lunes, 9 de julio de 2018

Distopía Monterrey: Omar Ortiz Hernández Por Alberto Espinosa Orozco

Distopía Monterrey: Omar Ortiz Hernández
Por Alberto Espinosa Orozco
 
 
 
       En Omar Ortiz Hernández (1984) tiene Durango a uno de sus más poderosos pinceles realistas, junto con Ricardo Fernández, Luis Leonardo Ortega, Enrique Salinas, Eduardo Alaníz y Christian de Jesús Castro. Especialista en el arte del retrato, OH Ortiz cultiva un realismo profundo, determinado por la limpia emoción  que hay en los momentos iniciales y terminales de la obra, debido a que está siempre interesado, no en el verismo mimético de la imagen, sino en sus significaciones. Autor de gran poder sintético, en cuya obra marchan entreverándose y de forma paralela la fuerza y la forma, sus imágenes son una especie de sublimación de lo cotidiano, que así se potencia a nivel de símbolo de la condición humana, donde tienen plenamente su universalidad. Su estilo minucioso e hiperrealista nos habla entonces de otra grandeza: la de lo pequeño, de lo sencillo y humilde, de lo que nos es común a todos y corre como una sabia profunda por los ríos interiores de la humanidad. Sus certeras expresiones, no carentes de sarcasmo e ironía, son en realidad chisporroteantes alegorías de las actitudes humanas fundamentales, tocadas por la gracia del humor, sin dejar de ser por ello en muchas ocasiones inquietantes. Su lenguaje es el de la cualidad y del valor, el de la entrega y el sentido, por perseguir siempre su obra un telos, un horizonte o finalidad propiamente humana. Actitud más moral que estética que, rechazando todo conformismo embrutecedor, sostiene el realismo de recordar, de acordarse de la esencia misma que nos constituye, para concordar, para llegar a un acurdo, a ser concorde con los filamentos de la vida, pudiendo contemplarse en su obra la dignidad de lo que está caído y la altura de lo que ha sido rebajado.





 

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