El Morrión de
Mercurio
Por Alberto
Espinosa Orozco
En su Bello Gálico Cesar llama a Mercurio “inventor de
todas las artes” o “politécnico”. El Himno
Homérico a Hermes lo denomina con su nombre cierto: “Polytropos”, describiéndolo puntualmente por su
multiforme ingenio. Cuando lleva al cordero entre los hombres recuerda al
buen pastor amigo de los rebaños, si es portador del caduceo es mensajero de la
felicidad o de la fortuna, al llevar también una bolsa en la mano es señal
inequívoca de su ejercicio en las artes médicas o el símbolo de la inteligencia
industriosa y realizadora que preside el comercio, y donde se atavía con su
invisible sombrero es el buen guía en los caminos desconocidos o vuelto capa el
conductor de las almas en su peregrinación por el Hades.
Porque junto con sus
atributos heráldicos más sobresalientes debe contarse también con su petaso o
sombrero de alas anchas, a veces aladas incluso, que es generalmente redondo y
de borde llano, que los resguarda tanto del caluroso sol como de las gotas de
la lluvia –y que en la noche o en las misiones peligrosas lo convierte en
el famoso gorro alado. Invisible, como Jesús para quien no entiende sus
parábolas, para que viendo, vean y no vean, y oyendo, oigan y no
entiendan -para que no se conviertan y les sean perdonados sus pecados (Marcos 4: 12).
Mercurio, en efecto, es al único dios que se le permite entrar
y salir del infierno a voluntad, junto con Hades y Perséfone durante la
primavera. Su sobrero se transforma en el célebre morrión o casco alado que,
como su capa, lo data con el poder de la invisibilidad y que prestado por el
mismo Hades le sirve singular combate contra el gigante Hipólito. Poderoso
atavío ciertamente, que le permite realizar en acto cualquier cosa que desea
sin ser visto, lo que da una libertad de acción prácticamente ilimitada. Nada
de lo que hay en el mundo sublunar, sujeto a la rueda del tiempo y a los
vericuetos de la contingencia, impide que Hermes lo pueda realizarse en pureza.
Su leyenda se relaciona
también con aquella griega, la del anillo de Giges, relatada por Platón en el
Libro II de su República. Por otro lado, cuenta la tradición que
cuando los dioses hicieron a la mujer para perder al hombre, a Hermes se le
encargó poner en su corazón el genio astuto, las palabras seductoras y, por lo
tanto, también las mentiras. Todos los grandes escultores de la antigüedad
helénica se ocuparon de hacer visible su figura, tanto Fidias como Policleto,
Scopas lo mismo que Praxíteles.
Cuando el carácter mercurial de Hermes se trastoca o se
desliza en su peor aspecto por las sendas de la regresión, ya sea por
inmadurez, ansiedad o pereza, se da una realización adulterada bajo la forma
del intelecto pervertido, cuyo signo más sobresaliente es el fraude, el abuso
de confianza e incluso la estafa. Hay así un Hermes blanco o ctónico y un
Hermes negro o uránico –como hay una Afrodita Pandémica y otra uránica o
celeste. Es el Hermes en su aspecto desviado y negativo quien cultiva la insana
tendencia hacia el eros regresivo, que tiene como presas preferentemente a las
ninfulas y ninfetas, y cuya excelencia se degrada en la habilidad maligna, cuya
figura preside a toda clase de tunantes y de toda laya, a ladrones vulgares y
demás bellacos.
Porque Hermes es el
mediador entre el cielo y la tierra, medios de cambio que puede pervertirse
incluso en la forma del comercio simoniaco o de elevarse hasta la santificación
en su aspecto más positivo. Empero, el olímpico Hermes es el espíritu real de
una forma existencial que vivirá siempre y bajo las condiciones más variadas:
se trata del sentido antropológico que ha de conocer la pérdida juntamente con
la ganancia, la necesidad hermanada con la fe y la malicia al lado de la
bondad. Uno de los aspectos de su ciencia y carácter no trata esencialmente
sino de aquellos procedimientos de la vida que parecen moralmente censurables o
al menos dudosos, pero que son una forma fundamental de la realidad vivida,
ligados ya no con el heroísmo o el trabajo, sino con la aventura.
En efecto, en cada
vida hay un elemento compuesto de fortuna y piratería, el cual tiene más valor
y realidad actuante que el que comúnmente suele reconocérsele. De ambos
elementos es Hermes el dios, su figura o insignia.
EXCELENTE....
ResponderEliminarMARAVILLOSO
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