Distopía Monterrey: Ninfa
Torres Lagunes
Por Alberto Espinosa Orozco
Por su parte la artista Ninfa
Torres Lagunes (1982) práctica una difícil síntesis de estilos, donde se alternan
y yuxtaponen el surrealismo con el barroco, el academicismo con el collage, el
costumbrismo mexicanista con el expresionismo, el hiperrealismo del pop art con
el cinetismo futurista y la estética del márquetin. Su obra, caracterizada por
una fuerte saturación de color mezclada de tenebrismo, transita por los
espacios de la heterotópia, de la alteridad y la ilusión, por lo que
frecuentemente da la impresión de la extrañeza, de la fragmentación e incuso de
lo disperso. En sus retratos, autorretratos y naturalezas muertas, donde aplica
un amplio abanico de recursos plásticos, hay una tendencia hacia la densidad
simbólica de la diversidad, pero también hacia lo sombrío, siendo su humor, sin
embargo, el de la ironía y hasta el de la irreverencia. Ello se debe al intento
de radiografiar uno de las notas
características de la modernidad: el tratar lo sagrado como si fuera profano,
sacralizando a la vez el devenir, lo que no participa de ninguna realidad
trascendente. Nostalgia de la metafísica, en una palabra, que al ser abandonada
crea una especie de horror vacui,
inmediatamente llenado por las místicas inferiores, que trastocan la realidad
por el lado contrario a lo angélico, habiendo así en sus representaciones un
elemento sombrío y perturbador, donde el acento en la diferencia pone en riesgo
las coordenadas esenciales de la identidad.
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