Prisco Romo: las Torres del Arco Iris
Por Alberto Espinosa Orozco
I
Corría el año
de 1948 cuando dos acontecimientos paralelos tuvieron lugar en la ciudad de
Durango; el uno fastuoso, la inauguración del Hotel Casa Blanca; el otro en
apariencia nimio, la apertura del negocio ”Pirulí de Goma” de Prisco Romo, el
cual era apenas un niño de diez años que a pie, pues apenas empezaban las
bicicletas, probaba fortuna como dulcero y comerciante trasportando sus
espigados conos envueltos en papel en una tablita perforada con un bote
salmonero a un lado para el agua y unas tijeras de madera, de esas que usan los
semilleros como soportes, vendiendo la golosina a cinco centavos la pieza.
Don José Prisco Romo Salcedo
es oriundo de Durango, del Barrio de Tierra Blanca de la ciudad de Durango,
pues nació en el año de 1938 criándose
con su padre en una casa por la calle de Abasolo. Lleva sesenta años vendiendo
su dulce mercancía, suceso que consigna su local, el cual es a la vez un móvil
triciclo con vistosos adornos, con números gigantes recortados en espuma de
poliuretano y pintados, pues son los correspondientes a su fidelidad al oficio.
Debajo de la indicación del sexagésimo aniversario una leyenda empotrada en
medio del escudo del estado sobre cuyo corazón reza una expresión escrita:”Años
Endulzando Paladares Mexicanos. Un Buen Principio. ¿No Cree Usted? ” La
sentencia no puede menos que mover a la reflexión, pues lo dulce que hay en la
vida para mitigar las amarguras inevitables que se encuentran por los escollos
y retorceduras del camino, equivale al consuelo y a la alegría de que nuestras
jornadas, no por los sinsabores de su rudeza o por la merma de las horas
arrebatadas por el viento, deja de valer la pena, lo cual simbólicamente se
expresa en el oasis atrapado en una paleta helada de limón o en un raspado de
grosella o en el cálido sabor del arco iris de un pirulí de goma dominguero
derretido entre los dientes como un cristal de azúcar en el que hay algo de la
llama y del ciprés, algo del rayo y algo también de la torre del castillo
prodigioso y del mágico cuerno espiral del unicornio.
La historia de su iniciación
en el ofició del conocido dulcero regional se encuentra vinculada a su casa, a
su familia, pues mucho antes de que Don Prisco Romo quedara huérfano de
madre a la edad de tres años, sus padres
hicieron una amistad muy grande y muy bonita con un matrimonio de profesión
dulceros, el Señor y la Señora Ramírez
de León, oriundos de Aguascalientes. Cuando el padre de Don Prisco de profesión
albañil enfermó, el matrimonio lo navegaba, mientras el estudiaba en la Escuela Revolución
–en donde estudió por nueve años, llegado a alcanzar el grado de segundo de
primaria, pues estudio por dos o tres años en el kindergarden, estando tres
años en primero y tres años más en el segundo grado de la educación formal
primaria.
Cuando Don Prisco tenía apenas
diez años de edad su padre hizo los primeros pirulís, pues sólo tenía esa
fórmula del dulce, y lo mandó a venderlo al templo de Analco, porque era día de
San Juan. Eso fue un veinticuatro de julio de 1948. Y así siguió y siguió y
siguió vendiendo hasta el mismo día de hoy.
II
Fue su papá quien le enseñó el
canto:
“Y el que lo compre,
que se lo coma,
pirulí de goma”.
Aunque no falta la voz intrépida
que llega a exclamar: “Lo mismo que pa´tirarlo. ¡Qué ocurrencias de pirulero !”
Al oficio social que él desempeña puede llamársele ”pirulero”, pero
impropiamente, porque Don Prisco se considera más bien dulcero, ya que el sabe
hacer todo tipo de dulces, desde greñudas hasta biznagas pasando por calabazas,
cocadas y todo eso, pues él aprendió a fabricar lo que cubre el abanico entero
de dulces pertenecientes a ese ramo culinario.
La gente le sonríe al comprar
su mercancía o cuando lo ven andar en su vehículo, lo cual a Don Prisco Romo le
da mucho gusto, pues es un indicio de que saben valorar su trabajo. Se trata de
una manufactura que no se debe regalar, opina el célebre dulcero regional, pues
se cobra por el tiempo que lleva su elaboración y hechura. Opina que es por los
colores por lo que más les gusta, por sus multicolores y de diferentes tonos y
por sus trasparencias, pues a la gente le llaman la atención y se acercan,
cuando ni conocen el dulce. Les gusta a primera vista, porque todavía no lo han
probado algunos de ellos cuando se acercan. Sus clientes valoran también,
además de la exótica golosina, lo que ella representa, pues sienten que es
importante el conservar las tradiciones que nos dan identidad popular y como
cultura, porque todo el trabajo está hecho a mano y no de forma industrial.
Los materiales con que se
manufactura son: como materia prima la miel de abeja y el azúcar de primerísimo
calidad, la glucosa y los colorantes naturales. Por otra parte las herramientas
de trabajo para su elaboración son sencillas, pues consisten en casitos de
cobre de diferentes tamaños con los que fabrica los pirulís y una máquina que
le dejaron sus maestros, especial, para hacer el cono y que conserva más que si
fueran sus ojos, porque de esas máquinas nomás ya no hay. Don Prisco Romo considera que el noventa y nueve por
ciento de los productos que son artesanías a la vez son negocio, pues la gente
los hace para exhibirlos y también para venderlos.
III
Prisco Romo ha vendido su
elástica mercancía por todo en noroeste mexicano, pues ha andado en La Laguna , lo ha vendido en
Durango y Coahuila y ha estado en Zacatecas y en Monterrey. La Expo-Tec lo ha invitado,
con gastos pagados, representando a las artesanías del Estado de Durango. El
nunca ha visto a otro pirulero, pero le han platicado que ese oficio se cultiva
también en otras partes, pues dicen que hay en Guadalajara, que hay acá para
Culiacán, que hay en México. Por lo que nos dice que ”no nomás yo”. Pero acá en
Durango sí, pues tiene sesenta años vendiendo y
todavía no hay quien lo iguale, porque prácticamente no tiene
competencia.
Sin embargo, Prisco Romo
piensa que como todos los oficios el suyo está también en riesgo, máximo
tratándose de una tradición, pues son las que más se están perdiendo, porque el
mundo está muy cambiado. Por ejemplo, nos dice, los nuevos dulces no los hacen
tan bien, porque las golosinas tradicionales no son tan fáciles de hacer.
”Porque luego luego, para comenzar, ahí están los bastones, los rojos y
blancos, o las melcochas, las trompadas. Hay nomás para comenzar. El que casi
ya nadie hace es la melcocha, porque ese dulce hay que manejarlo con las manos,
caliente, y hay que manejarlo caliente y hay que soportar ese trabajo y las personas que hacen
ese trabajo quedan adoloridas de las manos y si se descuidan o les da un aire les
puede dar artritis o un reumatismo que no se lo acaban”, enfatiza. Asimismo
pondera que todo trabajo tiene riesgos, unos más que otros. Por ejemplo, nos
comenta que en el trabajo de dulcero hay que darle salida al dulce que está en
la lumbre hirviendo a borbotones y entonces hay que meter las manos al dulce
hirviendo. Y que él no usa termómetro, porque no lo tiene y entonces hay que
meterle los dedos, la mano, al dulce caliente –aunque para eso hay que saber
hacer las cosas. Hay que mezclar todas esas químicas, todas esas materias
primas y todo en determinado tiempo y en determinado momento. Y considera que,
gracias al favor de Dios, tiene la visión de decir: “ese dulce no lo vacío,
porque está echado a perder. Aunque la gente no lo note, porque le faltó lumbre
o le sobró lumbre. Y va pa´ tras, pa´ reciclarse otra vez”.
Aunque se
hace una serie no hay un pirulí igual a otro, pues todos son de diferentes
colores. Don Prisco confiesa que la fascina hacer ese dulce, pues lo hace con
todo el amor de su vida. Aunque reconoce
que no está del todo satisfecho, pues es una persona muy humilde, muy pobre,
pues en su pobre casa, que es la de él, no ve usted un estéreo, un guardarropa,
un microondas o un mueble automotriz. No, no. Es pobre, pero no muy pobre, que
sería no tener que comer. No. Porque gracias a Dios lo primero que procura es
alimentar a su familia, que de él depende, pues ahora son sólo tres, él y su
esposa y un hijo mayor, aunque fuero siete hijos, y luego cinco, porque dos de
ellos murieron.
Don Prisco es en verdad un
personaje popular y ejemplo de trabajo, pero también de la expresión vernácula
de su región y un hombre dotado por la gracia y de singular ingenio, lo que lo
ha llevado a componer su propio corrido, pues el mismo lo compuso e interpreta.
Y dice así:
“Ya Durango está muy triste
Ya se fue su pirulero
Ya no se oye la trompeta
El anuncio del dulcero.
Tierra Blanca y San Antonio
El Huisache y la Benito
Ahí lo están esperando
Pa´ comprar sus pirulitos.
Gómez Palacio y Ciudad Lerdo
Allí también se paseaba
Vendiendo su pirulí.
Chun, ta, ta,chun, ta, ta…
En Chalchihuites, Zacatecas,
En Jalisco y el Potrero,
Ahí también lo divisaron
Vendiendo al pirulero.
En Chihuahua, Tierra Blanca,
En Durango y en Tepic
Ahí también le pedaleaba
Pa´ mercar su pirulí.
Vuela, vuela palomita,
Párate en aquel piru,
Dile a los chiquitines
Que no habrá más chupirul.
Chun, ta, ta…
Así, no queda sino agregar que
los pregones de Don Prisco Romo, que ha proclamado por los barrios de Durango
durante más de media centuria y que no han dejado de visitar todo el centro
norte de México, forman parte una la memoria insobornable, la del alma
nacional, algunas de cuyas betas a él debidas han sido también un dulce motivo
de alegría y de rememoración, constituyendo verdaderas raíces para el recuerdo
de los hombres que con el transcurso del tiempo no han olvidado los tesoros
sentimentales celosamente guardados en las entrañas de la patria chica.
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