El
Transparente Desierto Líquido
Por
Alberto Espinosa Orozco
“Ya
no bebas agua sola
Sino
usa un poco de vino
Por
causa de tu estómago
Y
tus fuertes enfermedades.”
1 Timoteo 5.23
“Vino a mi boca
El
blanco vino
Volviéndome adivino.”
A.E.
I
Sotol. La
Magia del Desierto Líquido fue el último libro
ideado y realizado por el Maestro Tomás Castro Bringas, terminado de imprimir
en agosto del 2014 y presentado al público en el Festival Revueltas de Duramgo el
19 de octubre de 2015. El precioso libro-objeto se compone de una serie de
grabados del mismo Tomás Bringas e Israel Torres, poemas de Abigail Salazar,
Mónica Tarabilla y Alberto Espinosa, portada en bajorrelieve de Karen Rivas, e
imágenes serigráficas de Liliana Cortez y Divonne Maldonado.[1]
El libro de autor, realizado de manera
completamente artesanal, se inscribe en la mejor de la tradición de
libro-objeto –cuyas raíces y cumbres de elaboración y diseño hay que buscarlas
en Las
Artes Populares en México del Dr. Atl (1921), realizadas a partir de la
técnica del esténcil y Discos Visuales, de Octavio Paz y
Vicente Rojo en editorial Era (1968). Libros que por sus calidades estéticas
obligan a romper la pasividad de la lectura, teniendo algo de la plasticidad
concreta del mueble, algo también del espíritu solemne del juego y de la
ceremonia.
II
El sotol o sereque es un arbusto fuerte,
perennifolio o de hojas perenes, que forma una perfecta esfera, rompiendo en su
tallo hacia el cielo como un falo o inflorescencia que alcanza los cinco metros
de alto, en donde crecen sus frutos, esféricos u ovoides, de una sola semilla
de propiedades hipoglucémicas.
Llega a medir metro y medio de diámetro,
formando una perfecta esfera, siendo sus hojas perennes y largas, numerosas y
delgadas, a manera de cuchillas largas, filosas y con púas, de 30 a 90
centímetros, que extienden radialmente hacia todos lados formando una roseta, de
aspecto cariáceo, ascintadas, cerradas en punta y de un color verde grisáceo, cuya espina larga al clavarse es muy difícil de sacar.
Sus flores son pequeñas y encarnadas, de dos centímetros de diámetro, blancas
las macho y rosadas las femeninas. Los antiguos hacían fuego frotando sus
tallos unos contra otros, fabricando con sus esbeltas hojas hermosos cestos.
Su nombre científico, dasylirión wehelen, la
hace familiar de las aspergaceas, siendo su hoja monocotiledonia, perteneciente
a la familia de las angiospermas, por sus semillas de un solo cotiledón en su
hoja.
III
El
sotol es una bebida llamada mestiza típica de Durango, Chihuahua y Sonora, parte
de la identidad regional y de su riqueza gastronómica, que obtuvo su
denominación de origen en 2002, compitiendo sin ningún complejo con bebidas de gran tradición y prestigio internacional, como el tequila de Jalisco o el stabentun yucateco. Es aun hoy en día elaborada con procedimientos
auténticamente artesanales de la cultura autóctona, por lo que concentra el
sabor único o esencia del semidesierto del norte mexicano.
Los antiguos nahuas lo llamaban Tzotolin,
por el sabor dulce de su calabaza, y se le atribuyen virtudes curativas. El
destilado de la dosylinon wheeleri
(su nombre científici) o de la yuca del desierto, tiene una antigüedad de cuando
menos 800 años. La palabra sobria y educada del Maestro Don Héctor Palencia Alonso
nos recuerda que la voz sotol viene del nombre nahua "zotolin", que
significa palma, y que también denomina a la bebida altamente embriagante,
llamada también zoyae. Al sotol se le atribuyen muchas bondades mezclada con otras
plantas, desde la diabetes hasta como remedio para los grandes corajes o muinas,
además de propiedades claramente afrodisiacas –que no debe confundirse con en quiote, una especie de mezcal llamado "raicilla" en Jalisco, mucho menos con el
toloache o higuera del infierno, cuyas propiedades vuelven a la gente imbécil.
Con sus hojas finas, delgadas y espinosas, se
tejen tradicionales sestas y está asociada al canto del desierto, llamado canto
cardenche, que a la vez que aviva, apaga luego el dolor que se siente, pues su
ingestión equivale a una llama que despierta de su sueño o del letargo a la
conciencia –superando con ello las insidias y las miserias del mundo. Algunos
indígenas de Sonora, de Copano, El Fuerte, también la beben, estando sus
rituales asociados fuertemente a la tradición cristiana.
Hasta la actualidad es usado en fiestas
religiosas y rituales por las tribus endémicas, de los mezcaleros, tobosos,
chiricahuas y apaches, dando cohesión y articulando el centro de la comunidad.
Se fabrica en los municipios durangueños de Cuencamé, Mapimí, San Juan de
Guadalupe, peñón Blanco, Simón Bolívar, Indé y Lerdo. En la Nueva Vizcaya, los franciscanos ayudaron
a los procedimientos prehispánicos importando mejores técnicas de destilación.
Fotografías de Xivan Orozco Eduardo
La destilación comienza cortando la planta
en “jimas”, cociendo la piña resultante en un hoyo con piedras volcánicas al
rojo vivo y leña, cubriendo la calabaza luego con hojas de la misma planta,
luego, se tapa todo con tierra y se espera seis horas y se apaga con agua el
fuego, dejando los rescoldos de la hoguera reposar por tres días. Cumplido el
plazo se retira la piña y se le machaca con un palo de mezquite, de forma de un
bastón, se pone su jugo en una tina de madera y se deja fermentar, para luego
destilar el agua fermentada en un alambique en el que destila y del que se
obtiene el “agua-vino”, obteniéndose así por fin el sotol, una crema de
aguardiente con un ligero sabor de humo y tierra.
Por medio de la destilación, que sigue
siendo básicamente artesanal, se obtiene de ella una bebida parecida al
tequila, pero mucho más fuerte, llamada con el mismo nombre de sotol. Existe en
numerosas variedades al ser preparada con café, pasas, nuez o almendra –y cuando
se quieren agregar virtudes afrodisiacas se le cura con damiana. Se le usa
sobre todo para darse valor y se le atribuyen maravillosas virtudes estomacales.
Los cantantes del desierto dicen antes de usar su cardenchera voz que primero
se toman su “pastilla” o que toman la “tetera” para abrir la garganta y
animarse ante el público.
IV
El sotol se relaciona, en efecto, con el
canto cardenche, una famosa tradición oral anclada en el desierto que estuvo a
poco de perderse para siempre. Se cuenta como una tradición de la laguna,
estando sus representantes más conspicuos, casi únicos, siendo del poblado de
Saporis. Se trata de un canto a capela, ejecutado a varias voces que se
alternan, cuyo estilo vocal frisa con el llanto, el desgarramiento interno, la
música que sale del alma y el doloroso silencio.
Luego de que los viejos cardencheros se
acabaron, luego de que aquellos se juntaban de noche, en la madrugada cuando no
había todavía radio, y agarraban la “tetera” para cantar, renació esa vieja
tradición. Sus relevos han cosechado si no fortuna, fama: Fidel Erizalde,
Antonio Valles, Guadalupe Salazar son ahora sus máximas voces interpretativas y
llevan juntos como grupo un cuarto de siglo –Genaro Chavarría, ciego, se retiró
del grupo hace unos años. Es un canto difícil, con muchas subidas y bajadas, para
el que además hay que tener sentido, no sólo musical, pues representa toda una
idiosincrasia y estilo de vida. Sus
letras más conocidas son: “Pobre de mí”, “La redonda luna”. “Al pie de un
árbol”, conservándose en la actualidad 48 composiciones, mientras que otra
mitad está perdida. Con ellas han asombrado al público disímbolo de Nueva York
San Antonio, Las Cruces, Washington y París, cosechando el aplauso de los oídos más sofisticados del mundo. Desde sus inicios han participado
en el Festival Revueltas de Durango, por ser a todas luces uno de los logros
distintivos de la cultura popular -a pesar de que oídos de resentidos y
oportunistas quieran reducirlos a su mínima expresión, pues en su última
edición apenas subieron al escenario cuando ya iban bajando de salida, a pesar
de los aplausos sinceros del público, para dar así el lugar preferente a las
estridencias explosivas de la moda.
A pesar del dudoso gusto de viejos administradores y modernos burócratas vanguardistas, nadie le quita al canto cardenche ser una
tradición muy bonita, que da un exótico sello de identidad cultural a la
región, que claramente se proyecta como una fuente de sensibilidad frente a la
modernidad vacía de objeto, cuyo exorbitado amor por el ahora tiene como sino
el pasar de largo, sin dejar huella, empeñada en la soberbia huera y en la noña
miseria de los tiempos revueltos que corren, frenéticamente, hacia el abismo.
V
[1] Sotol. La Magia
del Desierto Líquido. Varios Autores. CONACULTA. GED. ICED. Perro Bravo
Artes Gráficas. 1ª Ed. Agosto del 2014. Victoria de Durango. 50 ejemplares.
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