Miguel Noreña y el Paseo de la Reforma
Por
Alberto Espinosa Orozco
I
El último
maestro de aquella destacada generación de escultores mexicanos decimonónicos
fue Miguel Noreña, quien a su vez había
sido discípulo del artista catalán Manuel Vilar. Justamente célebre, Vilar
alcanzó la famoso por introducir en la Academia el llamado Purismo Academicista
de Roma, de origen alemán y extendido a País, y a quien sucedió Miguel Noreña
como maestros de escultura en San Carlos –mientras que a Pelegrin Clavé le
sucedería en la cátedra José Salomé Pina, especializado en París, haciendo
equipo con Eugenio Landesio, José María Velazco, discípulo preferido de
Landesio, y Santiago Rebull.
Miguel José María Marino Noreña Argurte, hijo de Marino Noreña Grcía y Feliciana Aegurte Castro, nació en la Ciudad de México en 19 de julio de 1939. Estudió en la Academia de San
Carlos donde ganó una pensión para especializarse en Europa, viviendo en Paris
por varios años. A su regreso sucedió al escultor catalán Manuel Vilar como maestro de escultura y en
1868 fue nombrado Director de Escultura de la Academia, en sustitución de
Felipe Sojo. Su obra se caracteriza por la búsqueda de la identidad nacional,
también por una completa sustitución de los motivos religiosos en sus trabajos
a cambio de recibir contratos con el gobierno, así como por haber sido maestro
de la generación con que cierra el siglo XIX mexicano: Jesús Fructuoso
Contreras, Gabriel Guerra y Enrique Guerra.
Miguel Noreña, luego de viajar a
París para profundizar sus estudios (1863-1868), regresó a México para ser
nombrado Director de Escultura en la Academia de San Carlos, siendo su obra más
conocida el Monumento a Cuauhtémoc,
en Paseo de la Reforma. En 1877 se integra al proyecto de Porfirio Díaz para la
realización de una serie de monumentos de carácter nacionalista, para ensalzar
a los héroes de la Reforma y a las grandes figuras del mundo prehispánico.
Destacan en este renglón el Monumento
a Carlos
Pacheco y el Monumento Hipsográfico
a Enrrico Matrinz, el cual realizó en
6 meses durante el año de 1880 y 1881, por encargo de Vicente Riva Palacio.
II
La figura de Enrrico Martinez merece cierta
consideración. Nació en Hamburgo, en 1550 y murió en Cuautitlán del Valle en
1632, lugar de residencia elegido luego de la pavorosa inundación de la Ciudad
de México en 1629. El barón Von Humboldt lo hacía alemán u holandés, con el
nombre de Henrrich Mertins. La verdad es que, aunque nació en Hamburgo,
descendía de familia mexicana y se educó en España, y aunque vivió en Alemania
fue un ferviente católico que aprendió el oficio de impresor en España. Su
conocimiento de la lenguas y su conocimiento de las leyes lo llevaron a la
Nueva España. Fue protegido por el Virrey Luis de Velazco junto con Juan Ruiz
de Alarcón. Llegó a México en 1589 con el título de Cosmógrafo del Rey,
formando parte del Consejo de Indias, encargado de relatar los viajes,
descubrimientos y choques armados entre las flotas y navíos, así como observar
el movimiento de los astros y marcar la longitud y latitud de ciudades y montañas.
A partir de 1599 fue también intérprete de la Santa Inquisición. En 1607 Luis
de Velazco le encomienda los trabajos de desagua de la cuenca de México, que lo
harían trascender en la historia moderna porfirista, como ingeniero y hombre de
empresas. Se empezó a realizar desde esa temprana fecha el desecamiento de los
lagos de Texcoco, Xochiclaco, Chalco, Xaltacan y Zumpango, más el lago de San
Cristóbal, debido a los grandes desbordamientos lacustres que inundaban la
Ciudad de México. Henrrich Martin llevó a cabo el asombroso, aunque ineficaz,
procedimiento de excavar un canal para drenar los lagos entre 1607 y 1609. El
canal no tardó en derrumbarse, entrando al ingeniero alemán en litigio con el
nuevo Virrey García Guerra, azuzado por Felipe II. El siguiente Virrey, Diego
Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcazar (1612-1621), resolvió contratar a
otro ingeniero, Adrian Boot, flamenco, y junto con Henrrico Martínez y 100
hombres repararon los canales.
El monumento labrado por Miguel Noreña,
primero entre las calles de Seminario y Apartado, guarda su memoria, encontrándose
a un costado de la Catedral Metropolitana, marcando el llamado “Kilometro Cero”
de la ciudad de México, estando erigido sobre un pedestal diseñado como un
basamento de chiluca por el arquitecto Francisco M. Jiménez.
El Monumento Hipsográfico al General Heinrrich
Martin (o Enrico Martínez), quien como repito llegó a la Nueva España en
1589 y se encargó hasta 1607 del desagüe y desecación de las lagunas del Valle
de México, se encuentra montado sobre un
pedestal en mármol blanco á rematado por la figura en bronce de una mujer de
rasgos clásicos coronada de laureles, símbolo de la Ciudad de México, y fue
inaugurado en 1876 celebrando la construcción del Túnel de Nochistajo y de
Texiquiac o desagüe de la ciudad–descansando ahora en la esquina suroeste de
Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Destaca también el Monumento a Benito Juárez García de 1891, figura sedente que fue vaciada en bronce tomando como material los cañones arrebatados a los enemigos de la República, los que se fundieron para tal propósito, la cual se encuentra en el ala norte del Patio Mariano de Palacio Nacional.
En efecto, quince años después del deceso del Benemérito, en 1890 Porfirio Díaz organizó una serie de actos para recordar la figura del ilustre oaxaqueño: develó una placa conmemorativa en la habitación donde Juárez falleciera y, en encargó a Miguel Noreña la realización de una estatua cuyo bronce se obtuvo después de fundir piezas de artillería que el ejército conservador de Miguel Miramón utilizó en las Batallas de Silao y Calpulalpan, el 22 de diciembre de 1860, victoria que dio el triunfo a los liberales en la Guerra de Reforma, , así como balas disparadas por los franceses en el Sitio de Puebla en el sitio de 1863.
. La multiforme figura la de Juárez, que sigue atormentándonos hasta la fecha en innúmeras estatuas y efigies de dudoso valor esparcidas por toda la nación -de no menos innúmeros rostros, tamaño, complexión y facciones-, sería una clave del complejo discurso nacionalista, tanto del viejo Porfirio Díaz como del posterior proyecto de estado-nación independiente. La apoteosis de la fiebre porfiriana por el juarismo se alcanzó en 1910 con la construcción del marmóreo Monumento Hemiciclo a Juárez. Desde el 18 de julio de 1957 el Palacio nacional consagra uno de sus espacios al Recinto a Benito Juárez, donde en siete salas se encuentran en exhibición los objetos personales donados por sus descendientes y parte del acervo que conforma la colección.
III
Miguel
Noreña se distinguió por abordar los temas de carácter histórico nacional,
siendo su principal obra el Monumento a Cuauhtémoc del Paseo de
la Reforma. Sobresale su friso “La prisión de Cuauhtémoc” de 1879.
En el año de 1877 se
empezó a construir el Monumento a Cuauhtémoc, de Miguel
Noroña, el cual no sería terminado sino diez años después, en 1887,
inaugurándose el 21 de agosto de ese mismo año por el dictador Porfirio Díaz.
La gran pieza de Cuauhtémoc, cuya sola cabeza, orgullosa y que mira hacia lo
alto, mide más de medio metro de altura. La escultura en total tiene 4.9 3 metros de altura, con un peso de 4.2
toneladas y fue
fundida en los grandes talleres artísticos de Jesús Fructuoso Contreras. Miguel
Noreña cultivó en esa pieza el estilo del neoindigenismo académico, promovido
abiertamente por la facción liberal porfirista, tomando como modelo del héroe
mexica a Ignacio Manuel Altamirano. El Cuauhtémoc
de Noreña porta una túnica estilo romano, lo cual delata el intento de
introducir nuestra cultura en la historia universal, asimilando las formas
clásicas.
El costo de la obra
fue de 37 mil 863 pesos, aunque se tuvieron que pagar 3 mil pesos más en razón
de los ocho leopardos de bronce adornados con penachos y joyas de Epitacio
Calvo, con claras evocaciones egipcias de Esfinges faraónicas. El basamento
tiene dos altorrelieves: uno de Miguel Noreña que recrea el primer Encuentro
de Cuauhtémoc y Cortés; el segundo de Gabriel Guerra, que describe
gráficamente el Tormento de Cuauhtémoc y Tizoc ante las brasas.
La obra fue colocada
en la segunda glorieta del Paseo de la Reforma, luego del Monumento a Colón,
cerca de Avenida Insurgentes, prosiguiendo la serie de esculturas que irían
adornando las glorietas del Paseo de la Reforma, añadiéndose así a la Glorieta de “El Caballito”, una serie de
esculturas, a las que seguiría la Monumento
o Columna de la Independencia, y posteriormente en la ampliación del Paseo,
el Monumento a la Raza y el Monumento a Cuitláhuac, etc.
La obra fue fundida en el Taller de Arte, del controvertido artista
hidrocálido Jesús fructuoso Contreras, quein puso su fundición con un jugoso
préstamo aportado por Porfirio Diaz, debido a ls estupendas relaciones
matrimoniales del artista quien se había ligado a la encumbrada familia
Elizondo por ese medio.
Por otra parte, cabe mencionar que hay una reproducción en bronce de la
escultura a Cuautémoc en Brasil. La reproducción se encuentra en medio de una
plaza ruinosa y descuidada, rodeada de inmensos rascacielos proletarizados, en algún
lugar de Río de Janeiro.
"Torso con Penacho" de Miguel Noreña
Sala-Biblioteca de la casa de Juan Antonio Azumendi Zamora
III
El MUNAL atesora en su colección su obra
escultórica La Lección (Sátiro y el Amor).
Compleja obra, y perturbadora, en la que el acompañante de Pan y de Dionisio
abraza malicioso al el Amor (Eros o Cupido), llevando la boca a su oído para mal aconsejarlo,
pues la naturaleza subversiva del lesivo romano lo impele a romper con el orden
y el decoro, intentando incluso corromper de ser posible al mismo dios de las
dulces flechas. Imagen crítica de su tiempo, que presenta la contrapartida
moderna y pesimista de nuestra era, específicamente al intentar obtener el amor
por medios venales. Espíritu contrastante con el piadoso optimismo del barroco
que suponía la imagen de El Eros divino derrotando al Eros terrenal,
por Giovanni Baglione, 1602.
La pintura más conocida de Baglione, también
llamada Amor Sagrado y Amor Profano, donde Putti desnudo en compañía de
un enrojecido sátiro se prepara para recibir el castigo del ángel bienhechor, fue
una respuesta directa a la obra de Michelangelo Merisi da Caravaggio, llamada Amor
Vincit Omnia (1601-1602), donde en cambio se muestra a una Eros ambiguo
y envilecido, cuyas negras alas lo delatan como ave de mal agüero. Conflicto
entre el querubín Putty y el dios Eros, o entre el eros terrestre y el celeste,
en una palabra, tema que el maestro mexicano Noreña recrea con gran
originalidad y contención clásica, dialogando con la tradición, bajo la forma
de un angelical pero pervertido sileno y el pequeño un niño alado.
Hay que agregar la íntima relación que
guarda la obra del escultor mexicano con otra de su discípulo Gabriel Guerra
llamada La Lección o La Ninfa y el Amor, donde con otras
formas se repite la misma escena de la venalización del amor o su corrupción
por las malas artes de los caprichos de la concupiscencia.
Esta escultura, vaciada al bronce, se
encuentra reproducida ahora en el Paseo de las Esculturas de Álvaro Obregón.
IV
Otras esculturas de Miguel Noreña son: Fray Bartolomé de las Casas convirtiendo a
una familia azteca, en yeso, de 1865. Hay en el MUNAL un óleo muy
interesante de Félix Parra de 1875 con el mismo tema.
La Escultura sedente de Benito Juárez, la cual
se fundió con los cañones de guerra del general Manuel Miramón y fue inaugurada
en 1891. Otra más es el Monumento a
Vicente Guerrero, el último jefe insurgente, que se encuentra en el atrio
del Templo de San Fernando y que data de 1867.
Es también obra de Noreña el Monumento a Miguel Hidalgo y Costilla, realizada
en colaboración con su discípulo Eduardo Concha. Se localiza en la Plaza
Principal de la Ciudad de Hidalgo, el cual fue encargado a instancias de Benito
Juárez el 6 de junio de 1863, aunque dadas las vicisitudes bélicas de la nación
no fue inaugurado sino hasta el 16 de septiembre de 1891 por el gobernador José
Bibriesca Saavedra.
Miguel Noreña murió en la Ciudad de México en 1894, a los 51 años de edad. Por último, puede agregarse que una de las
calles de la Colonia San José Insurgentes lleva el nombre de Miguel Noreña.
V
El Paseo
de la Reforma se creó por iniciativa del II Emperador de México,
Maximiliano de Habsburgo, quien convocó en 1864 a una Comisión de Planeación,
conformada por: Carl Gongolf, el arquitecto Ramón Rodríguez Arengoiti y por
tres maestros de la Academia de San Carlos: Miguel Noreña, Santiago Rebull y
Felipe Sojo –dejando éste último un busto del emperador “Maximiliano de Habsburgo”.
El encargado de
realizar la obra fue el ingeniero de minas Luis Bolland Kahmackl, quien se
inspiró en la magnificencia del Paseo de los Campos Elíseos de París,
Francia, el cual se llamaría inicialmente el Paseo de la Emperatriz.,
en honor a la emperatriz Carlota Amalia. La idea, así, era crear una
espectacular avenida, digna del II Imperio Mexicano, con fuentes, glorietas,
esculturas y arboledas, que condujeran de la Glorieta a Carlos IV al Castillo
de Chapultepec.
El camino recto del Palacio
Nacional a la Glorieta del Caballito por la
Calzada del Calvario (hoy Avenida Juárez), de 1.7 kilómetros de longitud,
originalmente seguí su paso por el bello Paseo de Bucareli o Paseo
Nuevo, de 1 kilometro de longitud, hasta llegar a la Garita
de Belén del Acueducto de Chapultepec, que si por
un extremo alcanzaba la Fuente Salto de Agua, por el otro
llegaba hasta el cerro del Grillo, luego de 2.5 kilómetros de recorrido y,
subiendo 750 metros, hasta el Castillo
de Chapultepec, elegido por Maximiliano de Habsburgo como la residencia
de la nueva monarquía. El plan del monarca consistía así en trazar una línea
recta, que pasaba por haciendas ganaderas y sembrados de maíz, para ir derecho
de la Glorieta de El Caballito al Castillo de Chapultepec,
en un recorrido de 3.5 kilómetros, constituyéndose en ella un hermoso paseo con
dos vías monumentales paralelas de 9 metros de ancho y dos camellones laterales
de 9 metros cada uno con una doble fila de árboles y jardines en toda su
extensión. En medio del trayecto se planeó construir una glorieta, que es la
Glorieta de la Palma de 120 metros de diámetro (en la calle de Niza) –donde
originalmente iría el Monumento a Colón. El proyecto fue
aprobado por el Ministro de Fomento, Industria y Comercio Luis Robles Pezuela,
y llevado a cabo en sus primeros pasos por los hermanos constructores Juan
Ramón Agea. Los trabajos se realizaron con celeridad entre 1864 y 1865, siendo
inaugurada la primera fase del proyecto, aún no urbanizada, en 1866 como Paseo
de la Emperatriz, La obra tuvo que ser interrumpida por la caída del II
Imperio Mexicano y el asesinado te Maximiliano de Habsburgo por las fuerzas
dirigidas por Benito Juárez, quien se negó a darle el indulto.
En 1872 se retomó el
proyecto bajo la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), siendo
Ministro de Fomento Francisco P. Herrera, abriéndose al público con el nombre
de Paseo
Degollado, intercalándose 4 glorietas más, de 110 metros de diámetro
cada una. Bajo el primer periodo presidencial de Porfirio Díaz (1877-1880), se
inaugura el Monumento a Cristóbal Colón (1877). Destacaron también las
grandes bancas de altos respaldos
rematadas con jarrones tallados en cantera gris oscuro, diseñadas por los
maestros de la Academia de San Carlos Miguel Noreña y Santiago Rebull, en
estilo neoclásico, junto con los pedestales igualmente labrados en cantera,
donde se pretendía colocar una, luego de una serie de jarrones de bronce,
figuras mitológicas alternadas, siguiendo el proyecto inicial. Francisco Sosa
se opuso desde su tribuna periodística y se sustituyeron a los dioses griegos
por los nuevos héroes de la reforma, cambiando la majestuosa avenida su nombre
al de Paseo de la Reforma.
VI
En cuanto al
Monumento a Cristóbal Colón, a manera de corolario de ese pequeño excurso, sólo
resta señalar que fue el primero de los monumentos colocados en el Paseo
de la Reforma, por iniciativa del emperador Maximiliano I de México,
quien encargó el proyecto a Manuel Vilar. A la caída del segundo Imperio
Mexicano, al no concretarse el proyecto del artista catalán, el empresario
Antonio Escandón lo retomó, sirviéndose de los bocetos hechos por Vilar,
cambiando la idea original de rodear al genovés con la alegoría de los mares
que rodean a México por las efigies de cuatro religiosos y evangelizadores del
Nuevo Mundo: Fray Pedro de Gante, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Juan Pérez
de Marchena y Fray Diego de Deza. En un
principio encargo la obra al arquitecto Ramón Rodríguez Arangoiti, pero en un viaje
a París le pareció mejor dar el conjunto estatuario al escultor francés Charles
Cordier, llegando las cinco efigies a Veracruz en 1875 y colocándose en el
sitio elegido por Maximiliano en 1877, en la glorieta de Paseo de la reforma y
Avenida Madero. Hay que añadir que la escultura de Cristóbal Colón proyectada
por Manuel Vilar se realizó finalmente, que es la que se encuentra en el
Monumento a Cristóbal Colón en Buenavista.
VI
Junto con los
escultores neoclásicos de aquella época sobresalieron en el México decimonónico
los grandes litógrafos de ese tiempo, los cuales estando interesados en la
nueva grandeza de la nación no dejaron de reproducir las grandes imágenes propuestas por la Escuela Nazarena de Vilar y Clavé, así como algunas de las deslumbrantes esculturas
marmóreas que se estaban realizando por aquellos años en la Academia de San Carlos,
y de cuyas estampas dejamos aquí apenas un pequeño esbozo.
En 1861,
después del triunfo liberal de la Guerra de Reforma, Juárez instaló su gobierno
en la capital de la República. Actuando contra la costumbre arraigada desde la
época colonial, se negó a habitar la esquina suroeste de Palacio Nacional y
mandó hacer algunas adecuaciones en el ala norte, donde planeaba establecerse
con su familia. No obstante, la caída de Puebla en manos de las tropas
invasoras francesas y el inminente establecimiento del Imperio obligaron al
presidente Juárez a abandonar la Ciudad de México. Para volver hubo que esperar
hasta 1867, año en que resultó reelecto como presidente constitucional y se
concretó el triunfo republicano. En tiempos de Maximiliano, el espacio que
ocupaba su casa había servido de habitación al intendente del palacio imperial.
La familia Juárez-Maza al fin reunida, vivió en aquel lugar los momentos de
mayor intimidad doméstica, disfrutando por fin de la paz que Juárez había
logrado para toda la nación. La muerte de Margarita Maza de Juárez el 2 de
enero de 1871 ensombreció aquel ambiente e hizo que la entereza del presidente
decayera. Un año y medio después, el 18 de julio de 1872, Benito Juárez
fallecía en la que había sido su habitación conyugal, en la casa de su familia
que se convertiría, años después, en el recinto de homenaje a su memoria. Después
de la desaparición del presidente, los Juárez-Maza abandonaron el Palacio
Nacional para ir a vivir a la calle de Tiburcio 18 (hoy segunda de Uruguay)
bajo la protección de Pedro Santacilia, esposo de Manuela, hija mayor del
Benemérito.
Giovanni
Baglione (1566 - 30 Diciembre 1643) fue un italiano manierista tardío y
temprano barroco pintor e historiador del arte. Más recordado por su
participación áspera y perjudicial con el artista, un poco más joven que él,
Caravaggio. Nació y murió en Roma. Pasó de 1621 a1622 en Mantua como el artista
de la corte del duque Ferdinando Gonzaga, donde la exposición a la fabulosa
colección de pinturas venecianas Gonzaga influyó en su estilo. Tuvo una exitosa
carrera, recibiendo un caballero Papal en la Suprema Orden de Cristo (la más
alta de las órdenes papales) en 1606, y su larga relación en Roma con la Academia di San Luca, ya que
sus biografías revelan "un artista obsesionado con el estado".
Publicó dos libros, Las nueve iglesias de
Roma ( Le nove chiese di Roma 1639), y La vida de los pintores,
escultores, arquitectos y grabadores, activos 1572-1642 (Le
Vite de 'Pittori, scultori, architetti, ed Intagliatori dal Pontificato di
Gregorio XII del 1572. fino a 'tempi de Papa Urbano VIII. nel 1642 , 1642).
Sus biografías cubren más de doscientos artistas en diversos medios de
comunicación, todos los cuales habían trabajado en Roma y estaban muertos en el
momento en que publicó su obra.