El Materialismo sin Dios: las Herejías Modernas
Poer
Alberto Espinosa Orozco
Lo que puede reprocharse al materialismo rampante de hoy en día es la idea,
ciertamente muy materialista, de la no necesidad de Dios. Idea que deriva del
sentimiento del hombre moderno de la no necesidad de Dios, prescindiendo de su
idea personalmente y viviendo efectivamente como si Dios no existiera. Idea,
pues, que deriva del sentimiento de autosuficiencia del hombre moderno -el
cual, sin embargo, sale adelante apoyándose en algún bastón, físico o metafísico,
recurriendo finalmente a las místicas degradadas, a otras potencias carentes de
luz o pactando directamente con la muerte, incurriendo de tal modo en
apostasía, que es la negación explícita o práctica de Dios.
La participación en las orgías del dinero, en
abstrusas especulaciones de dominación tecnocrática del mundo, en la huida de la realidad que se sume en la irrealidad de esos infiernos pánicos llamados, no sin ironía, paraísos artificiales, el entrarle al revolcadero
con hieródulas sagradas o de hundirse en el pestilente lodo de prácticas contra natura, hoy al
alcance de cualquiera, son entonces símbolos suficientes para granjearse el
seguimiento, cuando no el aplauso y hasta la aceptación, de la cofradía de los
hijos de las tinieblas. Como el humo turbio de Satán que ha penetrado al
interior de la barquichuela de los creyentes, su densa llamarada muerta ha
vertebrado también la negra médula del inconsciente, articulando las empalmadas
escamas y estrechas lajas de los ejércitos de burócratas, reclutando bajo su
orgiástica égida no ya digamos a instituciones particulares, sino a naciones
enteras, postradas en obediencia nocturna.
El gesto gemuflexo, ya de inclinarse ante un
jerarca hipostasiado en el orden de una secta oligárquica, ya de dar por bueno un valor negativo, de hacer pasar por
autoridad cultural o educativa a un charlatán, a un animal o a un bárbaro, por
decir algo, o de hacer de un charro bigotón y bien vendido, con casa de seis
cúpulas en Las Lomas, un líder social o sindical, son actitudes tan
materialmente arraigadas en nuestras mezquinas costumbres sociales, que pasan
hoy en día como toleradas y hasta desapercibidas, pero que no por ello dejan de
hundir en el barro y en la confusión moral a los infractores.
Infracción moral, es cierto, y de calibre, cuya
gravedad implica no sólo él no querer el bien y la luz, y sobre todo el no
odiar y rechazar las tinieblas, digamos que con cruda indiferencia, sino el amar
positivamente el mal, en alguna medida, o cuando menos el pactar, que viene a
ser lo mismo que el colaboracionismo. Actitudes derivadas de una razón meramente disolvente, sin principio de luz, meramente destructiva, al ser la crítica
de todo lo existente su último y único peldaño y exiguo fundamento racional.
Desear la inexistencia del bien, la aniquilación
de la luz, en favor de pobres ventajas materiales, de enredarse, como se decía
antes, en la tenebra, como un medio para sacar raja, para competir en un
medio cultural de manera oportunista y hasta ventajista. Es también, y acaso
esencialmente, el vehículo idóneo para dormir el espíritu y ser dominados
por la opacidad material, incurriendo entonces en la ceguera moral de nuestro tiempo
que, como pasa en las leyendas brujiles, acaba por precipitar en los excesos de
la carne y en la disolución de las costumbres, terminando sus incautos
participantes como aquel lamentable cuadrúpedo que camina inconsciente
siguiendo la zanahoria que cuelga de un hilo por delante de sus narices, en medio
de sus inmensas orejas agachonas, en un lamentable retorno a la animalidad.
Porque, en efecto, como no se cansa de repetir la filosofía hermética, la ignorancia de Dios resulta ser el peor de todos los males.
Porque, en efecto, como no se cansa de repetir la filosofía hermética, la ignorancia de Dios resulta ser el peor de todos los males.
ME PARECE MUY INTERESANTE Y POR ESTO LO PUBLICO Y RECOMIENDO
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