lunes, 9 de abril de 2018

La Dama y el Unicornio: el Ideal Caballeresco (Tercera Parte) Por Alberto Espinosa Orozco

La Dama y el Unicornio: el Ideal Caballeresco
(Tercera Parte)
Por Alberto Espinosa Orozco


V.- El Ideal Caballeresco
   En el año de 1844 la escritora romántica George Sand llevó a cabo en su novela Jeanne un sorprendente descubrimiento a partir del análisis de los peinados de la dama y el exotismo del león y el unicornio: que se trataba de toda  una estética de carácter metafísico, que sin abdicar a los valores del "bien hablar" y el "bien hacer" que sigue los modos de la cortesía entraña una renunciación a los valores materiales que lastran los contenidos de la excelencia espiritual en fondos inconscientes impropios. La historia del compromiso matrimonial, romántica y novelesca, aparece así imbuida de renuncia y pletórica de simbolismo, representando la Dama una imagen de la fertilidad y de la Madre Tierra (Tellus Mater), pero también a la iglesia gnóstica o de los confederados en torno al apóstol Juan.


   Renuncia, pues, que no implica tirar al niño junto con el agua sucia, sino, por lo contrario, conserva elementos de la lengua y la simbólica culta, que no es común y se distingue de lo vulgar por ser negocio de particular buen juicio. Cultura de la forma, pues lo que se hace y se dice es una sola cosa con la manera de hacerlo y de decirlo. Abandono en cambio del patrón cortesano que se desentiende de la corte en lo que hay ella de lenguaje pervertido y enquistado, donde falsamente se presume que es la corte lo que da la dignidad y la humanidad al hombre, para llevar en cambio a la lengua de todos los verdaderos modelos píos que edificaran al pueblo, teniendo como modelo la elevación, que va hasta las moradas y la presencia del Altísimo. Estética mística, es cierto, que renuncia a los ociosos “punticos y primorcicos” cortesanos, que recuerda vivamente la religiosidad franciscana: la vuelta a la humildad de la primitiva doctrina y al amor a las criaturas, desarrollando con ello una poderosa estética del sentimiento y de la naturaleza. En efecto, las actitudes básicas de la religiosidad de la humildad han de buscarse en la contemplación y el estudio de la naturaleza, sitio privilegiado donde se muestra y manifiesta la gloria del creador en su amor por las criaturas.  Vuelta, pues, a la sencillez de la vida y a las alabanzas de aldea, pero también comprensión profunda de sus elementos simbólicos y de los lenguajes secretos (Dante, Il Fideli d´Amore).






   Porque si hay algo específico en la estética de la Edad Media, es justamente la valoración del simbolismo en lo que tiene de tradicional y suprahistórico, de universal y trascendente –en detrimento del mero devenir y de la historia susceptible por definición de ser devorado por el padre Cronos y ser sumergido en lo insignificante, carente de valor y trascendencia y por lo tanto lindante con la nada. Porque la riqueza y el valor metafísico de los símbolos y los más humildes ritos del trabajo y la labor cotidiana se inscriben en toda una filosofía de la cultura en cuyo horizonte sobresale el anhelo de la integración del hombre en el Cosmos, destacando por su particular jerarquía en el orden de la Creación eterna. Así, la homologación del hombre en el Cosmos es solidaria del mito de ser en relación orgánica con la naturaleza, estando la persona humana solidarizada  con los ritmos y armonías de la vida total que la rodea, que le precede y le continúa, acercándose con ello a los niveles superiores de la creación. Ascesis y maceración de la carne, pues, cuya búsqueda de pureza entraña simultáneamente una búsqueda metafísica de la dignidad de la persona y una  estética de la participación. 



V
 Para recobrar el sentido de los lenguajes alegóricos y míticos no hay como volver, atendiendo a la primera vía, a la lectura de los seis famosos tapices de Cluny de Paris, conocidos como “La Dama del Unicornio”, cuatro de los cuales corresponden a los sentidos. 
   Los tapices quinto y sexto del Cluny, pero también el que sería el séptimo de la serie, que era el atesorado por la Pinacoteca Virreinal del ICED en la Ciudad de Durango, introducen otros elementos simbólicos al conjunto, de los cuales sólo puede dar cuenta una razón simbólica, pero también vital en su sentido individual, biográfico –sin por ello dejar de participar de los símbolos gnósticos y alquímicos del conjunto, pues en todos ellos la filosofía sigue siendo entendida, en última ratio, como medicina, la cual tiene como tarea la virtud y la purificación del alma y el espíritu, para desterrar en ellos todo lo que es malo (toda fealdad, desarmonía, discordia y desunión entre principios de la misma familia) y conservar el resto.
 Empero su interpretación se verá enfrentada a la simbólica gnóstica, la cual corresponde probablemente al proceso alquímico de la “restitutio” de la potencia vegetal, enmarcada dentro de la filosofía de la naturaleza, cuyas raíces se remontan cuando menos a Tales de Mileto en el mundo occidental, y la “filosofía del agua” alquimista de Hermes Trismegisto en el Oriente –la cual haya una corresponcia en la actualidad en el “raciovitalismo”, en su sentido biológico, que descubre el logos del bios como un conocimiento fundamental o del que todo lo demás depende, extendiéndose de la ciencia de los cuerpos animales organizados (biología) a la vida mineral, por un lado, y a la vida sobrenatural o a la fisiología celeste, por el otro.




 

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