino del dictador, se presenta como candidato a
elecciones a verificarse meses después. El educador mexicano tiene entonces que
salir exiliado del país, viajando primero a Estados Unidos y luego a Canadá. El
gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza,
lo convence entonces de buscar apoyo político de las potencias europeas
para la cusa revolucionaria, pero la ineptitud de Carranza motivó que desde le
principio la Revolución no tuviera un programa fijo y que cada quien
interpretara la revolución a su manera.
El licenciado
José Vasconcelos estuvo durante la Revolución en la antesala del poder
ejecutivo. Una célebre fotografía lo muestra con junto con el presidente provisional, General
Eulalio Gutiérrez, acompañado de los
generales Pancho Villa (a su izquierda) y Emiliano Zapata (a su
derecha). El licenciado José Vasconcelos, se encuentra a la izquierda de Pancho
Villa y cruzando una tensa mirada con Zapata durante el banquete ofrecido en
Palacio Nacional después de la entrada triunfal de las fuerzas convencionistas
a la ciudad de México. Vasconcelos era carrancista convencido por aquel
entonces, cosa de la que amargamente se arrepentiría toda su vida
De hecho Vasconcelos había estado en el extranjero desde 1913, primero como
representante de Francisco Ignacio Madero en Washington, luego como gente
confidencial del gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, en misión en
Europa, en Francia y Alemania, y luego en Estados Unidos, para que fuera
reconocido por las potencias extranjeras como presidente de facto -siendo
posteriormente un severo crítico del máximo “Jefe Constitucionalista” de la
Revolución debido tanto a sus injustificables proyecciones “reaccionarias” de
viejo hacendado como a la ruina económica y moral en que había sumido a la
nación.
José Vasconcelos regresa a México luego de
cinco años en 1918 y Carranza, que había sido nombrado presidente
constitucional, le asigna el cargo de director de la Escuela Nacional
Preparatoria. Sin embargo, Carranza afectado por algunas críticas de
Vasconcelos reacciona violentamente y ordena el arresto del filósofo, quien
tiene que huir precipitadamente a Estados Unidos. El presidente dela Convención
Nacional de Aguascalientes Eulalio Gutiérrez Ortiz ofrece a Vasconcelos la
cartera de Instrucción Pública pero las pugnas internas vuelven imposible
cualquier ejercicio publico, por lo que desde el exilio Vasconcelos apoya el
plan obregonista de “Agua Prieta” y ese mismo año regresa a México para ser
nombrado por el presidente interino Adolfo de la Huerta como rector de la
Universidad Nacional, permaneciendo en el cargo 16 meses, del 9 de junio de
1920 al 12 de octubre de 1921, cuanto pasa a tomar el cargo de Ministro de
Educación Pública, estando ya el país bajo la dirección de Álvaro Obregón. Para
el año de 1920 su obra filosófica publicada comprende los libros: Pitágoras: una teoría del ritmo (1916); El
monismo estético: ensayos, (1918); Artículos Libros que leo sentado y libros que leo de pié,
recuerdos de Lima, el fusilado, visiones californianas (1920); Prometeo vencedor (1920); Estudios indostánicos (1920).[1]
Al regresar a México, después de nueve años
de intermitentes encomiendas diplomáticas y ausencias forzadas, luego de ser
ratificado como Rector de la Universidad por el recién electo presidente Álvaro
Obregón, en un discurso notable pide a la inteligencia académica y a los
artistas que trabajen por el pueblo, sirviendo a los intereses de los desvalidos,
proponiendo formar para ello un ejército de educadores enmarcados en una enorme
obra de redención nacional.[2]
Para ello el gobierno pone a disposición de
la Universidad Nacional los Talleres Gráficos de la Nación en enero de 1921,
situación que permite a José Vasconcelos y a su grupo afín desarrollar un
proyecto editorial y cultural sin precedentes en México: la espectacular
edición de los autores clásicos de la literatura universal, incluyendo dos
gruesos e imponentes volúmenes que compilaban mitos y leyendas de todos los
tiempos para ser leídos por los niños. Al regresar de los Estados Unidos José
Clemente Orozco encontraría trabajo como dibujante en el Departamento de la
Universidad, donde realizó diseño tipográfico así como viñetas para la famosa serie
de los clásicos.
Vasconcelos actúa con celeridad y junto con
Ezequiel A. Chávez. Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín, Alberto Vázquez del
Mercado, Enrique Aragón y Mariano Silva, redactan el proyecto de ley para
reinstaurar la Secretaría de Instrucción Pública, suprimida en la Constitución
de 1917. Fue así que desde la Rectoría de la Universidad, acompañado por el
grupo más granado de intelectuales mexicanos de la época, redactó la ley de
Educación con el propósito de crear un Ministerio Federal que establecería tres
departamentos: Escuelas, Bibliotecas y Bellas Artes, más dos auxiliares:
Desanalfabetización y Enseñanza Indígena. Vasconcelos empezó a actuar de hecho
desde la rectoría como Secretario del ramo, haciendo giras por toda la
república para que la nueva ley entrara en vigor, haciéndose acompañar por
destacados artistas, tales como Roberto Montenegro, Gabriel Fernández Ledesma,
Jorge Enciso y Julián Carrillo. La ley es sancionada el 2 de marzo de 1921,
decretándose la creación de Secretaría de Educación el 29 de septiembre de
1921.
El presidente Álvaro Obregón pone a José
Vasconcelos a la cabeza de la flamante Secretaría de Educación Publica a partir
del 2 de octubre de ese año, al rector de la Universidad Nacional, el mismo
Vasconcelos, quien de inmediato inicia un ambicioso plan de salvación y
regeneración de México por medio de la cultura. Regeneración espiritual, pues,
cuyo medio y fin último era la instauración de la fase estética como etapa
superior y definitiva de la humanidad, cuya punta de lanza era la vanguardia
artística nacional que uniría al pueblo con los intelectuales, ahondado en las
raíces tradicionales de México y contando con las referencias indispensables a
la grandeza alcanzada por el imperio autóctono precortesiano.
El Ministerio de Educación ocupó un lugar
preponderante en el gobierno de Obregón, destinándole la mayor parte del
presupuesto federal. Se iniciaba así la reconstrucción del país con la creación
de las Escuelas de Artes y Oficios y la modernización y construcción de
edificios públicos y centros educativos. Con todo ello se iniciaba un poderoso
movimiento por la independencia espiritual de México, impulsando una obra
cultural que transformó el ambiente intelectual de México, movimiento que
trascendió a Latinoamérica e irradió en todo el mundo.
Desde la planeación de la creación de
la Secretario de Educación José
Vasconcelos, “Maestro de América”,
invitó a muchos desterrados en Estados Unidos y Europa para formar parte
del equipo que en base al trabajo común empezó a tomar un poderoso impuso.
Roberto Montenegro desembarca en Veracruz llegado en 1920 de España para
ponerse bajo las órdenes de Venustiano Carranza poco antes de su trágico
accidente; Diego Rivera llega a México en junio de 1921, a los 34 años de edad
y luego de una ausencia por Europa de 14 años, e inmediatamente se liga al
grupo de Vasconcelos, quien llama también de Roma a David Alfaro Siqueiros.
Vasconcelos confesaría, años más tarde, la impresión que le causaron los
pintores:
“Habían ido a Europa pensionados, como van
de toda América, y volvían con el prejuicio de los ismos parisienses, y
participaban del desdén de no pocos críticos parisienses para la pintura que se
acomoda, humilde, a servir de complemento a la arquitectura de una edificio.
Traían su criterio corrompido por el marchand, que quiere telas adaptables a
marcos puntosos o aceptables para el mercado de Londres o el mercado de Nueva
York. Cuadros para decorar la casa del potentado del dinero, y acomodarlos a
sus gustos. Arte sin religión y, a falta de luz y color, también arte sin
perfil, ni perspectiva, ni armonía; arte cerebral lo han llamado, y a pesar del
bombo comercial que lo exalta, se refugia hoy en los sótanos del judío
covachuelista”.
Y en seguida agrega, refiriéndose
veladamente a la obra de Rivera:
“Regresaban a su tierra los pensionados con
la fatiga y la pobreza del París de la postguerra, ilusionados también por el
rumor de que en el país se operaba un renacimiento. Por fortuna llegaban sin
telas; no había, pues, el problema de qué hacer con ellas después de
comprarlas. No habían pintado gran cosa, pero traían acumulada experiencia y
varios de ellos una técnica irreprochable”.[3]
Diego Rivera, quien desembarcaba de Europa
donde había permanecido por once años, alerto sobre los peligros del
subimpresionismo de la escuela de Ramos Martínez, que i bien había sido útil
para desterrar la “mugre académica” resultaba a s vez peligroso pues inducia a
no distinguir entre pintura y fotografía, alentando una precoz y fala madurez.
Los pintores más audaces del momento que se habían esforzado por encontrar su
propia corriente se ligaron inmediatamente a Rivera dándose a estudiar lo que
el maestro guanajuatense traía de Europa, figurando entre ellos principalmente
Fermín Revueltas, Fernando Leal y Emilio García Chaero. Se llenaron de ardor y
entusiasmo por la pintura del fresco de los grandes italianos y por el esfuerzo
moderno de Picasso y de la escuela de París –recordando rivera su viaje por
Italia en 1920 en los que estudió los murales bizantinos y los frescos del
cuatrochento, percibiendo también la esencia del arte etrusco y celtíbero. A la
llegada de Rivera los pintores más independientes del momento se agruparon entorno
a él y se dieron a estudiar todo lo que el pintor traía de Europa. Fue así que junto
con Diego Rivera los pintores Fermín Revueltas, Fernando Leal y Emilio García
Chaero empezaron a concebir una nueva forma de arte, a la vez monumental y de
contenido social y revolucionario.
En México se vivía un renacimiento
institucional el cual quedó plasmado en singulares edificios que reflejaban la
novedad del espíritu nacional. Por todas partes empiezan a levantarse escuelas,
estadios, bibliotecas. En la tarea de reconstrucción los artistas ocupan un
lugar central, animados por la idea de ayudar al relacionar a los hombres entre
sí en una esfera superior de cultura, cuya comunidad pretendía empujar los
nuevos esfuerzos del país, reconciliando al pueblo con la esperanza. Gracias a
esa labor, por primera vez se empieza a valorar colectivamente el sentido de la
belleza del pueblo mexicano, valorando sus profundos sentimientos estéticos y
sentido plástico, su arte superior, a la vez simple y refinado.
Los artistas van más allá, aceptando algunos
de ellos volverse “obreros”, misioneros
de la cultura, para poder sondear en lo más profundo del alma nacional y
entrar en comunicación íntima con el pueblo para poder expresar en los muros
públicos sus luchas y sus ideales. Así, cuenta José Clemente Orozco en su
autobiografía, los pintores se encontraron de pronto con una oportunidad que no
se les había presentado en siglos al darse la feliz coincidencia entre un
gobernante revolucionario y un grupo de artistas experimentados que
comprendieron el papel que les correspondía en un mismo campo de acción, ya que
por su preparación y capacidad crítica estaban en posibilidad de ver el
problema del momento y saber cual era el camino que se debía seguir.
III.- Vasconcelos
y el Movimiento Muralista Mexicano
El filósofo José Vasconcelos junto con sus
compañeros del ateneo de la juventud alentaba entre los pintores un arte
espiritualista, idealista, destinado a enterrar el positivismo y el
materialismo que habían sido la ideología oficial del régimen porfirista. El
grupo germinal del movimiento muralista mexicano concibió así la figura
arquetípica del artista revolucionario como un hombre de acción: fuerte, sano,
instruido, dispuesto a trabajar durante ocho horas seguidas como un buen obrero
y a la vez anhelante de la luz del espíritu, ávido de saber y de entenderlo
todo. Los pintores, en efecto, entraban a los talleres, a las bibliotecas, a
las universidades, a los cuarteles y a las escuelas para absorber las imágenes
y el ritmo de la patria, para con ello ocupar su lugar de honor en el nuevo
mundo que ellos habrían de inaugurar.
Vasconcelos suma a Diego Rivera a la
comitiva que visitaría en Yucatán al gobernador anti maderista Felipe Carrillo
Puerto, sumándose así al equipo más cercano al educador: Roberto Montenegro y
Adolfo Best Maugard entre los artistas, siendo los escritores Pedro Henríquez
Ureña, Carlos Pellicer y Jaime Torres Bodet.[4]
Luego de estar en Mérida y visitan Campeche, Uxmal y especialmente las ruinas
prehispánicas de Chichen Itzá -de las que Jean Charlot quedaría prendado y
sería uno de sus primeros grandes estudiosos. Los valores defendidos
colectivamente por el grupo de artistas e intelectuales son entonces los que se
manifiestan con mayor fuerza y evidencia: el ate popular y el arte prehispánico
de las ruinas y templos de nuestros asombrosos antepasados. Iniciaba un fecundo
momento para la independencia espiritual de nuestro país que rápidamente se
extendía debido entusiasmo revolucionario.
Un grupo de artistas de la Escuela Nacional de Bellas Artes, compuesto
por el osado pintor y capaz Fermín Revueltas, el impresionista precursor de la
revolución estética mexicana Joaquín Caucel, Rufino Tamayo quien con
sensibilidad dominaba la notación y la comprensión de los planos en el dibujo y
la sensibilidad en el color. Ramón Alva de la Canal, Emilio García Chaero,
Francisco Román Guillemín, Rosario Cabrera y Mateos Bolaños, empezaban a pugnar
en su obra y con sus exposiciones por una “plástica pura” –entendida ésta
postura como una fórmula para definir al arte que recupera lo más profundo de
nuestra alma: aquella que comulga comunicándose así íntimamente con el pueblo
mexicano que tiene desarrollado a un grado increíble el sentido plástico, pues
todo lo producido por él tiene e sello de un arte superior, a la vez simple y
refinado. En octubre del 1921 la pianola de Diego Rivera publica un artículo en
la revista Azulejos de carácter didáctico, orientando sobre el carácter popular
y al desarrollado sentido de la belleza de las masas trabajadoras, captado
también por los artistas revolucionarios, a quienes de plano exhortaba el
dialéctico Rivera a identificarse con los obreros y las aspiraciones de las
masas –no así por esa gente que sólo sabe remedar lastimosamente lo de ultramar
produciendo abortos inanimados.[5]
Ideal de arte puro del muralismo, entendido
como un arte derecho, recto, enderezado en el sentido de estar comprometido con
las causas sociales, arte desinteresado también del uso particular y por ello
mismo de trascendencia social, encargado de al retratar heroicamente la penosa
situación de los humildes, desposeídos y de los indígenas de la nación, dotando
a la vez a la patria de los símbolos a la vez más tradicionalistas y más
realistas de el México contemporáneo –teniendo tal ideal su arquetipo o
realización más cabal en la obra del genio mutilado José Clemente Orozco.
Desde que José Vasconcelos iniciara sus
giras y misiones culturales por diversas partes de la República para apresurar
a los legisladores estatales a aprobar la nueva ley que habría de crear la Secretaría
de Educación Pública, suprimida por la Constitución de 1917, sancionada por el
congreso desde el 2 de marzo de 1921, fue acompañado por los pintores Roberto
Montenegro, Jorge Enciso, Gabriel Fernández Ledesma y Diego Rivera, a quienes
se unió el músico Julián Carrillo. En la cruzada político cultural en pro de la
naciente Secretaría se deban conciertos y conferencias, se organizaban mítines.
Antonio Caso hablaba solemnemente de filosofía y otros más de patriotismo. Luego de las conferencias Fernández Ledesma
dio los primeros pasos para la creación de una escuela de cerámica, empezando a
sistematizar la tarea de recoger y organizar las piezas tradicionales
manufacturadas por los operarios locales que recogían una vieja tradición
derivada de la colonia.
De hecho Gabriel Fernández Ledesma, nativo
de Aguascalientes, quien trabajaba en el Departamento de Etnografía del Museo Nacional, ubicado en
la calle de Monada y dirigido por Luis Castillo León, había sido llamado por Vasconcelos para
integrarse a la cruzada político-cultural y educativa. Fernández Ledesma había
tenido una precoz curiosidad por la artesanía de su región, particularmente por
los textiles y la alfarería que se hacía por ese entonces en Aguascalientes,
llegando a intervenir en 1917, antes de trasladarse a México, en el diseño de
piezas de alfarería en el conocido taller “El Caballo Blanco”, donde trabó
amistad con los artesanos locales, parte de los cuales integrarían la
prestigiosa escuela de cerámica de Aguascalientes.
Por su parte el renacimiento de la cerámica
nacional se inició a partir del viaje que hicieran Jorge Enciso y Roberto
Montenegro a Oaxaca, pues luego de crear unos platos decorados dieron las bases
para impulsar su manufactura en los talleres locales, dando con ello los
primeros pasos de lo que luego fuera una boyante industria artística.
Desde un principio los artistas hicieron ver
al futuro ministro las ventajas que obtendría cada localidad mediante la
colaboración de los maestros federales de modelado y pintura con los artesanos
de todos los géneros. A partir de ese entonces José Vasconcelos afirmó la idea
de que la industria y las artes no salen espontáneamente del pueblo, sino que
constantemente hace falta la intervención del artista culto para resucitar o iniciar
la producción artística útil. Por su parte el artista, lejos de ser abandonado
a sus propios recursos y de extraviarse en busca de sí mismo, necesita del
Estado para cumplir su propia función social, presentándose como mecenas y
director que sistematiza las actividades menores no menos que las superiores
del arte y la industria popular –precisando así que las funciones del Estado
recaigan en reduciéndolas a las clases generales personas sensibles, bien preparadas e
inteligentes.[6]
Mientras tanto Vasconcelos avanzaba a
grandes pasos en la empresa educativa y cultural que emprendiera tomando como
modelo a Anatoly Lunacharsky, quien fuera el Comisario del Pueblo para
Educación el la República Soviética, aunque resultando el plan de Vasconcelos
más simple y orgánico. La reestructuración del Departamento de Bellas Artes
consistió en primero que nada tomar a su cargo todos los institutos de
educación artística superior, desde la Antigua Academia de Bellas Artes hasta
el Conservatorio Nacional pasando por el Museo Nacional. El plan comenzó a
ponerse en práctica y a concretarse partiendo de la enseñanza del canto, el
dibujo y la gimnasia en las escuelas.[7]
Al asumir el filósofo la dirección de Bellas
Artes cargó con la responsabilidad de la enseñanza de las artes gráficas en las
escuelas, tomado como primera medida sustituir a los maestros normalistas a
quienes redujo a las clases de temas generales por un sinnúmero de pintores sin
trabajo pero graduados anualmente por la Academia de Bellas Artes. Todo ese nuevo
personal se guiaba por un programa uniforme que seguía básicamente dos
sistemas. Por una parte, el primer sistema era el del dibujo y pintura directos
según un modelo tomado del natural, instrumentado por un grupo de maestros
repartidos entre las escuelas, del cual destacaba notoriamente el grupo de
Coyoacán, y que además formaron las Escuelas al Aire Libre, de las que salieron
generaciones enteras de artistas infantiles por el interés que despertara entre
la población en general, pero también artistas adultos que repartiéndose por
todo el país cultivaron una escuela de paisaje, dejando plasmado desde la noble
arquitectura hasta el celo, el mar, el río, la montaña de nuestro territorio
nacional. Por la otra, el sistema de dibujo decorativo inventado por el pintor
mexicano Adolfo Best Maugard, el cual consiste en siete elementos tomados del
arte de todos los tiempos y combinados según las múltiples ocurrencias de la
fantasía. Por primera vez la clase de dibujo en la escuela primaria fue algo
vivo y ordenado, sustituyendo así la calca de rígidos trazos, constituyéndose
así como un programa adaptable a los países de América. Tal sistema fue
posteriormente adoptado por algunas escuelas norteamericanas y el libro de Best
Maugard fue editado en Nueva York.[8]
Con los cuadros pintados en las escuelas con el sistema Best se hicieron
exposiciones cuyo éxito trascendió al extranjero, sirviendo además, hay que
agregar, para estimular a los jóvenes con predisposiciones de carácter y
aptitudes innatas para dedicarse con talento al desarrollo de la disciplina.
Una innovación revolucionario de Vasconcelos
al frente de la SEP resultó también ser la de comprar las telas de todo género
de los futuros maestros pintores de la Academia de Bellas Artes par repartirlas
en las escuelas y bibliotecas del interior de la República, sustituyendo el
viejo sistema de pensiones porfirista por el de adquirir cuadros a los pintores
y proporcionarles trabajos de índole artística. La idea era que el artista
ilustrado enseñara y produjera al entrar n programas organizados y planes de la
Dirección de Bellas Artes. Las artes plásticas no son asuntos, sino maneras de
expresarlos, no es el ser, sino una ve las voces del ser. La idea de
Vasconcelos era así alejar a los maestros de la inepcia del arte por el arte y
de las puerilidades vanguardistas de la época, dándole al artista no sólo
trabajo, sino también tema y plan.
Roberto Montenegro, artista interesado en
nuestra identidad cultural, es nombrado a un año de su arribo a tierras
mexicanas el prime director del Museo de Cultura Popular y a finales de 1921
inaugura la primera Exposición de Artes Populares organizada por él junto con
Jorge Enciso, contando con la colaboración de Adolfo Best Maugard y Francisco
Cornejo -festejando con ello la gala del Centenario de nuestra Independencia.
Aparece el mismo año el gran trabajo del Dr. Atl: el libro titulado Las Artes Plásticas de México, que
es una monografía en dos tomos verdaderamente antológica, profusamente
ilustrada al utilizar las calidades novedosas de la técnica de impresión por
medio de los esténciles. La exposición fue así un éxito de completa apoteosis,
pues con ello se llegaba a la culminación de un esfuerzo colectivo de
reconocimiento a las artes populares, semilla de nuestra cultura autóctona,
germen de toda nuestra verdadera identidad como mexicanos.
El importante libro en dos tomos, que para
1922 se publico con correcciones y aumentos, fue encargado al Dr. Atl por
Alberto J. Pani, Ministro de Obregón en Relaciones Exteriores: “En homenaje de
la República al ingenio y habilidad del pueblo de México”. Para confeccionar el
monumental estudio Las Artes Plásticas en México el Dr. Atl contó con la ayuda
de los fotógrafos Ramos y Arriaga y de los grabadores, Garduño, Vargas y Tostado.
En esencia se trata de un catálogo etnográfico bien razonado sobre las artes
manuales indígenas, amenazadas desde aquel tiempo de ser sustituidas por el
maquinismo contemporáneo. El amplio trabajo sobre la riqueza artística, oculta
en millares de pueblos de la provincia mexicana, estudia en los capítulos su
primer tomo principalmente las manufacturas autóctonas en los ramos de la
juguetería, orfebrería, cestería, plumería, mueblería, de la pintura religiosa,
las lacas y la talabartería, realizando un estudio de la producción artesanal
en los estados, estando a la cabeza México, seguido de Jalisco, Oaxaca,
Michoacán, Puebla, Guanajuato, Hidalgo, Aguascalientes, Tlaxcala y Chihuahua.
El segundo tomo Atl lo dedicó al estudio de las diversiones populares que, a
excepción de la danza, recorren desde la música y las canciones populares a la
arquitectura autóctona, pasando por el teatro, la comida y el lenguaje.
Catálogo único en su género a nivel mundial
cuya primera edición se agotó en seguida, la cual se reimprimió, corregida y
aumentada, al año siguiente. En ellas se reconoció por vez primera el ingenio y
la habilidad del pueblo mexicano en la elaboración artesanal, justipreciándose
el valor de la alfarería, la cestería, de los textiles y del mobiliario, de la
juguetería y de los exvotos. También se recuperaron algunas canciones populares
e incluso se ensalzaron algunos platillos que dan identidad a las regiones y
rumbo propio a la nación. Atl destacó en todo momento la vigorosa corriente del
sentimiento popular, reconociendo que las artes populares tienen, además de la
variedad de sus productos y la utilidad de satisfacer necesidades sociales, un
hondo sentimiento estético, expresando tanto en sus formas y en sus colores,
como en sus técnicas y en su espíritu decorativo. Algunos de sus productos
pueden considerarse incluso de primer orden en cuanto a valor artístico,
estando sus manifestaciones intelectuales, poderosamente subjetivas,
impregnados de una profunda melancolía.
Aprovechando el éxito del libro y la
exposición y ante la efervescencia favorable del momento el mismo Dr. Atl forma
el Comité Nacional de Artes Populares, el cual promovió cooperativas y mercados
de artesanos en diferentes estados del país, obteniendo el apoyo institucional
del presidente Emilio Portes Gil en 1929. Se iniciaba así formalmente el
impulso nacional de revaloración e indagación sobre las raíces de lo mexicano.
La cultura mexicana debe al Dr. Atl la primera revaloración del arte popular,
acción de justipreciación a la que se sumaron José Clemente Orozco, Roberto
Montenegro y el caricaturista Miguel Covarrubias “El Chamaco”.
Para el año de 1924 inicia la publicación de
los seis tomos de Iglesias de México, escritos e ilustrados con esténcil por el
Dr. Atl e ilustrados con fotografías de Guillermo Kalho; obra portentosa en la
que Murillo analiza la arquitectura colonial, en especial la del siglo XVIII,
como muestra de un arte con características propias, siendo la primera
sistematización del patrimonio religioso nacional.
El fotógrafo alemán
nacionalizado mexicano Guillermo Kalho Kaufmann, quien llegó a México en 1891 a la edad de 19 años,
había conseguido para 1904 ser comisionado por el Ministro de Hacienda porfirista
José Ives Limantour para realizar un registro fotográfico de las iglesias
coloniales y de los edificios civiles a partir de 1898. Guillermo Kalho, quien trabajaba
como fotorreportero en el Semanario Ilustrado El Mundo, se había encargado con
anterioridad de hacer registros fotográficos de las construcciones con
estructuras de acero en la ciudad de México: la Casa Boker, en nuevo Teatro
Nacional, el Edificio de Correos así como otros edificios del periodo
porfiriano, siendo sus trabajos acuciosos y sus tomas veraces, de gran calidad
y bellas. A Limantour le gusto el trabajo del fotógrafo y también encargó a
Kalho fotografías de los edificios novohispanos, en particular de coloniales en
un esfuerzo por ponerse al día, pues en el año de 1901 se había publicado en
Estados Unidos la obra Sapanish Colonial Architecture in México, con un ensayo
de Silvestre Bexter, el gran promotor de la arquitectura novohispana de cuya
fuente manó el estilo colonial californiano, y fotografías de Henry Greenwood
Peabody, quien en 1899 había viajado a México para fotografiar los más
importantes edificios del periodo colonial. El libro se publicó acompañado de
nueve portafolios que reproducían 150 fotografías de notable valor documental y
estético.
La obra de Guillermo Kalho consistió en
realizar más de 1 300 fotografías de los extraordinarios monumentos
novohispanos, muchos de los cuales se han perdido en el río del tiempo,
realizando a la vez un catálogo arquitectónico, un ensayo de composición,
muestra a la vez de destreza y de profunda sensibilidad estética. El minucioso registro
fotográfico de Kalho de los grandes monumentos coloniales de México, hoy en día
muy transformados por el tiempo o desaparecidos, inspiró al Dr. Atl para la composición de un prolijo
ensayo, el cual fue publicado acompañado con las imágenes del fotógrafo realizando viaje por diferentes regiones del
país. Hay que agregar que Guillermo Kalho, hombre frágil y
de pocas palabras, además de fotógrafo y calígrafo, fue también un finísimo
acuarelista y que todas las noches acostumbraba tocar el piano, del que no pudo
desprenderse luego de las crisis
económicas suscitadas por la Revolución armada.
Desde sus inicios el movimiento de la
pintura mural rompió las rutinas académicas y el anquilosado mal gusto
paralítico de bodegones y modelos edulcorados, demoliendo prejuicios
inveterados y sirviendo para ver los problemas sociales desde nuevos puntos de
visa –liquidando con ello toda una época de bohemia embrutecedora y de
mixtificadores que vivían una vida de zánganos en tugurios infectos y
alcoholizados, fingiendo un idealismo absurdo cual parásitos de una sociedad
podrida y en trance de desaparecer.
De hecho Diego Rivera había coqueteado con
Alberto J. Pani, quien era ministro del carrancismo en Francia, sobre la
conveniencia de regresar a México, posibilidad que se agravó cuando Pani fue
perseguido por la policía nacional por órdenes de Venustiano Carranza par
regresarlo por la fuerza a México siendo ayudado por Rivera a escapar con el
propio oro de don Venus. A su regreso Alberto J. Pani, quien se convirtió primero en Ministro de
Hacienda de Obregón y luego de Relaciones Exteriores, se había inventado un
proyecto poco realista de trenes educacionales, para los que destinaría un
presupuesto de 350 mil pesos. El proyecto le pareció a Vasconcelos poco viable,
dejándose convencer por Rivera y Siqueiros de mejor echar a andar con ese monto
el viejo proyecto de la pintura mural. Cuando Rivera fue a desayunar al Palacio
Nacional, y habló con Obregón, éste quedo entusiasmado con la idea, dándole a
Rivera el rango de general y un salario de 20 pesos diarios pagados en oro,
extendiéndole a la vez un pase de ferrocarril
para que el artista se pusiera al día al recorrer y conocer todo el país
par a que tuviera una imagen clara de la nación.
[1] Pitágoras: una
teoría del ritmo, Cuba Contemporánea 1916. 2ª ed.:
Editorial Cultura (Colección Cultura, tomo 13, nº 2), México 1921, VIII + 148
págs.; El monismo estético: ensayos, Editorial Cultura (Colección
Cultura, tomo 9, nº 1), México 1918, 105 págs.; Artículos (Libros que
leo sentado y libros que leo de pié, recuerdos de Lima, el fusilado, visiones
californianas), García Monge y Cía. Editores, San José de Costa Rica 1920, 56
págs.; Prometeo vencedor, Edit. América, Madrid 1920, 236 págs. ; Estudios
indostánicos, Saturnino Calleja (Biblioteca Calleja. Primera Serie), Madrid
1920, 445 págs. México Moderno (Biblioteca de Autores mexicanos modernos),
México 1920, 373 págs. 3ª ed.: Botas, Méjico 1938.
[2] Discurso notable.
[3]
José Vasconcelos, De
Robinson a Odiseo. Pedagogía Estructurativa (1935). Editorial Constancia, México, 1952. Pág. 212.
[4]
Felipe Carrillo Puerto fue gobernador de Yucatán. Es asesinado el 3 de enero de
1924 por los golpistas adictos a Adolfo de la Huerta. Su gabnete fue
revolucionario y renovador, reconociendo a la mujer yucateca como elemento de
organización, procreadora conscientede su pael
dueña de su voluntad, reonociendo los derechos políticos y las
encmiendas de las campesinas. En 1920 se
realiza en Mérida el Congreso de Obrerras y Campesinas presidido por Elvira
Carrillo Puerto y Florinda Lagos Léon. Durante su administraci´`on se cncedió
el votofemenino, laprotecciòn a lastrabajadoras doésticas, elcierre de
protíbulos, la unificaci´n en la moral en asuntos sexuales, la igualdadde
derechos en l trabajo y se logró la instauración de los comedores fabriles. .
[5] Raquel Tibol, Diego
Rivera. Luces y Sombras. Pág. 59.
[6] Raquel Tibol, Diego
Rivera: Luces y Sombras.
(Narración Documental). Ed. Lumen, México, 2007. Pág. 52 y 53.
[7] La
estructura de Departamento de Bellas
Artes perduró hasta 1946 cuando se crea el Instituto Nacional de Bellas Artes
al asumir la presidencia de la República el Licenciado Miguel Alemán. El
Departamento de Bellas Artes tenía así como tarea cumplir con una misión
unificadora, complementando programas y ejercicios en base a una filosofía
personista. Creada con el fin de organizar las actividades artísticas de la
República, el nuevo plan general educativo insistía en el desarrollo jerárquico
de las facultades inherentes de la persona: prácticas, éticas y estéticas. Las facultades
prácticas se desarrollan con el empleo del útil, primera aplicación de
la inteligencia que supone el ingenio, estando siempre orientada hacia el
objeto. Se trata del impulso activo que
viene de nuestra voluntad y donde se inicia el libre arbitrio al superarse el
instinto –no regido por la ley exterior, sino por una ley íntima que se
desenvuelve buscando más valores que abstracciones. Por su parte al valor
ético le corresponde una validez
sui géneris irreductible a términos
ideológicos o lógicos, pues sin ser ni perseguir ideas es acción regulada conforme al deber y al
amor, persiguiendo los objetivos de dicha que corresponden a los fines supra
zoológicos humanos de la conciencia. En tercer lugar la escuela ideada por
Vasconcelos se ocupaba de organizar las apetencias artísticas de nuestra
naturaleza para desarrollar lo que hay en ellas de sublime y desinteresado, al
estar más allá de la utilidad y del querer. El riesgo de la vivencia estética y
de su gozo está en su auto anulación al hacerse abstracta, intelectualizada o
cuando el goce puro de la belleza se entorpece al cargase con deudas para con
el deber. Se trata de las normas
platónicas del valor, de la Verdad, el Bien y la Hermosura, siendo necesario
que el educador reconozca en la actividad estética algo más que un adorno o
plusvalía en el trabajo, pues el arte es un valor específico más allá del
pragmatismo, pues dota de una alta categoría en la vida de cada sujeto. Lejos
del juego que marca la aparición del instinto poético en el niño, y que
abandonado al instinto degenera en el “humor”, en un simple juego sensual que
encuentra su límite en la adoración servil
a la fuerza, quedándose en simple cesarismo -mientras que la emoción
estética esta diseñada para elevarnos más bien a las cosas del espíritu, siendo
así que un pueblo de artistas acaba por ser un pueblo religioso que aborda
enseguida el problema fundamental del más allá. Sólo cuando el adulto ama el
juego logran jugar despreocupadamente los niños y sólo trabaja bien un pueblo
que juega. Lo que proponía así Vasconcelos es la escala del arte como camino de
la religión, como vía de cristianismo, siendo esta tarea lo que le queda al
Estado allí donde rige el laicismo y siendo un supremo deber que se sepa llevar
a plenitud tal valiosísima tarea. En cuanto al deporte Vasconcelos intentó José
Vasconcelos, Un plan patriótico alejado de toda influencia bastarda y de toda
dictadura atlética, organizó para ello la rutina escolar, reabrió gimnasios,
canchas de pelota de mano y de pala, se inauguró formalmente la Escuela de
Cultura Física, las tablas gimnásticas acompañadas de claves y música ganaron fácilmente a la nación al ir
acompañadas la, de canciones, de danzas de tipo popular, rematando no en
concurso sino en espectáculo de belleza. El plan mixto educativo pretendía
atender jerárquicamente a la vez al hombre físico y al hombre espíritu. La
política deportista y artística de Vasconcelos fue precisada con el tiempo por
él mismo: la influencia del atletismo en la formación del carácter que afirma
las virtudes varoniles y la salud es útil en la medida que el duro ejercicio
reprime los apetitos de la gula y del sexo; la exhibición al aire libre pide
como complemento el aseo; la competencia física crea el hábito de la veracidad
desacreditando la simulación. El uso de la fuerza, empero, debe estar
enderezado todo el tiempo al servicio de los semejantes y para su alegría, no
para su destrucción, que es la suma orientación en la ética del deporte, donde
el deseo natural de sobresalir debe aliarse en la fraternidad cristiana de la
lid de caballeros, engendrando por tanto alegría y dicha. El deporte es
originalmente aspiración de salud, cordialidad y belleza, modelo del escultor y
de la narración heroica –propenso a caer cuando vuelva al hombre máquina
muscular eficacísima dominada por el objetivo del lucro, donde degenera el
deportista cuando al alejarse de la estética gradualmente se va apartando de la
ética, colaborando con el vasto sistema mercantil de comercialización de la
alegría mediante su sacrificio o prostitución. José Vasconcelos, De
Robinson a Odiseo. Págs., de
la 199 a 2001, y de la 201 a la 206.
[8] El
libro de Adolfo Best Maugard Tratado de Dibujo. Tradición, resurgimiento
y evolución delas artes mexicnas fue editado por la SEP en Méxco, pero
también en Nueva York, por la casa Knof. Ver José Vasconcelos, De
Robinson a Odiseo. Op. Cit. Pág. 209.
Hay que recordar que Adolfo Best Maugard entre noviembre y diciembre de
1919 monto en a galería knoedlërs de Nueva York una celebre exposición de arte
popular del occidente de México y en enero de 1920 en ARTS CLUV de Chicago ,
donde sumo unos diseños personales al temple copia del arte primitivo junto con
la loza los sarapes los huipiles las
garras y los cantaros y los conocidos jarros mexicanos.
ResponderEliminarMe ha dicho Don Alfonso Bulle Goyri unas palabras que por su aguda comprensión quisiera citar al calce de este artículo: " He pasado la tarde de este domingo leyendo su texto sobre José Vasconcelos y el momento histórico que vive el país en la década de los 20. No puede uno menos que conmoverse con su relato, con esa historia donde el verdadero líder jala la gran carreta de la nación con la ayuda de las dos grandes mulas que son la cultura y la educación. Para mover a este país no hay más que un gran líder que vele no por una nación idílica y hermosamente dibujada. Vasconcelos es un verdadero luchador, un hombre de visión política que entendió que la política cultural es producto de una energía vital arrolladora que dignifica la vida social y le imprime sentido. Es Vasconcelos el gran maestro que abre a golpe de cincel las puertas de las escuelas y las convierte en los centros que subvierten el orden imperante y construyen la idea de una nación fuerte y vigorosa, como sus obreros, como sus campesinos y sus combatientes al lado del los centauros Villa y Zapata. Vasconcelos se juega el pellejo como los grandes generales en el campo de batalla, al frente siempre e imponiendo la razón sobre cualquier cosa. Es un filósofo de a caballo, un filósofo que escribe sin cesar en medio de las turbulencias y es claro como el agua y rudo como la sangre derramada en la tierra abandonada. Es fuerte y al mismo tiempo un gran orientador, que con amable diligencia nos abre el sentido crítico de la vida. Estos son los hombres que hacen historia en México. Importante recordarlo ahora que México se encuentra tan devaluado, sin verdaderos orientadores y con una pandilla de petimetres que creen que la cultura es cosa de señoritas de buena sociedad. José Vasconcelos es el gran patriarca de la escuela, el hombre que supo interpretar las energías creativas de sus contemporáneos pintores y les abrió las puertas para que desplegaran su ingenio. José Vasconcelos es el adalid de la causas más nobles de un pueblo necesitado de verdaderso líderes, de dirigentes sensibles al arte y capaces políticamente, porque entiende que la ética en la política es el fermento para las grandes decisiones. José Vasconcelos es el gran hombre que nos escribe aún hoy y nos enseña, nos muestra el camino de la dignidad humana en el corazón del mexicano. Le agradezco mi querido Alberto que me haya recordado a nuestro maestro, a nuestro educador, al hombre que fundo la Paideia Moderna de México. Salud."
Que notable historia y que olvidada tambien. Jose Vasconcelos se gano a pulso su lugar en la historia reciente de Mexico, ants que revolucionario era un verdadero educador. Influenciado por las ideas mas progresistas de su tiempo, Titanica su labor. Contrata notablemente con el fin de sus dias. Con todo Don Jose Vascocelos es uno de los forjadores mas notables de nuestra nacion. Saludos excelente publicacion Gracias
ResponderEliminar