Copa de Sal
Por Alberto Espinosa Orozco
Por Alberto Espinosa Orozco
Me encontré con la bella escanciadora
Un día en que la vida detenía el compás
De sus agujas entre las horas diluidas.
Somos yerba, recuerdo al verla
Que le dije, que se seca pronto
Ante el fulgor del sol eterno.
El mundo en su estancia inmóvil, girando
Ingrávido en la cumbre de su elevada esfera
Temblaba resquebrajado a nuestros pies.
Llena de gracia y sorda y con violentos
Ademanes la admiré siguiendo el torbellino
De su vuelo hasta el confín remoto del arcano.
Mientras, sus alas de cristal helado pusieron una marca
De luz sobre mí frente al dejar caer tímidamente
La blanca pluma de libertad sobre la mente.
Cruzamos corredores de la muerte, bailamos
En laberintos hechizados por mecánicas cadencias
De estridencias entre el humo y el alcohol amortajadas.
Amando todo y sin amor de madrugada
Nos deslizamos por estrechos corredores
Hasta caer en la palaya estéril de la nada.
Viajando entre la vanidad del mundo y sus rastrojos
Donde invisibles fantasmas del espanto se paseaban
Por las áridas dunas del mar y las ondas del ensueño.
Por el mundo, ya de hinojos, exhausto, cautivo
En la fatiga, nos conducía un auriga de luz
Llena de vida e inmortal por la gloria de otros días.
Y en las fronteras de la guerra y lo insensato
Las antiguas notas poderosas de lo Santo
Nos brindaron sus murmullos y sus cantos.
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