viernes, 10 de agosto de 2018

El A-Priori Moral del Hombre O del Criterio Filosófico del Bien y el Mal Morales Por Alberto Espinosa Orozco


El A-Priori Moral del Hombre
 O del Criterio Filosófico del Bien y el Mal Morales

Por Alberto Espinosa Orozco










         El hombre es, por el desequilibrio propio de su doble naturaleza, animal y raciona, un ser que necesita recuperar su verdadero ser, que necesita recuperarse para llegar a sí mismo, a lo mejor de sí que guarda su propia alma como un tesoro; pues estando hecho como está, de mala madera, tiende irracionalmente al vicio y al pecado, a dejarse fugar de su centro verdadero y arrastrar por el egoísmo,  la envidia, o las presiones y convenciones del mundo en torno –muy en particular a dejarse llevar por su alma inferior, cuya energía opaca y tensa suscita las escorias asociadas a la experiencia de la energía negativa y de la pérdida de conciencia, que en el fondo ambicionan la muerte, siendo reacia a la purificación propia del alma superior -cuya energía positiva exige la abolición de la voluntad de vivir egoísta (Shopenhauer) para llevarnos al plano de la conciencia espiritual, donde se da la mezcla de la limitación del individuo, que es su autenticidad, con la participación de los contenidos universales de la verdad.

         Así, el conocimiento se presenta entonces como la fuente liberadora de la ignorancia esclavizante, pues rompe los grilletes que oscurecen o disipan el entendimiento –ya sea por falsas creencias acerca de uno mismo, de nuestra naturaleza propia o de Dios (paganismo e idolatría).  En particular el conocimiento de la palabra santa: “Y así conocereís la verdad, y la verdad os hará libres”; “Porque todo aquel que hace pecado es siervo del pecado”(Juan, 8-32 a 35). Lo que equivale, pues a decir que el hombre debe buscar la libertad ascendente del espíritu, la relación sin trabas, tanto internas como externas, con su propia, con su verdadera  naturaleza humana, para alcanzar con ello la verdadera autonomía (frente a la culpa) y los verdaderos fines de su naturaleza, el desarrollo de sus aptitudes o predisposiciones de carácter, o los dones con que la naturaleza le regaló al venir al mundo (autorrealización) –para lo cual se requiere, evidentemente, un concurso de los factores sociales, es decir la armonización axiológica -tanto de la esfera privada como pública.

         Para alcanzar tal armonía, tanto en el plano individual como social, se requiere un criterio para discernir la bondad o la maldad de las satisfacciones humanas (puesto que hay insatisfacciones que resultan benéficas tanto como placeres o satisfacciones que resultan perjudiciales, no siendo el puro criterio de lo satisfactorio confiable en lo absoluto). El único criterio disponible es entonces el de la misma naturaleza, divina o demoniaca, en el hombre; es decir, de su naturaleza volitiva, de su querer, ya sea el mero  deseo primario, ya el de la segunda naturaleza del querer motivado por la reflexión intelectual, más pleno y lleno de matices. O dicho de otra manera: el hombre es por naturaleza tanto susceptible como menesteroso de satisfacciones, ya sean éstas superficiales o profundas) –que es precisamente la naturaleza exclusiva, propia del hombre o la exclusiva suya más radical y fundamental de todas. Pero el criterio de lo que es bueno o malo no puede ser dado por la naturaleza divina o demoníaca de las satisfacciones mismas, sino que, por el contrario, sólo puede ser dado por la naturaleza misma de los sujetos, divinos o demoníacos, por lo que puede conceptuarse una satisfacción de buena (amar el bien y odiar el mal) o mala (odiar el bien y amar el mal) –que es donde plenamente se da la evidencia de las perfecciones y las imperfecciones morales.

       O dicho de otra forma: no hay otro criterio para juzgar o discernir las satisfacciones buenas o malas en el hombre que la naturaleza buena o mal del hombre mismo –sean las naturalezas divina o demoníaca infinitizaciones de la naturaleza humana, de lo vivido por el hombre como bueno o malo, o existen de hecho realmente. Estando el imperativo moral respecto de la bondad o maldad ya en relaciones positivas con la ley natural (o con la ley natural de la sociedad humana generalizadora de máximas individuales, como el imperativo categórico kantiano), ya con la ley de la teología eudemonista, o en relaciones peculiares con la divinidad.

         La explicación de la moralidad se daría así por las relaciones ético-metafísicas con el ser (el amor infinito como deseo de presencia, y de presencia infinita) y con el no-ser (el odio, no menos infinito aunque de signo contrario, como deseo de inexistencia, y de ausencia radical de la persona, como voluntad ya de encubrimiento, de olvido o de aniquilación). La cacodemonología antiteológica postularía así un error, pero radical, entre las satisfacciones, prefiriendo a las más altas espirituales y sociales o altruistas las más bajas sensibles y egoístas, o las más bajas e impuras, la de los placeres propiamente perversos y de los odios demoníacos, las satisfacciones demoníacas de los malhechores o de los inicuos, que por más que puedan resultar si no altas si al menos profundísimas, resultan también impuras y en definitiva bajas.



6 comentarios:

  1. Solo leí una parte de tu columna de opinión y capté tu idea. En ella dices:"Para alcanzar tal armonía, tanto en el plano individual como social, se requiere un criterio para discernir la bondad o la maldad de las satisfacciones humanas (puesto que hay insatisfacciones que resultan benéficas tanto como placeres o satisfacciones que resultan perjudiciales, no siendo el puro criterio de lo satisfactorio confiable en lo absoluto). El único criterio disponible es entonces el de la misma naturaleza, divina o demoniaca, en el hombre; es decir, de su naturaleza volitiva, de su querer, ya sea el mero deseo primario, ya el de la segunda naturaleza del querer motivado por la reflexión intelectual, más pleno y lleno de matices. O dicho de otra manera: el hombre es por naturaleza tanto susceptible como menesteroso de satisfacciones, ya sean éstas superficiales o profundas) –que es precisamente la naturaleza exclusiva, propia del hombre o la exclusiva suya más radical y fundamental de todas. Pero el criterio de lo que es bueno o malo no puede ser dado por la naturaleza divina o demoníaca de las satisfacciones mismas, sino que, por el contrario, sólo puede ser dado por la naturaleza misma de los sujetos, divinos o demoníacos, por lo que puede conceptuarse una satisfacción de buena (amar el bien y odiar el mal) o mala (odiar el bien y amar el mal) –que es donde plenamente se da la evidencia de las perfecciones y las imperfecciones morales".

    Al terminar de leer esta parte ya concluida de tu cita-a mi juicio- te puedo afirmar que, en las profundidades, quien realmente sabe qué es lo bueno y qué es lo malo es Dios; pues nosotros los hombres juzgamos con juicios humanos y fundamentados en la naturaleza sin constatar que ella por formar parte del pecado y la maldición al expulsar a Adán y Eva de "El Paraíso" cuando quedamos condenados al trabajo y el sufrimiento, desde ese entonces, el Creador a través de todos sus libros sagrados, especialmente, En Las Sagradas Escrituras reza ese capítulo :1 SAMUEL 16:7 que dice El hombre juzga con ojos de hombre, mientras que Dios juzga con ojos de Dios. Por lo tanto, él sabe con certeza absoluta: qué es lo bueno de lo malo y qué es lo malo de lo bueno y-de paso- da de acuerdo a lo que cada persona merece por su forma de actuar y ser. Por estas razones, y no otras de índole relativa, él sabe quiénes somos desde que el mundo es mundo y lo que estamos pagando y recibiendo por nuestros procedimientos. Nada escapa a su mirada. De ahí que el SEÑOR le respondiera a Samuel: No mires a su parecer, ni a la altura de su estatura, porque yo lo desecho; porque no es lo que el hombre ve. Porque el hombre ve lo que está delante de sus ojos, mas el SEÑOR ve el corazón.


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  2. Creo de no estar equivocado que el problema de mirar lo bueno y lo malo a nuestro juicio humano, siempre estará sujeto a lo asertivo o discusión, por no ser un criterio de verdad absoluta, mientras que el juicio de Dios es infalible, no está sujeto al error.Este criterio tiene que ver con la tesis de que todo está predestinado. Es decir, solo Dios sabe qué es lo bueno y lo malo y el por qué sucede lo que sucede. Definición de la asertividad:La persona asertiva no quiere decir que la persona tiene razón. La persona asertiva es aquella que sabe que puede estar equivocada pero mantiene la calma y conversa con los otros sobre sus puntos de vista para poder llegar a un mejor entendimiento uno del otro y solucionar los problemas.

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  3. En síntesis, de acuerdo con este criterio, los juicios humanos están sujetos a la relatividad: los de Dios no. La vieja tesis de la predestinación fue modificada por la del libre albedrío. Esta modificación, tal vez, coincide con la época en la cual el hombre quiso ser el centro del universo y echó a Dios de menos. Los historiadores y la historia han llamado a este período: Era Teocéntrica a la primera en donde Dios era el centro de todo y la otra antropocéntrica en donde el hombre quiso ser el centro de todo.
    Y ya estamos viendo los resultados, la lucha entre los que estamos al lado de Dios y los que están en su contra al mirar que, al final, el hombre en su afán de estar por encima de Dios, en lugar de civilizar paulatinamente ha ido cayendo en la barbarie. De ahí las obras que tienen que ver con el conflicto civilización- barbarie. Entre ellas: Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas es un libro escrito en 1845 por el educador, periodista, escritor y político argentino, Domingo Faustino Sarmiento, durante su segundo exilio en Chile. La del escritor venezolano Rómulo Gallegos. Doña Bárbara. Esta última obra contrariamente a lo que creyeron los críticos literarios que esbozaba el triunfo de la civilización sobre la barbarie en forma lineal en los últimos tiempos, se ha demostrado que esta novela es una obra circular o cíclica en la cual lo bárbaro se torna civilizado y lo civilizado bárbaro. El personaje en cuya metáfora representaba al dictador Juan Vicente Gómez, llamado Doña Bárbara, al final se transforma en civilizada como sucede con Gómez que deja todo a los hijos de Venezuela como doña Bárbara lo hace con su hija Marisela al entregarse al tremedal de la muerte.

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  4. Estas obras plantean el choque entre la civilización y la barbarie, leamos este criterio:LA NUEVA ERA EN LA POLÍTICA MUNDIAL

    Samuel Phillips Huntington introduce la tesis fundamental de su libro, que consiste en que los principales conflictos del mundo de la posguerra fría serán producto del choque entre las diferentes culturas, más que conflictos entre Estados o entre superpotencias. Los Estados han ido perdiendo cierta soberanía, y muchas veces las decisiones de instituciones internacionales son las que definen la actuación de los Estados. Actualmente, los conflictos entre países ricos y pobres son cada vez menos probables debido a la gran diferencia de capacidad militar y económica de los segundos. Sin embargo las diferentes culturas, representan la identidad de cada pueblo, lo cual los une entre sí y a la vez los separa de sus enemigos históricos. Esto hace que la política internacional pase de ser bipolar a multipolar.
    Huntington indica que los países que tienen culturas similares, cooperarán entre sí, más fácilmente que los que no las tienen; ya sea económica o políticamente. El mundo católico de Occidente se distingue del musulmán asiático, así como de las demás culturas. Para Huntington, las grandes civilizaciones que dominan la política global son: Estados Unidos, Europa, China, Japón, Rusia, India, países islámicos, países budistas, y países latinoamericanos. Estos últimos son muy diferentes entre sí, por lo que se podría decir que Occidente sigue siendo, aunque ya con menos fuerza, la civilización dominante, separada del no-Occidente que está conformado por todos los demás países que no tienen casi nada en común entre sí.

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  5. El autor indica que es necesario tener nuevos paradigmas que sean aplicables al régimen internacional actual y que cualquier analista de las Relaciones Internacionales actuales debe de tomar en cuenta las diferentes civilizaciones dentro de los Estados, así como su influencia en los demás países con el propósito de entender de una forma más objetiva el porqué del surgimiento de tantos conflictos étnicos, nacionalismos, y conflictos que se suscitan dentro de los Estados mismos. En este capítulo, el autor propone que los líderes respeten y acepten que la naturaleza de la política mundial depende de las múltiples civilizaciones, y sólo de esta forma podrá evitarse una Gran Guerra mundial entre las diferentes culturas.
    II.- LAS CIVILIZACIONES EN LA HISTORIA Y EN LA ACTUALIDAD
    Este capítulo señala que a finales del siglo XX y principios del XXI, existirán ocho grandes civilizaciones. Las civilizaciones son la identificación más amplia que tienen los pueblos, pues en ella se recogen sus valores, su cultura, su religión, su lengua, su historia, etc. Y ésta es la que las distingue de las demás. Es interesante observar como en los últimos años, muchos de los conflictos alrededor del mundo se han venido dando entre individuos que aunque pertenecen a la misma raza o al mismo País, difieren en cuanto a sus horizontes de civilización. Actualmente Kosovo, Chechenia e Indonesia comprueban la afirmación del autor. Estos conflictos demuestran que el lazo que identifica a una civilización es más fuerte que el lazo que une a los individuos sólo por sus características físicas o por la limitación territorial a la cual pertenecen.
    Antes de 1500 d. C., las relaciones entre las civilizaciones fueron escasas o intermitentes, debido a que la distancia las separaba, o a que éstas existieron durante diferentes épocas. Después de 1500 d. C, la civilización Occidental comenzó a expandirse de forma sorprendente, y el autor lo atribuye a la superioridad armamentista y a la eficiente organización militar que poseía Occidente con relación a las demás civilizaciones; y no por algún tipo de superioridad racial o intelectual.
    Aunque Occidente logró ser la máxima influencia mundial, llegando a su clímax a principios del siglo XX, con el tiempo, las demás civilizaciones han reforzado su identificación que las distingue de Occidente. Algo que me pareció muy importante es el hecho de que Occidente nunca ha dado origen a una religión propia, pues aunque la religión católica y la protestante son las que distinguen a Occidente, éstas tuvieron su origen en Asia. Para mí, esta es una de las causas de los conflictos que mencionaba anteriormente, ya que siendo la religión la característica más importante de las civilizaciones, ésta sobrepasa los límites territoriales, así como las razas. Esto nos demuestra que el régimen internacional actual no es homogéneo ya que no comparte valores o culturas comunes entre todos sus miembros, lo que nos lleva a afirmar que sería un error decir que Occidente es la civilización mundial. Actualmente estamos siendo testigos del resurgimiento de los fundamentalismos e identificaciones culturales, las cuales con el tiempo, irán tomando una participación mayor dentro del régimen internacional en el que vivimos.

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  6. Por favor puedes identificar la imagen que se presenta en este articulo. Es Baco? Quien la pinto? De que epoca? Muchas gracias.

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