La
Renovación de la Academia de San Carlos: Santiago Rebull
Por
Alberto Espinosa Orozco
“El dibujo es la honradez del arte”.
Ingres
I
Antes
de pasar en nuestra revista con el siguiente gran escultor del Siglo XIX
mejicano, que es Miguel Noreña, se impone detenerse en un magnífico pintor,
injustamente olvidado del Parnaso Nacional del Arte, que dejó escritas con
letras marmóreas y cabales su nombre en la historia de la Academia de San
Carlos y grabado con los suaves cinceles coloridos el paisaje cultural de
nuestra tierra para la Historia del arte universal. Me refiero al gran maestro
Santiago Rebull, de quien en este mismo año se le hecho un primer
reconocimiento a nivel oficial con una magna exposición retrospectiva.
Santiago
Rebull Gordillo (1829-1902) no nació en
la tierra… nació en el mar, en medio del océano Atlántico. De padre catalán,
José Rebull, y madre mexicana, Josefa Gordillo, el futuro pintor nació en un
buque de bandera inglesa mientras viajaba con sus padres desterrados hacia
España, por la expulsión española que se suscitó en México en el año de 1829,
decretada por Guadalupe Victoria (Miguel Fernández Félix, Durango) a raíz del
movimiento revolucionario de Independencia y la instauración de la República.[1]
Regresó a México en su infancia, a la edad de 7 años, en el año de 1836,
cuando España por fin reconoció a regañadientes la Independencia de México. Entra
a estudiar pintura a la Academia de San Carlos en 1847, a los 18 años de edad,
ingresando a la cátedra de Dibujo de Estampa del pintor catalán Pelegrin Clavé,
director de la escuela, cuya dinámica consistía en copiar a autores como
Rafael, Diego de Velázquez y Antonio Van Dick, seguidos de una interpretación y
explicación discursiva de las imágenes.[2]
Fue
compañero de José Salomé Pina y Felipe Gutiérrez. Realiza en 1851 con gran
éxito las obras “Cristo en agonía” y “Abraham adorando a los tres ángeles”, y
sobre todo “La muerte de Abel”, la cual le valió el derecho a una beca para
estudiar por 6 años en la prestigiosa Academia de San Lucas, en Roma. Parte a
Europa en el año de 1852, iniciando un recorrido que lo llevaría a recorrer las
mejores galerías de toda España. La Academia le compró varios óleos de esa
época, como “Moisés con las tablas de la ley” y “El sacrificio de Isaac”. Pinta también en
esa época su famoso “Autorretrato” (1853). Siguiendo la escuela de Clavé
destaca en el género del retrato, que no abandonaría en el resto de su carrera,
apegándose al estilo romántico de su maestro e inspirado en la Escuela Nazarena
creada por el magnífico pintor alemán Johann Friederich Overbeck (1789-1869).[3]
En Roma estudia bajo la dirección Thomaso Consoni, copiando los perfectos
modelos del Renacimiento, considerándoso como un experto dibujante. Su obra “El
Sacrificio de Isaac” viajo a las Ferias Mundiales de Filadelfia y Nuevo
Orleans. Viajo ampliamente por España y de vuelta en Roma, Italia, participó en el Movimiento Artístico de los Nazarenos, el cual fundaría las
raíces mismas del llamado Romanticismo europeo.
II
En
1859, a los 30 años de edad, regresa a México, donde es nombrado profesor de la
cátedra de Dibujo de Desnudo, llamada también de Dibujo al Natural, en la Academia de Bellas Artes de San Carlos,
con un modesto sueldo de 50 pesos mensuales. El 21 de febrero de 1862 es
designado como Director Provisional de la academia por el gobierno no menos
provisión de Benito Juárez, a la que renunció el 5 de julio de 1863 por razón
de la entrada de las fuerzas francesas a la Ciudad de México, negándose a la
vez a firmar el pliego de adhesión al Movimiento Intervencionista.
Un año
después contrae nupcias con la señora Concepción Pérez. Junto con Manuel Vilar
y Pelegrín Clavé se dedica a dar forma a la Galería de Arte de la Academia,
recogiendo obras de arte olvidadas y dispersas en los arruinados conventos, lo
que facilita una primera hostilización de nuestros grandes pintores
novohispanos.
Con
ello se fija y comienza a valorar universalmente la obra pictórica de artistas
como Simón de Pereyns, y sobre todo de Baltasar de Echave Oreo, conocido como
“el Viejo”, pues dejó toda una dinastía de pintores familiares suyos. Se dice
que era vizcaíno, de Guipúzcoa, siendo el primer pintor de mérito afincado en
el país, realizando su labor de 1573 a 1640. Casó con la hija de Francisco Gamboa
de Zumaya, Isabel Ibía, conocida como la Zumaya, el 9 de diciembre de 1582 y
con la que tuvo dos hijos, también artistas, Baltasar de Echave Ibía y Manuel. A
su vez Baltasar de Echave Ibía casó con Anna de Rioja, dando un pintor más a la
Colonia de México: Baltasar Echave y Rioja. Perteneció a la escuela de Juan de
Juanes y Vicente Joannes Macup, de Valencia, de quien decía Jovellanos que
pintaba más con el espíritu que con las manos. Severo, devoto y profundo.
El
viejo Echave fue, además de pintor, filólogo y escritor, dejando un tratado
sobre el Lenguaje de Castilla. Se dice que su mujer y su hija también pintaban.
El famoso Se dice que “San Sebastián” en
el Altar del Perdón de la Catedral Metropolitana, pertenece a los pinceles de
La Zumaya, su mujer. Los primeros paños del Viejo adquiridos por la Academia
fueron: la “Adoración de los Reyes”; la “Oración del Huerto”; la “Figura del
Salvador Orando”, desarrollando un arte noble y moderno, antes que Velázquez y
Murillo florecieran en España, con tanta verdad y tanto carácter que, según
Clavé, algunas de esas obras hubieran sido con orgullo prohijadas por el
mismísimo Overlock como suyas. Sus cuerpos y caras modelados con pericia, con
sobrados méritos tanto en la expresión del carácter como en la invención.
Reunió
también obra de los mayores artistas barrocos, incluyendo a los cuatro Echave
–Baltasar Echave Orio, Manuel y Baltasar Echave Ibía y Baltasar Echave y
Rioja-, a Simón de Pereyns, a los cuatro Juárez –Luis Juárez, José Juárez,
Nicolás y Juan Rodríguez Juárez-, además de Sebastián López de Arteaga, José
Rodríguez Carnero, José Torres y Antonio de Torres, al famoso Juan Correa e tan
buen dibujo y color templado, a José Ibarra, a Pedro Ramírez, Nicolás Becerra,
Fray Diego Becerra y Antonio López de Arteaga, a Cristóbal de Villalpando quien
componía como poeta, y a Manuel Cabrera como a muchos de los ayudantes de su
taller.
Como director de la Academia no sólo ayudo a
componer la galería de Artistas Novohispanos, sino que también reforzó la
enseñanza ayudando a que vinera el maestro Antonio Fabres (27 de junio de 1854,
Barcelona - 1936, Roma) y otros importantes artistas mis, españoles e
italianos.[4] Siendo director en la Academia sufrió la crítica mordaz
de sus enemigos, debido sobre todo a la severa disciplina que impuso en la
escuela –tan dada a ser refugio del tipo bohemio, del soñador intoxicado, que
gasta en trasnochadas, nostalgias e inqueridos ensueños, la energía y el
esfuerzo contemplativo que debía imprimir entre las horas con sus armas delante
del lienzo.
III
Para
el año de 1865 el 2do Emperador de México Maximiliano de Habsburgo le impone la
condecoración de la Orden de la Virgen de Guadalupe, a la vez que lo nombra
Pintor de Cámara del Imperio y ratificándolo como Maestro de Dibujo al Natural
y se le otorga la cátedra de Maestro de Dibujo al Yeso, se le asigna un sueldo
de un mil 500 pesos anuales en la misma Academia. Junto con la restauración de
títulos, el Imperio de Maximiliano se dio a la creación de nuevos títulos y
honores, siendo muy atento al protocolo monárquico, e impulsando el arte en
diversas facetas. Maximiliano fue, en efecto, un príncipe generoso e ilustrado
que promovió las artes, siendo amigo de todos los progresos del espíritu
benéficos para México, mostrando en todo momento su buena voluntad. Fomentó,
pues las artes, como ya había sucedido en Nueva España con Cabrera, Ibarra y
Juárez. Santiago Rebull fue también el encargad0o de conformar la Galería del
palacio nacional con una serie de personajes ilustres, pues era imperativo para
el príncipe del 2do Im0perio Mexicano dotar a la nación de una idea heroica e
ilustrada de sí misma –resultando así un pintor, que sin ufanarse de
nacionalista, dejo un registro fiel de la historia misma de evolución
estilística de la Academia de San Carlos y de la misma historia de la Nación Mexicana.
Prefiriéndolo sobre Pelegrín Clavé y Eugenio Landesio, a Rebull le
encargó el emperador su retrato oficial, tanto como el de la emperatriz Carlota
Amalia. El retrato que lo pinta de cuerpo completo con manto de armiño, corona
y cetro es custodiado hasta hoy en día en su Castillo vienes de Miramar en
Trieste. Existe, sin embargo, una buena copia realizada por su discípulo Joaquín
Ramírez, pintada un año después que el original en 1866, localizado en el Museo
del Castillo de Chapultepec –se trata del mismo pintor al que se debe el
actualmente controvertido retrato de Miguel Hidalgo y Costilla, padre de la patria,
que se encuentra custodiado en idéntico recinto.
El
retrato de la emperatriz Carlota Amalia de Bélgica es en cambio de pequeño
formato, de unos 59 cmts de altura y 50 de ancho, donde se muestra joven, de 26
años, simpática y de aspecto agradable. El retrato oval la muestra de frente,
de pelo castaño, rizado y con trenzas, con un collar de dos filas de perlas, en
un traje rosa. Se muestra en la transparencia de la obra el fino trazo del
lápiz, siendo un retrato de cámara o un estudio para los retratos de cuerpo
entero que, al parecer, gustó mucho a la Emperatriz al mandar hacer copias de
su imagen usadas como tarjetas.
El retrato de Maximiliano de medio cuerpo, de
75 x 59 cmts, lo toma de frente, de pelo y barba rubia, de uniforme oscuro con
espoletas, tachonado el pecho de órdenes y condecoraciones, mas la “Toisón de
oro”. El pecho adornado con una amplia franja con el Águila mexicana, en verde,
con lemas en color rojo. Sin firma ni fecha. La pincelada no es suave, sino
llana, incluso dura. Transparentándose igualmente el dibujo a lápiz en el
famoso retrato oficial del Emperador, con manto de armiño, corona y cetro. De
entre los más de 2 mil objetos mexicanos pertenecientes a Maximiliano de
Habsburgo entre un sinfín de objetos, entre órdenes, condecoraciones, vajillas,
etc, se conservaron 8 cuadros de José María Velazco y 3 cuadros de Santiago
Rebull –reliquias que fueron rescatadas en 1909, legadas por el Barón Kaska.
IV
Una de
las obras más significativas realizadas por Santiago Rebull a encargo de del
emperador mexicano Maximiliano de Habsburgo fuere la realización de los frescos
pintados para el Alcázar del castillo de Chapultepec, sugeridos por el mismo
aristócrata europeo a partir de un tema pompeyano y que dan una idea de la
gracia de la vida cortesana. Las decoraciones fueron ideadas para recordar al
emperador su mundo en el Castillo de Miravalle. Rebull comenzó a pintarlos en
el año de 1864 poniendo especial atención en el movimiento y magnificencia de
las figuras.[5]
El
Archiduque gastó a manos llenas en la remodelación del Castillo de Chapultepec,
haciendo las más grandes modificaciones del palacio en toda su historia,
sirviéndole de modelo su querido Castillo de Miramar, en Triste, , bañado por
la luz y las aguas del mar adriático. Las obras arquitectónicas fueron llevadas
a cabo por Ramón Rodríguez Arangoldi y Bernardo de Guinbarda. Las decoraciones
interiores las realizó Santiago Rebull más los artesanados, las esteras, las
estelas y las copias de esculturas de la antigüedad.
La
decoración del Alcázar del Castillo del Chapultepec se inició, efectivamente,
con la realización de cuatro frescos al estilo pompeyano, y fueron terminados por
el mismo Rebull 32 años después, en 1896, con la adición de dos frescos más, cuando
se dio a la tarea de restaurar los
cuatro primeros, en el tiempo en que Porfirio Días ocupaba el Castillo como su
residencia de verano. En la década de los 20´s, durante el gobierno de Álvaro
Obregón, se destruyó uno de los frescos cuando se abrió un puro para construir
una puerta. La sexta bacante, en efecto, se perdió y sólo quedan de ella algunos
bocetos de su imagen, conocida como “La Bacante de la Pantera”. Los cinco
murales sobrevivientes son: “La Bacante del Tiesto”, sacerdotisa del dios Baco; “La
Bacante del Lirio”; “La Bacante de la Copa”; “La Bacante del Pandero, y, por
último; “La Bacante del León”.
Se ha
juzgado a Santiago Rebull como un pintor académico e incluso neoclásico. No es
verdad. Su estilo, que alimenta la corriente profunda de la llamada escuela
mexicana de pintura, es más bien continuador de la famosa Escuela Nazarena de
pintura, de raigambre germana, y debe con toda propiedad ser calificado como
Romántico. Escuela contra la que en realidad el ideólogo, anarquista y agitador
político Gerardo Murillo (Dr. Atl) enfilo sus baterías al incendiar la Academia
de San Carlos con una huelga, para con ello dar paso a un no siempre consistente
vanguardismo nacionalista.
Los
oleos al estilo fresco de Rebull en el Castillo de Chapultepec pueden considerarse,
sin embargo, el gran antecedente del Movimiento Muralista Mexicano, quedando
marcado ese recinto con ese sello indeleble de aquella obra fundacional, al
grado de que los mejores pinceles de la vanguardia pública dejaron luego en él
su imprimatura: José Clemente Orozco con el tablero “La Reforma y la Caída del
Imperio”; “La Revolución contra el
dictador Porfirio Díaz” de
David Alfaro Siqueiros; “El Retablo de la Independencia”, de
Juan O´Gorman, y ; “La Constitución de 1917” de Jorge Gonzalez Camarena.
Los frescos
de “Las Bacantes”, también conocidos como "Las Ninfas", son en realidad cinco
óleos recién restauradas por la experta Rosana Calderón y equipo, entre 2012 y
2013, y cada uno de ellos tiene como medidas 1.55 de ancho por 2.50 de alto.
Los frescos se realizaron sobre cal y polvo de mármol.
V
Como maestro de
dibujo colaboró durante más de 40 años a la formación de los futuros artistas
mexicanos, siendo señero maestro de todos ellos y compartiendo los gises con
profesores de la talla de José María Velasco, José Salomé Pira, Felix Parra,
Felipe Sojo, de los que fue maestro0, y de los Monroy, Miguel Noreña, Jesús F.
Contreras, José Obregón, Germán Gedovius, Joaquín Ramírez, Daniel Dávila, Luis
Coto y Leandro Izaguirre. Entre sus primeros alumnos destacó Joaquín Ramírez,
de entre los últimos Ángel Zárraga y Roberto Montenegro. Aunque se dice que
Diego Rivera asistió a sus cursos, lo más probable es que haya chochado con su
estética nazarena, al confundir la precocidad artística con la precocidad
sexual, siendo un renegado de la religión desde un primer momento. José
Clemente Orozco lo tuvo en alta estima como maestro y lo menciona varias veces
en su famosa autobiografía, especialmente en el renglón correspondiente a sus
especulaciones sobre la “pintura pura”, sobresaliendo por la intuición de sus teorías
novedosas.
El maestro, de
innegable talento, fue sin embargo acusado de “afrancesado” e incluso de
“monárquico” por sus adversarios liberales. Sin embargo, lo cierto es que fue
el retratista de la élite cultural y política de su tiempo, como ya antes lo
había sido su maestro Clavé, llevando a cabo en 1870 los retratos de Benito
Juárez y de un todavía rústico Porfirío Díaz, también el de Ignacio Manuel
Altamirano –aunque también realizó algunos retratos de personas comunes.
En el taller de
dibujo, disciplina que consideraba “la honradez del arte”, imprimía en las
clases el mismo método que su maestro Pelegrín Clave: la copia comentada de los
modelos de los grandes maestros: Rafael, Van Dyck, Velázquez, Ribera. También
fue maestro en el Internado del Colegio de Las Vizcaínas, famosa escuela
secular para mujeres durante los siglos XVIII y XIX, en el Colegio de La Paz de
Profesoras de Instrucción Primaria, en el Colegio de Señoritas de La
Encarnación y en la Escuela Nacional Preparatoria.
Maestro culto que
tocaba el piano y componía canciones, fue uno de los más destacados pintores de
su tiempo, sobre todo como retratista, aunque también se esmeró en la pintura
de paisaje y en asuntos interiores y bodegones destacando en estos renglones
sus obras: “Corredor del Colegio de las Vizcaínas”, “Boceto de un edecán de
Bolívar” y “Estudio del pintor”. Destaca su “Autorretrato” de 1853, tanto por
su carácter como por el realismo de la ejecución. Se considera que su obra
maestra de tema histórico es “La Muerte de Marat” (1875), tela en la invirtió
años de trabajo y de reflexión. También es suya la obra “La Prisión de
Cuautemotzin”, en el Castillo de Chapultepec, pensado conjuntamente con el
cuadro “la Muerte de Marat”, los que tardó en hacer más de 3 años. .
Maestro de las
formas humanas que cultivó los géneros del desnudo y el retrato, de entre los
retratos dejados por su escuela, de corte heroico y nacionalista, promovidos
por Maximiliano, vale la pena mencionar los retratos de Hidalgo, Iturbide y
Morelos, pintados por sus alumnos. De sus obras, en primer lugar se encuentran
los retratos de tema nacionalista: “Ignacio Manuel Altamirano”, en el Museo
Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec; el de “José Ives Limantour”
de 1893, colección particular; su “Autorretrato”, sin fecha; o algunos de su
dibujos, como “El Ciego”, en la Academia de San Carlos. De tema histórico ellos mismos: los retratos
de Maximiliano de cuerpo entero, el retrato de Carlota Amalia, que quedó
inconcluso, siendo cortado como retrato de busto, ambos de 1866.
En sus últimos años
usaba un característico bastón, a consecuencia de las heridas sufridas a manos
de un miserable truhan en 1891, que quiso despojarlo de su lujosa capa de noche,
confundiéndolo con un millonario. Falleció el 12 de febrero de 1902, de
agotamiento, por una influenza torácica o tifitis mal atendida, en la
pobreza. Se le otorgó a la familia un
mes de su sueldo del finado por vía de la misma Academia de San Carlos, la cual
cargó con los gastos del sepelio, siendo enterrado en el panteón de Dolores.[6]
El MUNAL (Museo
Nacional de Arte) cuenta con seis obras suyas: “Una Escena de Jesucristo” de
1850; “Retrato de Juan Machote”; “El sacrificio de Isaac” (1858); “La Muerte de
Abel” (1851) y el “Retrato de Dionisia Sojo de Orozco”. Otras obras suyas son. “Las
Ninfas”; “Baco con Vid” y “Figuras Femeninas”, “Retrato del Escribano José
Villela” (1879), “Virgen” s7f. El pintor no solía firmar sus cuadros, pero la
perfección y pericia de su dibujo, con el aura estética del verdadero pincel,
los vuelve inconfundibles.
[1] La
efervescencia antihispanista tomo una forma legal al asumir el poder el general
duranguense Miguel Félix Fernández en
1824; primero al expulsar a todo español de todo cargo administrativo y luego
con la prohibición de retirar sus capitales, ya que se les atribuía la
atribución de privilegios coloniales y ser causantes de la pobreza del país. De
la campaña propagandística de amedrentamiento antiespañol se pasó a la
prohibición de reunión y luego al
despojo. La idea era impedir la consolidación de una oligarquía económica y
política amalgamada por la raza. El 10 de mayo de 1827 se aprobó el proyecto de
la ley de empleo, que echaba prácticamente a los españoles de la administración
pública, la cual fue ratificada en agosto del mismo año en una primera ley que
daba de plazo 30 días a los iberos para abandonar el país, otorgando la
pasibilidad de retirar sólo una tercera parte de sus capitales. Una segunda ley
en el mismo sentido se formalizó y aprobó el 20 de diciembre de 1829 con 43
votos a favor y 13 en contra. Con esa
ley fueron también expulsados los descendientes del emperador Agustín de
Iturbide. De los 15 mil empleados españoles marcharon fuera del país 7 mil 148
en dos años, y en el siguiente año de 1830 lo abandonaron 5 mil más, marchando
a España, Estados Unidos, Filipinas, Cuba o Puerto Rico. Los 2 mil españoles
vinculados a la administración restantes gozaban en cambia de grandes haciendas
y fincas en todo el país. Lo cierto es que la medida debilitó a México
comercialmente, que los militares expulsados se rehicieron para invadir a
México desde La Habana en 1829, en medio del temor ante la destrucción de las
garantías sociales. Sin embargo, España finalmente reconocería la Independencia
de México en el año de 1836. Lo cierto
es que, como vio Schopenhauer en su libro, la Republica mexicana no alentó sino
a cada cual a pensar exclusivamente en su propio provecho, sin preocuparse para
nada por el conjunto, que así se va a pique.
[2][2] Hay que
recordar que el nombre de Pelegrín Clavé está ligado al renacimiento de la
Academia de bellas Artes en México, cuando fue director de ella el culto
abogado clásico José Bernardo Couto Pérez (1803, de Orizaba), sereno y grave en
el desempeño de sus funciones, quien pertenecía al selecto grupo de sabios
intelectuales conformado por Lucas Alamán, José Ramírez, Manuel Orozco y Berra,
García Icazbalceta y José María Luis Mora. Edad en que se reforma el edificio
para adoptar la forma que guarda hasta la fecha, por el arquitecto italiano
Javier Cavallari. Junto con Couto, Clavé comenzó con una de las obras más
importantes de la institución: la formación de la galería de Pintura de la
antigua escuela mexicana de pintura, enajenado los mejores cuadros abandonados
en los claustros de la ciudad, preservándolos así de una pérdida segura ante la
rapiña republicana. Como director llevó
a cabo el proyecto de la “Estatua Colosal de Cristóbal Colón” vaciado en
bronce, de 1852, la cual se colocó finalmente en la Plaza de Buenavista en el
año de 1892. También se ocupó en su calidad de director de la realización del
“Monumento a Iturbide”. El nuevo rostro de la Academia se logró gracias a la
importación de una serie de maestros prestigiosos de Europa, tales como: Manuel
Vilar, para la escultura; Jerónimo Landesio en el paisaje; Cavallari en la
arquitectura; Bagalli en grabado en hueco y Periau en grabado en lámina. Durante el gobierno de Santa Anna, Couto
sostuvo a Pelegrín Clave como director del área de pintura , nombrando
sustituto a Juan Cordero, cosa que ampuloso artista formado también en Italia
nunca le perdonó. Por su parte José
Bernardo Couto forma en 1859 la Sociedad de Geografía y Estadística, donde se
dan cita los mayores ingenios de su tiempo como Goroztiza, Alamán, Quintana
Roo, Sánchez de Tagle, peña y peña, Riva palacio, pesado y Cuevas. Renuncia en 1861 a la presidencia y junta
directiva de la Academia ya siendo desde
1860 en adelante Rector del Colegio de Abogados, siendo nombrado miembro honorario
de la Academia de la Lengua Española por su magnífico tratado Diálogo
sobre la historia de la pintura en México, donde se escenifica una
charla erudita del mismo Couto con el poeta José Joaquín Pesado y con el pintor
Pelegrín Clave. El tratado fue publicado por el FCE en 1947 y reimpreso en
1979. El ilustre licenciado José Bernardo Couto murió cristianamente rodeado de
su familia el 11 de noviembre de 1862, siendo depositas sus reliquias fúnebres
en el Panteón de San Fernando.
[3]Junto
a Franz Pforr, estudiante como él en la Academia de Viena, fundó el 10 de julio
de 1809 la Lukasbund ('Hermandad de San Lucas'), inspirada en los gremios
medievales. Pretendía establecer las bases de la pintura sobre la religión y un
buen trabajo artesanal. Juraron permanecer siempre fieles a la verdad, combatir
el academicismo y resucitar por todos los medios el arte. Overbeck diseñó el
emblema que debía figurar en la parte trasera de todos los cuadros. Este
emblema mostraba a san Lucas dentro de un arco con las letras HWPOVS (Hottinger,
Wintergerst, Pforr, Overbeck, Vogel, Sutter), en los ángulos superiores una
espada y una antorcha, en lo alto, en el centro, una W de Wahrheit ('verdad').
En la parte inferior, la inscripción: 10 Heu Mond 1809. Overbeck, Franz Pforr,
Ludwig Vogel y Johann Konrad Hottinger decidieron marchar a Roma, a donde
llegaron el 10 de junio de 1810. Gracias al director de la Academia de Francia
en Roma, pudieron alojarse en el monasterio abandonado de San Isidoro; allí
vivieron una existencia de recogimiento prácticamente monacal. Su precepto era
trabajo duro y honesto y una vida santa; despreciaron la Antigüedad pagana y el
Renacimiento por considerarlos falsos; y pretendieron recuperar la simple
naturaleza y el arte serio de Perugino, Pinturicchio y el joven Rafael Sanzio.
Las características de este estilo eran nobleza de ideas, precisión e incluso
dureza en el perfil, composición escolástica, con el añadido de luz, sombra y
color. Overbeck era el mentor del movimiento, escribe un compañero: «Nadie que
le vea o le oiga hablar puede poner en duda la pureza de sus intenciones, su
profunda penetración y abundante conocimiento; es un tesoro de arte y poesía, y
un hombre santo».En septiembre de 1811 se les unió Peter von Cornelius. Al año
siguiente, la muerte de su amigo Franz Pforr le sumió en una grave crisis
espiritual. Buscó refugio en la religión y, en 1813, se convirtió al
Catolicismo. Entonces, Overbeck tomó las riendas del movimiento, imprimiéndole
un sentido más religioso. El arte de los nazarenos se volvió hacia una piedad
sencilla. Produjeron una versión esquematizada del arte del primer Rafael. En
los años siguientes, el grupo se centró en la elaboración de frescos
monumentales. El primer encargo es el de la Casa Bartholdy. Jacob Salomon
Bartholdy (1779-1825), cónsul general de Prusia en Roma y tío del compositor
Félix Mendelssohn, les encargó la decoración del Palazzo Zuccaro. Elaboraron
los frescos sobre el tema bíblico de José y sus hermanos. Los temas que
correspondieron a Overbeck fueron "José vendido por sus hermanos"
(1816-1817) y una luneta en la que están representados los "Siete años de
escasez". En estas obras Overbeck demuestra su interés por la iconografía
religiosa medieval.
[4] Fabrés nació en
Barcelona en 1854. Se dice que tenía sangre de artista ya que su padre era
delineante y su tío platero. En 1867 obtiene una medalla e ingresa en la
Escuela Llotja, de Barcelona, donde estudió escultura. En 1875 recibió un
premio por el que se fue pensionado en Roma, donde pronto dejó de realizar
esculturas y consolidó su maestría en la pintura casi exclusivamente. Fabrés se
unió a Mariano Fortuny con un grupo que se dio a conocer por su realismo
intenso. Su popularidad creció con el gusto de la burguesía buscando imágenes
exóticas con temas orientales medievales. Fabrés volvió a Barcelona en 1886 y
en 1894 se marchó a París. La popularidad que había ganado durante su década en
Italia le ayudó a abrir un estudio grande donde podría crear escenas complejas
para las clases altas. Su prestigio internacional aumentó, gracias al apoyo de
su marchante Adolphe Goupil y los numerosos premios ganados. En 1902 la
Academia de San Carlos, de la capital mexicana, decidió renovar sus técnicas
clásicas con las del realismo que eran entonces tan populares en Europa. Llamaron
a Antonio Fabrés para dirigir el área de pintura de esta importante
institución, sustituyendo a Santiago Rebull. Aunque algunos de sus estudiantes
desarrollaron lo que fue conocido más tarde como el Movimiento
Postrevolucionario en el arte mexicano, la Academia tuvo dificultad para
adaptarse a su estilo duro y a su personalidad. El presidente de México,
Porfirio Díaz, lo nombró Inspector General de Bellas Artes de México, cargo que
ostentó hasta 1908. Una de sus últimas obras en México fue la decoración de un
pasillo en la casa de Porfirio Díaz, donde principalmente se concentró en el
estilo art nouveau. Debido a problemas con el director de la Academia, por su
fama y personalidad, Fabrés decidió regresar a Europa en 1907, dejando una gran
gama de opiniones diversas en sus alumnos; sin embargo, también les legó un
conocimiento maestro acerca del dibujo, una excelente capacidad para resolver
composiciones pictóricas complejas, y una afición por lo exótico, armas que
fueron decisivas para el nacimiento de la Escuela Mexicana y del muralismo. Fabrés
fue reconocido en todas partes donde viajó. Fue aclamado en Barcelona, Londres,
París, Viena y Lyon. Al final de su vida fue tratado desafortunadamente cuando
en 1926 decidió donar una gran cantidad de sus trabajos al Museo Municipal de
Bellas Artes de Barcelona. A cambio de esta generosa donación pidió al Museo
que a un pasillo le fuera dado su nombre.
[5] Las copias de los murales estuvieron por mucho
tiempo enclaustradas en otro sitio del Castillo, llamado el Patio de Escudos,
escondidos u ocultos, acaso por temor a las iras republicanas contra todo
vestigio de realeza.
[6]
Actualmente
se vive un proceso de reevaluación de nuestro patrimonio artístico, cobrando renovada
atención los grandes maestros del siglo XIX de la Academia, especialmente la
obra de Santiago Rebull nuevos bríos ante el público, como lo constata la
exposición de 2014 y 2015 “Santiago Rebull: “Los Contornos de una Historia”, recientemente presentada en el
Museo Mural Diego Rivera, del 23 de octubre del 2014 al 8 de febrero del 2015. Exposición
en espera de ser itinerante que reúne 72 obras, 50 de ellas en colecciones
privadas de sus descendientes, , siendo la primera gran exposición individual
retrospectiva del autor. Hay también una importante monografía sobre el pintor:
Nanda Leonardini, Vida y Obra de Santiago
Rebull. UNAM, México.
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