miércoles, 28 de marzo de 2018

Los Orígenes de la EPEA Por Alberto Espinosa Orozco


Los Orígenes de la EPEA
Por Alberto Espinosa Orozco




Los orígenes de la EPEA se remontan al año de 1952, cuando en septiembre se iniciaron las clases de dibujo en los altos del Edifico Central de la UJED por parte de Francisco Montoya de la Cruz. A la cátedra de Dibujo se fueron sumando las de Pintura, Modelado, Historia del Arte, Dibujo Constructivo y Anatomía, convirtiéndose pronto en un gran polo de atracción y expresión para la sociedad durangueña.
La EPEA fue reconocida oficialmente el 10 de febrero 1955, cuando era director de la UJED el Lic. Ángel Rodríguez Solórzano y Gobernador de Durango el Lic. Francisco González de la vega. La escuela, obra maestra de Francisco Montoya de la Cruz, de la que fue inventor y director activo de 1955 a 1988, se preocupó desde un principio por las artes populares, consideradas generalmente como menores o aplicadas, al grado de incluir una serie de talleres artesanales, principalmente el Taller de Fundición para la Escultura, a cargo del propio Montoya de la Cruz,  y el Taller de Talla Directa, pero que fue incluyendo al Taller de Cerámica, el Taller de Textiles y el Taller de Vidrio Soplado, junto con el Taller de Decoración, a los finalmente se sumaron el Taller de Vitrales y el Taller de Estampado.
El 15 de junio de 1962 se inauguraron las nuevas instalaciones de la institución educativa por el presidente Adolfo López Mateos y el gobernador Francisco González de la Vega. Junto con ello, en lo que ahora son las nuevas instalaciones de la EPEA, Carretera a Mazatlán, Anillo Circunvalación S/N, se fueron desarrollando los Laboratorios de Investigación Química, desarrollando de la mano del propio Francisco Montoya de la Cruz, profundas investigaciones sobre arenas y pigmentos, aplicados luego tanto a las resinas epócsicas de la pintura como a la decoración de hermosas jarras y vasos trasparentes, que fueron símbolo por muchos años de la manufactura durangueña y que, junto con los zarapes regionales, todavía se alcanzan a ver el Kiosco de la Plaza de Armas, conocido también como Salón de Exhibición y Venta “Los Tlacuilos”, de la señorial ciudad norteña, que el mismo Montoya acondicionó para la distribución y venta de los productos elaborados en la escuela. 



En 1968 se creó, como foro de exposiciones de la EPEA, la Galería “Los Tlacuilos”, desde el 2002 denominada, “Francisco Montoya de la Cruz”, en la calle Bruno Martínez número 137 Sur, y en 1974 se comenzó a editar la revista “Andamios”. La escuela ha tenido posteriormente como directores a Donato Martínez (1988-1993); Marcos Martínez Velarde (1993-2000); José Candelario Vázquez (2000-2012); Irma Leticia Ontiveros (2006-2012), y; José Manuel Jiménez (2012-2016). Siguiendo la revaloración de lo propio llevada a cabo por la Escuela Mexicana de Pintura, pero también inscrita en las raíces mexicanistas de la UJED, la EPEA se encuentra bajo la advocación del dios prehispánico Huehuetéotl, ostentando la escuela una escultura monumental de la arcaica deidad teotihuacana. Huehuetéotl, el Dios del Fuego, es el Dios Viejo, muy venerado por los antiguos mexicanos, que lleva sobre la cabeza un inmenso brasero o Tecuil,  es el dios del centro donde se cruzan las cuatro regiones del cosmos, teniendo una relación vertical con los tres mundos, con el cielo por su relación con el sol, con la tierra por su poder fertilizador y de transformación, y con el inframundo por su relación con la muerte. Está íntimamente relacionado con Xuihcóatl, o la serpiente de fuego, deidad que lleva un cuerno en la nariz y está rodeado de siete estrellas, quien transporta al sol en su camino por las estrellas y que se identifica con el mismo Huehuetéotl, apareciendo en el Calendario Azteca bajo la forma de una doble serpiente. Patrono del fuego, está relacionado con los ciclos mexicas de 52 años, indicando entonces la regeneración de la vida y del mundo y la restauración del orden social, siendo así símbolo de un agente purificador. Se relaciona también con Huitzilopochtli como símbolo del día, y con Tezcatlipoca como símbolo de la noche. También se le asocia al conocimiento y a la libertad humana, que al decidir por sí mismo se separa de los dioses. Fundador del mundo  se le asocia y aún se le identifica con Ometéotl, entidad generadora y sostenedora del universo y que habito bajo la forma dual de Ometecutli y Omecíhuatl el 13avo cielo. Se le llama entonces solemnemente Tateo Innan Tateo Inta: Madre y Padre de los Dioses; o Tocanla, Padre Unitario. Huehuetéolt se relacionaba en Teotihuacán con el mito de Nnahuatzin, sacrificado para transformarse en el astro rey, en su acepción de Tota, que la valencia macho y fertilizadora o Nuestro Padre. Dios de la vitalidad que concede la cohesión familiar, Huehuetéotl es entonces el dios de hogar, por estar sentado en el centro del universo, sitio del poder regenerador, por lo que también está ligado a los momentos precisos de transición, donde se abren los periodos de purificación, transformación y regeneración, relacionado por tanto a los tiempos específicos de cambio el mundo.  Es entonces el fuego como elemento sacralizado, que define y enlaza los diversos ciclos y procesos sociales, naturales, rituales y míticos.







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