Mar Cansado
Por
Alberto Espinosa Orozco
Qué
es el mal sino un dolor cansado,
vecino
de la muerte y el olvido?
Qué sino el mar de un sentimiento desolado,
un
malestar, un dardo, un vacío, un corredor
helado,
ahuecado,
en los ojos sin luz, heridos
en los ojos sin luz, heridos
por
la luz, en sombras, funestos, ahuyentados?
Qué
sino el hambre de no ser, la sed
exhausta,
siempre, de poner una esponja de hiel
entre
los labios y una lanza de odio en el costado?
Qué
sino el deseo que huye del pasado,
haciendo
del instante una estatua amarga
que
cauteriza con su sal la vista del mañana?
Qué
sino la alondra caída cada día, como la noche
agazapada
cada noche debajo de la almohada?
Qué
sino el pacto con la fiebre que reclama,
en
su victoria helada, la extinción de la esencia,
la
transparencia de existir sobre la cresta
inexistente
del ahora, sin aroma,
Como
el cristal de ámbar en que asoma
una
constelación de polvo y líquenes marchitos,
petrificados
de pronto por un grito;
como el fuego sordo entre las hojas que reclama
un
nicho en donde reposar; como una mar amarga,
cansada
de esperar ningún cobijo?
Qué
sino el satélite quemado de las arenas movedizas;
el vértigo, el delirio, sentados junto
al cirio,
trastornando al impalpable papel del río de la memoria?
Para
erigir en su centro la coraza, en su dureza de desierto,
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