La
Belleza y lo Sagrado
Por
Alberto Espinosa Orozco
La belleza es una forma derivada del bien -siendo su
relación la de una especie con respecto a un
género, mayor, que la abarca -por lo que es materialmente imposible a la
estética escapar a lo moral, que es un a-priori del ser humano, más radical,
más fundamental, definitorio, o en mayor grado que otros que se pudieran
encontrar. Lo bello es creación, por tanto, gracia, armonía, orden, jerarquía, distinción, incluso contraste y por tanto elegancia -notas de las que se deriva la alegría y cierta promesa de felicidad y de transparencia.
Lo feo, en cambio, es ya una calificación de inhumanidad o
infrahumanidad. Toda obra de arte, así, expresa, por indirectamente que se
quiera, una metafísica personal -patente en la contemplación artística, que es a todas luces reflexión, máximamente visible en la relación, que es estrechísima,
entre los valores estéticos y morales. El intento de escapar de lo moral
mediante una emancipación de la estética, ya sea por el lado de las vanguardias, del arte por el
arte, del arte puro, por los costados de los diversos geometrismos, o por los escorzos del
formalismo o del esteticismo, ha dado, en las mayoría de la veces,
un arte mudo o a-significativo, cuando no hórrido y tóxico -confundiendo frívolamente todo, ya
en pleno delirio mercantilista, con lo sagrado.
No sólo arte existencial, que es facticismo, inquietud, sin-sentido y acosmismo; no sólo celebración o padecimiento de la inmanencia o simple ateísmo; sino activa apostasía, ser en función y adoración de la muerte: tanatismo.
No sólo arte existencial, que es facticismo, inquietud, sin-sentido y acosmismo; no sólo celebración o padecimiento de la inmanencia o simple ateísmo; sino activa apostasía, ser en función y adoración de la muerte: tanatismo.
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