Julio
Gurrola: los Prodigiosos Miligramo
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
"Una noche sin día o un día
sin noche,
no merecen el nombre de
Uno."
El Zohar
I
Don José Julio Gurrola Reyes
nació en el año de 1952 en la Colonia Obrera (Silvestre Dorador) en Durango,
Dgo. Hijo de Julio Gurrola Rodríguez, carpintero local, hacedor de muebles
labrados, famoso por acabados de espejo, y de Manuelita Reyes del Campo, con
quien formó su familia, compuesta por tres hijos y siete hijas. Casó con Amelia
Tamayo, completando su familia con tres hijas y una nieta, José Julio se dedica
dese aproximadamente un lustro, de tiempo completo, al arte del miniaturismo en
barro y a su enseñanza, teniendo su puesto artesanal sobre la Calle de
Constitución, a un lado del Edificio Central de la UJED, misma en el que
estudió arte hace más de medio siglo.
Estando en la primaria entró en
los 60´s, a los 11 o 12 años, a estudiar como aprendiz a la Escuela de ¨Pintura
Escultura y Artesanías (EPEA, UJED), por las puras ganas de estar ahí. Época en
que la educación era impartida por Don Francisco Montoya de la Cruz
personalmente. Los Talleres estaban en las modernas construcciones actuales, a
un lado del Parque Sawatova, que por cierto todavía no existía, porque eran
llanos, pero algunas clases se daban todavía en el Edificio Central de la UJED,
donde nació la institución. Allá estaban los concurridos talleres de cerámica,
textiles, vidrio soplado y fundición. En cambio otras clases se ofrecían en el
Edificio Central, como pintura, dibujo, grabado y modelado para hacer
escultura, también dibujo técnico e historia de arte, impartida por la maestra
Elizabeth.
A Don Julio lo invitó un primo,
llegando al taller de vidrio soplado, comandado por Santos Vega, pero mejor se
quedó en el taller de cerámica, donde propiamente no había maestros, sino que
se navegan los puros estudiantes, destacándose Loera, un forastero de
Michoacán, tarasco, artista nato, quien realizaba figuras admirables, perfectas,
un artesano de cuna consumado. Lo primero que hizo fue unos perritos modelados
en barro, los cuales copió a Rogelio Villareal, joven maestro empírico fundador
de la EPEA, quien poseía aptitudes innatas para el arte y tenía un don único,
insuperable, para el modelado, aprendiendo de él los rudimentos de la escultura.
La educación artística tenía en esa época algo de informal, porque era lírica,
basada en la empírea. El Maestro Montoya le compraba sus perritos a $15 pesos
la pieza, lo que en ese tiempo era una pequeña fortuna. También se los vendía
en la Galería de Los Tlacuilos (UJED), que hasta la fecha sigue vigente en el
Kiosco de la Plaza de Armas de Durango.
Estudió dibujo con el maestro
Guillermo Salazar, quien realizó con Rogelio Morales muchas obras de fundición,
como el Francisco Villa de la carretera a México, y que ahora está enfermo. Como
estudiantes en esa generación estaban Chuy Gómez, Candelario Vázquez y Trinidad,
quien hacía unos simpáticos pescaditos de barro, y ahora tiene su propio
taller, además de dar clases en la Casa de la Cultura. Destacaban también
Paulo, Margarito y Catarino, de la colonia Santa María, quien hasta la fecha trabaja
con moldes, y muchos más.
Julio Gurrola confiesa que en las
clases de pintura del Edificio Central se rebeló contra el estilo artístico del
Maestro Montoya de Cruz, porque simplemente no le gustaba, ya que más bien aspiraba
a recrear los paisajes de Gerardo Murillo (el Dr. Atl). Sin embargo Montoya era
un visionario, dejando experimentar a Julio sus paisajes en cuadros ovalados,
estilo medallón, que todavía realiza e incorpora a sus esculturas.
II
Dejó la escuela de pintura (EPEA)
en 1964, al concluir la primaria, yendo a estudiar en el Seminario Conciliar Menor de Durango, en
la Calle de Zarco, junto al Templo de San José, preparándose como seminarista por
dos años en el tronco común, donde se enseñaba latín. Pero peleó con
uno de los jefes de ahí, con un prefecto, por discusiones, porque lo había
agarrado de bajada, hacéndole lo que hoy en día se llama bulling. El rector lo castigó, pero como
se trataba de un abuso de autoridad, de una injusticia, Don Julio se expulsó solo, porque no le
gustó el sistema. Los estudios eran difíciles de homologar en ese tiempo, porque el Seminario
aceptaba niños sin estar propiamente incorporado al sistema educativo nacional.
Así que estudió por poco tiempo la secundaria en un colegio particular, de
nombre Lauro Aguirre, la cual estuvo por breve tiempo por la Calle de Fresno,
fundada por uno que daba clases en el Tecnológico, que resultó un fraude,
porque la hizo nada más para perjudicar.
Contingencia que lo llevó a
completar sus estudios en el Instituto Latinoamericano, que estaba en la Calle
de Independencia, entre Coronado y Gabino, cursando el 3o grado de secundaria,
pues revalido 1º y 2o en inobjetable examen a título de suficiencia. Eran maestros de
buena fe, deseosos de enseñar a otros, de ayudar a Durango, no por el pago, pero tuvieron que cerrar la escuela al poco tiempo. Luego, con varios de sus
compañeros de los primeros lugares, se fueron a estudiar a la Vocacional en el Tecnológico de Durango, cuyo
programa duraba entonces dos años .escuela donde
en principio se daban clases de
secundaria y de vocacional, entrando después las licenciaturas y carreras en
ingeniería.
Terminando sus estudios
preparatorios Don Julio Gurrola marchó a México, para realizar su carrera
profesional. Por un tiempo vivió en la Casa del Estudiante Durangueño, situada en
la Colonia Santa María la Rivera, en la 3a Cerrada de Cedro. De primera impresión aquello le pareció un lamentable hacinamiento,
un antro pestilente en el que convivían en un gran cuatro todos revueltos,
entregados algunos de ellos a la drogadicción, a la psicodelia o a la perdición. Pasado el susto, se sintió muy bien, pues había 9 cuartos donde vivían 4 o 5 estudiantes, y tocaban la guitarra, conviviendo como hermanos en charlas interminables, sintiéndose agradecido, pues gracias a ese hospedaje logró concluir exitosamente su carrera, guardando ahora de aquellos tiempos los más gratos recuerdos.
Ingresó al IPN, estudiando primero a
Zacatenco, terminando luego su carrera de arquitectura en las aulas de Tecamachalco,
dentro de la generación 72-77, realizando desde el séptimo semestre su Proyecto
de Tesis, con el tema: "Hotel en Durango con Discoteca-Volcán", con grandes
efectos escultóricos y luminosos, aunque desafortunadamente y hasta la fecha no
se ha realizado su construcción.
Sustentó con éxito su examen
profesional y se tituló como Arquitecto en el año de 1979. Un año antes de
concluir la carrera empezó a trabajar como dibujante, para diversas empresas de
la IP. Identificado plenamente con el dibujo arquitectónico trabajó para la
Sección 44 del Sindicato de Maestros (SENTE), con el Arquitecto Estanislao
Álvarez, en la construcción de la Unidad Social del Magisterio, entre Negrete y
Cuauhtémoc. Luego trabajó para Pemex en Ciudad del Carmen y Paraíso, Tabasco y
Posa Rica, Veracruz, con los Ingenieros V. Manuel Díaz y Martín Ramírez Sosa. Posteriormente
trabajó con el Arquitecto Enrique W. Sánchez, con el Arquitecto Evaristo
Álvarez y con los Ingenieros Manuel Díaz y Martín Ramírez Sosa de Sada Tudor,
tanto en la obra pública como privada.
Participó activamente como
proyectista en varias obras de importancia, como las del Centro de
Rehabilitación, en Toluca, el Centro Turístico de las Hadas, en Manzanillo,
Colima, que tine cúpulas rusas, a la manera del Kremling de Moscú, siendo luego supervisor en el Distribuidor Vial en Oro Negro, en Poza
Rica, realizando sus últimas prácticas en el Mezquital, Durango, en la
supervisión de los proyectos de drenaje y agua potable, donde también se
hicieron algunas cabañas, trabajando en eso desde 2008 a 2011. Lugo hizo una
casa en Lomas del Parque y trabajos menores, encargados por el hermano de un
amigo, hasta que en el año del 2013 o 14 se retiró, digamos que por errores y
exceso de confianza, quedando desempleado por un tiempo, y pensando como iniciar
un negocio, regresó a Durango.
Sin embargo, realizó como dibujante pequeñas contribuciones en grades obras
en su carrera como arquitecto, la más célebre: el prototipo para el Planetario Alfa
de Monterrey, Nuevo León, consistiendo su trabajo desde sacar las medidas hasta
todo el trabajo de gabinete, en el que usaba hasta cinco restiradores
simultáneamente. Fue la época en que entro el programa “Auto Car”, que en ese entonces le pareció muy
mecánico, frío y sin alma. Luego reconoció que con tal programa el trabajo se vuelve muy eficiente, al
grado de potenciarlo al 20 por uno, con el consiguiente ahorro en las horas laborales y el
incremento productivo, por lo que ahora lo usa sin complejos, olvidándose de
las fatigas de las paralelas y del restirador.
IV
Pensando qué hacer y montar un
negocio, un amigo le recordó que desde chico hacia pequeñas esculturas, por lo
que retomó su labor artesanal que realizaba de niño, haciendo primero los
viejos perritos, igual que los de antes, y otras cosas y diversos encargos,
los cuales vendía en la EPEA (UJED). Por lo que se le ocurrió montar un taller,
llamado “Hágalo Usted Mismo”, el cual lo acompaña a donde va, haciendo sociedad
con el escultor y tornero Moy (Moisés), con quien trabaja hasta la fecha,
pues le ayuda a cocer sus figuras en sus hornos (que puede ser de leña,
eléctricos o de gas).
Luego de ser modelas, sus formas primigenias son
luego cocidas en el horno a más de 150º grados de temperatura, para luego ser
pintadas por él mismo, o por algún niño atraído por las figuras, a las que
añaden su peculiar vivacidad. Su teoría del color es sencilla: parte de los
colores luz, que son el verde, el naranja y el violeta, que son también los
colores llamados secundarios; luego siguen los colores primarios, que son el
rojo, el amarillo y el azul, que generan muchos colores, si no todos, porque el
negro hay que obtenerlo aparte, y que es ausencia de luz, ausencia de color;
mientras que el blanco sirve para los tonos pasteles, combinado con algún otro
color. Los pigmentos pueden ser el aceite, la vinílica o el acrílico, que da idénticos resultados en
su aplicación. Su obra es rica en una combinación de tonos cálidos y fríos, que
aúna a la sequedad del desierto la frescura del aire serrano, dando todo ello
un tinte muy regional, muy durangueño a su obra.
El diseño de cada obra sigue unas
reglas, en cierto modo rituales, consistentes en el limpiado y amasado del
barro, que se recoge del monte, donde luego luego se ve la buena tierra,
mezclada con lodo, piedra y yerba, a todo lo cual se le agregan aditivos y tiene
que sumergirse, siguiendo un procedimiento específico, en varias pilas, dándole
vueltas y más vueltas, hasta que se asienta el agua ya sin barro y se saca un gel
limpio, que se pone a secar para que absorba la humedad.
Obtenido así el barro del que,
como primera regla del arte del modelado, se toma una “pella”, que es una bola
de barro, procediendo a amasarla con los diez dedos de las manos y las palmas,
para que adquiera consistencia, suavidad y uniformidad, a partir de lo cual se
puede hacer lo que se quiera. Se hace después una burbuja, tipo vasija, y se
realiza la figura –que se puede deshacer para volver a modelarla, pues el
espíritu rehace lo que está viendo. Se pueden usar en el camino técnicas
varias, personalizadas, como el uso de varitas u otras herramientas, hasta que
uno se siente satisfecho, a gusto con lo que ha hecho. Luego sólo queda hornear
la pieza para posteriormente pintarla. Hacer que satisface dos necesidades: en
primer lugar, allegarse recursos, que es la satisfacción económica; pero
también encontrar diferentes cualidades en la obra, lo que da gusto, haciéndolo
a uno sentir afortunado.
Hay en el artesano también un
definido impulso por la enseñanza, por la educación, por trasmitir a otros sus
conocimientos como escultor miniaturista, estando así preocupado por buscar
continuadores y difundir la práctica del oficio en las nuevas generaciones. La
clase tiene un módico costo de $10.00 pesos, que incluye el material, una
bolita de barro, y una explicación de cómo modelarlo y hacer la figura que
se quiere lograr.
La Gran Feria
Artesanal de Primavera Ricardo Castro 2018 (IMAC), en la Plaza de Armas de Durango, nos
brinda ahora la oportunidad de apreciar en un gran foro sus famosas miniaturas de perritos,
así como sus caballos, zorros, osos, tortugas, venados, gorilas, (King Kong´s), sus gallos,
gallinas y aves de todo tipo, sus águilas, tucanes, palomas, flamingos, sus mariposas
y serpientes, ardillas, ballenas y delfines, ardillas, los que se multiplican en sus manos, como los prodigiosos
miligramos que carga la hormiga,, evocados por el poeta.
Cactáceas y hongos que son
portaplumas, modelados también en tocones de árboles donde se anuda una
serpiente, alcancías de mariposa o antiguas pipas prehistóricas, con rostros de chamanes o demonios,
para los fumadores de yerbas, han de sumarse a sus creaciones. Menos conocidos son
los medallones con los signos del zodiaco y los dijes, en los que hay alguna
reminiscencia del superado hipismo y de la psicodelia de la paz, el amor y la
vuelta a la naturaleza. Algunos de sus objetos tienen una función útil, otros
son sólo decorativos, dados más bien a la contemplación, no tanto para jugar,
por la fragilidad misma del barro.
Debido a que se trata de un
trabajo realmente barato, muy económico, se pudiera pensar que se trata de un
artesano, a cuyo gremio pertenece, pero se trata de un hacer en la que Don Julio
Gurrola se desempeña creando sus propios modelos, más que repitiendo un hacer
adquirido, por lo que puede considerarse también un artista maduro, original e,
podría decirse incluso, que también inspirado.
Sin embargo, la situación no
siempre es fácil, porque las ventas se podría decir que son raquíticas, pues actualmente,
por la abundancia misma del comercio, hay mucha competencia. Hay días en que se
pone pesado, donde nada sale o tiene Don Julio sólo dos o tres niños que hacen
su esculturita. Sin embargo cuando hay motivación se hacen las cosas -porque
hay veces que no la hay, hay veces que se rebelan, o que no hay el ánimo y no
quieren salir. Pero lo cierto es que se hacen las cosas, y que salen cuando
quieren.
En el arte miniaturista de Julio
Gurrola hay algo de densa jungla y prolija selva exuberante, algo también de
la placidez y la paz paradisiaca. Sus colores a veces son rayanos con el
surrealismo, en otras tienen la serenidad solemne del paisaje. Pero si una nota caracteriza su obra, está es
la de la gracia, pues sus figuras tienen algo parecido al alma. Arte a la vez serio,
pero con sonrisa, cuyo realismo y gravedad de tono nos invita sin embargo a la
vida, con toda la sequedad, la imperfección y los accidentes que la acompañan, y que así la hace
sin embargo aún más bella. Su ideal estético no es entonces otro que el de
la imitación de la naturaleza, al copiar tal cual la figura zoológica o
animada humana (Pastores, Borregos y Budas), hasta sacar la esencia del animalito
o de la personalidad, con todo el peso y la gracia de la existencia individual. Su obra es así la de un naturalismo esencialista,
congruente en todo con una filosofía de la vida y del mundo de carácter
liberal, de recreación, respeto y gozo
por la diversidad de los seres todos del universo.
Cada artista tiene su don. El
arte para Don Julio Gurrola es la música del alma, porque ante la belleza el alma pone en armonía todos los sentidos, para ver, oir, tocar, gustar y oler conjuntamente, pues cuando el sonido es suave, encantador y puro, se da la quietdu de la contemplación, que es la visión pura de las esencias bajo la luz de Dios. Igual que en estado de graacia, que es estar en el amor del Señor, donde se da
la satisfacción en la apeterencia, que es el deseo cumplido en el hacer mismo. Por ello el artista siente gran alegría cuando le dicen que les
gusta o cuando le compran un animalito y se lo llevan, por tratarse de una resonancia o un eco, de una consonancia con ese deseo de armonía y de satisfacción en la contemplación bajo esa luz –también, por añadidura, porque los tiene que vender, dada la
necesidad inherente que hay en la economía.
En su obra
hay, es verdad, un dulce sabor de perdido paraíso, un viejo murmullo de jardín eterno,
como el canto de las aves que precede a la aurora, que retienen las huellas melodiosas
de la creación del mundo; también un regusto de abrasivo polvo y de amarga
historicidad. Porque su amor a las formas (que son las ideas, las esencias, la
naturaleza misma de las cosas), es también amor al tiempo vivido y a sus
accidentes, presentes en el mundo para sazonar los frutos. El evidente gozo
del artista por sus creaciones se eleva así en la contemplación de la
diversidad de los seres, por el milagro de la existencia de la pluralidad de
las criaturas, que el artista que es Don Julio Gurrola imita con sus curtidas
manos con paralelo ánimo plural, en solfa orquestal de íntima cámara, por ser
espejo del alma multánime con que el Creador engendra con imaginación sin fin a
sus creaturas, prodigando su amor en la solidaridad con la unidad de la vida,
en toda la rica gama de la diversidad de las especies y en las variada
expresiones de sus singulares y disímbolas individualidades.
Durango, Dgo, Abril 6 del 2018
Que maravilla tener esa habilidad en las manos y trasmitir todo lo que el alma encierra, un orgullo para nuestra familia hermano y un artista no valorado como muchos de los que existen en mi querido Durango
ResponderEliminar