lunes, 21 de septiembre de 2015

Tres Monadologías Por José Gaos

Tres Monadologías
Por José Gaos





Presentación:
   Se presentan tres textos cortos de José Gaos, que, aun cuando fueron escritos a manera de aforismos, siguen un orden argumental continuo y pueden considerarse como "monadologías" —de las que José Gaos dejó escritas más de un par de decenas, además de sus repetidas reflexiones de fin de año. Se trata de la "Nueva monadología o metafísica de bolsillo", la "Monadología ética" y el "Escrito a pedido de Granell"1. Siguiendo el estilo sintético leibniziano, Gaos escribe sus "mónadas" como primeros elementos que, de acuerdo a un método estrictamente racional, no dejan resquicio a la contradicción, pudiendo servir de fundamento a todo el sistema. En efecto, las "monadologías" gaosianas, provistas de ventanas, llevan a cabo una breve exposición de su sistema en lo que tiene de más propiamente filosófico: la metafísica y la ética. Así, sus mónadas, como unidades reales pero inextensas, es decir, temporales, significativas y espirituales, participan un poco de la naturaleza de los sueños.
   A estos mínimums o átomos de pensamientos indivisibles, llegó Gaos en la tercera y última etapa de su desarrollo intelectual que, de acuerdo con Fernando Salmerón, se inicia programáticamente en 1953 con el texto autobiográfico de Confesiones profesionales, siendo la época más creativa, personal y sistemática de toda su trayectoria. Bien podríamos ver estos "simples" como la sustancia última del universo (metafísico) y de la naturaleza humana (ética), según su concepción. Los átomos espirituales corresponden a un punto de vista acerca del mundo, comprimiéndolo desde un determinado escorzo según una peculiar armonía, a veces barroca, donde se deja respirar un conjunto de catedral transparente, diversamente ¡risada por los momentos rotatorios de la cualidad atmosférica (como en los cuadros de Monet).
   Obra monumental, por su carácter de asamblea de la luz, y a la vez diminuta, por su fina orfebrería y cuidadoso pulido de joya fulgurante.
Alberto Espinosa




NUEVA MONADOLOGÍA o METAFÍSICA DE BOLSILLO
sen theses in gratiam
autoris nonullorum amicorum
conscriptae
*La metafísica es la ciencia del más allá.        
*EI más allá es lo que no es ni perceptible por medio de los sentidos, ir cluso sirviéndose de instrumentos o aparatos, ni aquello de que tiene cor ciencia cada ser dotado de ella, ni los pensamientos de los seres humanos: lo inexistente y lo infinito.
*La ciencia del más allá es con­cebir, dar razón y comprender la prueba o demostración de su exis­tencia o inexistencia, y en el caso de ser esta última lo probado o demos­trado, la explicación de que se con­ciba algo inexistente.
*Lo inexistente no puede ser na­da que se esté percibiendo por me­dio de los sentidos, ni de que se esté teniendo conciencia, ni de que se es­té pensando como estando percibido por medio de los sentidos, ni como siendo algo de que se esté teniendo conciencia, ni como siendo un pen­samiento, ni como existiendo aunque no sea perceptible por los senti­dos de nadie, ni pueda tener de ello conciencia nadie, ni pueda pensar en ello nadie. No puede ser más que algo concebido como perceptible pero no percibido, o de que sería po­sible tener conciencia, pero no se la tiene, o que podría ser un pensa­miento, pero que no se piensa, o que podría concebirse como existiendo aunque no fuese perceptible, ni pu­diera tener de ello conciencia, ni pu­diera pensarse de ello —porque se lo concibe justo como inexistente. Quiérese decir que lo inexistente no es ningún objeto propio del concep­to de inexistente, sino únicamente el objeto propio de cualquier concepto conceptuado de inexistente.
*La existencia en su totalidad, es objeto del correspondiente concep­to. El concepto de lo inexistente conceptuado de inexistente es el concepto de la nada.
*Hay, pues, un concepto de ine­xistente sin objeto propio, pero con que puede conceptuarse el objeto propio de cualquier concepto, inclu­so el del concepto de lo existente.
*Lo inexistente no existe, pero puede concebirse: todo lo existente puede concebirse como inexistente. La imposibilidad de "concebir" la inexistencia de todo y la existencia de Dios.
*La concepción de lo inexistente no puede explicarse por la presencia de los objetos. No puede explicarse más que por la ausencia de los obje­tos o por la psicología de quienes conciben lo inexistente o piensan en el concepto de inexistente.
*La ausencia de cualquier ser o cosa puede concebirse de una de dos maneras: o como desplazamien­to del ser o la cosa más allá de los lí­mites de la presencia, o como ine­xistencia. No se puede, pues, expli­car la concepción de la inexistencia por la ausencia, ya que lo que hay que explicar es la concepción de la ausencia como inexistencia.
*Lo infinito no puede ser nada que se esté percibiendo por medio de los sentidos, ni de que se esté pensando como estando percibido por medio de los sentidos, ni como siendo algo de que se esté teniendo conciencia. No puede ser más que algo que se es­té pensando como no perceptible, ni de que se pueda tener conciencia, pe­ro como existente —porque se lo concibe justo como infinito.
*Si todo (sentido distributivo) puede concebirse como inexistente, incluso todo (sentido colectivo), no todo puede concebirse como infini­to. No pueden concebirse como infi­nitos los seres o las cosas concebi­dos como esencialmente finitos (sus­tancias, no modos!).
*Los infinitos concebibles pue­den reducirse a los siguientes. El in­finito existencial: el del tiempo infi­nito y el de la existencia en él del mundo, de las almas o espíritus in­mortales o eternos, de las verdades eternas y de Dios fuera de todo tiempo. El infinito esencial: el del es­pacio infinito y el mundo en él, los infinitos matemáticos como el de la serie de los números naturales, el de la esencia divina; el de la divisibili­dad infinita del espacio y del tiempo y de lo existente en ellos.
*La concepción de los infinitos no puede explicarse por la presencia de ellos en la percepción ni en la con­ciencia. No puede explicarse mas que por lo finito presente donde o como quiera, por ende también puramente en el pensamiento; o por la psicología de quienes conciben lo infinito o piensan en el toncepto de infinito.
*La existencia infinita de algo o alguien, y como entrañada por ella, la infinitud del tiempo, se conciben no porque no pueda "concebirse" la inexistencia de todo, que se la "con­cibe" perfectamente, sino porque-no puede "comprenderse" la existencia de algo no habiendo existido nada —ni existiendo algo, el dejar de exis­tir todo: o la relación entre la existen­cia —finita— y la inexistencia. Para evitar esta incomprensibilidad se con­cibe la existencia infinita de algo o al­guien —el mundo o Dios.
*Pero la existencia infinita no es más comprensible, o menos incom­prensible, que la inexistencia —o que la existencia finita que entraña la ine­xistencia. Luego, la incomprensibili­dad de la inexistencia y la compren­sibilidad de la existencia finita no ex­plica que se conciba ésta. Se ocurre ya que más bien se explicaran con­juntamente la concepción de la ine­xistencia y la de la existencia —el tiempo— infinita por otra vía.
*De la existencia infinita en el tiempo infinito a la intemporal nece­saria. De ésta a la esencia infinita, como totalidad de lo contradictorio, de lo composible, de lo bueno.



MONADOLOGIA ETICA

1. El fin del hombre es la felicidad ab­soluta (todos los éticos), la satisfac­ción absoluta, pero ésta no es asequi­ble (contra la prueba eudemonológica y todas las pruebas teológicas) ni asin-tóticamente (contra Kant), sino esen­cialmente correlativa alternativa de la insatisfación (Schopenhauer), lo que no es razón para procurar la aniquila­ción —paradoja en los términos— (contra Schopenhauer), sino para pro­curarla reiteradamente (Nietzscheí1).
2. Lo menos lejano, lo más cerca­no, a la felicidad absoluta, es la per­fección equilibrada de la compleja naturaleza humana, sensible y supra­sensible —"natural" y "sobrenatural", pero no sobrehumana— intelectual o racional y emocional, egoísta y al­truista (todos los éticos, pero particu­larmente Shaftsbury..., menos los si­guientes), contra el mínimunismo aporético de Antístenes, el hedonista de Aristipo, el egoísta de Hobbes...
3. La virtud es la conducta de pro­cura de tal perfección. El vicio, la conducta de incuria de tal perfección.
4. Tal perfección y la virtud se in-dividua(liz)an personalmente (Schaftsbury...), pero no pueden lograrse sino políticamente (última y sumamente, el marxismo), según valores que van desde intersubjetivos totales —la feli­cidad— hasta subjetivos.
5. De la intersubjetividad total o parcial y la subjetividad de los distintos valores, las moralidades —y de las morales y éticas— da razón de ser la concreción de tales objetivos con sus sujetos, históricos individualmen­te diferentes, no sólo distintos.
6. Los placeres perjudiciales y los dolores benéficos son límites naturales de desequilibrio de la perfección equi­librada, que no es matemática, como nada humano, ni biológica, ni no-ma­temática. La estadística es otra cosa.
7. La virtud no recompensada y el vicio no penado, sino incluso res­pectivamente penada y triunfante, son límites parejos.
8. El predominio de la insatisfac­ción sobre la satisfacción hasta el punto de aniquilar la voluntad de vi­vir, de perseguir el fin de la felicidad, el consistir el ser en su persistir, es ca­so extremo de tal desequilibrio. El no llegar a tamaño extremo por sobrepo­nerse al predominio de la insatisfac­ción sobre la satisfacción lindante con él, es también extremo, sumo, de la virtud (estoicismo, Nietzsche).
9. Tales desequilibrios son efectos de causas físicas o/y culturales —en que parece darse lo, paradójicamen­te (?), contra natura, la naturaleza dividida contra sí misma, la pugna en­tre partes de ella.
10. La política de la moralidad, de la eudemonía humana universal, in­cluye la pugna por el restableci­miento del equilibrio contra tales de­sequilibrios, la eliminación de ellos, mediante la investigación científica de sus causas y de los remedios con­tra la acción de ellos (Bacon, Descar­tes..., marxismo...) —en reemplazo de las sanciones del más allá y de la jus­ticia penal no correctiva.
11. El fin —la satisfacción, la felicidad— y su contrario —la insatisfac­ción, la infelicidad— son sanción-e-moción o razón motivante —recompensa o pena— suficiente, incluso en el caso extremo sobredicho (8), en el que incluye decisivamente la satisfacción del deber, extremo, cumplido, de ser digno, sumamente, de ser feliz (estoicismo, Kant, Nietzsche).
12. El deber es el modo de razón motivante que modaliza al fin, correlativamente modalizado de ley, natural y moral (estoicismo, San Agustín, Santo Tomás...), para la conciencia moral.
13. El libre albedrío —con sus an­teojos: imputabilidad, responsabili­dad— parece un fenómeno que, por ende, habría que salvar, solamente. Otros fenómenos parecen salvados por la concepción determinista de la natu­raleza —que no salva del libre albe­drío, sino que lo condena a apariencia engañosa (Spinoza), infundado, en su­ma, no salvado; menos aún, en cuanto que ni siquiera se da razón del engaño mismo... La conclusión correcta pare­ce deber ser más bien esta otra: una concepción de la naturaleza capaz de salvar simultánea, conjuntamente, con los demás fenómenos, el del libre al­bedrío (Kant?, Bergson?, la teoría de Hartmann pudiera no ser más que una seudoexplicativa tautológica, redes­cripción de los fenómenos).
14. El fin como impulso motivan­te es objeto de conciencia psicológi­ca directa. La ética (sintetizadora en estos puntos) es producto de la conciencia psicológica y moral reflexiva más insistente. Entre ambos términos se extiende la gradación de los mo­vimientos, sentimientos y conoci­mientos —e-mocionales y pensamientos objetivantes— de la conciencia moral —morales y éticos.
15. La conciencia reflexiva de que es producto la ética sintetizada en estos puntos es una conciencia agnóstica metafísicamente, Ideoló­gicamente (Shaftesbury, Hume, Kant; Escoto, Ocam; Feuerbach...), no materialista y atea (contra... Hobbes... Feuerbach, el marxismo o el materialismo dialéctico...), ni siquie­ra naturalista (contra... Nietzsche...).
16. Los conceptos categoriales cardinales 'Dios' y 'nada' son creacio­nes infinitantes de lo vivido—amado, odiado, querido, no querido— como bueno o malo. Los conceptos 'bien' y 'mal' sustantivaciones de 'bueno' y 'malo', son denotantes de lo satisfac­torio y lo insatisfactorio (todas las éti­cas, eudemonistas). En cuanto tales, "bien" y "mal", en designación antro­pológica, físico-psíquicas, y en desig­nación moral y ética, son sinónimos. Ética en eudemonología (ut supra, 2).
17. La naturaleza humana, con su infinitar y fin inasequible, con su concepción de lo 'contra natura' (ut supra, 9), el hombre, es así el pro­blema de su puesto en el cosmos pa­ra sí mismo.

20/7/1963



ESCRITO A PEDIDO DE CRANELL2

1. La realidad primaria de la Filoso­fía es la de unos textos, de unas expresiones verbales. Hay que exami­nar antes la expresión.
2. El examen de la expresión mí­mica tiene por fin mostrar que tal expresión es una especie de órgano de articulación de una convivencia entre "sujetos".
3. La expresión verbal se distingue de la mímica porque mientras que és­ta se reduce a significar estados de ánimo de unos sujetos a otros, la ver­bal añade a la significación de esta­dos la notificación de "objetos". Últi­mamente me ha parecido deber in­vertir el uso de los términos "significación" y "notificación" por dos razones: me parece más propio considerar que las expresiones mími­cas funcionan exclusivamente como "signos" y me parece conveniente ha­cer jugar "notificación" con "denota­ción" y "connotación".
4. La notificación es una ope­ración de "objetivación" o constitu­ción de "objetos". Lo más importan­te de esta operación para todo lo que sigue es la constitución de "ob­jetos" "abstractos" y "concretos": porque un "objeto", cuanto más abs­tracto, más "intersubjetivo"; cuanto más concreto, más "subjetivo".
5. La significación de las expre­siones verbales no se reduce a la de estados de ánimo de los sujetos en relación con los objetos notificados: estos estados "motivan" la notifica­ción de los objetos: esta "motiva­ción" radica en la estructura dinámi­ca, (e)motiva, de los sujetos.
6. El examen de la expresión tie­ne por fin mostrar que tal expresión es una especie de órgano de articu­lación verbal de una convivencia de sujetos con objetos más intersubjeti­vos o más subjetivos. La consecuen­cia es que las situaciones de convi­vencia son menos o más históricas o personales.
7. Ahora se trata de examinar a la luz de lo anterior los textos filosó­ficos por excelencia, reducidos a los filosofemas notificados por las ex­presiones filosóficas. O se trata de examinar estas expresiones por las vertientes de la notificación y la sig­nificación, para concluir con el exa­men de las correspondientes situa­ciones de conviviencia —filosófica.
8. Vertiente de la notificación. La primera ¡dea principal es la de que hay que hacer la fenomenología de la presencia, aparición, desapari­ción, reaparición y desaparición "para siempre" de los entes, según las máximas clases de ellos que pue­den hacerse precisamente por sus maneras de estar presentes, apare­cer, etc. Estos fenómenos de presen­cia, aparición, etc., son los funda­mentales de todos los demás, son la fenomenicidad por excelencia.
9. La fenomenología de la feno­menicidad conduce a tener que exa­minar los conceptos de creación y aniquilación, que entrañan los de "no ser" y "nada".
10. El "no" no notificaría más que la distinción: entre entes o de un ente relativamente a sí mismo. La "nada" no notificaría más que la distinción de ¡o ente relativamente a sí mismo.
11. La distinción sería un "con­cepto puro" —al que no se le en­contraría "fundamento" por la ver­tiente de la notificación.
12. Sólo se le encontraría un "fun­damento" por la vertiente de la signifi­cación. Lo decisivo en la historia de la Filosofía, de la Metafísica, no sería la Ontología, sino la Meontología. Y lo decisivo, a su vez, en ésta serían los estados de ánimo que "motivan" que el hombre "niegue": estos estados de ánimo radican en la (e)motividad constitutiva y distintiva del "hombre". Es, entre otros, la "soberbia".
13. Los "objetos" de la Filosofía por excelencia, de la Ontología y la Meontología, son los más "concre­tos" de todos: lo ente y la distinción de lo ente relativamente a sí mismo.
14. Por lo tanto, la situación de convivencia filosófica es la de unos sujetos con los objetos más "subjeti­vos" de todos: es la situación más his­tórica y más "personalista" de todas. La notificación filosófica no tendría más valor que el de una "confesión personal" —a pesar de la "comuni­dad" de la (e)motividad del "hombre". O de otra manera: los hombres serían unos entes constituidos (e)motivamen-te de tal forma que se confiesan mu­tuamente Weltanschauungen tan per­sonales que, en rigor, la de cada uno sería "inintuible" por los demás.
15. Atenuación: en tales Weltans­chauungen entran ingredientes "cientí ficos" más o menos intersubjetivos.
16. La Metafísica como "sistema del universo con trascendencia" se­ría una producción arcaica de la cultura humana. El porvenir de la Fi­losofía sería el de los ingredientes científicos de ella —si es que fuese cosa de seguir considerándolos co­mo filosóficos y no como científicos.
17. Restricción: la ciencia no lo es todo; hay las razones del cora­zón, la religión, lo estético. Me pare­ce muy problemático que pervivan indefinidamente, ni siquiera a título de razones del corazón, los ingre­dientes no científicos del sistema del universo con trascendencia. En su­ma: ciencia, religión..., pero no "Metafísica". 
11-1-1955




NOTAS
1. Los manuscritos originales se encuentran en el "Archivo José Gaos" del Instituto de Investigaciones Filosóficas. 8 manuscrito "Nueva monadología o Monadología de bolsillo", escrito por Gaos en un pequeño cuadernillo, probable­mente en 1959, corresponde a los folio»! 10160-10164. La "Monadología ética”, escrito en cuatro hojas carta en el año 1963, pertenece a los folios 15745-15748. Por su parte, el "Escrito a pedid» de Granell", mecanuscrito en dos hoja carta corregidas por propio puño del au­tor, data de 1955 y se refiere a los folio» 5863-5864 del mismo archivo.

2. Manuel Granell (1906, Oviedot España; 1993, Caracas, Venezuela). Perteneciente a la generación de la primen guerra y contemporáneo de José Gaos es conocido sobre todo por su excelente manual de Lógica (1949) y por sus traba­jos sobre ethología, La vecindad human (1969). N. del E.



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