Distopía Monterrey: Rafael
Rodríguez
Por Alberto Espinosa Orozco
En una órbita
semejante, pero acaso de signo contrario, se desenvuelve el trabajo del
dibujante y pintor regiomontano, avecindado en Querétaro, Rafael
Rodríguez (1977). Imágenes poderosas que obedecen al
irracionalismo objetivista contemporáneo del que habla Jorge Cuesta, su
estética realista
pone el acento en la representación y en las normas academicistas,
girando sin
embargo sus espléndidos retratos sobre
un gozne dialéctico, que va de de la simpatía y empatía por sus modelos,
frecuentemente afectados por los estigmas de la gravedad, del dolor, de
la
enfermedad o de la muerte, a un sentimiento de distancia y conmoción
espiritual. Fluctuación emocional, pues, que va de
la atracción a la repulsión y que se estabiliza en una especie de
frialdad quirúrgica, no carente de filosa insensiblidad ni por lo tanto
de dureza. Visión y revelación de
las miradas que, sin embargo, está a medio camino de la ocultación y de
la
ceguera, fluctuando así su arco expresivo de la sensibilidad a la
indiferencia.
Contraste entre claridad expresiva de la realización formal y la
complejidad
del contenido latente, donde se da el quebranto o el temblor de la
forma, la
cual se expone a los vendavales de la intemperie o se vacía en las
asépticas
apariencias de la realidad fenoménica, quedando por fin presa en la
delgada
película de lo superficial, en una especie de tránsito sutil entre lo
necesario y
el accidente, o que va de la fenoménica transparencia de la luz, lo
mismo al insípido corazón del drama que a la oscuridad invisible del
espectro. Sus cuadros son así, más que nada, detenidas
meditaciones plásticas, teniendo su lenguaje el peso natural del rigor y
de la gravedad, no exentos de la sobriedad de carácter ni del vuelo
alado de la poesía.
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