Miguel Noreña y el Paseo de la Reforma
Por
Alberto Espinosa Orozco
I
El último
maestro de aquella destacada generación de escultores mexicanos decimonónicos
fue Miguel Noreña, quien a su vez había
sido discípulo del artista catalán Manuel Vilar. Justamente célebre, Vilar
alcanzó la famoso por introducir en la Academia el llamado Purismo Academicista
de Roma, de origen alemán y extendido a País, y a quien sucedió Miguel Noreña
como maestros de escultura en San Carlos –mientras que a Pelegrin Clavé le
sucedería en la cátedra José Salomé Pina, especializado en París, haciendo
equipo con Eugenio Landesio, José María Velazco, discípulo preferido de
Landesio, y Santiago Rebull.[1]
Miguel José María Marino Noreña Argurte, hijo de Marino Noreña Grcía y Feliciana Aegurte Castro, nació en la Ciudad de México en 19 de julio de 1939. Estudió en la Academia de San
Carlos donde ganó una pensión para especializarse en Europa, viviendo en Paris
por varios años. A su regreso sucedió al escultor catalán Manuel Vilar como maestro de escultura y en
1868 fue nombrado Director de Escultura de la Academia, en sustitución de
Felipe Sojo. Su obra se caracteriza por la búsqueda de la identidad nacional,
también por una completa sustitución de los motivos religiosos en sus trabajos
a cambio de recibir contratos con el gobierno, así como por haber sido maestro
de la generación con que cierra el siglo XIX mexicano: Jesús Fructuoso
Contreras, Gabriel Guerra y Enrique Guerra.
Miguel Noreña, luego de viajar a
París para profundizar sus estudios (1863-1868), regresó a México para ser
nombrado Director de Escultura en la Academia de San Carlos, siendo su obra más
conocida el Monumento a Cuauhtémoc,
en Paseo de la Reforma. En 1877 se integra al proyecto de Porfirio Díaz para la
realización de una serie de monumentos de carácter nacionalista, para ensalzar
a los héroes de la Reforma y a las grandes figuras del mundo prehispánico.
Destacan en este renglón el Monumento
a Carlos
Pacheco y el Monumento Hipsográfico
a Enrrico Matrinz, el cual realizó en
6 meses durante el año de 1880 y 1881, por encargo de Vicente Riva Palacio.
II
La figura de Enrrico Martinez merece cierta
consideración. Nació en Hamburgo, en 1550 y murió en Cuautitlán del Valle en
1632, lugar de residencia elegido luego de la pavorosa inundación de la Ciudad
de México en 1629. El barón Von Humboldt lo hacía alemán u holandés, con el
nombre de Henrrich Mertins. La verdad es que, aunque nació en Hamburgo,
descendía de familia mexicana y se educó en España, y aunque vivió en Alemania
fue un ferviente católico que aprendió el oficio de impresor en España. Su
conocimiento de la lenguas y su conocimiento de las leyes lo llevaron a la
Nueva España. Fue protegido por el Virrey Luis de Velazco junto con Juan Ruiz
de Alarcón. Llegó a México en 1589 con el título de Cosmógrafo del Rey,
formando parte del Consejo de Indias, encargado de relatar los viajes,
descubrimientos y choques armados entre las flotas y navíos, así como observar
el movimiento de los astros y marcar la longitud y latitud de ciudades y montañas.
A partir de 1599 fue también intérprete de la Santa Inquisición. En 1607 Luis
de Velazco le encomienda los trabajos de desagua de la cuenca de México, que lo
harían trascender en la historia moderna porfirista, como ingeniero y hombre de
empresas. Se empezó a realizar desde esa temprana fecha el desecamiento de los
lagos de Texcoco, Xochiclaco, Chalco, Xaltacan y Zumpango, más el lago de San
Cristóbal, debido a los grandes desbordamientos lacustres que inundaban la
Ciudad de México. Henrrich Martin llevó a cabo el asombroso, aunque ineficaz,
procedimiento de excavar un canal para drenar los lagos entre 1607 y 1609. El
canal no tardó en derrumbarse, entrando al ingeniero alemán en litigio con el
nuevo Virrey García Guerra, azuzado por Felipe II. El siguiente Virrey, Diego
Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcazar (1612-1621), resolvió contratar a
otro ingeniero, Adrian Boot, flamenco, y junto con Henrrico Martínez y 100
hombres repararon los canales.
El monumento labrado por Miguel Noreña,
primero entre las calles de Seminario y Apartado, guarda su memoria, encontrándose
a un costado de la Catedral Metropolitana, marcando el llamado “Kilometro Cero”
de la ciudad de México, estando erigido sobre un pedestal diseñado como un
basamento de chiluca por el arquitecto Francisco M. Jiménez.
El Monumento Hipsográfico al General Heinrrich
Martin (o Enrico Martínez), quien como repito llegó a la Nueva España en
1589 y se encargó hasta 1607 del desagüe y desecación de las lagunas del Valle
de México, se encuentra montado sobre un
pedestal en mármol blanco á rematado por la figura en bronce de una mujer de
rasgos clásicos coronada de laureles, símbolo de la Ciudad de México, y fue
inaugurado en 1876 celebrando la construcción del Túnel de Nochistajo y de
Texiquiac o desagüe de la ciudad–descansando ahora en la esquina suroeste de
Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Destaca también el Monumento a Benito Juárez García de 1891, figura sedente que fue vaciada en bronce tomando como material los cañones arrebatados a los enemigos de la República, los que se fundieron para tal propósito, la cual se encuentra en el ala norte del Patio Mariano de Palacio Nacional.
En efecto, quince años después del deceso del Benemérito, en 1890 Porfirio Díaz organizó una serie de actos para recordar la figura del ilustre oaxaqueño: develó una placa conmemorativa en la habitación donde Juárez falleciera y, en encargó a Miguel Noreña la realización de una estatua cuyo bronce se obtuvo después de fundir piezas de artillería que el ejército conservador de Miguel Miramón utilizó en las Batallas de Silao y Calpulalpan, el 22 de diciembre de 1860, victoria que dio el triunfo a los liberales en la Guerra de Reforma, , así como balas disparadas por los franceses en el Sitio de Puebla en el sitio de 1863.[2]
. La multiforme figura la de Juárez, que sigue atormentándonos hasta la fecha en innúmeras estatuas y efigies de dudoso valor esparcidas por toda la nación -de no menos innúmeros rostros, tamaño, complexión y facciones-, sería una clave del complejo discurso nacionalista, tanto del viejo Porfirio Díaz como del posterior proyecto de estado-nación independiente. La apoteosis de la fiebre porfiriana por el juarismo se alcanzó en 1910 con la construcción del marmóreo Monumento Hemiciclo a Juárez.[3] Desde el 18 de julio de 1957 el Palacio nacional consagra uno de sus espacios al Recinto a Benito Juárez, donde en siete salas se encuentran en exhibición los objetos personales donados por sus descendientes y parte del acervo que conforma la colección.[4]
Miguel
Noreña se distinguió por abordar los temas de carácter histórico nacional,
siendo su principal obra el Monumento a Cuauhtémoc del Paseo de
la Reforma. Sobresale su friso “La prisión de Cuauhtémoc” de 1879.
La obra fue colocada
en la segunda glorieta del Paseo de la Reforma, luego del Monumento a Colón,
cerca de Avenida Insurgentes, prosiguiendo la serie de esculturas que irían
adornando las glorietas del Paseo de la Reforma, añadiéndose así a la Glorieta de “El Caballito”, una serie de
esculturas, a las que seguiría la Monumento
o Columna de la Independencia, y posteriormente en la ampliación del Paseo,
el Monumento a la Raza y el Monumento a Cuitláhuac, etc.[6]
III
El MUNAL atesora en su colección su obra
escultórica La Lección (Sátiro y el Amor).
Compleja obra, y perturbadora, en la que el acompañante de Pan y de Dionisio
abraza malicioso al el Amor (Eros o Cupido), llevando la boca a su oído para mal aconsejarlo,
pues la naturaleza subversiva del lesivo romano lo impele a romper con el orden
y el decoro, intentando incluso corromper de ser posible al mismo dios de las
dulces flechas. Imagen crítica de su tiempo, que presenta la contrapartida
moderna y pesimista de nuestra era, específicamente al intentar obtener el amor
por medios venales. Espíritu contrastante con el piadoso optimismo del barroco
que suponía la imagen de El Eros divino derrotando al Eros terrenal,
por Giovanni Baglione, 1602.[7]
La pintura más conocida de Baglione, también
llamada Amor Sagrado y Amor Profano, donde Putti desnudo en compañía de
un enrojecido sátiro se prepara para recibir el castigo del ángel bienhechor, fue
una respuesta directa a la obra de Michelangelo Merisi da Caravaggio, llamada Amor
Vincit Omnia (1601-1602), donde en cambio se muestra a una Eros ambiguo
y envilecido, cuyas negras alas lo delatan como ave de mal agüero. Conflicto
entre el querubín Putty y el dios Eros, o entre el eros terrestre y el celeste,
en una palabra, tema que el maestro mexicano Noreña recrea con gran
originalidad y contención clásica, dialogando con la tradición, bajo la forma
de un angelical pero pervertido sileno y el pequeño un niño alado.
Esta escultura, vaciada al bronce, se
encuentra reproducida ahora en el Paseo de las Esculturas de Álvaro Obregón.
IV
Otras esculturas de Miguel Noreña son: Fray Bartolomé de las Casas convirtiendo a
una familia azteca, en yeso, de 1865. Hay en el MUNAL un óleo muy
interesante de Félix Parra de 1875 con el mismo tema.
La Escultura sedente de Benito Juárez, la cual
se fundió con los cañones de guerra del general Manuel Miramón y fue inaugurada
en 1891. Otra más es el Monumento a
Vicente Guerrero, el último jefe insurgente, que se encuentra en el atrio
del Templo de San Fernando y que data de 1867.
Es también obra de Noreña el Monumento a Miguel Hidalgo y Costilla, realizada
en colaboración con su discípulo Eduardo Concha. Se localiza en la Plaza
Principal de la Ciudad de Hidalgo, el cual fue encargado a instancias de Benito
Juárez el 6 de junio de 1863, aunque dadas las vicisitudes bélicas de la nación
no fue inaugurado sino hasta el 16 de septiembre de 1891 por el gobernador José
Bibriesca Saavedra.
Miguel Noreña murió en la Ciudad de México en 1894, a los 51 años de edad. Por último, puede agregarse que una de las
calles de la Colonia San José Insurgentes lleva el nombre de Miguel Noreña.
V
El Paseo
de la Reforma se creó por iniciativa del II Emperador de México,
Maximiliano de Habsburgo, quien convocó en 1864 a una Comisión de Planeación,
conformada por: Carl Gongolf, el arquitecto Ramón Rodríguez Arengoiti y por
tres maestros de la Academia de San Carlos: Miguel Noreña, Santiago Rebull y
Felipe Sojo –dejando éste último un busto del emperador “Maximiliano de Habsburgo”.
El encargado de
realizar la obra fue el ingeniero de minas Luis Bolland Kahmackl, quien se
inspiró en la magnificencia del Paseo de los Campos Elíseos de París,
Francia, el cual se llamaría inicialmente el Paseo de la Emperatriz.,
en honor a la emperatriz Carlota Amalia. La idea, así, era crear una
espectacular avenida, digna del II Imperio Mexicano, con fuentes, glorietas,
esculturas y arboledas, que condujeran de la Glorieta a Carlos IV al Castillo
de Chapultepec.
El camino recto del Palacio
Nacional a la Glorieta del Caballito por la
Calzada del Calvario (hoy Avenida Juárez), de 1.7 kilómetros de longitud,
originalmente seguí su paso por el bello Paseo de Bucareli o Paseo
Nuevo, de 1 kilometro de longitud, hasta llegar a la Garita
de Belén del Acueducto de Chapultepec, que si por
un extremo alcanzaba la Fuente Salto de Agua, por el otro
llegaba hasta el cerro del Grillo, luego de 2.5 kilómetros de recorrido y,
subiendo 750 metros, hasta el Castillo
de Chapultepec, elegido por Maximiliano de Habsburgo como la residencia
de la nueva monarquía. El plan del monarca consistía así en trazar una línea
recta, que pasaba por haciendas ganaderas y sembrados de maíz, para ir derecho
de la Glorieta de El Caballito al Castillo de Chapultepec,
en un recorrido de 3.5 kilómetros, constituyéndose en ella un hermoso paseo con
dos vías monumentales paralelas de 9 metros de ancho y dos camellones laterales
de 9 metros cada uno con una doble fila de árboles y jardines en toda su
extensión. En medio del trayecto se planeó construir una glorieta, que es la
Glorieta de la Palma de 120 metros de diámetro (en la calle de Niza) –donde
originalmente iría el Monumento a Colón. El proyecto fue
aprobado por el Ministro de Fomento, Industria y Comercio Luis Robles Pezuela,
y llevado a cabo en sus primeros pasos por los hermanos constructores Juan
Ramón Agea. Los trabajos se realizaron con celeridad entre 1864 y 1865, siendo
inaugurada la primera fase del proyecto, aún no urbanizada, en 1866 como Paseo
de la Emperatriz, La obra tuvo que ser interrumpida por la caída del II
Imperio Mexicano y el asesinado te Maximiliano de Habsburgo por las fuerzas
dirigidas por Benito Juárez, quien se negó a darle el indulto.
En 1872 se retomó el
proyecto bajo la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), siendo
Ministro de Fomento Francisco P. Herrera, abriéndose al público con el nombre
de Paseo
Degollado, intercalándose 4 glorietas más, de 110 metros de diámetro
cada una. Bajo el primer periodo presidencial de Porfirio Díaz (1877-1880), se
inaugura el Monumento a Cristóbal Colón (1877). Destacaron también las
grandes bancas de altos respaldos
rematadas con jarrones tallados en cantera gris oscuro, diseñadas por los
maestros de la Academia de San Carlos Miguel Noreña y Santiago Rebull, en
estilo neoclásico, junto con los pedestales igualmente labrados en cantera,
donde se pretendía colocar una, luego de una serie de jarrones de bronce,
figuras mitológicas alternadas, siguiendo el proyecto inicial. Francisco Sosa
se opuso desde su tribuna periodística y se sustituyeron a los dioses griegos
por los nuevos héroes de la reforma, cambiando la majestuosa avenida su nombre
al de Paseo de la Reforma.
VI
En cuanto al
Monumento a Cristóbal Colón, a manera de corolario de ese pequeño excurso, sólo
resta señalar que fue el primero de los monumentos colocados en el Paseo
de la Reforma, por iniciativa del emperador Maximiliano I de México,
quien encargó el proyecto a Manuel Vilar. A la caída del segundo Imperio
Mexicano, al no concretarse el proyecto del artista catalán, el empresario
Antonio Escandón lo retomó, sirviéndose de los bocetos hechos por Vilar,
cambiando la idea original de rodear al genovés con la alegoría de los mares
que rodean a México por las efigies de cuatro religiosos y evangelizadores del
Nuevo Mundo: Fray Pedro de Gante, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Juan Pérez
de Marchena y Fray Diego de Deza. En un
principio encargo la obra al arquitecto Ramón Rodríguez Arangoiti, pero en un viaje
a París le pareció mejor dar el conjunto estatuario al escultor francés Charles
Cordier, llegando las cinco efigies a Veracruz en 1875 y colocándose en el
sitio elegido por Maximiliano en 1877, en la glorieta de Paseo de la reforma y
Avenida Madero. Hay que añadir que la escultura de Cristóbal Colón proyectada
por Manuel Vilar se realizó finalmente, que es la que se encuentra en el
Monumento a Cristóbal Colón en Buenavista.
VI
Junto con los
escultores neoclásicos de aquella época sobresalieron en el México decimonónico
los grandes litógrafos de ese tiempo, los cuales estando interesados en la
nueva grandeza de la nación no dejaron de reproducir las grandes imágenes propuestas por la Escuela Nazarena de Vilar y Clavé, así como algunas de las deslumbrantes esculturas
marmóreas que se estaban realizando por aquellos años en la Academia de San Carlos,
y de cuyas estampas dejamos aquí apenas un pequeño esbozo.
[1] Eugenio Landesio llega a la Academia de San Carlos
por recomendación de Pelegrín Clavé y como un primer intento por reformar la
Academia y el arte mexicano durante el México Independiente. Landesio
escribió algunos tratados y
clases para sus alumnos como La Pintura general o de paisaje en la Academia Nacional de San
Carlos y Cimientos del Artista, los cuales tenían por objeto
marcar el método para sus progresos. En estos escritos podemos encontrar
algunos de los artilugios visuales que Velasco adquirió para la composición de
sus paisajes. Entre las instrucciones del maestro vemos que comienza señalando
que lo indispensable es el genio y la disciplina, aunados a una gran capacidad
de observación. También solicita la formación en las ciencias. En tercera
instancia pide que practiquen la perspectiva y la figura humana, que dibujen
incansablemente grupos de hojas, que pasen luego a los troncos, terrenos,
montes y edificios. Ya que fueran capaces de reproducir lo anterior, entonces
podrían captar los motivos de las nubes, para así bajar la mirada y volver a
los follajes, ahora más complicados. Es decir que su método era unir la mano
con el ojo, que cargasen consigo siempre una pequeña libreta en la cual
tomarían apuntes de los que luego se servirían como un repertorio de la mecánica
de la naturaleza para la ingeniería del cuadro. Podemos concluir que, en
general, la lección se resume en su consejo a
Velasco: «El ignorante debe errar, y el sabio puede equivocarse».
[2] En 1861,
después del triunfo liberal de la Guerra de Reforma, Juárez instaló su gobierno
en la capital de la República. Actuando contra la costumbre arraigada desde la
época colonial, se negó a habitar la esquina suroeste de Palacio Nacional y
mandó hacer algunas adecuaciones en el ala norte, donde planeaba establecerse
con su familia. No obstante, la caída de Puebla en manos de las tropas
invasoras francesas y el inminente establecimiento del Imperio obligaron al
presidente Juárez a abandonar la Ciudad de México. Para volver hubo que esperar
hasta 1867, año en que resultó reelecto como presidente constitucional y se
concretó el triunfo republicano. En tiempos de Maximiliano, el espacio que
ocupaba su casa había servido de habitación al intendente del palacio imperial.
La familia Juárez-Maza al fin reunida, vivió en aquel lugar los momentos de
mayor intimidad doméstica, disfrutando por fin de la paz que Juárez había
logrado para toda la nación. La muerte de Margarita Maza de Juárez el 2 de
enero de 1871 ensombreció aquel ambiente e hizo que la entereza del presidente
decayera. Un año y medio después, el 18 de julio de 1872, Benito Juárez
fallecía en la que había sido su habitación conyugal, en la casa de su familia
que se convertiría, años después, en el recinto de homenaje a su memoria. Después
de la desaparición del presidente, los Juárez-Maza abandonaron el Palacio
Nacional para ir a vivir a la calle de Tiburcio 18 (hoy segunda de Uruguay)
bajo la protección de Pedro Santacilia, esposo de Manuela, hija mayor del
Benemérito.
[3]Después de morir
Juárez el Congreso de la Unión aprobó un gasto de 10,000 para un monumento para
el y su esposa Margarita en el panteón de San Fernando, el nuevo presidente
Lerdo de Tejada lo debería tener listo el 12 de Julio de 1874 para conmemorar
el segundo año de su muerte, sien embargo no se pudieron poner de acuerdo en la forma del monumento. Y
así no fue sino hasta que en 1876
Porfirio Díaz, arrebatando la presidencia a Lerdo de Tejada, inicia sus
mandatos de gobierno y en el año de 1880 se encargo de financiar y supervisar
el monumento que existe en el panteón de San Fernando, que resultó muy bello,
colocado al centro del un minúsculo panteón lateral junto al templo de ese nombre,
que se encuentra en la Colonia Guerrero. El mismo Porfirio Díaz promovió en
1887 que la Avenida de Corpus Cristi cambiara su nombre por Av Juárez, para
conmemorar los 15 años de la muerte del prócer liberal, el día 18 de Julio.
[4] Las salas del
Recinto de Homenaje a don Benito Juárez son siete: Sala 1 Muestra a Juárez como
gobernante y político liberal. Exhibe objetos que denotan su investidura como
gobernante. Destacan la banda presidencial y algunos bienes como un bastón de
mando elaborado en caña de la India y una pequeña charola de plata. Se muestran
también medallas y condecoraciones que le fueran otorgadas en vida. Sala 2 Es
el Área de Exposiciones Temporales. Está presidida por un busto de don Benito
Juárez y una leyenda en bronce que dice: "Todo lo que México no haga por
sí mismo para ser libre, no debe esperar ni conviene que espere, que otros
individuos u otras naciones hagan por él". Sala Dedicada a las Leyes de Reforma y a resaltar
la importancia de las diferentes luchas emancipadoras del siglo XIX mexicano.
Sala 4 Perfil de un Hombre. Confirma la sobriedad en el vestir y la sencillez
en la vida diaria de don Benito Juárez. En esta sala se muestran objetos
donados por sus descendientes entre los que destacan relojes, prendas de
vestir, arreos masónicos y las medallas que recibió como miembro del Rito Nacional
Mexicano. Sala 5 Conocida como Vida Republicana, nos relata cómo la familia
Juárez-Maza, a pesar de residir en Palacio Nacional, vivió de acuerdo a los
cánones de austeridad que dictaron don Benito y su esposa. Los bienes que se
muestran en esta sala dan cuenta de las costumbres de la época; destacan los
objetos relacionados con la manera de comer y servir los alimentos y las piezas
del servicio de comedor utilizadas por la familia presidencial. Sala 6 Le
corresponde el Ambiente Familiar. La figura de Margarita Maza de Juárez es el
eje de este espacio. El ambiente cotidiano se recrea a través de la exhibición
de algunos de sus objetos personales, labores de costura y una colección de
fotografías familiares. Durante el siglo XIX era común la reunión de familias y
amigos en los salones de las casas de clase media. Las crónicas de la época nos
relatan el gusto por la tertulia. En la ambientación del Salón Familiar se
recrea un espacio con el menage característico de la época. Preside un retrato
al óleo de doña Margarita Maza, atribuido a José Escudero y Espronceda. La
Recámara es el espacio culminante del recinto, por ser el lugar en donde
falleció don Benito Juárez. Su cama de latón, coronada con el águila
republicana, confirma que su vida estuvo acorde con sus principios. En este
espacio destaca el costurero de madera tallada, obsequio del artesano Manuel
Lizeaga a doña Margarita Maza en 1867. Dicen sus biógrafos que Benito Juárez
acostumbraba pasar largas jornadas en su despacho, donde se entregaba con gran
disciplina a labores intelectuales. Aquí se exhiben ejemplos del mobiliario
testigo de las grandes transformaciones del Estado. Sala 7 Es la Patria a
Juárez. A la muerte de Juárez, su figura se convirtió en un símbolo y su imagen
pasó a formar parte de la iconografía popular. Los gobiernos lo convirtieron en
héroe y el pueblo en mito. En este lugar se exhiben algunas de las
condecoraciones y objetos realizados en homenaje póstumo a Benito Juárez. El
salón de Homenajes presidido por un busto en bronce de don Benito Juárez,
circundado por los escudos de cada uno de los estados de la Federación y el
Escudo Nacional, está dedicado a rendir homenaje permanente al Benemérito de
las Américas.
[5] En los cuatro
nichos del segundo cuerpo del pedestal destacan las esculturas de las armas de
los principales cuerpos militares mexicas (águila y jaguar), como
representaciones de las armas de sus ejércitos (macuilli, macana y chimalli,
escudo) así como la representación escultórica del escudo de armas de
México-Tenochtitlan. Un friso con armaduras acolchadas y escudos remata el
cuerpo y debajo, en placas de mármol, se
encuentran inscritos en bronce en las cuatro caras los nombres de Cuitláhuac
(oriente), Cacama (norte), Tetlepanquetzal (poniente) y Coanacoch (sur),
quienes participaron como últimos jefes militares en la Conquista de México.
[6] La monumental
escultura fue movida de lugar por instancia del arquitecto MarioPani, colocada
al centro de lo que pensó un gran centro financiero y comercial de 12 edificios
concéntricos, de los cuales sólo se edificó el Hotel Plaza, afectado en el
sismo de 1985. La estatua volvió a su lugar original en el año de 2004, estando
ahora en el parque Jesús Reyes Heroles.
[7]
Giovanni
Baglione (1566 - 30 Diciembre 1643) fue un italiano manierista tardío y
temprano barroco pintor e historiador del arte. Más recordado por su
participación áspera y perjudicial con el artista, un poco más joven que él,
Caravaggio. Nació y murió en Roma. Pasó de 1621 a1622 en Mantua como el artista
de la corte del duque Ferdinando Gonzaga, donde la exposición a la fabulosa
colección de pinturas venecianas Gonzaga influyó en su estilo. Tuvo una exitosa
carrera, recibiendo un caballero Papal en la Suprema Orden de Cristo (la más
alta de las órdenes papales) en 1606, y su larga relación en Roma con la Academia di San Luca, ya que
sus biografías revelan "un artista obsesionado con el estado".
Publicó dos libros, Las nueve iglesias de
Roma ( Le nove chiese di Roma 1639), y La vida de los pintores,
escultores, arquitectos y grabadores, activos 1572-1642 (Le
Vite de 'Pittori, scultori, architetti, ed Intagliatori dal Pontificato di
Gregorio XII del 1572. fino a 'tempi de Papa Urbano VIII. nel 1642 , 1642).
Sus biografías cubren más de doscientos artistas en diversos medios de
comunicación, todos los cuales habían trabajado en Roma y estaban muertos en el
momento en que publicó su obra.
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