La Triple Escisión
Por Alberto Espinosa Orozco
Para
curarnos de la triple escisión del hombre moderno-contemporáneo, producto de
las filosofías solipsistas que nos segregan, en la ruptura con uno mismo, con
los otros, con la creación de la naturaleza y con Dios, no queda sino recorrer
nuestros pasos atrás, para volver a los orígenes del pensamiento y del ser,
retomando así el viejo sendero –suturando las tres heridas que llevamos
abiertas por la vida, con el amor y en la muerte. Pueden así postularse tres
reglas del nous o inteligencia, cifradas en: una actitud abierta de
servicio hacia el otro, hacia el contiguo y próximo –no diluido en un romántico
amor al distante por la mera novedad de lo exótico, o al disetáneo cronológicamente,
sino de verdadero amor por el prójimo, amándolo como a uno mismo; ahondar
también la relación con uno mismo en la reflexión temperado sobre la propia
conducta ante los otros, en un proceso recurrente de introspección moral;
salvar también nuestra relación originaria con la madre naturaleza, hermosa
cifra de la creación, y con el Creador, en actitud de oración, de petición, y
de acción de gracias.
Tres principios vulnerados por las ideologías y por el hombre rebelde
tardo-moderno, que en su desmedido amor por el cambio y la mutación del tiempo
histórico se ha dejado succionar o por la frivolidad de la moda o por las
vacuas ilusiones de la utopía, roídas de nihilismo en su desmedida adoración
por el progreso material, cuyo acento en el futuro, siempre inasible y
evanescente, ha ido acompañado por una escandalosa decadencia moral que, bajo
el pretexto de la novedad y del ahora, a frisado los límites, ya insufribles,
de la anomia.
Así, los ideales morales de la
rebelión social se han diluido, hasta volverse cómplices de una tiranía
colectiva al ser transformados en meras fórmulas de procedimiento, pero sin
contenido real, desembocando en las paradójicas formaciones de un academicismo
vanguardista de la parataxis o en un socialismo de burócratas mendaces,
tendientes a la luciferina mística inferior de lo humillante. Porque hacer del
socialismo un burocratismo, del libertario un libertino o de la orgullosa
vanguardia una vanidad de académicos no ha sido sino perpetuar, cada vez con
menos generosidad espiritual, una ideología rentable de domino, donde lo otro
no queda asimilado a lo mismo, sino trasmutado en algo peor que lo mismo, al
intentar hacer equilibrismos para jugar en dos tableros a la vez, en un
indisimulable fachadismo, donde la simulación y el fingimiento alcanzan la
dignidad del arte vanguardista sólo a fuerza de una inconcluyente revolución de
los principios, revueltos ya en la repetitiva dialéctica rebelde de la
negaciones.
Tintas de Jorge Alberto Otero Chacon
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