El Frío
Por Alberto
Espinosa Orozco
El frío
atroz y sus cristales lúcidos,
sus punzones
que estallan hacia adentro,
sus agujas que
todo lo detienen en un tic tac sin horas,
su
desolación empecinada que cae como un manto
debajo del
viento turbulento enfurecido,
su detenida
palidez, quietud de escarcha sin latido.
Más apena se
empieza a esfumar bajo el calor
del astro
vigoroso, se echan de menos sus rigores,
su
implacable acento, el ritmo de sus pasos sin contento
que, por más
tardos, no pueden detener lo que las aguas,
por más
sólidas que sean trocadas por el helado cierzo,
han de dejar
caer para luego evaporarse hasta tocar el cielo.
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