El Arte y la Belleza
Por Alberto Espinosa Orozco
El Arte puede definirse como
voluntad de forma y voluntad de estilo básicamente, con una base en el
saber hacer, en técnica, que se personaliza cada vez más o
progresivamente, a lo que llamamos oficio y más propiamente maestría,que
es el trato personal amoroso, creativo con la materia, a que llamamos
valor artístico.
Las formas bellas son su objeto de contenido muchas veces ideal: es decir, cuyo fin es lejano, no inmediato o postergado. Por ello el placer, más propiamente la satisfacción estética es un poco dolorosa, por ser suspensa, porque alude a una belleza mayor por venir, abriendo una ventana que no es aun una puerta. No es goce o disfrute inmediato o el hedonismo ciego, brutal, como en un antro de borrachos o un burdel, o como un carnaval de contenido lascivo o bufo, pues su objeto no es el embotar los sentidos o disiparlos anulando la personalidad, sino por el contrario refinarlos, iluminarlos, haciéndolos a la vez más perceptivos y más elevados o sutiles, preparando la sensibilidad a un placer, a una satisfacción superior de carácter propiamente espiritual. Son los valores propiamente estéticos, bellos contenidos contenidos vaciados en formas bellas, que se emparentan directamente con la educación (con la moralidad) o con la esperanza metafísica (el más allá).
Se puede definir la belleza como la espiritualización de los sentimientos, que apuntan a la belleza celaste, se entiende, más que terrestre, que por contraste resulta más baja, incluso dionisiaca o pandémica, y por tanto relativamente opaca, tensa y sobre todo pedestre, vulgar, burda o grosera.
Las formas bellas son su objeto de contenido muchas veces ideal: es decir, cuyo fin es lejano, no inmediato o postergado. Por ello el placer, más propiamente la satisfacción estética es un poco dolorosa, por ser suspensa, porque alude a una belleza mayor por venir, abriendo una ventana que no es aun una puerta. No es goce o disfrute inmediato o el hedonismo ciego, brutal, como en un antro de borrachos o un burdel, o como un carnaval de contenido lascivo o bufo, pues su objeto no es el embotar los sentidos o disiparlos anulando la personalidad, sino por el contrario refinarlos, iluminarlos, haciéndolos a la vez más perceptivos y más elevados o sutiles, preparando la sensibilidad a un placer, a una satisfacción superior de carácter propiamente espiritual. Son los valores propiamente estéticos, bellos contenidos contenidos vaciados en formas bellas, que se emparentan directamente con la educación (con la moralidad) o con la esperanza metafísica (el más allá).
Se puede definir la belleza como la espiritualización de los sentimientos, que apuntan a la belleza celaste, se entiende, más que terrestre, que por contraste resulta más baja, incluso dionisiaca o pandémica, y por tanto relativamente opaca, tensa y sobre todo pedestre, vulgar, burda o grosera.
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