Testimonios sobre Don Héctor Palencia Alonso
Por Verónica Castro Bojórquez
“Quiero
rescatar su capacidad como educador de muchas generaciones en la UJED y su
permanente esfuerzo como cronista de la cultura durangueña. Como ser humano era
una excelente persona y un gran conversador”,
Petronilo
Amaya, poeta.
“Tuve
la fortuna de colaborar con el Lic. Palencia desde que fue director de la Casa
de la Cultura de Durango y siempre recibí atenciones y gentilezas. Tenía una
cultura muy amplia y fue un apasionado de la cultura y la historia de Durango”,
Elia
María Morelos, declamadora.
“Es
lamentable para Durango la pérdida del Lic. Palencia. Fue un hombre dedicado al
estudio, era una personalidad muy importante en Durango. Un gran creador. Es
una pérdida que todos los duranguenses lamentamos”,
Gabino
Martínez, historiador.
“Tuve
muchas afinidades y diferencias con él. Compartimos la admiración por Ramón
López Velarde, por ejemplo. Pero su desempeño como funcionario público nos
distanció. Lo lamento de verdad, como también lamento su fallecimiento”.
“Héctor Palencia Alonso es, sin duda, uno de los personajes durangueños más
importantes de la mitad del siglo XX. Junto con Olga Arias, Alexandro Martínez
Camberos y Beatriz Quiñones, constituyó una personalidad muy valiosa en las
tareas culturales de Durango”.
Óscar
Jiménez, escritor.
“Un
gran intelectual, un estupendo conversador, un brillante orador y un apasionado
de los libros y la lectura. Lo traté en el ámbito profesional, siento mucho su
pérdida para la intelectualidad de Durango, porque soy amigo de su familia”,
Víctor
H. Galván, teatrista.
“Toda
muerte es lamentable. Creo que fue un orador muy bueno, un buen erudito y un
gran platicador. No pudo salvar el obstáculo de la brecha generacional que lo
separó de los creadores durangueños más jóvenes que él”,
Fernando
Andrade, pintor.
Al ingresar como
director del Instituto de Cultura del Estado de Durango, Héctor Palencia Alonso
prometía mucho, desafortunadamente dicho cargo sólo le trajo críticas y
enemistades con muchos de los creadores duranguenses. Muchos creadores duranguenses
criticaron a Héctor Palencia Alonso por su desempeño frente al ICED, uno de
ellos fue el escritor Óscar Jiménez Luna. Hay que reconocer sin embargo la
labor que Héctor Palencia hizo en pro de la cultura durangueña.
Héctor Alfonso Palencia
Alonso nació el 3 de marzo de 1934 en una de las casas coloniales de la calle
Hidalgo, en esta ciudad capital. Sus padres fueron Pedro Palencia, práctico en
la medicina, y Valentina Alonso. Inició sus estudios de educación primaria en
su ciudad natal, continuando su enseñanza secundaria en el antiguo Instituto
Juárez de Durango y la carrera de Abogado en la Escuela Libre de Derecho de la
capital de la República Mexicana.
Como estudiante fue
inquieto y se distinguió por la dedicación al estudio y su afición al periodismo
y a la oratoria. Durante su estancia en la escuela primaria siempre perteneció
al Club de Periódico Mural y como consecuencia estuvo bajo su responsabilidad
la línea de información de la escuela.
El 3 de noviembre de
1942, a la edad de ocho años, ya figuraba su nombre y fotografía en las páginas
de un periódico de la localidad como corresponsal. Por lo que a la oratoria se
refiere, también fue una de sus grandes aficiones desde pequeño. Siendo alumno
de primer grado de primaria pronunció su primer discurso en público a nombre de
sus compañeros de grado en un festival escolar.
En 1950, a la edad de
14 años, pronunció el discurso oficial en la ceremonia que se organizó con
motivo de declarar ciudad a la población de Guadalupe Victoria. Como estudiante
de secundaria en el Instituto Juárez alcanzó el honor de triunfar en el Quinto
Concurso de Oratoria, contra rivales tan experimentados como lo era el entonces
estudiante de derecho Gonzalo Salas.
En la Escuela Libre de
Derecho de la Ciudad de México también fue campeón escolar de oratoria durante
los años de 1954, 1955 y 1956, cuando estudiaba su carrera de Abogado y
posteriormente, ya siendo profesionista, le tocó pronunciar la oración fúnebre
ante el féretro de la excelsa cantante duranguense de fama internacional Fanny
Anitúa.
Como estudiante fue
dedicado y estudioso, afirma Manuel Lozoya Cigarroa en su libro “Hombres y
mujeres ilustres de Durango”, lo cual le permitió alcanzar altas
calificaciones. Durante los estudios de la carrera de Abogado fueron sus
maestros José Ángel Ceniceros, Ezequiel Padilla, Raúl Cárdenas, entre otros.
Presentó examen
profesional con la tesis “Reflexiones sobre un derecho penal penitenciario”,
trabajo que recibió la máxima distinción de “Laureles de Oro”, presea que
concede la institución a trabajos excepcionales por su calidad.
Con el deseo de servir
a su patria chica, al terminar sus estudios se trasladó a su tierra natal,
donde ejerció algunos puestos como: Procurador de la Defensa del Trabajo, vocal
representante del Gobierno del Estado en la Comisión Agraria Mixta, agente del
Ministerio Público Federal para asuntos agrarios y forestales en Durango,
agente del Ministerio Público Federal en las entidades de Puerto Vallarta,
Tlaxcala, Aguascalientes y Guadalajara, jefe de Consultoría en la Procuraduría
General de la República de México.
Fue el primer director
de la Casa de la Cultura, proyecto por el que luchó y el que se hizo posible
hace 25 años. Al frente de dicho centro cultural impulsó varios programas.
Todos los domingos organizaba un programa en donde se realizaban conferencias,
charlas, conciertos; los participantes no cobraban ni un centavo, todo era
gracias a las amistades que el director tenía con grandes personalidades. Fue
el creador del Concurso Internacional de Ópera “Fanny Anitúa”, de donde surgió
Fernando de la Mora.
Fue presidente de la
Academia Durangueña de Historia y del Seminario de Cultura Mexicana
Corresponsalía Durango. Recibió varias preseas y diplomas de labor social que
realizó y por el impulso permanente que ofreció a la cultura en general. Admiró
mucho a los hermanos Revueltas, incluso al Festival Tonalco le cambió el nombre
por Festival Revueltas, en honor a los hermanos de Santiago Papasquiaro,
Durango.
Al frente del ICED
impulsó el Concurso Nacional de Composición “Silvestre Revueltas”, que
solamente se organizó durante dos años.
***
Héctor Palencia destacó
en el ámbito de la oratoria, donde consiguió varios reconocimientos desde
joven, además de pronunciar la oración fúnebre durante el homenaje ofrecido a
la cantante duranguense Fanny Anitúa.
El periodismo también
formó parte importante de su vida. Palencia Alonso, colaboró en periódicos como
'El Siglo de Torreón' y 'La Opinión', además de las revistas 'Horizontes de
México', 'Criminalia', entre otras.
"Apóstol del
pensamiento libre", "Sepulcros blancos", "Músicos de Durango",
"Cocina durangueña", "Apuntes de cultura durangueña", son
algunos de los libros publicados por el Héctor Palencia, a quien se le atribuye
la creación del término "durangueñeidad".
Lo
que la muerte no puede
Por
Juan L. Simental
Héctor, el hijo de
Pedro y Valentina, fue el ávido lector que descubrió los molinos junto a
Dulcinea, el amor un poco de todos alguna vez; junto a Verne se metió en el
corazón de la tierra y clavó su lanza en el ojo del calamar gigante, y luego se
fue a la Luna en una cápsula disparada por un cañón, donde se encontró al
pequeño Príncipe y a su rosa ingrata de dos espinas. Al crecer, el asombro le
llenó la mirada y el silencio fue reverencial frente al más grande de los
sucesos: el hielo, esa lumbre fría y quemante. Celebró entonces los sueños,
sublimes y locos, del coronel Aureliano Buendía y amó con limpio amor a la
santa, la que murió virgen. Después fueron Nervo y García Lorca, Neruda y
Borges, Rulfo y Azuela, Paz, Reyes y Cortázar; y también Platón y Aristóteles,
San Agustín y Tomás, el de La Suma; las luces le iluminaron y se hizo la razón
y con ella vinieron Mozart, Beethoven y Haydn. Sus ojos se colorearon con los
girasoles y el autorretrato sin oreja, con las Friditas y los Dieguitos, los
dolores de Varo y Munch, los toledos, los cuevas y los perfeccionistas
italianos; les amó como a los Revueltas y su genialidad... Él fue un hombre de
cultura, su predestino cierto y propiciatorio...
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