José León Saldívar, el poeta oriundo de Durango
Por Petronilo Amaya
“Que
un individuo quiera despertar en otros individuos
recuerdos que no pertenecieron más que a
un tercero es una paradoja evidente.
Ejecutar con despreocupación esa paradoja,
es la inocente voluntad de toda biografía”.
J. L. Borges, en Evaristo Carriego
recuerdos que no pertenecieron más que a
un tercero es una paradoja evidente.
Ejecutar con despreocupación esa paradoja,
es la inocente voluntad de toda biografía”.
J. L. Borges, en Evaristo Carriego
I
José León Saldívar en 1953 era ya
un poeta consagrado: dicho año Ediciones Ateneo Fuente publicó su poemario “Poema interrumpido por el llanto”, obra
que le granjeó el reconocimiento unánime del círculo literario que entonces
predominaba en Saltillo, y la cual el Instituto Coahuilense de Cultura
reeditaría en 1998, con una nota introductoria de los responsables de la
edición, César Meraz y Julián Herbert, en la cual asientan, entre otros puntos
relevantes que este libro “significó una
notable transformación dentro de la lírica coahuilense”.
Afirman más adelante los editores
Meraz y Herbert que la obra de José León Saldívar “nos importa por su plasticidad, su interés en sus excesos verbal e
imaginativo, su extraña mezcla de romanticismo, modernismo y escritura
vanguardista, mezcla que en ocasiones puede percibirse en una sola línea y que,
al vaciar la noción histórico-estética en su rigor cronológico, nos permite
acceder a la verdadera originalidad del autor”.(1)
Unos párrafos adelante puede
leerse: “Saldívar es, en el ámbito de la
cultura coahuilense, el más peculiar de sus contemporáneos: estudió tarde,
cuando ya los escritores de su edad eran profesionales; en su juventud se
dedicó a diversos oficios (obrero, boxeador, profesor rural sin título) y, como
se trasluce en textos de Arturo Ruiz Higuera y Roberto Orozco Melo, tuvo una
especial inclinación a los comentarios corrosivos y al desparpajo en sus
opiniones…” (2)
Precisamente, sobre su humor
sarcástico en Internet hay un texto sobre el bardo nacido en La Parrilla, Dgo.,
en 1915, firmado por el reconocido Armando Fuentes Aguirre “Catón”, quien,
refiriéndose a ese espíritu mordaz y sarcástico comenta: “Por entonces la
figura más respetada de la literatura coahuilense era don José García
Rodríguez, excelente poeta de acentos clásicos nutrido en la gran fuente de las
letras castellanas. Pues bien: decía Saldívar que don Pepe escribía sus poemas
con una regla en la mano, para medir los versos, y que todos salieran
"parejitos", De ese calibre eran algunas acotaciones de nuestro
personaje, lo cual propicia que Catón lo considere rebelde e iconoclasta.
Pero hay otros ejemplos que
ratifican los mencionados epítetos, como éste, referido por Roberto Arizpe
Narro: “…al hablar de un libro, dado a la luz pública por un supuesto valor de
la provincia, nos decía Saldívar, con aquella su seriedad característica: - “así es…un gran libro, un libro de fuego…¡Los
grandes baños que me he dado calentando el ‘boiler’ con él! (3). El mismo
autor agrega los siguientes: “Cuando se refería a algún poeta, de ésos que
estando en pañales respecto a la poesía, creen haber llegado a la cúspide,
decía: ‘Ese amigo apenas está rascando la primera costra del pensamiento’ y
cuando mantenía cierta discreción, debido a la presencia del criticado,
simplemente comentaba: “Bonito, muy bonito el poemita…” (4)
En cierta ocasión, después de que
un ponente dio lectura a su trabajo sobre cierta personalidad literaria ya
fallecida, y a la que nuestro poeta recordaba con gratitud y cariño, pidió la
palabra para comentar el escrito presentado: -“Pienso –principio diciendo
Saldívar- que si el escritor del que aquí se ha hablado saliera de su tumba,
después de leer su texto sobre su obra, aquí mismo se volvía a morir”.
Así era León José Saldívar, sin
él saberlo se apegaba a la congruencia que nos recomendaba Jorge Luis Borges,
cuando afirmó: “ es obligación del escritor decir la verdad más allá de la
aplauso…”
II
Con su aura de poeta muy alta,
sus contemporáneos lo recordarían después bastante activo aquel año de 1953,
dictando conferencias, leyendo sus poemas, integrando mesas redondas,
presentando a otros conferencistas, participando en recitales, en fin, haciendo
vida literaria al lado de sus compañeros de la Asociación de Escritores y
Periodistas de Saltillo (AEPS): Óscar Flores Tapia, Federico Berrueto Ramón,
Roberto Orozco Melo, Arturo Ruiz Higuera, Eduardo Fuentes, María L. Pérez de
Arreola, Alicia Müller de Trelles, Hilda Sala, Altair Tejada de Tamez, Héctor
González Morales, Roberto Arizpe Narro y Alfredo Cardona Peña, entre otros, y
es que “Poema interrumpido por el llanto” le abrió las puertas de la fama,
colocándole en lugar privilegiado. Pero no siempre fue así, su trayectoria
resultó escabrosa, con tentativas que no siempre le rindieron los mejores
frutos, aunado a que el medio era difícil y tuvo que padecer envidias e
incomprensiones, tal vez, acentuadas éstas por su rebeldía inherente.
“Caminando por la niebla”,
editado en 1945, en Saltillo, fue su primer poemario que vio la luz pública, y
aunque no existen ejemplares donde se pueda consultar el contenido, sí hay
referencias de sus compañeros de la AEPS a dicho volumen, por ejemplo Federico
Berrueto Ramón, quien llegaría a ser senador por Coahuila y subsecretario de
Educación a nivel nacional, escribió: “Cuando nos entregó su primer libro,
sentimos un escozor de escepticismo; no se había encontrado aún, había mucho de
tanteo, de vacilación, de encuadramiento; ni la raíz había alcanzado sus
legítimas honduras, ni el fruto maduraba las excelencias posteriores” (4)
“Poesías y prosas escogidas”,
también data de 1945, y en este caso la ausencia de noticias es casi total,
aunque se apunta en cierta reseña del momento que también pertenece a su etapa
romántica, en donde todavía no mostraba osadía literaria, sino apego a los
giros, ideas y formas tradicionales.
“Nocturnos”, es de 1947, fue
editado en Monterrey y se sabe que José León anduvo vendiéndolos personalmente
entre amigos y conocidos, la maestra Eglantina Manrique, a la postre su esposa,
recordaba que fue en octubre del 47 cuando el poeta la visitó en su escuela
para ofrecerle un ejemplar de su reciente libro, lo adquirió, siguieron
viéndose, surgió el romance y contrajeron matrimonio el 16 de enero de 1949.
Armando Fuentes Aguirre, en el artículo citado, se refiere a esta etapa del
poeta en términos muy duros. Textualmente escribe: “Sus primeros versos fueron
muy malos. Con ayuda de amigos publicó un libro deplorable que se llamó
"Nocturnos". Yo lo tengo, pero preferiría no tenerlo, porque en él ni
siquiera se anuncia el gran poeta que Saldívar llegaría a ser”.
“Poema interrumpido por el llanto”,
de 1953, editado por el Ateneo Fuente de Saltillo, sólo un año antes de su
trágico fin, como apunté al principio, le mereció el unánime reconocimiento,
por sus metáforas inauditas, sorprendentes, originales, con tonos melancólicos
y angustiosos. Hay que consignar que por la época en que publica su último
poemario, ya había leído a grandes autores, como Germán Pardo García, Enrique
González Martínez, Leopoldo Lugones y Pablo Neruda. El mismo Fuentes Aguirre
‘Catón’ apunta en su artículo citado: “ de súbito, como los relámpagos,
Saldívar sacó a la luz un tomo de espléndidos textos agrupados bajo el sonoro
título de "Poema interrumpido por el llanto". Aquel fue un
acontecimiento. Hasta los más enconados críticos de José León declararon que en
esos versos había gran belleza”.
Dicho poemario revela, sin duda,
la interioridad del poeta Saldívar, que como reconocieron sus contemporáneos
fue prueba fehaciente de su trabajo con el lenguaje, de su asimilación de la
lectura de otros escritores, lo cual lo colocó a la vanguardia y todavía hoy se
le reconoce como auténtico poeta, al crear imágenes cósmico-sorprendentes como,
por ejemplo:
"...
Las estrellas: salivas luminosas que mojaron los labios de Dios cuando dijo la
metáfora del Universo...".
“Poema interrumpido por el
llanto” está integrado por los textos: Resurrección de auroras, Bajo la fuente
de la vida, Sonetos a la primavera, Epístola desde mi corazón, Preguntas y
deseos, Sólo el nombre, Poema, Las rocas, las hojas y las horas, Tercer poema
de nostalgia, De la nocturna soledad, Para entonar un canto y Nocturno.
Únicamente 12 composiciones literarias que nos legó un año antes de su
desaparición física, apenas a los 39 años de edad. El misterio en estos casos,
estriba en discernir si esta obra era su cumbre o nos hubiese entregado más
genialidades en el caso de vivir algunos otros años. La incógnita permanecerá,
pero abrevar en su poética sensibilizará, y tal vez mitigará el hastío y
soledad de quienes, como él, viven sitiados de confusión e intranquilidad espiritual.
En Saltillo es un poeta de culto, y su tierra nativa, Durango, también debe
incorporarlo a los autores que marcan derroteros.
Notas
1).- SALDÍVAR, José León “Poema interrumpido por el llanto”,
Instituto Coahuilense de Cultura, 1998. Nota de los editores. Págs. 10 y 11.
2).- Ibíd.
3).- ARIZPE NARRO Roberto, “La trascendente inconformidad” en José
León Saldívar y la AEPS en el XII Aniversario de la Muerte del Poeta, 1976,
Dirección de Promoción Cultural del Estado. Págs. 115-119
4).- Ibíd.
5).- BERRUETO RAMÓN.-“Magia y claridad de Saldívar”, en José León
Saldívar y la AEPS en el XII Aniversario de la Muerte del Poeta, 1976,
Dirección de Promoción Cultural del Estado. Págs. 86-94
RESURRECCIÓN DE AURORAS
José
León Saldívar
A
veces un niño llora en nuestras venas,
o
los ojos fluyen un río azul de pájaros:
Hay
instantes que tienen la turbulencia de un siglo,
noches
que van cayendo de una en una las estrellas.
¿Y
qué voz más idéntica a sí misma
que
la escuchada en el sueño frente al sueño?
o
qué imagen más pura
que
la presa en el agua
de
un espejo de cielo?
Hay
horas apagadas, cetrinas,
cuando
los labios acuden a la cita del beso,
y
en una esquina silenciosa huyen los recuerdos.
Hay
días que el corazón lleva al héroe
al
hombro luminoso del día,
y
la efigie de una amante
como
un lirio en la vértebra de un río.
A
veces llora un niño en nuestra sangre,
toca
su grito el muro ciego de la vida.
El
grito sordo rueda como lluvia huérfana
a
la mitad de un río tumultuoso;
va
creciendo, llegando hasta el cerebro
o
es el hijo que circula en nosotros
desde
el tiempo, por espejos y nubes,
por
semillas y ríos; ajeno al exterminio,
al
adiós, como polen de una rosa divina
A
veces llora un niño en nuestra sangre.
Y
bajo la frente –curvada como un mundo,
la
mirada es tierna, los ojos fingen agua,
lumbre,
petróleo o arenas.
Donde
nace la fuente de las lágrimas,
a
veces llora un niño de ojos ciegos.
II
Entonces
pensamos que el hombre
tiene
la estatura del árbol,
la
antigua melodía de las mareas,
la
solvencia de montañas que se enfriaron
sobre
la espalda temblorosa de la tierra.
El
tiempo le va dando horas, cenizas,
campanas,
anillos de dorado cielo,
y
la lengua ágil del viento
le
unta la imagen viva de las horas.
Si
el hombre no trajera un hijo
en
las paredes del alma,
-algo
así como un retablo en el forro
de
un saco nocturno-
sería
más triste que la brisa,
iría
engendrando desiertos y desiertos
desde
sus ojos sin párpados,
ríos
de sal inmóvil, cadáveres de pájaros
y
trigos, libros donde nadie escribe.
Cuando
un llanto negro sitia la tierra
de
los sueños, un llanto pequeño
recorre
como un perro nuestra vida;
yace
la estatua del hombre en el recuerdo
y
el corazón de un niño
sube
a los ámbitos del mundo.
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