sábado, 21 de octubre de 2017

José León Saldívar, el poeta oriundo de Durango Por Petronilo Amaya

José León Saldívar, el poeta oriundo de Durango
Por Petronilo Amaya

“Que un individuo quiera despertar en otros individuos
recuerdos que no pertenecieron más que a
un tercero es una paradoja evidente.
Ejecutar con despreocupación esa paradoja,
es la inocente voluntad de toda biografía”.
J. L. Borges, en Evaristo Carriego


I
José León Saldívar en 1953 era ya un poeta consagrado: dicho año Ediciones Ateneo Fuente publicó su poemario “Poema interrumpido por el llanto”, obra que le granjeó el reconocimiento unánime del círculo literario que entonces predominaba en Saltillo, y la cual el Instituto Coahuilense de Cultura reeditaría en 1998, con una nota introductoria de los responsables de la edición, César Meraz y Julián Herbert, en la cual asientan, entre otros puntos relevantes que este libro “significó una notable transformación dentro de la lírica coahuilense”.
Afirman más adelante los editores Meraz y Herbert que la obra de José León Saldívar “nos importa por su plasticidad, su interés en sus excesos verbal e imaginativo, su extraña mezcla de romanticismo, modernismo y escritura vanguardista, mezcla que en ocasiones puede percibirse en una sola línea y que, al vaciar la noción histórico-estética en su rigor cronológico, nos permite acceder a la verdadera originalidad del autor”.(1)
Unos párrafos adelante puede leerse: “Saldívar es, en el ámbito de la cultura coahuilense, el más peculiar de sus contemporáneos: estudió tarde, cuando ya los escritores de su edad eran profesionales; en su juventud se dedicó a diversos oficios (obrero, boxeador, profesor rural sin título) y, como se trasluce en textos de Arturo Ruiz Higuera y Roberto Orozco Melo, tuvo una especial inclinación a los comentarios corrosivos y al desparpajo en sus opiniones…” (2)
Precisamente, sobre su humor sarcástico en Internet hay un texto sobre el bardo nacido en La Parrilla, Dgo., en 1915, firmado por el reconocido Armando Fuentes Aguirre “Catón”, quien, refiriéndose a ese espíritu mordaz y sarcástico comenta: “Por entonces la figura más respetada de la literatura coahuilense era don José García Rodríguez, excelente poeta de acentos clásicos nutrido en la gran fuente de las letras castellanas. Pues bien: decía Saldívar que don Pepe escribía sus poemas con una regla en la mano, para medir los versos, y que todos salieran "parejitos", De ese calibre eran algunas acotaciones de nuestro personaje, lo cual propicia que Catón lo considere rebelde e iconoclasta.
Pero hay otros ejemplos que ratifican los mencionados epítetos, como éste, referido por Roberto Arizpe Narro: “…al hablar de un libro, dado a la luz pública por un supuesto valor de la provincia, nos decía Saldívar, con aquella su seriedad característica: - “así es…un gran libro, un libro de fuego…¡Los grandes baños que me he dado calentando el ‘boiler’ con él! (3). El mismo autor agrega los siguientes: “Cuando se refería a algún poeta, de ésos que estando en pañales respecto a la poesía, creen haber llegado a la cúspide, decía: ‘Ese amigo apenas está rascando la primera costra del pensamiento’ y cuando mantenía cierta discreción, debido a la presencia del criticado, simplemente comentaba: “Bonito, muy bonito el poemita…” (4)
En cierta ocasión, después de que un ponente dio lectura a su trabajo sobre cierta personalidad literaria ya fallecida, y a la que nuestro poeta recordaba con gratitud y cariño, pidió la palabra para comentar el escrito presentado: -“Pienso –principio diciendo Saldívar- que si el escritor del que aquí se ha hablado saliera de su tumba, después de leer su texto sobre su obra, aquí mismo se volvía a morir”.
Así era León José Saldívar, sin él saberlo se apegaba a la congruencia que nos recomendaba Jorge Luis Borges, cuando afirmó: “ es obligación del escritor decir la verdad más allá de la aplauso…”




II
Con su aura de poeta muy alta, sus contemporáneos lo recordarían después bastante activo aquel año de 1953, dictando conferencias, leyendo sus poemas, integrando mesas redondas, presentando a otros conferencistas, participando en recitales, en fin, haciendo vida literaria al lado de sus compañeros de la Asociación de Escritores y Periodistas de Saltillo (AEPS): Óscar Flores Tapia, Federico Berrueto Ramón, Roberto Orozco Melo, Arturo Ruiz Higuera, Eduardo Fuentes, María L. Pérez de Arreola, Alicia Müller de Trelles, Hilda Sala, Altair Tejada de Tamez, Héctor González Morales, Roberto Arizpe Narro y Alfredo Cardona Peña, entre otros, y es que “Poema interrumpido por el llanto” le abrió las puertas de la fama, colocándole en lugar privilegiado. Pero no siempre fue así, su trayectoria resultó escabrosa, con tentativas que no siempre le rindieron los mejores frutos, aunado a que el medio era difícil y tuvo que padecer envidias e incomprensiones, tal vez, acentuadas éstas por su rebeldía inherente.
“Caminando por la niebla”, editado en 1945, en Saltillo, fue su primer poemario que vio la luz pública, y aunque no existen ejemplares donde se pueda consultar el contenido, sí hay referencias de sus compañeros de la AEPS a dicho volumen, por ejemplo Federico Berrueto Ramón, quien llegaría a ser senador por Coahuila y subsecretario de Educación a nivel nacional, escribió: “Cuando nos entregó su primer libro, sentimos un escozor de escepticismo; no se había encontrado aún, había mucho de tanteo, de vacilación, de encuadramiento; ni la raíz había alcanzado sus legítimas honduras, ni el fruto maduraba las excelencias posteriores” (4)
“Poesías y prosas escogidas”, también data de 1945, y en este caso la ausencia de noticias es casi total, aunque se apunta en cierta reseña del momento que también pertenece a su etapa romántica, en donde todavía no mostraba osadía literaria, sino apego a los giros, ideas y formas tradicionales.
“Nocturnos”, es de 1947, fue editado en Monterrey y se sabe que José León anduvo vendiéndolos personalmente entre amigos y conocidos, la maestra Eglantina Manrique, a la postre su esposa, recordaba que fue en octubre del 47 cuando el poeta la visitó en su escuela para ofrecerle un ejemplar de su reciente libro, lo adquirió, siguieron viéndose, surgió el romance y contrajeron matrimonio el 16 de enero de 1949. Armando Fuentes Aguirre, en el artículo citado, se refiere a esta etapa del poeta en términos muy duros. Textualmente escribe: “Sus primeros versos fueron muy malos. Con ayuda de amigos publicó un libro deplorable que se llamó "Nocturnos". Yo lo tengo, pero preferiría no tenerlo, porque en él ni siquiera se anuncia el gran poeta que Saldívar llegaría a ser”.
“Poema interrumpido por el llanto”, de 1953, editado por el Ateneo Fuente de Saltillo, sólo un año antes de su trágico fin, como apunté al principio, le mereció el unánime reconocimiento, por sus metáforas inauditas, sorprendentes, originales, con tonos melancólicos y angustiosos. Hay que consignar que por la época en que publica su último poemario, ya había leído a grandes autores, como Germán Pardo García, Enrique González Martínez, Leopoldo Lugones y Pablo Neruda. El mismo Fuentes Aguirre ‘Catón’ apunta en su artículo citado: “ de súbito, como los relámpagos, Saldívar sacó a la luz un tomo de espléndidos textos agrupados bajo el sonoro título de "Poema interrumpido por el llanto". Aquel fue un acontecimiento. Hasta los más enconados críticos de José León declararon que en esos versos había gran belleza”.
Dicho poemario revela, sin duda, la interioridad del poeta Saldívar, que como reconocieron sus contemporáneos fue prueba fehaciente de su trabajo con el lenguaje, de su asimilación de la lectura de otros escritores, lo cual lo colocó a la vanguardia y todavía hoy se le reconoce como auténtico poeta, al crear imágenes cósmico-sorprendentes como, por ejemplo:
         "... Las estrellas: salivas luminosas que mojaron los labios de Dios cuando dijo la metáfora del Universo...".
“Poema interrumpido por el llanto” está integrado por los textos: Resurrección de auroras, Bajo la fuente de la vida, Sonetos a la primavera, Epístola desde mi corazón, Preguntas y deseos, Sólo el nombre, Poema, Las rocas, las hojas y las horas, Tercer poema de nostalgia, De la nocturna soledad, Para entonar un canto y Nocturno. Únicamente 12 composiciones literarias que nos legó un año antes de su desaparición física, apenas a los 39 años de edad. El misterio en estos casos, estriba en discernir si esta obra era su cumbre o nos hubiese entregado más genialidades en el caso de vivir algunos otros años. La incógnita permanecerá, pero abrevar en su poética sensibilizará, y tal vez mitigará el hastío y soledad de quienes, como él, viven sitiados de confusión e intranquilidad espiritual. En Saltillo es un poeta de culto, y su tierra nativa, Durango, también debe incorporarlo a los autores que marcan derroteros.


Notas
1).- SALDÍVAR, José León “Poema interrumpido por el llanto”, Instituto Coahuilense de Cultura, 1998. Nota de los editores. Págs. 10 y 11.
2).- Ibíd.
3).- ARIZPE NARRO Roberto, “La trascendente inconformidad” en José León Saldívar y la AEPS en el XII Aniversario de la Muerte del Poeta, 1976, Dirección de Promoción Cultural del Estado. Págs. 115-119
4).- Ibíd.
5).- BERRUETO RAMÓN.-“Magia y claridad de Saldívar”, en José León Saldívar y la AEPS en el XII Aniversario de la Muerte del Poeta, 1976, Dirección de Promoción Cultural del Estado. Págs. 86-94




RESURRECCIÓN DE AURORAS
José León Saldívar

A veces un niño llora en nuestras venas,
o los ojos fluyen un río azul de pájaros:
Hay instantes que tienen la turbulencia de un siglo,
noches que van cayendo de una en una las estrellas.
¿Y qué voz más idéntica a sí misma
que la escuchada en el sueño frente al sueño?
o qué imagen más pura
que la presa en el agua
de un espejo de cielo?
Hay horas apagadas, cetrinas,
cuando los labios acuden a la cita del beso,
y en una esquina silenciosa huyen los recuerdos.
Hay días que el corazón lleva al héroe
al hombro luminoso del día,
y la efigie de una amante
como un lirio en la vértebra de un río.

A veces llora un niño en nuestra sangre,
toca su grito el muro ciego de la vida.
El grito sordo rueda como lluvia huérfana
a la mitad de un río tumultuoso;
va creciendo, llegando hasta el cerebro
o es el hijo que circula en nosotros
desde el tiempo, por espejos y nubes,
por semillas y ríos; ajeno al exterminio,
al adiós, como polen de una rosa divina
A veces llora un niño en nuestra sangre.
Y bajo la frente –curvada como un mundo,
la mirada es tierna, los ojos fingen agua,
lumbre, petróleo o arenas.
Donde nace la fuente de las lágrimas,
a veces llora un niño de ojos ciegos.

II
Entonces pensamos que el hombre
tiene la estatura del árbol,
la antigua melodía de las mareas,
la solvencia de montañas que se enfriaron
sobre la espalda temblorosa de la tierra.
El tiempo le va dando horas, cenizas,
campanas, anillos de dorado cielo,
y la lengua ágil del viento
le unta la imagen viva de las horas.
Si el hombre no trajera un hijo
en las paredes del alma,
-algo así como un retablo en el forro
de un saco nocturno-
sería más triste que la brisa,
iría engendrando desiertos y desiertos
desde sus ojos sin párpados,
ríos de sal inmóvil, cadáveres de pájaros
y trigos, libros donde nadie escribe.
Cuando un llanto negro sitia la tierra
de los sueños, un llanto pequeño
recorre como un perro nuestra vida;
yace la estatua del hombre en el recuerdo
y el corazón de un niño

sube a los ámbitos del mundo.




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