Redes
Sociales y Futurología Editorial
Por
Alberto Espinosa Orozco
Lo que se cocina en las entrañas de la
historia pasa primero desapercibido en sus consecuencias al espectador
ordinario. Es el caso de las redes sociales, que empiezan a emerger desde las
profundidades mismas de ese seno o caverna histórica de la modernidad en los
medios masivos de comunicación. Es claro que con sus pros y sus contras, con sus
luces y sus sombras, pues todo es susceptible de llegar al exceso, o de usarse
de manera fraudulenta.
Las luces que despuntan son mayores, en todo caso, al poner a disposición de cualquier persona mas o menos
ilustrada, o al menos inquieta, un caudal sin precedente de información a su alcance,
lo cual no hará sino desbaratar, reduciendo a mal olientes escombros, el
imperio de la unidireccionalidad informática, haciendo añicos el control de la
información mediática y permitiendo la expresión escrita o fílmica de la libre
opinión personal, no menos que abriendo la ventanas a los frecuentes abusos de
poder llevados a cabo día con día por falsas autoridades, que se pasan de
tueste incurriendo en la deplorable falta moral del autoritarismo, que manda y expande su voluntad de forma aviesa e injustificada, debido a la corrupción y el abuso de las
conciencias. Pero sobre todo, las novedosas redes sociales abren la posibilidad
a la difusión a plena luz pública de los valores sociales, tanto estéticos como
de las ideas y de las verdades, a veces incomodas, cribadas, omitidas o
censuradas por la prensa y los medios masivos oficiales.
Por otra parte, sus posibilidades en
política están por ocurrir; porque las redes deberían ser los foros propios
para las campañas de los partidos, que al ser gratuitas y austeras ahorraría
literalmente miles de millones de pesos a la nación... y miles de millones de
toneladas de basura a los muladares, con lo cual se colapsaría una industria
perfectamente desvirtuada, tan onerosa como ociosa, de imprimir millones de
retratos y leyendas golondrinas, que cada seis, cuatro, tres, dos, un año, afean bardas
y arbotantes citadinos, en el futuro cercano, no habrá esa miseria y llegarán
sólo al honor de la tipografía libros de arte, literatura, cultura, que es el
objeto propio y el fin congruente de la industria editorial -de ser usada con una mística pedagógica, con una misión educativa, como hiera en los albores de los años 20´s el visionario filósofo mexicano José Vascolcelos y su egregio equipo de jóvenes intelectuales.
La política ya no nos atormentará a horas
fijas por radio, televisión y prensa, sino que estará restringida por estos nuevos
organismos, fabulosos, que son las redes sociales -en cuyos calces es posible
opinar, e incluso debatir, aunque sería mejor decir dialogar, teniendo en todo
momento el ciudadano derecho de réplica, dándose por consecuencia la
bidereccionalidad de toda comunicación real y efectiva, ajena a la imposición
del mensaje impuesto por los grandes financieros económicos de los aspirantes
al servicio público, en una publicidad y propaganda roma, chata, sin
absolutamente ningún beneficio social, cuyas marmotas y afisches sirven lo mismo
que el engrudo: el de ser el equívoco aglutinante, por no decir la cola, apelmaador
de las masas.
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