Los Orígenes
de la EPEA
Por Alberto
Espinosa Orozco
Los orígenes
de la EPEA se remontan al año de 1952, cuando en septiembre se iniciaron las
clases de dibujo en los altos del Edifico Central de la UJED por parte de
Francisco Montoya de la Cruz. A la cátedra de Dibujo se fueron sumando las de
Pintura, Modelado, Historia del Arte, Dibujo Constructivo y Anatomía,
convirtiéndose pronto en un gran polo de atracción y expresión para la sociedad
durangueña.
La EPEA fue
reconocida oficialmente el 10 de febrero 1955, cuando era director de la UJED
el Lic. Ángel Rodríguez Solórzano y Gobernador de Durango el Lic. Francisco
González de la vega. La escuela, obra maestra de Francisco Montoya de la Cruz,
de la que fue inventor y director activo de 1955 a 1988, se preocupó desde un
principio por las artes populares, consideradas generalmente como menores o
aplicadas, al grado de incluir una serie de talleres artesanales,
principalmente el Taller de Fundición para la Escultura, a cargo del propio
Montoya de la Cruz, y el Taller de Talla
Directa, pero que fue incluyendo al Taller de Cerámica, el Taller de Textiles y
el Taller de Vidrio Soplado, junto con el Taller de Decoración, a los
finalmente se sumaron el Taller de Vitrales y el Taller de Estampado.
El 15 de
junio de 1962 se inauguraron las nuevas instalaciones de la institución educativa
por el presidente Adolfo López Mateos y el gobernador Francisco González de la
Vega. Junto con ello, en lo que ahora son las nuevas instalaciones de la EPEA,
Carretera a Mazatlán, Anillo Circunvalación S/N, se fueron desarrollando los
Laboratorios de Investigación Química, desarrollando de la mano del propio
Francisco Montoya de la Cruz, profundas investigaciones sobre arenas y
pigmentos, aplicados luego tanto a las resinas epócsicas de la pintura como a
la decoración de hermosas jarras y vasos trasparentes, que fueron símbolo por
muchos años de la manufactura durangueña y que, junto con los zarapes
regionales, todavía se alcanzan a ver el Kiosco de la Plaza de Armas, conocido
también como Salón de Exhibición y Venta “Los Tlacuilos”, de la señorial ciudad
norteña, que el mismo Montoya acondicionó para la distribución y venta de los
productos elaborados en la escuela.
En 1968 se
creó, como foro de exposiciones de la EPEA, la Galería “Los Tlacuilos”, desde
el 2002 denominada, “Francisco Montoya de la Cruz”, en la calle Bruno Martínez
número 137 Sur, y en 1974 se comenzó a editar la revista “Andamios”. La escuela
ha tenido posteriormente como directores a Donato Martínez (1988-1993); Marcos
Martínez Velarde (1993-2000); José Candelario Vázquez (2000-2012); Irma Leticia
Ontiveros (2006-2012), y; José Manuel Jiménez (2012-2016). Siguiendo la
revaloración de lo propio llevada a cabo por la Escuela Mexicana de Pintura,
pero también inscrita en las raíces mexicanistas de la UJED, la EPEA se
encuentra bajo la advocación del dios prehispánico Huehuetéotl, ostentando la
escuela una escultura monumental de la arcaica deidad teotihuacana.
Huehuetéotl, el Dios del Fuego, es el Dios Viejo, muy venerado por los antiguos
mexicanos, que lleva sobre la cabeza un inmenso brasero o Tecuil, es el dios del centro donde se cruzan las
cuatro regiones del cosmos, teniendo una relación vertical con los tres mundos,
con el cielo por su relación con el sol, con la tierra por su poder
fertilizador y de transformación, y con el inframundo por su relación con la
muerte. Está íntimamente relacionado con Xuihcóatl, o la serpiente de fuego,
deidad que lleva un cuerno en la nariz y está rodeado de siete estrellas, quien
transporta al sol en su camino por las estrellas y que se identifica con el
mismo Huehuetéotl, apareciendo en el Calendario Azteca bajo la forma de una
doble serpiente. Patrono del fuego, está relacionado con los ciclos mexicas de
52 años, indicando entonces la regeneración de la vida y del mundo y la
restauración del orden social, siendo así símbolo de un agente purificador. Se
relaciona también con Huitzilopochtli como símbolo del día, y con Tezcatlipoca
como símbolo de la noche. También se le asocia al conocimiento y a la libertad
humana, que al decidir por sí mismo se separa de los dioses. Fundador del
mundo se le asocia y aún se le
identifica con Ometéotl, entidad generadora y sostenedora del universo y que
habito bajo la forma dual de Ometecutli y Omecíhuatl el 13avo cielo. Se le
llama entonces solemnemente Tateo Innan Tateo Inta: Madre y Padre de los
Dioses; o Tocanla, Padre Unitario. Huehuetéolt se relacionaba en Teotihuacán
con el mito de Nnahuatzin, sacrificado para transformarse en el astro rey, en
su acepción de Tota, que la valencia macho y fertilizadora o Nuestro Padre.
Dios de la vitalidad que concede la cohesión familiar, Huehuetéotl es entonces
el dios de hogar, por estar sentado en el centro del universo, sitio del poder
regenerador, por lo que también está ligado a los momentos precisos de
transición, donde se abren los periodos de purificación, transformación y
regeneración, relacionado por tanto a los tiempos específicos de cambio el
mundo. Es entonces el fuego como
elemento sacralizado, que define y enlaza los diversos ciclos y procesos
sociales, naturales, rituales y míticos.
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