El
Pintor Barroco Juan Correa y San Jorge Matando al Dragón
Por
Alberto Espinosa
I
La tradición pictórica en Durango remonta
varios siglos atrás. Entre sus colecciones museográficas destacan sus lienzos
novohispanos: un grupo de cuadros virreinales de Miguel Cabrera, nada
desdeñable, en el Museo del Aguacate, y otro conjunto de lienzos de gran mérito
en la Catedral Basílica Menor. La tradición, sin embargo, se remonta cuando
menos tres cuartos de siglo más atrás.
Destacan en la Sacristía de la Catedral
Basílica Menor de Durango una interesantísima serie de cuadros del afamando
pintor novohispano Juan Correa Santoyo (1646-1716), de cuando el artista
contaba con 30 años de edad y empezaba a descollar por la belleza y vitalidad
de su colorido y a distinguirse por suntuosidad de sus composiciones y la
perfección de sus pinceles. Se trata de un conjunto de al menos cuatro paños de
gran formato ubicados en el primer salón de la Sacristía. Sólo uno de ellos
está firmado por Juan Correa y fechado por su mano en el año de 1676: La
Adoración de los Pastores al Niño Jesús.
Pintor mulato hijo de un cirujano de Cádiz y
de una mujer morena libre de la Nueva España, muy celebrado por haber pintado
muchas Vírgenes de Guadalupe -pues se dice que incluso poseía una imagen
original de la tilma de Juan Diego. Correa rindió gran devoción en su arte a la
Virgen María y fue también un ferviente guadalupano. En su etapa madura
introdujo en sus composiciones “angelitos negros” o de “color quebrado”,
señalando con ello la igualdad de la condición humana más allá de las razas.
Algunos de sus cuadros de mayor renombre se
encuentran en los más importantes museos virreinales de México: La
Conversión de Santa María Magdalena, en la Pinacoteca Virreinal; Adán
y Eva Expulsados del Paraíso y Santa Catarina en el Museo Nacional
del Virreinato de Tepozotlán; y en la Catedral Mayor de la Ciudad de México las
obras El Apocalipsis; y en la Sacristía de la misma Catedral: La
Ascensión de la Virgen María (1689) y La Entrada de Cristo en Jerusalén
(1691) –con las que completó la serie de los “triunfos” dejada pendiente por su
estricto contemporáneo Cristóbal de Villalpando (1649-1714), obra de éste
último artista, el más afamado de toda la Nueva España, que se encuentra
también en la Parroquia de la Profesa (La Huída a Egipto, Los
Desposorios de la Virgen María), y en la misma pinacoteca La
Inmaculada del Apocalipsis de Correa.[1]
Otros importantes artistas de ese periodo del siglo XVII y principios del siglo XVIII fueron: Sebastián López de Arteaga, Luis Juárez y su hijo José Juárez (1617-1670), Baltasar de Echenave Ibía y su hijo Baltasar Echenave Rioja, Rodrigo de la Piedra, Antonio de Santander, Bernardino Polo, Juan de Villalobos, Juan Salguero y Juan de Herrera; luego el discípulo de Correa, Juan de Ibarra, Juan Mora, Francisco Martínez, los hijos de Juan Juárez, Nicolás y Juan Rodríguez Juárez, Andrés López, Nicolás Enríquez y Miguel Cabrera. Todos ellos influidos por las obras de los pintores europeos Rubens, Caravagio, Murillo y Zurbarán. Época donada en las letras por la presencia de los sabios: Carlos de Sigüenza (1645-1700) y Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).
Otros importantes artistas de ese periodo del siglo XVII y principios del siglo XVIII fueron: Sebastián López de Arteaga, Luis Juárez y su hijo José Juárez (1617-1670), Baltasar de Echenave Ibía y su hijo Baltasar Echenave Rioja, Rodrigo de la Piedra, Antonio de Santander, Bernardino Polo, Juan de Villalobos, Juan Salguero y Juan de Herrera; luego el discípulo de Correa, Juan de Ibarra, Juan Mora, Francisco Martínez, los hijos de Juan Juárez, Nicolás y Juan Rodríguez Juárez, Andrés López, Nicolás Enríquez y Miguel Cabrera. Todos ellos influidos por las obras de los pintores europeos Rubens, Caravagio, Murillo y Zurbarán. Época donada en las letras por la presencia de los sabios: Carlos de Sigüenza (1645-1700) y Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).
Otras obras famosas de Juan Correa son: La Muerte de San José; El Nacimiento de María; El
Niño Jesús con Ángeles tocando instrumentos musicales; La
Presentación del Niño Jesús al Templo. En el Templo de San Diego en
Aguascalientes el San Francisco y las Apariciones del Niño Jesús, que es
de sus obras más tempranas, de 1675, cercanas a la fecha en que pinto para la
Catedral de Durango. Para el Templo de Oaxtepec, en Morelos, pintó un cuadro de
Santa
Rosalía.
En el Ex Colegio Jesuita Antiguo seminario
de San Martín de Tepozotlán pueden contemplarse dos cuadros del mismo maestro: Santa
Catalina, Adán y Eva Arrojados del Paraíso, La Huída a Egipto, La
Mujer del Apocalipsis, San Nicolás Obispo y San José. El
lienzo La Conversión de María Magdalena en la Pinacoteca Virreinal.[2]
En el Convento del Carmen de San Ángel su Santa Teresa; en la Catedral de
Querétaro una Crucifixión; en el Templo de Analco, en Puebla: San
Sebastián (1700), y; el Retrato del Príncipe Fernando
(1710). El museo de Arte de Filadelfia en EU se conservan dos obras suyas: Los
Arcángeles San Miguel y San Gabriel.
Sus obras se exhiben también en el templo de
Santo Domingo, en la Parroquia de la Profesa y en el Templo de San Lucas de la
Ciudad de México. Su catálogo es, pues inmenso y se le considera, junto con
Villalpando y Cabrera, el máximo exponente de pintura barroca mexicana.
II
Juan Correa fue discípulo de Antonio
Rodríguez y comenzó su oficio como dorador y ensamblador, participando en la
hechura de diversos retablos, como el de San Pedro y San Pablo, el de la Santa
Veracruz de la Ciudad de México, el retablo mayor de Tepozotlán y el retablo de
Xocotitlán, siendo los maestros pintores de esas obras Baltasar de Echenave,
Tomás Juárez, Juan Mortero y Manuel Nava, participando como ensambladores y
doradores Juan Sánchez Salmerón y Alonso de Jerez. [3]
Hay que recordar que Baltasar de Echenave
comenzó a seguir la pintura del sevillano Esteban Murillo (1617-1682) y de
Rembrandt Harmenszoon Rijn (1616-1669), a los que siguió también Juan Correa
para fundar las bases de una escuela moderna, que se revelaría en plenitud en
su discípulo José de Ibarra (1685-1765), Miguel Mateos Maldonado y Miguel
Cabrera (1695-1768). La maestría pictórica de Juan Correa no es antagonista de
su gran producción, señalada ya como notable, que va de finales de Siglo XVII a
principios del Siglo XVIII.
Muchas de sus obras de tema guadalupano
fueron admiradas y adquiridas en España. En el año de 1669 fue llamado a Roma
para pitar en la Capilla de los Santos Españoles del Vaticano el cuadro La
Virgen de Guadalupe, donde destacan los recuadros con las cuatro
apariciones y San Juan el Evangelista. Los temas de Correa fueron los
sagrados, aunque dentro de su amplia producción también pintó un famoso biombo
de cama de tema histórico humanista.
En el salón de la Sacristía, junto al paño
de La
Adoración de los Pastores al Niño Jesús, se encuentran tres cuadros más del pintor: el
primero en el costado norte, junto al lienzo firmado por Correa, el lienzo La
Adoración de los Reyes Magos al Niño Dios. El recinto alberga otros dos
cuadros del mismo maestro, en el costado oeste: La Resurrección de Jesús
y La
Ascensión de Nuestro señor Jesucristo.
La misma nave alberga otros dos cuadros en
el costado sur: a la entrada, un magnífico lienzo de Las Apariciones de la Virgen de
Guadalupe, con los recuadros de las cuatro apariciones, probablemente
del mismo Correa, sin firma como los otros tres.
A todo ello hay que agregar un notable cuadro de las
mismas dimensiones de San Jorge Matando al Dragón, en el
que un joven soldado montado en níveo corcel fustiga con su lanza al negro
lagarto –cuadro que debió ser mandado hacer ex profeso para Durango, pues en el
suelo y bajo el blanco corcel pueden apreciarse una serie nutrida de arácnidos
anómalos y de feroces alacranes y que siendo de posterior factura, sin firma, probablemente de la autoría de José de Ibarra.
Nota: José de Ibarra (* Guadalajara, 1685 † México, 20 de noviembre de 1756) fue un pintor novohispano. Discípulo en sus primeros años del pintor mulato Juan Correa (1646-1716), José de Ibarra es al lado de Juan Rodríguez Juárez (1675-1728) una de las figuras más destacadas de la pintura de la primera mitad del siglo XVIII en la Nueva España (actual México). Seguidor de la renovación artística impulsada por los hermanos Juan y Nicolás Rodríguez Juárez, en cuyo taller colaboró, Ibarra cultivó en su obra un lenguaje de modernidad pictórica con fuertes influencias italianas y francesas, que sería el antecedente directo de la obra de Miguel Cabrera (ca. 1715-1768), cuya fama eclipsaría en la posteridad la que el propio Ibarra gozó entre sus contemporáneos como artífice del pincel. En buena medida la apreciación de su obra ha sido dificultada por los juicios críticos del historiador Manuel Toussaint, quien en su libro Pintura colonial en México (publicado en 1965) señaló a Ibarra como uno de los responsables de la supuesta "decadencia" de la pintura mexicana en el siglo XVIII propiciada por la influencia de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), opinión fundada en la semejanza que veía entre la pintura de ambos y en el hecho de que Ibarra fue elogiosamente comparado con el pintor sevillano por su amigo, el poeta e historiador Cayetano de Cabrera y Quintero. Desde hace algunos años, sin embargo, la pintura de José de Ibarra ha comenzado a ser revalorada gracias a los aportes de investigadores como Rogelio Ruiz Gomar, Jaime Cuadriello, Ilona Katzew, Paula Mues y otros, quienes han destacado la consistencia y calidad de toda su producción, la originalidad de sus aportes a la tradición pictórica novohispana y la importancia de su contribución a la transformación de las artes que desembocaría en la fundación en México de la Real Academia de San Carlos. Algunas de sus obras se atribuyeron erróneamente a Miguel Cabrera, destacando su pintura por la pincelada suelta y ligera, los rostros con carácter, un afinado sentido de la composición y simetría, un cuidadoso estudio de la anatomía, la búsqueda de contrastes tonales y la paleta restringida, todo ello acentuado por las actitudes de los personajes de sus cuadros.
Nota: José de Ibarra (* Guadalajara, 1685 † México, 20 de noviembre de 1756) fue un pintor novohispano. Discípulo en sus primeros años del pintor mulato Juan Correa (1646-1716), José de Ibarra es al lado de Juan Rodríguez Juárez (1675-1728) una de las figuras más destacadas de la pintura de la primera mitad del siglo XVIII en la Nueva España (actual México). Seguidor de la renovación artística impulsada por los hermanos Juan y Nicolás Rodríguez Juárez, en cuyo taller colaboró, Ibarra cultivó en su obra un lenguaje de modernidad pictórica con fuertes influencias italianas y francesas, que sería el antecedente directo de la obra de Miguel Cabrera (ca. 1715-1768), cuya fama eclipsaría en la posteridad la que el propio Ibarra gozó entre sus contemporáneos como artífice del pincel. En buena medida la apreciación de su obra ha sido dificultada por los juicios críticos del historiador Manuel Toussaint, quien en su libro Pintura colonial en México (publicado en 1965) señaló a Ibarra como uno de los responsables de la supuesta "decadencia" de la pintura mexicana en el siglo XVIII propiciada por la influencia de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), opinión fundada en la semejanza que veía entre la pintura de ambos y en el hecho de que Ibarra fue elogiosamente comparado con el pintor sevillano por su amigo, el poeta e historiador Cayetano de Cabrera y Quintero. Desde hace algunos años, sin embargo, la pintura de José de Ibarra ha comenzado a ser revalorada gracias a los aportes de investigadores como Rogelio Ruiz Gomar, Jaime Cuadriello, Ilona Katzew, Paula Mues y otros, quienes han destacado la consistencia y calidad de toda su producción, la originalidad de sus aportes a la tradición pictórica novohispana y la importancia de su contribución a la transformación de las artes que desembocaría en la fundación en México de la Real Academia de San Carlos. Algunas de sus obras se atribuyeron erróneamente a Miguel Cabrera, destacando su pintura por la pincelada suelta y ligera, los rostros con carácter, un afinado sentido de la composición y simetría, un cuidadoso estudio de la anatomía, la búsqueda de contrastes tonales y la paleta restringida, todo ello acentuado por las actitudes de los personajes de sus cuadros.
[1] Obas memorables de
Cristóbal de Villalpando son: La Apoteosis de San Miguel; Los
Desposorios de la Virgen; La Huida a Egipto y; en el Templo de
Santa Prisca, en Taxco, La Asunción de la Virgen.
[2] La Magdalena es
nombrada tres veces en los evangelios con este nombre, aunque no es un nombre
propio. La primera cuando se arrepiente de sus pecados públicos. La segunda
cuando permanece al pie de la cruz junto a María Santísima, a pesar de la huída
de casi todos. La tercera cuando acude al sepulcro y Jesús resucitado se le
aparece.
[3] Antonio de Torres
es un artista interesantísimo para la Ruta del camino real de Tierra Adentro,
pues su obra está depositada en el extraordinario Museo Virreinal de Guadalupe,
en Zacatecas. Figura de primer nivel ligada la familia de los Rodríguez Juárez,
quien destaca por sus esmeradas obras sobre la Virgen María en delicadísimos
tonos aéreos, destacando los cuadros La Asunción, El Bautizo de la Virgen María
y Natividad con San Gabriel y san Miguel Niños. Una gran exposición de Antonio
de Torres, cuya obra salió por primera vez de Zacatecas, se acaba de exhibir en
el Museo Regional de Michoacán (INAH), titulada “Apoteosis del Barroco”
(Julio-Agosto de 2014).
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