El Primer Mural de Fermín Revuelta:
Alegoría
de la Virgen de Guadalupe
Por Albeerto Espinosa Orozco
El primer mural de Fermín Revueltas, realizado en la Escuela Nacional
Preparatoria de San Ildefonso, es una interpretación de la Virgen de Guadalupe, de tono
revolucionario y mexicanista, que toma como tema un motivo religioso
profundamente vinculado con nuestra nacionalidad. El día de hoy llama la atención que, buscando
un carácter que identificara a la nación y uniera la conciencia popular, se
adentrara en un tema religioso. aunque en realidad prácticamente todos los
pintores que iniciaron el movimiento terminaron
derivando sus temas y asuntos de la iconografía tradicional cristiana:
vírgenes, mártires, entierros, redentores, el Pantócrator, hasta culminar todo
ello con la mismísima Virgen de Guadalupe realizada por Revueltas.
Los primeros en pintar frescos en la llamada Escuela Grande de San
Ildefonso fueron Jean Charlot y Amado de la Cueva, teniendo como tema las
fiestas mexicanas y la caída de Tenochtitlan. El muro de Jean Charlot
(1898-1979) La caída de Tenochtitlán (también conocido como Masacre en
el Templo Mayor), se inspiró en la Batalla de San Román de Paolo Ucello y
en el que aparecen como testigos de la Conquista Fernando Leal, Diego Rivera y
el mismo Jean Charlot, en una muy afortunada visión de la Conquista, que Diego
Rivera no le perdonó jamás.
Posteriormente fueron obteniendo muros para su decoración Emilio García
Cahero, Fernando Leal y Fermín Revueltas. Entre 1922 y 1923 Fernando Leal
(1901-1964) representó La Fiesta del Santo Señor de Chalma y Ramón Alva de la Canal (1892-1985) La Primera
Cruz de México o El Desembarco de los Españoles, y finalmente la
decoración de Fermín Revueltas La Alegoría a la Virgen de Guadalupe.
Varios de los muralistas de San Ildefonso se adhirieron a la técnica
empleada por Diego Rivera para sus decoraciones: la encáustica. Sin embargo
Ramón Alva de la Canal y Fermín Revueltas, siguiendo a Montenegro, convinieron
en emplear el fresco para realizar sus proyectos, estudiando para ello las
indicaciones plasmadas en los libros de Palomino y Pacheco El Museo Pictórico y la Escala
Óptica.[1]
De hecho ambos pintores se dedicaron por ese tiempo a estudiar con
avidez los tratados pictóricos y a experimentar con los materiales en un
pequeño taller al fondo del Anfiteatro. A Ramón Alva de la Canal y a Fermín
Revueltas se les otorgó el vestíbulo de entrada a la Preparatoria, el cual es
estrecho y tiene por tanto una perspectiva fugada, teniendo los pintores que
valerse de juegos ópticos para evitar la distorsión de los trazos, para
mantener a los personas dentro de la obra y que no cayeran sobre el espectador.
La Alegoría a la Virgen de Guadalupe de Revueltas es irrefragablemente
una obra de carácter religioso, cuyas figuras tradicionales, sin embargo, dan
lugar a una representación nacionalista de motivos y personajes mexicanos,
aunque influenciados en parte por la estética formal y parisina de Rivera.
La verdad es que Revueltas debió sentirse interiormente
repelido por el Olimpo personal diseñado por Rivera en los muros del Anfiteatro
en La Creación, del cual se derivaba por rigurosa consecuencia de lógica
estética una especie de religión pagana montada sobre un clasicismo
nacionalista, cuyas figuras cristianas (las tres virtudes teologales) se
insertaban a la manera de un mero código simbolista, de un juego barroco y
meramente formal que se presentaba como un especie de acertijo, consecuencia
más que nada de la inercia de la tradición metafísica, pero creída sin fe viva,
todo lo cual daba al mural de Rivera un tono grandilocuente y a la vez
biográfico, casi humorístico y poco serio. Fue entonces que Revueltas reaccionó
adoptando el código estilístico de Rivera pero a la vez buscando las corrientes
fontales de la tradición más viva, para ponerlas verdaderamente al día mediante
su renovación, intento que, estaría presente también en José Clemente Orozco,
en Ángel Zárraga y, un poco más lejos, en la misma en Frida Kahlo.
Conciencia de una falta, de una carencia, pues, que como una llaga
dejaba ver la carne viva, tallada y abierta por nosotros mismos, y que al ser
llenada por la imagen divina se convertía también un bálsamo y un fuego para
cauterizar y sanar las heridas. Esteticismo místico cristiano de extraño cuño
crítico, que a la vez que hacia un retrato y diagnóstico de la enfermedad que
nos roía por fuera y despedazaba por dentro aportaba la medicina para poder
elevarnos a una cultura superior, dando a la vez a la vista el descanso
redentor de la esperanza.
Clemente Orozco había regresado de los Estados Unidos a fines de 1919
luego de dos años de ausencia, pero al no encontrar la situación propicia para
su desarrollo en México volvió a San Francisco, para establecerse luego en
Nueva York. A su regreso pintó grandiosos frescos en la planta baja del patio
grande de la Escuela Nacional Preparatoria, en sus escaleras y en el primer piso,
de 1923 a 1924. Se trata de una serie de frescos cuyas imágenes simbólicas
están organizadas en el cuerpo de una alegoría. En el primer nivel los tableros
Maternidad, Cortes y La Malinche y La Trinidad, éste último un fresco a La
gloria de San Francisco; en la parte media un San Cristóbal, un Cristo y un
Ángel; y en el último nivel de la Escuela La Trinchera, La destrucción del
viejo orden, y el Padre Eterno.
A Ramón Alva de la Canal y a Fermín Revueltas se les otorgó el
vestíbulo de entrada a la Preparatoria, el cual es estrecho y tiene por tanto
una perspectiva fugada, teniendo los pintores que valerse de juegos ópticos
para evitar la distorsión de los trazos, para mantener a los personas dentro de
la obra y que no cayeran sobre el espectador. La Alegoría a la Virgen de
Guadalupe de Revueltas es irrefragablemente una obra de carácter religioso,
cuyas figuras tradicionales, sin embargo, dan lugar a una representación
nacionalista de motivos y personajes mexicanos, aunque influenciados en parte
por la estética formal y parisina de Rivera.
Revueltas debió sentirse
interiormente repelido por el Olimpo personal diseñado por Rivera en los muros
del Anfiteatro Bolívar, del cual se derivaba por rigurosa consecuencia de la
lógica estética una especie de religión pagana, montada sobre un clasicismo
nacionalista, cuyas figuras cristianas (las tres virtudes teologales) se
insertaban a la manera de un mero código simbolista, de un juego formal que se
presentaba como un especie de acertijo, consecuencia más que nada de la inercia
decadente de la tradición metafísica,
asumida sin fe viva, todo lo cual daba al su mural un tono más bien humorístico
y poco serio. Fue entonces que Revueltas reaccionó adoptando el código
estilístico de Rivera, pero a la vez buscando las corrientes fontales y vivas
de la tradición, para ponerlas verdaderamente al día mediante la renovación
práctica de fe metafísica –intento que, estaría presente también en las obras
de José Clemente Orozco, de Jean Charlot y, un poco más lejos, de Jean Charlot
y Ángel Zárraga.
Fermín Revueltas, teniendo como
ayudantes a los pintores Máximo Pacheco y Roberto Reyes Pérez, dio lugar a uno
de los incidentes más memorables del inicio del muralismo, el cual se suscitó
cuanto el José Vasconcelos fue a verificar las labores murales, encontrando al
joven indígena Máximo Pacheco trabajando en el mural de Fermín. El secretario
se encolerizó al juzgar que el ayudante estaba realizando el trabajo del
maestro, ordenando que el salario de Revueltas fuera trasferido a Pacheco.
Fermín Revueltas tomó el suceso filosóficamente y cada día de pago mandaba a Pacheco
por el sueldo, quitándole su parte y dejándole al ayudante el equivalente a un
peso a la semana, que era el sueldo por su labor. Cuando se enteró Vasconcelos
del hecho suspendió a ambos todo pago. Fermín Revueltas tomó entonces medidas
más drásticas, protagonizando la primera huelga artística de que se tenga
noticia, pues se encerró en la Preparatoria y mandó cerrar todas las puertas,
tanto de la calle principal como las del lado de Justo Sierra, colocando una
bandera rojinegra en lo alto del edificio.
Ni los estudiantes, ya fuesen de los conejos o de los revolucionarios,
ni los profesores sabían de qué se trataba aquella huelga, pues Fermín
Revueltas había llegado muy temprano a la escuela y a fuerza de ebriedad y a
punta de pistola sacó al prefecto y a todos los mozos, encerrándose adentro y
alegando que no abriría hasta que no se le pagara su sueldo. José Vasconcelos,
que laboraba en las oficinas de la SEP, se encontraba frenético por aquella
insolencia. Cuando llegó a la escuela David Alfaro Siqueiros. Vasconcelos lo
llamó a gritos para que lo acompañara y viera con sorpresa enorme, desde la
ventana de la Secretaría, a Fermín Revueltas paseándose furioso por el pretil
de la escuela con tremendo pistolón en la mano. Se trataba de la más increíble
de las huelgas: la de un hombre contra todos los demás, incluyendo el mismo
Sindicato de Siqueiros. Vasconcelos no tuvo más remedio que seguir el consejo
de Siqueiros y pagarle lo que se le debía al loco, desaforado y atrabiliario
borracho.
El oportunista Siqueiros salió de la Secretaría con la bolsa de la
victoria entre las manos, que el secretario de cultura tuvo que pagar, gritando
a media calle: “Fermín, Fermín, ya ganamos”. La multitud vitoreo a Revueltas y
a Siqueiros. Empero Revueltas, quien seguía bajó del pretil, no dejando entrar
a Siqueiros a la escuela sino hasta que tocó la plata y con sus inmensos negros
ojos, más enloquecidos que nunca, reconoció a su amigo, yendo derecho con él a
la cantina más cercana a despilfarrar en copas aquel sufrido fruto de la
pintura.[2]
Lo primero que llama la atención es que, buscando un carácter que
identificara a la nación y uniera la conciencia popular para San Ildefonso,
todos los pintores terminaron derivando sus temas y asuntos haciendo referencia
a la iconografía tradicional cristiana: vírgenes, mártires, entierros,
redentores, el Pantocrátor, hasta culminar todo ello con la mismísima Virgen de
Guadalupe. Conciencia de una falta, de una carencia, pues, que como una abierta
llaga dejaba ver la carne viva tallada y abierta por nosotros mismos y que al
ser llenada por la imagen divina se convertía también en un bálsamo y en un
fuego purificador, apto para cauterizar y sanar las heridas. Esteticismo
místico cristiano de extraño cuño, por ingerir los elementos modernos de la
crítica, que a la vez que hacia un retrato y diagnóstico de la enfermedad, que
roía a los mexicanos por fuera y despedazaba por dentro, aportaba la medicina
para poder elevarlos a una cultura superior y universal.
Al terminar su mural Revueltas se concentró cada vez más en su trabajo.
Ya para 1924 puso manos a la obra en dos encomiendas, que apenas dejaron
escuetas referencias por el paso del tiempo: la decoración de la Escuela de
Ferrocarriles, en Buenavista, consistente en una serie de formas primigenias de
raigambre indígena desarrolladas al estilo abstracto, y el mural para la
compañía El Águila, en las oficinas de Avenida Juárez 94, en la que se
representaba a la misma Avenida Juárez entre cláxones, águilas, mujeres de pelo
corto y un avión que venía de Tampico.
[1]El libro de Antonio Palomino El
Museo Pictórico, de 1723, y el de Francisco Pacheco, El Arte de la Pintura,
también del siglo XVIII, habían sido por años los manuales de arte de mayor
prestigio en la Academia.
MIs comentarios son similares a lo que ya he expuesto. Que tus textos no han sido editados por alguien profesional que eliminara la repeticion de parrafos, la omision de palabras, la fatla de titulos junto o abajo de cada pintura etc. Por otra parte, que quiere decir irrefragablemente??
ResponderEliminarEn cuanto a la pintura La Alegoría a la Virgen de Guadalupe de Revueltas no es especialmente de mi gusto. La perspectiva esta deforme, pues si quiso corregirla lo unico que hace es que las 2 figuras mujeres orando sean mas grandes que la imagen de la Guadalupe y estan desproporcionadas tambien con el resto de la poblacion orante. Saludos. GSKhokhar.
Inconcusamente
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