De Mis
Lecturas: el Budismo[1]
Por Héctor
Palencia Alonso
I
El
Budismo habla de las “Cuatro Nobles Verdades”, que son la expresión doctrinal
del “Dharma”. Éste, el Dharma, es uno de esos principios que tienen que
aceptarse como un acto de fe. Parte de una intuición, la de que el Universo no
puede ser un absurdo, la vida humana tiene que tener un sentido.
Las “Cuatro Nobles Verdades” son: la existencia
del sufrimiento; la de la causa del sufrimiento; la del fin del sufrimiento, y;
la “noble verdad del óctuple sendero que conduce a la disolución del
sufrimiento”.
Para
esta corriente del pensamiento humano, el dolor es lo propio de la naturaleza y
el sufrimiento de las cuestiones del espíritu. Los budistas utilizan para
describir este sufrimiento el término “Duelo”. La primera noble verdad se
refiere a lo ahora llamaríamos “depresión” en el sentido del Psicoanálisis. Se entra en ese estado cuando se descubre que
la vida tiene un lado oscuro y que todo es transitorio, todo cambia, se
deteriora y marcha hacia la muerte.
Ese
es el absurdo de los existencialistas, sin embargo, para los budistas la
angustia no es algo natural en la dinámica de la vida, ni es producto de
remordimiento. La causa se encuentra en la propia manera de vivir y en los pensamientos que de ahí se
generan y que pertenecen al mundo de la “Samsara”.
La “Samsara”
es la interpretación que cada individuo da a la vida y al mundo. Una interpretación condicionada por las
estructuras mentales, la cultura de cada persona, sus peculiares
circunstancias. “Yo soy yo y mi circunstancia” escribió José Ortega y Gasset.
El punto de vista eminentemente subjetivo produce, para cada uno, una “realidad
virtual”.
Un término clave del budismo es el
de “Avidyá”, que es algo así como el “vacío”, un vocablo el de “Avidyá” que
bien puede traducirse como “relativismo”, esto es, que las cosas del mundo son
“relativas” unas a otras y que no existe la verdad absoluta.
Recuerdo
aquí el pasaje de los Diálogos en que Platón dice que hay dos mundos, el de
las “ideas eternas" (episteme) y el de las representaciones mentales de
esas ideas (doxa). Hay un mundo ideal, el de las ideas. Y esta propuesta
platónica nos lleva al pensamiento de
Carl Gustav Jung acerca de los “arquetipos” del “inconsciente colectivo”.
Según el
antiguo budismo, el reconocimiento de
que somos un conjunto de elementos “relativos” unos a otros y que no somos
seres “absolutos”, no tiene por qué generar angustia, sino al contrario, es un
sano principio para que se disipe la ignorancia, o sea, el otro sentido de
“Avidyá”.
La verdad se
descubre dentro de uno mismo, sostiene esta corriente del pensamiento, y el
vehículo es el “Dharma”. El fin de la angustia es posible porque la angustia es
correlativa al hecho de vivir soñando. Se requiere acabar con el círculo
vicioso de las ilusiones.
Por otra
parte, Erich Fromm afirma que el conocimiento de la naturaleza humana no
conduce al relativismo ético sino que, por el contrario, nos lleva a la convicción de que la fuente de
las normas para una conducta ética han de encontrarse en la propia naturaleza
del hombre, que las normas morales se basan en las cualidades inherentes al
hombre y que su violación origina una desintegración mental y emocional.
El llamado
“Óctuple Sendero” del budismo comprende: el entendimiento justo; es decir,
interpretar los hechos de la vida sin distorsionarlos. Se tiene que evitar
atribuir a las personas y a las cosas, significados e intenciones provenientes
de nuestras propias elaboraciones mentales. El segundo sendero es el del
pensamiento justo, que consiste en evitar imágenes mentales cargadas de
violencia, las que tienen efectos sobre nuestro yo y sobre los otros. La palabra
justa es el tercer camino, se trata de buscar la armonía entre el hablar y el
callar.
La acción
justa es el cuarto sendero y se compone del respeto absoluto a la vida, no
entregar nada que no sea aceptado como un acto de libertad; evitar el ejercicio
irresponsable de la libertad sexual; evitar la simulación, el insulto, la
falsedad, y no consumir drogas. En estas acciones hay que procurar que la
libido (deseo sexual) se pervierta, como es la sublimación del deseo sexual en
formas de poder y dominación.
Estos
senderos pretender basarse en el sentido común o “camino medio”, en una justa
“administración” de la vida. Sigue el sustento justo, que parte del postulado
del trabajo como manifestación elevada y creativa, El trabajo debe beneficiar
al ser humano y a la comunidad. Se afirma que el trabajo es un acto de
solidaridad con alto sentido comunitario. No hay salvación posible en soledad,
se afirma. De aquí viene el término “Karuma”, que quiere decir misericordia, o
más exactamente caridad, lo que señala el sentimiento de “empatía”, esto es,
que los demás no sean ajenos a nuestro pensar y obrar.
Los cinco
senderos anteriores se refieren a la relación del individuo con el exterior y
en particular con los seres humanos. Los siguientes tres senderos son de naturaleza
interior.
El esfuerzo
justo, que difícilmente puede ser aceptado a la luz de las tradicionales
recomendaciones en nuestro mundo. Se nos dice desde niños que pongamos el
máximo de esfuerzo para alcanzar un objetivo. Por el contrario, el precepto del
esfuerzo justo para el pensamiento oriental budista quiere decir, no hacer más
de lo necesario para alcanzar un estado de satisfacción vital. Se tiene que ser
atinado en cuento a la cantidad de energía que utilizamos para logar algo. Las
“sobrecargas de intención” producen estados neuróticos, pues aumentan la
tensión y el conflicto interno. El
sentido del humor tiene que estar presente en el esfuerzo justo.
La
concentración justa se centra en el aquí y ahora, tomando el pasado y el futura
en su debida importancia, esto es, sin renunciar a la memoria y a la
predicción. Nada de obsesiones que le quiten su valor al momento. Se comienza
con la concentración en el propio cuerpo, utilizando generalmente la
respiración profunda y rítmica, pero sin producir estados alterados de la
mente, por el oxígeno que entra o deja de entrar en el cerebro.
Por último,
la meditación justa, entendida como un ejercicio que permite un descanso, un
“sueño psicológico” que contribuye a crear estados de armonía. Por este camino
se procura la intuición, el pensamiento creativo, la sensibilidad estética.
Siempre es
grato incursionar por los aminos que conducen a la elevación espiritual. Para
terminar, estas palabras ilustrativas de Siddharta:
Sed como una
lámpara para vosotros mismos
Sed vuestro
propio sostén.
Asíos a la
verdad que existe en vosotros
Como si
fuera la única lámpara.
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