Hipotermia
Por
Alberto Espinosa Orozco
El
polvo suelto levantado en torbellinos
Asecha
en las equinas empujado
A
su desordenado confín sin titubeos
Los
desechos desgastados por las horas;
El
polvo de oro ya quemado por el tiempo
Ahogado
por el peso de las sombras
Residuo
de hojarasca vuelto harapo,
Sucio
trapo devastado, agónico, exhausto,
Desmayado manto gris sobre el asfalto.
El
viento turbio enemigo de las leyes,
El
viento estrábico que silba airado,
Bobino
obtuso que acomete desatado el otro lado
De
las horas, que acosa al tiempo hueco
Como
una cáscara reseca para hollarla;
Insistente
torbellino maniatado
Arrojado
en su manía repetitiva
A la ruinosa ciudad abandonada
Invadiendo
los rincones sin memoria
Desangrada
de su sabia de recuerdos.
El
viento sordo que malamente apuesta
A
ser silbido ebrio de su propio vicio sin sentido
Desbarata
los nítidos perfiles en su rencor de hielo
Recorriendo
incesante en tolvaneras por las calles
A
la ciudad amortajada, olfateando a su presa
En
su bufido, con las narices pegadas contra el suelo,
Llevando
en el seno de su hueco una malignidad.
El
viento contrario del oeste obtuso
Filoso
como arena, salado como arenque,
Vendaval
de hocico vuelto lanza que recorre
La
plaza deprimida, revolviendo el cabo
Del
hilo de los días desleídos, empujando
Su
madeja entera hasta el eco mudo
De
las tapias funerarias y al vacío
Que
ciego late monocorde al otro lado
En su jaula de jaurías sin atarse
Confundiendo
en su ajetrear al día
Con
la hipnótica fijeza de la noche.
Imágenes de Miguel Ángel Esparzaldaba
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