Los Gallos y los Caballos: Ricardo “El Pajarito” Moreno
Por Alberto Espinosa
Orozco
Entre
1949 y 1950, cuando tenía 12 a 13 años, trabajé también con los gallos en
Chalchihuites. De chavo me gustaron los gallos de pelea. Puse una jaula para
doce gallos. De todos, giros, colorados, “Hach”, negros, “Blue Red”, “MacKean”,
“Jhon Roper”. Tenía doce, trece años. Los peleaba. También los vendíamos en
jaulas en el zaguán de la casa. Los sacaba a pasear, a hacer ejercicio, a hacer
guantes. Como entrenamiento se les ponen los guantes en el espolón, para que se
den un tiro con otro sin lastimarse, sin matarse.
En
el tiempo de esa infancia que tuve hacían peleas de gallos en el pueblo, los
sábados y los domingos. Era una gran diversión, una
diversión a todo dar. Es juego de apuesta. Yo más gané que perdí. A
veces se mueren los gallos en la pelea, a veces después, pero su destino es
morir en algún pleito. Sólo los sementales se salvan de esa suerte, cuando ya
llevan varias peleas y están vivos, invictos, por su estilo de pelea, se los
lleva uno al corral a echarlos con las gallinas pa´ la cría. Mueren esos de
viejos.
A
los gallos los tiene uno que alimentar bien. Amarrar navajas es un arte. Yo
también se amarrar. Recuerdo que tenía una
gallina, buena pa´ sacar pollos, era una gallina prieta. “La Pedos” se llamaba. Le puse
así porque se echada pedos cuando estaba echada -no diario, cada semana. Negra
de color. Tienen que ser gallinas finas. No cualquiera se mete a los gallos,
porque es peligroso. Porque los apostadores toman, puede haber broncas, pues.
Era niño, pero competía con los grandes. Me enseñe solo. Viendo a Juan Rosales,
a Tiburcio Serrano. Ellos eran galleros. Tiburcio se fue a Estados Unidos,
California. Juan todavía está en Chalchihuites.
Tenía un gallo que
había ganado muchas peleas, de seis a siete, no recuerdo. Morado, colorado. Lo
curé. Lo puse a descansar para que cicatrizara bien, le di su medicamento para
que cicatrizara pronto. Mi mamá me aseguró que estaba herido del corazón. El
gallo cantaba cada vez más delgadito. Me aseguré de lo que ella decía: lo maté
y le revisé el corazón. Efectivamente, tenía un piquete, una pequeña puñalada.
Nos lo cominos mi mamá y yo y no me acuerdo a quien le convidamos.
Fue entonces cuando me fui con Don Tomás Carreón Pérez, General de
Brigada, a trabajar en el Bolsón de Sinaloa, límite con Agua Prieta. Le falta
un ojito a mi tía, su esposa de él. Vecino del Licenciado Ignacio Muños Flores,
jefe de la Comisión
de Box y Lucha Libre del D.F. Ahí mataba al picudo del algodón, cuando estaba
chilpayate, de catorce o quince años.
Me fui pa´ Sinaloa, con un tío,
Don Tomás Carreón Pérez, en Nabolato, el Bolsón de Sinaloa, Municipio de
Nabolato. Ahí almacenan agua para los ejidos. De ahí me regrese. Me fui a
México y pele como amateur en 1951. Fue en la Arena Coliseo de
México.
En 1950 me encontré con mi tío General de
Brigada con dos estrellas, de permiso, y Delegado Agrario del Bolsón de
Sinaloa, y me fui con el Bolsón, a trabajar, a limpiar la mata, de picudo, que
se comía la mata de algodón, a exterminarlo. El picudo se come las matas de
algodón y es negro, grande, primo del pinacate. Eso fue entre 1949 y 1959. Para
principios de 1952 me daban mil o dos mil pesos de domingo. Con ese dinero me
compré un caballito amarillo gallo, garañón, con huevos, entero. Garañón para
coger yeguas; chiquillo, joven. Bruno y cabrón. Todos los caballos eran
formados para jugar carreras. Y entonces me fui para Santa Rosa, rumbo a
Nabolato, y allí llegó un día el de Guamúchil, Sinaloa: Pedro Infante, en un
caballo pinto, alto el caballo:
“Ya
mis canciones no son las de antes
Ya mis cancones tristezas
son
Ya me encontré con mi
pensamiento
Ya me encontré con mi
decepción”.
===
“Soy
en ranchero afamado
Que de la sierra he bajado
Vengo a gastar mi dinero
No les vengo a pedir fiado”
Yo soy gallero, yo soy gallero desde muy chavo. Yo soy
hombre de a madre y llevo siete calaveras, y el gobierno no me ha podido detener,
porque he tenido razón para poder matar. Yo no soy soba lomos, porque ya le
dije lo que soy. A mí me debe ocupar el gobierno, para una dependencia federal
y defender a la patria.
La gente
es injusta, no toda, pero sí hay gente injusta. Yo quiero mucho a la gente. Por
lo que no es correcto. Yo estoy envenenado con media humanidad… o un poquito más,
porque yo nací para morirme en la raya.
Yo aprendía a boxear con Arturo Vázquez,
campeón ligero y welter de Guerrero y de Morelos, hermano mayor de Mauro
Vázquez, el que se murió. Y viendo las peleas en Taxco, Acapulco, Morelos.
R.M.
***
A Ricardo “El Pajarito”
Moreno le acompañaba como cábala el número siete, desde su nacimiento, pues era
del 7 de febrero de 1937. Lo perseguía también la imagen de las siete
calaveras. Comenzó su carrera de gallero
como amarrador de navajas de los gallos en las peleas de palenques de su
pueblo. Como gallero llegó a tener doce pollos, de pelea, finos. Cuando tenía
11 o 12 años, en Chalchihuites los peleaba a sus gallos, que fue donde le
pusieron el sobre nombre del “Calilo”, mote que heredó de un gallero muerto que
lo había ostentado. Se fue de su tierra recorriendo el Bajío para pelear sus gallos,
llegando hasta Nayarit, y luego se fue para a Jojutla, Morelos, donde al quedarse
sin gallos, porque se los mataron todos, entró a trabajar como cobrador de
camiones, trabajo en que prestó sus servicios por dos años, siendo descubierto entonces
como peleador de primera por “Chucho” Cuate.
Cuando tuvo dinero
compro gallos de pelea, también un cuervo, un chango y dos perros pastor alemán,
a los que alimentaba con rojas chuletas frescas, pues era amante de las fieras.
Era la época de la casa en el Pedregal de Taxqueña, por la Campestre
Churubusco, que tenía frontón, en una zona volcánica. También tuvo dos caballos
de carreras en el Hipódromo. En medio de la fama comenzó a despilfarrar su fortuna en las peleas de gallos y en las carreras de caballos -también con mujeres nocturnas y en los cabaret´s de moda y haciendo prestamos y donaciones a los pobres-, donde perdió mucho
dinero, pues como reza la canción: “Hasta donde tuvo apostó”.
Al llegar a lo más bajo
de su intermitente decadencia, a los cuarenta años de edad (1977), todavía
soñaba con recuperarse, con poner una cuadra de caballos para el Hipódromo y un
establo de boxeadores, y de dedicarse a los gallos. Había sido muy mal
asesorado por un tal Juan Martínez, un simulador, que decía saber mucho de
caballos sin saber en realidad nada, por lo que pensaba hacerse socio de su tío
Juan Haro, quien tenía un rancho en San Juan, Río Colorado, Zacatecas. Pensaba
en ese tiempo que su cuadra de gallos y caballos se llamaría “La Bufa”. Pero ya
no se recuperó y todo se resolvió en humo.
A.E.
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