Ignacio Asúnsolo y el Vasconcelismo
Por Alberto Espinosa Orozco
En 1924 era ya el escultor más
brillante del fecundo periodo cultural obregonista, encabezado por José Vasconcelos,
por encargo de quien realizo el escultor durangueño diversas tareas. Por un
lado el conjunto estatuario de sor Juana Inés de la Cruz, Amado Nervo, Justo
Sierra y Rubén Darío, destinadas al
patio principal del edificio de la SEP, las cuales fueron inauguradas el día 3
de abril del mismo año por el mismo Vasconcelos, en su programa de política
cultural congruente y de aliento continental. Por otro lado realiza el conjunto
estatuario que corona el pórtico de la puerta principal: el conjunto de
Apolo-Minerva-Dionisio. También intentaría realizar cuatro espléndidas estatuas
de gran tamaño, en las que se representarían las cuatro razas fundadoras (la
blanca, la roja, la negra y la amarilla) y que al fundirse darían pie al
mestizaje de la quinta raza, de la “raza cósmica” con la que soñaría
Vasconcelos en su visionaria utopía hispanoamericana –aunque de hecho sólo se
realizó el modelo de la raza blanca, obra que fue destruida por la presión
ejercida por la asechanza, siempre presente, de las fuerzas retrógradas del
conservadurismo.
Inmediatamente después Ignacio
Asúnsolo comienza la construcción del Monumento a los Niños Héroes, luego de
haber ganado el concurso cerrado de oposición para la realización de dicha obra
por el dictamen de un jurado formado por los arquitectos Roberto Alvares
Espinoza, Luis MacGgregor Cevallos, Nicolás Mariscal, Manuel Ituarte, y José
Gómez Echeverría. Sobre un proyecto arquitectónico previo de Luís MacGregor
Cevallos, otorgan el primer premio de $18 mil pesos a Ignacio Asúnsolo, quien teniendo
como ayudante a Manuel Centurióncomienza atallar las esculturas que
lateralespara el torreón central del monumento a los Cadetes de Chapultepec de
1847,el cual se encuentra en la Terraza Poniente del Castillo de Chapultepec,
en el Patio “Juan de la Barrera” del Antiguo Colegio Militar, La primera piedra
se colocó en el patio del Antiguo Colegio Militar en septiembre de 1923 y el
monumento quedo concluido en 1924, íntegramente tallado en piedra de chilapa.
Rematan al monumento las esculturas de la patria adolorida rodeada por los emblemas del escudo nacional, cubierta al
frente por las alas del águila con
nopales a los lados; cuatro figuras decoran los cuatro lados del basamento,
sirviéndose de los efectos armoniosos del claroscuro y de la simetría, el
escultor decoró el monumento, con las figuras simbólicas de jóvenes autóctonos,
el Sacrificio Supremo (oriente); la Desesperación en la Defensa (norte); la
Luche Desigual (sur), y; la Epopeya (poniente). Obra extraordinaria, realizada en
solo tres meses debido a las presiones por terminarla antes que concluyera el
periodo presidencial de Álvaro Obregón.
II
Ignacio Asúnsolo es
considerado, con justa razón, como el escultor del vasconcelismo, debido a que
supo representar el universalismo y humanismo tan buscado por el director de la
SEP en su trascendente proyecto cultural. En el libro El Desastre, clave de la
historia patria, José Vasconcelos relata como Nacho Asúnsolo y otros artistas y
escultores recién devueltos al país luego de uno o dos años de estudios por Europa,
se convirtieron en una gran esponja al acompañarlo en sus viajes alrededor delinterior
de México: “Asúnsolo toma apuntes, hace bosquejos, observa insaciablemente un
mundo vivo y verdadero, que es la fuerza y el único tesoro real de México”.
Pero el de entonces es un mundo tenso en donde en cualquier momento
puede tan solo la fricción de un roce o una chispa reencender la llama
revolucionaria. Aun así, el escultor se da la búsqueda del alma india que se
manifiesta en las fiestas y en las escenas de la vida cotidiana, que encarna en
la belleza de las mujeres, en sus atuendos tradicionales, en sus peinados y en
su manera de andar. La gracia de los
niños, los ademanes milenarios de
los hombres que trabajan:de los huacaleros con su armazón de cantaros, de
los pescadores, de los cañeros, de los tamemes acarreando la caja de maíz
sostenida con la frente. Gran lección del viajero Vasconcelos para toda una
generación de artistas, a partir de la cual Ignacio Asúnsolo decantaría su
sentido de la piedad con la experiencia viva del pueblo, extrayendo de ella una
estética de formas sencillas, resistentes y puras, que a partir de entonces
acompañaría a su trabajo ya de manera permanente.
La primera acción que realizó
Ignacio Asúnsolo ligada al nacionalismo propugnado por el vasconcelismo
postrevolucionario en el Taller de Escultura de la Academia fue labrar en
piedra el escudo de la Universidad Nacional con el lema “Por Mi Raza Hablará el Espíritu”. El escudo y el lema son el
resumen y el encumbramiento de una exaltación colectiva del espíritu
latinoamericanista, que en aquellos años empezaba a despuntar con vigorosa claridad
gracias al indómito espíritu de José Vasconcelos, quien supo dar cuerpo e idea
concreta a las aspiraciones del alma colectiva con una serie de poderosos
símbolos encauzados en el sentido de los más altos valores del espíritu.
Para el filósofo de la
estética iberoamericana lema y escudo significaba no solamente el despertar de
una larga noche de opresión, también el ideal de superar los largos conflictos
armados de antaño en la lucha por abrir espacios en los nuevos campos de
batalla, que son los de la educación y de la cultura, para dar lugar al
nacimiento de una nueva época en la que los mexicanos logren fusionar la
cultura al pueblo a partir de factores espirituales, todo lo cual se simboliza
en la fusión del escudo por el águila
mexicana y el cóndor andino que protegen el mapa de América Latina con una
alegoría de los volcanes y del nopal azteca, símbolos de una cultura
iberoamericana unificada por venir. Mientras que el lema que acompaña el
escudo, “Por mi raza hablará el espíritu”,
señala la convicción de que la raza nuestra, la “raza cósmica” del mestizaje,
terminaría por elaborar una cultura de tendencias nuevas, de esencia
espirituales, místicas y libérrimas: la
quinta raza, la raza cósmica, predestinada a fundir las dispersas para consumar
la unidad de una más feliz síntesis global. Cuando el rector José Vasconcelos
entregó el nuevo escudo a la Universidad Nacional el 27 de abril de 1921 al
Consejo de Educación, asentó claramente que es a la Universidad Nacional a
quien corresponde definir los caracteres de la cultura mexicana en el sentido de
las grandes confederaciones constituidas a base de sangre e idioma comunes. Espíritu
latinoamericanista, pues, que veía claramente la necesidad de que los mexicanos
fundan su propia patria con la patria hispanoamericana, que representaría la
nueva expresión de los destinos humanos.[4]
Después de colaborar en la
realización del escudo, Asúnsolo continuó trabajando para Vasconcelos, quien lo
llamó para realizar las esculturas para el
nuevo edificio de la SEP. La obra se realizó en los Talleres de Escultura, improvisados
en la Academia de San Carlos, paralelamente al surgimiento del movimiento
muralista, que en esos mismos momentos comenzaba a tomar fuerza. Pensó entonces
Vasconcelos encargar a los escultores obra en gran formato, escultura
monumental, igual a la de las fachadas de las viejas iglesias. Así fue que el
Ministerio de Educación encargó a Ignacio Asúnsolo y al Taller de Escultura de
la Academia de Bellas Artes las figuras que rematan el pórtico central del
edificio de la secretaría: el tríptico de Minerva, Apolo y Dionisio.
El tamaño de la Minerva obligó al ingeniero a reforzar los cimientos, a
sus lados los dos prototipos del sentimiento estético según la concepción
nitsczscheana del arte apolíneo y dionisiaco –principio de la dualidad
dialéctica clásica adoptado por Vasconcelos en su Estética. Minerva, el
símbolo supremo de la sabiduría antigua que significa la ascensión hacia el
espíritu -el anhelo que más tarde vino a colmar plenamente el cristianismo.
Vasconcelos pensó incluso agregar una cruz detrás de la Minerva, pero se
contuvo del intento al considerar el ambiente jacobino que rodeaba al
movimiento revolucionario y que ya desde entonces dejaba aflorar incluso las
primeros cardos insidiosos de un muy cuestionable antihispanismo. El decorado del
remate de la fachada principal, cuyo grupo fue ideado por Vasconcelos y
ejecutado por Ignacio Asúnsolo, tiene en Apolo la representación de la
inteligencia, en Dionisio de la pasión y en la Minerva divina la suprema
armonía como patrona y antorcha de la clara dependencia del poder ejecutivo de
la República. En los extremos de la fachada debían de ir estatuas dedicadas a
la aviación las cuales, sin embargo no se concluyeron, como no se concluyó el
edificio al separarse José Vasconcelos de su tarea.
En el antepatio debió de ir
una escalera monumental y en las esquinas del primer piso estatuas de cada una
de las razas que han contribuido a la formación del Nuevo Mundo y deben de
contribuir a ella: la raza blanca, la roja, la amarilla y la negra –reducidas
todas ellas a una unidad ideal: la raza cósmica, la raza definitiva y total.
Luego de terminar Asúnsolo el conjunto de la Minerva, el ministro le encargó
dicha tarea, llegando a modelar en yeso una de las estatuas colosales: la de la
raza blanca, exhibiéndose el molde en uno de los ángulos del patio para
estudiar las proporciones.Sin embargo, por influencia de algunas maestras que
se alarmaron por el desnudo completo ideado por Asúnsolo, calificándolo de
inmoral pretextando que se trataba de un recinto a ser visitado por niñas y
niños, el vaciado fue suspendido. Las maestras alegaron que aquello iría a ser
el “patio de los falos”, causando tal escándalo queVasconcelos se vio obligado
a suspender el proyecto,ordenando al escultor Manuel Centurión realizar, en
lugar de las estatuas, los cuatro bajorrelieves dedicados a la cultura de los
cuatro continentes.[5]
L as figuras que decoran los tableros esculpidos del patio nuevo se
componen de cuatro emblemas-obrajes ejecutada por el cincel de Manuel Centurión a
quien se debe también la magnífica fuente de cantera que ornamente el patio
antiguo. El emblema de la cultura de Grecia, madre ilustre de la civilización
europea de la que somos vástagos, representada por una joven que danza y por el
nombre de Platón, que encierra toda su alba.España aparece bajo la forma de una
carabela, al ser ella la que unió este continente americano con el resto del
mundo, sumando la cruz de su misión cristiana y el nombre del civilizador Las
Casas. En tercer sitio una figura azteca que recuerda el arte refinado de los
indígenas y el mito de Quetzalcóatl, el primer educador en esta zona del mundo.
Finalmente, en el cuarto tablero aparece el Buda, envuelto en su flor de loto.
Los cuatro bajorrelieves sugestión de que esta tierra y en la estirpe
indoibérica han de juntar al Oriente y al Occidente, el Norte y el Sur, no para
chocar y destruirse, sino para combinarse y confundirse en una nueva cultura
amorosa y sintética. Se trata, pues, de las primeras expresiones del idea de la
Raza Cósmica, filosofía de largo aliento fundada por Vasconcelos quien aspiró a
una verdadera cultura que fuese el florecimiento de lo nativo dentro de un
ambiente universal, la unión de nuestra alma con todas las vibraciones del
universo en ritmo de júbilo semejante al de la música.[6]
Por último realizó para el
patio principal del edificio de la SEP el conjunto estatuario de sor Juana Inés
de la Cruz, Amado Nervo, Justo Sierra y Rubén Darío, pero también la estatua de la Maestra de
Escuela, inspirado en la figura de Gabriela Mistral, que es obra de Ignacio
Asúnsolo. Siguiendo las normas aprendidas en París, Asúnsolo ejecutó esas obras
con algunas cuantas estilizaciones y maneras arcaizantes en lo que se refiere a
la calma, a la serenidad, a la imperturbabilidad y al desapego debido al
respeto de las formas, propias de un carácter clásico, alejándose por tanto de
las pasiones y de las tendencias ideológicas tan sobreexplotadas por otros
artistas en la misma época, especialmente por Diego Rivera. La estética
dominante de Diego Rivera, sin embargo, dejó ver por ese tiempo sus más bajas
motivaciones.
Diego Rivera propugnaba en
aquel entonces por integrar elementos prehispánicos como base del arte
nacional. En efecto, en 1921 se puso en el primer plano, con el proyecto
vasconcelista, diseñar un arte nacionalista, ocurriéndose la Rivera que se
podría extraer del arte antiguo de México –de ahí sus experimentos con resina
de nopal, pero también la idea de pintar un árbol de la vida de clara intención
pagana en el anfiteatro Simón Bolívar en la Preparatoria de San Ildefonso. Por
algún motivo vio en Asúnsolo un posible enemigo, criticándolo entones
veladamente por hacer una escultura de extraños despojos humanos, de hombres
sin cabeza que se arrastran, modelando figuras contorsionadas o actitudes
afectadas, producidas por móviles sentimentales, criticando así por escrito
acremente el trabajo de Asúnsolo en la revista Azulejos.[7]
Su argumento no era otro que la influencia de Auguste Rodin, en el que veía un
“peligro” –considerando superado, pues era ya inactual en París, donde se había
evolucionado hacia la escultura aceptada como conjunto arquitectónico, aunque
se tratase solamente de una cabeza.
Pero lo cierto es que la obra
de Asúnsolo evolucionó a un arte que si bien es realista y austero introduce
estilizaciones arcaizantes, en parte gracias a la influencia generacional, que
vio la grandeza del arte prehispánico, comparable al egipcio y superior al
asirio-caldeo. Sin embargo el insidioso Rivera volvió pronto al ataque,
lanzando sus dardos venenosos contra Asúnsolo acusándolo de no practicar la
talla directa por su propensión al modelado, la cual se practicaba en el ex
convento de la Merced, señalando tal tendencia como una debilidad. El escultor
desmiente a Rivera en otro punto, haciéndole ver que en el programa de la Escuela nacional de
Bellas Artes se había incluido el curso de talla directa, reclutando alumnos
entre los canteros, explicando que la penuria de los talleres es lo que había
impedido formar una cooperativa de producción efectiva. Lo que resultó
insostenible, siendo rechazado por Arnulfo Domínguez Bello y todos los maestros
de ENBA, fue la afirmación apasionada de Diego Rivera, de que los verdaderos
escultores de México eran en realidad los canteros, la cual usaba como dardo en
su intento para su reforzar su posición de extremo vanguardismo: la idea de
extirpar de la academia todos los “restos académicos”.
Los ataques continuaron,
calificando las obras de Asúnsolo en la SEP de “pseudo-esculturas oficiales”,
pitorreándose en una encuesta hecha por la revista Forma de “las pantuflas de
Rubén Darío, los botones de su pijama, la túnica de baño de Justo Sierra y
otros detalles poco escultóricos y poco plásticos” de las obras escondidas en
la penumbra discreta de los corredores de la SEP, las cuales le parecen
incatalogables e imposibles de defender, por la rapidez con que fueron hechas,
culpando entonces al escultor de haber sido sumiso a las indicaciones de
Vasconcelos, a quien Rivera detestaba.[8]
Los juicos del beligerante e
insidioso Rivera, alimentas más que nada por la ambición, la envidia y los
celos profesionales, estaba dirigida efectivamente también al vasconcelismo,
tomando con ello una postura francamente ideológica para intentar justificar
sus veleidades políticas y la derrota cultural de la utopía obregonista del
México postrevolucionario. En otra ocasión, en una entrevista, el pintor,
mediante una alusión indirecta en una fotografía, tachó a Asúnsolo de indio,
intentando con ello minimizar su obra, pero también de reducir a la persona,
haciendo correr la consigna de que era un hombre iracundo y armado, acusándolo,
junto con su esposa Guadalupe Marín, incluso ante el ministerio público de
allanamiento de morada, esparciendo luego el rumor de su bien sabido
alcoholismo de juventud. El resentimiento de Rivera se debió también a que el
escultor no quiso nunca enrolarse en los organismos gremiales dirigidos por el
pintor desde el año de 1922. Empero, con el tiempo Asúnsolo relazaría una
escultura de Guadalupe Marín, y a la muerte de Diego Rivera en 1953 tomaría la
mascarilla mortuoria de su rostro y copiaría sus manos-componiendo también a su
amigo de antaño un corrido con la música de “El Hijo Desobediente”.
Interesado en fundir las fuerzas creadoras del pueblo con el folklore, Ignacio
Asúnsolo escribió artículos para la revista American Folkways,
alentando el movimiento folklorista durante los años veintes y treintas, época
en la que se ocupo en sus artículos con los temas de las pinturas votivas, los
retratos naifs y, siguiendo la tesis de Diego Rivera, exaltando los frescos de
las pulquerías, considerado por ellos como un arte autentico y revolucionario,
expresiones populares que, por otra parte, habían sido combatidas por Porfirio
Díaz al considerarlas un peligro publico
y luego satirizados estéticamente por José Clemente Orozco.
En el año de 1931 Ignacio
Asúnsolo se asoció al pintor durangueño Fermín Revueltas para el proyecto del
monumento al Héroe de Nacozari, Jesús García Corona (1881-1907), humilde
ferrocarrilero quien salvó al pueblo sonorense desviando la maquina 501 que
conducía con 4 toneladas de dinamita a punto de estallar fuera del pueblo.
Encargándose ambos artistas personalmente de la construcción, de diciembre de
1931 a marzo de 1932, juntos diseñaron toda la estructura del monumento,
traduciéndola Revueltas a dibujos y Asúnsolo a maqueta. Se trata de una
estructura de cuerpos geométricos regulares, un hexaedro de cuatro caras
levando sobre una base piramidal. El estilo sobrio de la composición atendía la
idea de reflejar en el cubo central mediante la pureza de las formas las ideas
de justicia, verdad y perfección. Para las cuatro caras del hexaedro Asúnsolo
diseñó relieves de gran simplicidad alusivos a la acción heroica de Jesús
García, siendo añadidas inscripciones igualmente sobrias sobre las superficies
por parte de Fermín Revueltas. La solución arquitectónica, que contaba con un
recinto interior, resulto de gran equilibrio y elegancia, influenciando
notablemente posteriores proyectos monumentales.
Su amistad se prolongaría en
el tiempo, colaborando como un binomio para el proyecto al Monumento de Álvaro
Obregón, realizado entre 1934-1935 en La Bombilla, lugar donde Obregón cayera
asesinado apenas 6 años atrás por el fanático religioso de la ACMJ (Acción
Cristiana Juvenil Mexicana) José de León Toral, en el 17 de julio del año 1928,
quien se le acercó haciéndose pasar por dibujante, mientras al fondo
interpretaban los músicos la canción “Limoncito” de Alfonso Esparza Otero.[9]
La compleja estructura debió
de ser decorada en su interior con un mural de Fermín Revueltas, el cual quedó
bocetado, pero la muerte le impidió realizar. Sin embargo algo de su labor
quedó plasmado en los relieves de la parte baja de la cripta, de gran
delicadeza de trazo. De hecho la relación entre Asúnsolo y Revueltas era de lo
más intensa en ese tiempo, quedando impresa la aportación de Revueltas en el
diseño de los relieves del interior del monumento. Luego de ganar el concurso
abierto y al faltar Fermín Revueltas,
Asúnsolo se asoció al arquitecto Enrique Aragón Echegaray para la realización
de la obra, la cual se situó sobre un parque y una fuente proyectada por
Vicente Urquiaga. Se trata de una pirámide truncada, cuyas figuras frontales
representan el Trabajo y la Fecundidad, y las laterales el Sacrificio y el
Triunfo –donde el escultor rinde tributo y enaltece a las figuras de la madre,
del campesino y del obrero.
Se ha dicho que la
arquitectura resultó poco adecuada, endeble y baja y por tanto desproporcionada
respecto de las estatuas. Se trata, sin embargo, del último gran tributo
publico a la utopía educativa obregonista y, por lo tanto, al vasconcelismo que
le estuvo desde un principio ligado. Obregón, héroe trunco de la revolución,
dejó también una obra trucada como presidente, sin continuidad, siendo su
figura y obra incómoda para sus sucesores, sobre todo en el capítulo relativo a
la educación. El monumento en realidad resulta completamente desfigurado en su
intención al incluir en el recinto interno el brazo amputado del Manco de
Celaya conservado en un enorme frasco de formol, como si se tratara, no de un
altar al prócer de la patria, sino de un museo o de circo trashumante donde se
exhiben fenómenos de las contingencias genéticas, desde abortos deformes hasta
los misceláneos e indistintos horrores del reino zoológico. Es también
lamentable que los murales destinados a ser pintados por Fermín Revueltas en el
recinto no se hayan realizado, dando todo ello al interior una apariencia
sombría y mortecina.
Al poco tiempo de terminada la
obra Aragón Echegaray se adjudicó la autoría total, jactándose de ser el
director de la construcción. Asúnsolo tuvo que defenderse, desmintiéndolo en un
artículo publicado por el periódico El
Universal , señalando que la parte arquitectónica se debía a él mismo,
siendo en general las pequeñas soluciones aportadas por Aragón torpes y
filisteas, habiendo sido su ayudante en la ejecución de la maqueta el señor
escultor Mercado. En la revista Reforma
Social Joaquín Fernández del Castillo exaltó la obra, señalando que se
trataba de una cátedra viva, permanente y objetiva, de la revolución social
–que quedó petrificada en su primer proceso: el Sacrificio, el cual al quedar
cercenado y sin cristalizar no alcanzó sin embargo a consolidarse en el paso
definitivo: el Triunfo. Por su parte, en la misma publicación David Alfaro
Siqueiros saludó la obra de Asúnsolo como un impulso hacia la integración
plástica entre arquitectura, escultura y pintura. También celebra que el
artista viva el momento del ahora “sabiendo asirse con talento y energía al carro
nuevo de la historia”.[10]
El Monumento, como quiera que sea, rinde tributo a un gobernante que apoyó el
proyecto educativo más imponente y trascendente de América Latina, y quien
inyecto nueva vida al arte mexicano al dar muros públicos al movimiento muralista,
el cual se expandió del ex convento de San Pedro y San Pablo a la Escuela
Nacional Preparatoria y de ahí a la Secretaría de Educación Pública.
Posteriormente Asúnsolo se encargaría de modelar tres conjuntos escultóricos
más: el Monumento a la División del Norte, en Chihuahua; el Monumento a Ignacio
Zaragoza, en la calzada del mismo nombre, bajo el orden de una composición
neoclásica, y: el Monumento a Cuitlahuac, en el Paseo de la Reforma, que hace
alusión a una figura más mítica que heroica, depositando en ella la gravedad
del símbolo –un poco a la manera que hiciera Ramón López Velarde con la figura
idealizada de Cuauhtémoc. Arte completo que añade al refinamiento la función de
dar estabilidad a la ideología de un estado nacional, que supo aliar al
clasicismo lo mejor de las vanguardias y del antiguo arte mexicano, de manera
contenida, mirando, pues, al futuro, sin olvidarse del pasado.
Desde los tiempos de
construcción del nuevo edificio de la SEP, Ignacio Asúnsolo se había encargado
del tema de la mujer: de Sor Juana Inés de la Cruz, pero también de Gabriela
Mistral; poco después en el Monumento a los Niños Héroes, donde plasmó a la
Patria como una figura luctuosa, fuerte, noble, con expresión de dolor
tranquilo y cuya severidad en la madurez del espíritu. La participación activa
de Ignacio Asúnsolo en la plasmación de las ideas revolucionarias del José
Vasconcelos, se deja sentir en el idealismo con que trato en aquella sede la
las figuras femeninas. En la figura de Gabriela Mistral, quien había
participado en el proyecto de Lecturas Clásicas para Mujeres,
intentó plasmar el salto que habría de darse de la injuria y de la degradación
de la mujer a la gloria mítica. Idea de la redención de la mujer, pero también
del indio y del obrero, por medio de la educación, ante la cual era necesario
dar cuerpo volumétrico concreto, escultórico, en lo que aquella tenía de mito
fundador de la nueva etapa postrevolucinaria, postulándolo así como un primer
origen –no del todo ajeno a otros intentos llevados en aquella época por la
vanguardia muralista mexicana, tampoco a la escuela francesa (Rodin, Maillon,
Despiau, Bourdelle) que introdujo una manera arcaizante en los detalles.
Puede decirse que los desnudos
de Asúnsolo resultan en general contenidos, no carnales, armoniosos y no
carentes de gracia. Sus formas, en ocasiones apenas meramente sugeridas. Una de
las obras que mejor define esa tendencia, “Mi
Madre” (1947 y 1951), nos muestra una forma cerrada, vuelta completamente
hacia el interior de sí, con una atención concentrada, hacia la religión. Obra
construida hacia adentro, es verdad, donde no hay movimiento ni efectismo,
reflejando el rostro una expresión de piedad y las manos, una posada sobre la
otra, cierta tranquilidad de ánimo, de esperanza, y de conformidad en el
sentido de la resignación. También expresión de la figura total del cuerpo
femenino de concentración, de escucha de lo que no tiene sonido, para llevar la
energía al interior de sí misma y que de ello surja la vida. En varias de sus esculturas femeninas
sobresale el rasgo de ser formas de lo receptivo, y por tanto de la
concentración de las fuerzas y de la energía corporal tensa de la mujer, que
contrae las formas al interior de sí mismas.
Ha dicho Héctor Palencia
Alonso que el escultor durangueño Ignacio Asúnsolo esculpió la historia
contemporánea de México. Haría que agregar que también colaboró en la formación
de varias generaciones de escultores en la Escuela nacional de Artes Plásticas.
En efecto, a través de más de 50 años de trabajo el escultor durangueño realizo
los conjuntos escultóricos más imponentes y significativos de la patria,
participando estrechamente del humanismo y universalismo difundido por José
Vasconcelos en su programa de reconstrucción cultural de la nación.[11]
Ignacio Asúnsolo, quien nació en las vastedades del norte del estado de
Durango, entre los municipios de Ocampo e Hidalgo, muy cerca de Parral, en esa
maravillosa plancha de pastos abundantes conocida como la “Meseta de la Zarca”,
tierra de escaso valor que fue cuna también de Nelly y Gloria Campobelllo, supo
dar a su obra el sentido del amor a la vida, de la compasión, de la solidaridad
entre los seres humanos desamparados, impregnándola con los valores perennes
del humanismo universalista. Arte sobrio, despojado, de una emoción distante y
retirada, cuyo equilibrio de partes no desprovistas de delicadeza y de encanto,
se inscribió así en la cúspide del nacionalismo cultural, pues no solo logró
captar la visión del drama contemporáneo de México en si mismo, sino que
también supo escribir en el espíritu del alma nacional la visón futura. Sus
valores son entonces los del calor de su tiempo revolucionario ligado con el
amor a la vida y la solidaridad profunda con los seres humanos por ser su arte
de carácter esencialmente educativo y de significación histórica.
Buenos días. Me resultó muy interesante la polémica entre Rivera y Asúnsolo. Por alguna razón los enlaces a las referencias no están funcionando. En cuáles ediciones de Azulejos y demás revistas citadas podré encontrar las fuentes? Gracias
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