La
Ideología Rebelde del Cientificismo
Por
Alberto Espinosa Orozco
La moral cientificista se ha constituido
como una poderosa ideología posmoderna que fundada en una cuestionable doctrina
de las pulsiones del inconsciente promueve la falsificación de la seducción, el
reduccionismo sexualista, la idea del innatismo de la agresividad humana y de
la predación competitiva –consagrando así en el marco de la educación, bajo el
aspecto pseudoteórico y pseudocientífico, lo que es más bien una especie de
neurósis social e históricamente condicionada de profunda enajenación social. Su
producto más notable es una razón agresiva y dominadora producto a su vez de
una civilización existencial y en el fondo pagana, cuyo pensamiento único
resulta en modo alguno ajeno tanto al publicismo y a la tecnocracia
contemporánea como a esa confusa religión laica de la trivialización de las
relaciones sexuales –dando cuenta de una alteración radical del hombre moderno,
en ración directa del creciente inmanentismo del mundo contemporáneo.
El
doctor Mario Bunge ha hecho ver con claridad meridiana los equívocos
pseudocientíficos de tales posturas, las que han encontrado en la “psicología
evolutiva” a su más eficaz estandarte. Su mitología, muy popular hoy en día,
cuenta que la mente humana dejó de evolucionar hace 50 mil años. El hombre así,
vendría así algo así como un fósil andante, con una mente forjada en la lucha
contra los elementos, en la lucha contra los leopardos en las sabanas de áfrica
oriental, cuna del género humano. Intento de explicación del hombre por sus
tendencias agresivas, primitas, agresivas –fuera de las cuales lo único que
importaría al hombre es el sexo, pues lo único que en realidad le importaría es
difundir sexualmente sus genes (Death, Pinker, Dokins). Posición primitiva ella
misma, que ignora la revolución espiritual de las primeras 7 u 8 civilizaciones
del mundo, hace 7 o 5 mil años, resumiéndose tal idea de la lucha por la vida
en una especie de pansexualismo. Así terminan por concluir que el fenómeno de
la dominación nada tiene que ver con lo político, sino que se deriva de razones
puramente biológicas y de motivaciones puramente sexuales: robarle sus mujeres
a otros. Así, también afirman que todas las actividades culturales del hombre
no son en realidad sino estrategias de acoplamiento (Buss). Por otra parte la
psicología evolutiva sostiene que la mente está compuesta por módulos mentales
estancos, independientes entre sí (Foder) –cosa del todo falsa, pues es sabido
que si se aprende la habilidad intelectual ayuda y mejora el trabajo manual y
viceversa, y que ésta a su vez facilita el trabajo de otras manualidades;, pues
aunque es verdad que hay distintas relaciones en el cerebro esas distintas
relaciones están íntimamente conectadas las unas con las otras, habiendo una
por tanto íntima relación entre lo racional y lo emotivo o afectivo.
Psicología primitiva, pues se trata de todo
un caudal de hipótesis tan incomprobables como implausibles, por tanto no
científicas. Puede añadirse también que se fundan en una falsa generalización,
que tomando un carácter de la edad contemporánea, la regresión del hombre hacia
el egoísmo y la animalidad, la caída en la participación de formas que los
solidarizan con los niveles más bajos de la creación (místicas inferiores),
pasa de manera no científica a construir poderosas ideologías de dominación.
Por otra parte la filosofía del egoísmo
racional neoclásica, empíricamente falsa, postula, enteramente a-priori, que el
sujeto económico actúa maximizando las utilidades, siendo tal el comportamiento
económico racional –independientemente de los intereses de los demás, es decir,
de manera que hay una especie de vacío social que les permite hacer lo que se
les da la gana, sin consecuencia de sus actos. La fórmula reaccionaria de la
utilidad, diseñada por Antonio Caso, sería entonces el máximo de provecho por
el mínimo de esfuerzo, -contrapuesta a la ley de la caridad, que postula un
máximo de esfuerzo por un mínimo de provecho. Doctrina acorde con la
maximización de los genes, tanto como con la idea de la insignificancia
evolutiva de las revoluciones sociales para el avance de la justicias o equidad
social, reivindicando así para esas nuevas ciencias de la naturaleza humana
(que van de la psicología evolutiva a la economía clásica de los emprendedores
que maximizan a toda costa su margen de utilidades, pasando por la teoría
genética y el innatismo) la visión trágica y pesimista del individualismo y el
pesimismo de los filósofos y de políticos conservadores. En realidad los
teóricos de la economía racional se equivocan groseramente, pues mediante pruebas
experimentales se ha comprobado que solo un tercio de los hombres tiende a
comportarse de forma egoísta, mientras que dos tercios de la población es gente
más bien decente, no participando de los sistemas injustos del egoísta o del
avaro, prefiriendo el comportamientos de la equidad.
Así, lo que ha detrás de las psudociencias
como la psicología evolucionista genética es el fabuloso intento de reducir lo
social a lo biológico o a lo genético (a su vez intervenidos tecnológicamente
mediante los procedimientos del control social) –ignorando con ello la historia
y el proceso natural, esencial, de la función social, que nos forma, es cierto,
pero que a la vez vamos el hombre formando con su esfuerzo y el logro de las
reivindicaciones básicas, fundamentales, de la justicia o la lucha por la
libertad.
En el fondo se trata de una serie de mitos
que quisieran explicarlo todo por la genética o por nuestros genes –así, los
hechos históricos tendrían, en última instancia, cusas biológicas, desde el
gusto hasta la revolución francesa y el capitalismo salvaje de la predación
competitiva, todo lo cual estaría determinado por nuestros genes. Olvido e
ignorancia de la historia, en un determinismo cuyo fin en hacer creer que el
orden social no es de otra clase que el orden natural (de lo contrario ya
habría cambiado por razón de la evolución natural genética). Postura
evidentemente reaccionaria que consagra el stau quo que postula la parálisis
social por mor del equilibrio de la oferta y la demanda –es decir, que postula
la ineluctabilidad de lo que ha llegado a ser y la ontificación (cosificación)
del hombre. Posturas no muy diferentes a las del hegelianismo o a las de
materialismo, que intentan ya explicar la totalidad por el devenir del
concepto, que es Dios (idealismo trascendental absoluto) o por la materia, ya
sea esta entendida como ingredientes físicos o económicos (las condiciones
materiales de la existencia). Determinismos y reduccionismos que
inconfesadamente apelan a la circularidad del sentido –a ese punto de inflexión
irrebasable donde el sistema empieza a girar sobre si mismo y a partir e las
cuales hacen su agosto las certidumbres dogmáticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario