Juan
Correa: Pintor de la Virgen de Guadalupe
en la
Catedral Basílica Menor de Durango
Por
Alberto Espinosa Orozco
I
Juan
Correa nació en la Ciudad de México hacia 1645 y murió en la misma ciudad en
1716. Su padre, de mezcla africana y española, era un cirujano de Cádiz y su
madre, era una morena libre de la Nueva España.
Fue
discípulo de Antonio Rodríguez y por ello Correa desarrolló una producción en
la que se manifiestan efectos de color y dinamismo academicista, propios de la
pintura europea a su vez distinguible por los tonos dorados, la suntuosidad y
un carácter eminentemente decorativo de la pintura. Correa se convirtió en gran
devoto hacia la Virgen de Guadalupe, otorgándole numerosas representaciones en
base a la calca de la imagen original que poseía. Podemos darnos cuenta del
desarrollo del sentimiento criollo por el constante pedido que se hacían de
estas imágenes del milagro guadalupano. Correa representó a una Virgen de
rasgos occidentales, pero morena, en la que destacó este tono oscuro. Sin
embargo, las representaciones de Juan Diego tienden más a la fidelidad de los
rasgos indígenas, imprimiendo el carácter "realista" del indio.
Juan
Correa introdujo los angelitos novohispanos morenos o de "color
quebrado", por la influencia de su propia raza, así como por querer incorporar las etnias oscuras,
morenos, mulatos y negros, dentro de la pintura colonial, teniendo su primera
aparición de estos angelitos en la obra “Niño Dios con ángeles músicos”, en
donde se observan un angelito de color negro y otro de color mulato. Obra con
la que Correa habría querido manifestar plástica y públicamente la igualdad
espiritual de la condición humana en términos del cristianismo, siendo un sello
característico de su obra.
En 1669
pintó para la capilla de los Santos Españoles, de la ciudad de Roma, una Virgen
de Guadalupe con las cuatro apariciones y San Juan Evangelista. Entre sus obras
de tema profano, con asuntos humanísticos e históricos, destacan dos biombos de
cama. Junto con lienzos de Cristóbal de Villalpando, dos de sus obras decoran
la Sacristía de la Catedral de la Ciudad de México: “La Asunción de la Virgen”
(1689) y “La entrada de Cristo en Jerusalén” (1691).
Juan
Correa nunca se casó y fue hombre religioso tal como puede leerse en su
testamento, del que hay una copia en el archivo parroquial de Mascaraque. Dejó
como única heredera de sus bienes a su alma, es decir, que estos serian
empleados para la realización de obras de caridad, misas o para la fundación de
una capellanía que perpetuó en la iglesia de Mascaraque y cuyo primer
beneficiario fue su sobrino Rodrigo de Vivar.
II
Juan
Correa comenzó su oficio como dorador y ensamblador, participando en la hechura
de diversos retablos, como el de San Pedro y San Pablo, el de la Santa Veracruz
de la Ciudad de México, el retablo mayor de Tepozotlán y el retablo de
Xocotitlán, siendo los maestros pintores de esas obras Baltasar de Echenave y
Rioja, Tomás Juárez, Juan Mortero y Manuel Nava, participando como
ensambladores y doradores Juan Sánchez Salmerón y Alonso de Jerez.
A
Baltazar de Echave Orio se debe la primera copia de la Tilma de la Virgen de
Guadalupe, firmada en 1606, que la reproduce de tamaño original (170x 111
cts.), donde se puede ver la unión de los dos ayates, estando sostenida de la
parte superior, dejando ver los dobleces del lienzo a los lados, tal y como la
había dejado Fray Juan de Zumárraga. Baltasar de Echave Orio llegó a la Nueva
España en 1580 y casó en 1582 con Isabel Zumaya Ibía, hija del famoso pintor
español Francisco de Zumaya. En el siglo XVII destacaron como pintores su hijo
y su nieto, Baltasar de Echave Ibía y Baltasar de Echave y Rioja, quienes siguieron
su escuela. Es una de las primeras representaciones de la Virgen del Tepeyac,
realizada con extraordinaria precisión, pues reproduce fielmente el número de
rayos, las estrellas y los arabescos de la túnica, dando cuenta a la vez de la
devoción a la Virgen por parte de la élite de la sociedad española. La obra,
que se encuentra en Madrid, de poseedor desconocido, pudo ser vista en México
durante la exposición “Imágenes Guadalupanas” en 1987, destacando su marco de
madera, bellamente grabado y pintado al estilo indígena.
Hay que
recordar que Baltasar de Echenave y Rioja comenzó a seguir la pintura del
sevillano Esteban Murillo (1617-1682) y de Rembrandt Harmenszoon Rijn
(1616-1669), a los que siguió también Juan Correa para fundar las bases de una
escuela moderna, que se revelaría en plenitud en su discípulo José de Ibarra
(1685-1765), Miguel Mateos Maldonado y Miguel Cabrera (1695-1768). La maestría
pictórica de Juan Correa no es antagonista de su gran producción, señalada como
notable, que va de finales de Siglo XVII a principios del Siglo XVIII.
III
Destacan
en la Sacristía de la Catedral Basílica Menor de Durango una serie de cuadros
del afamando pintor novohispano Juan Correa Santoyo (1646-1716), de cuando el
artista contaba aproximadamente con 30 años de edad y empezaba a descollar por
la belleza y vitalidad de su colorido y a distinguirse por suntuosidad de sus
composiciones y la perfección de sus pinceles. Se trata de un conjunto de al
menos cinco paños de gran formato ubicados a la entrada y en el primer gran
salón de la Sacristía. Sólo uno de ellos está firmado por Juan Correa y fechado
por su mano en el año de 1676: “La Adoración de los Pastores al Niño Jesús”.
En el
salón de la Sacristía, junto al paño de “La Adoración de los Pastores al Niño
Jesús”, se encuentran tres cuadros más
del pintor: el primero en el costado norte, junto al lienzo firmado por Correa,
el lienzo “La Adoración de los Reyes Magos al Niño Dios”. El recinto alberga
otros dos lienzos del mismo maestro, en el costado oeste: “La Resurrección de
Jesús” y “La Ascensión de Nuestro señor Jesucristo”, formando con ello una
imponente tetralogía.
La
misma nave alberga otros dos cuadros de la época. En el costado sur, a la
entrada de la misma Sacristía, un magnífico lienzo de “Las Apariciones de la
Virgen de Guadalupe”, con los recuadros de las cuatro apariciones, del mismo
Juan Correa, sin firma. Correa rindió
gran devoción en su arte a la Virgen María, pues fue un ferviente guadalupano.
Compartiendo
el recinto de la galería, junto con la tetralogía de Correa, un notable cuadro de las mismas dimensiones
de San Jorge Matando al Dragón, en el que un joven soldado montado en níveo
corcel fustiga con su lanza al negro lagarto –cuadro a todas luces notable por
su preciosismo, que debió ser mandado hacer ex profeso para Durango, pues en el
suelo y bajo del blanco corcel pueden apreciarse una serie nutrida de arácnidos
anómalos y de feroces alacranes y que siendo de creciente realismo y
modernidad, seguramente de posterior factura, probablemente pertenece a los
pinceles de José de Ibarra (Guadalajara, 1685 † México, 20 de noviembre de
1756), pintor novohispano discípulo en sus primeros años del pintor mulato Juan
Correa (1646-1716), José de Ibarra es al lado de Juan Rodríguez Juárez (1675-1728)
una de las figuras más destacadas de la pintura de la primera mitad del siglo
XVIII.
Buenos días, muchas gracias por su interesante aportación. En el pueblo de Benamejí, Córdoba (España) hay una Guadalupana que me gustaría mucho que vieran y me ayudaran a identificar.Un saludo, Juan Manuel Morales. Les dejo mi teléfono y mi mail por si quisieran que hablásemos: 690854091 / jmoralesmontes@yahoo.es
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