Nocturno del 68
Por Alberto Espinosa Orozco
I
Sepultado entre escombros y despojos
de recuerdos
Reprimido por el ir y venir del
mundano gran jolgorio
Cuyos chisporroteantes colorines
enturbian la memoria
Va vagando entre las galerías
solitarias
De un mundo que no ha brotado todavía
Una imagen fragmentaria, borrosa y
desleída,
Menos un recuerdo que
un fantasma,
Que la oscuridad de un escondrijo
misteriosamente guarda:
Nos encontramos recorriendo un amplio
pasillo modernista
Corriendo todos en plena fuga del sangriento
genocidio ejecutado
Justamente a nuestra espalda
–recuerdo que se impregna
Con las tinturas corrosivas del
amarillento espanto.
Lo primero que recuerdo luego es la
carrera,
el laberinto de edificios y pasillos
y edificios
Donde aparecen un grupo de soldados de
uniforme verde oliva
En medio de un desorden de comandos y
llamadas alertadas
Se precipitan apurados en varias confusas
direcciones
Esquivando los automóviles apiñados
en el estacionamiento urbano
Corriendo con inciertos rumbos.
Sentimos el impulso de seguirlos,
Refrenados apenas por una premonición
oscura
Recuerdo plural es de nosotros siguiendo
a nuestra madre
Quien nos abre camino por delante en
dirección de nuestro coche
El Rambler Azul Clarito, aquel 69,
aquel si, de tan feliz memoria,
–Que allá a lo lejos, casi podría
decirse que impaciente, nos aguarda,
Confundido también entre la baraúnda
de tronidos, chirridos y corridas,
Como arrojado ahí entre las tantas baterías
de los otros automóviles.
De pronto un joven militar, moreno,
de uniforme verde oliva,
Nos auxilia, indicándonos vehementemente
la vía de salida
De aquella vorágine confusa de gestos,
premoniciones y señales
Mientras tanto, entre el resquicio de
un breve pestañeo, a lo lejos
Varios jóvenes con ropa de civil alzan
los puños mostrando un pañueloBblanco Enrollado entre los dedos,
otros más un guante negro.
Caminan de prisa entre aquel río
estático de coches.
En medio de la bruma, las luces de Bengala,
El pesado ronronear de helicópteros precipitados
contra el cielo
Detonado aquel sangriento ensayo del final
Apocalipsis
En una chinanpinar de cohetes, de tableteos
y disparos
De heridos caídos, de muertos, de gritos y
balazos.
Nos encontramos así de pronto, sin
saber que sucedía,
En medio de una guerra fratricida y sin
sentido.
Mientras tanto el militar
decididamente nos indicó la ruta salvadora:
“Por allá, por allá”, nos dijo varias
veces con firmeza,
Mientras con decisión hacia señas con
la mano derecha,
Como aventándonos de plano para
llevarnos más allá hasta el otro lado.
Entramos al estacionamiento en
debandada y precipitadamente
Corriendo subimos los cuatro en el
acto nuestro coche azul. cielo,
Ese Rambler futurista, del 69, el azul
claro
Que paseó durante cinco años con nosotros
Llevándonos por todas partes.
Salimos por fin de la Plaza de la
Tres Culturas
Del moderno Conjunto Urbano
Tlaltelolco
Regresando de prisa a casa cuando caía
la noche imperturbable,
Con una grave sensación general de
alerta roja
Y un indescriptible sensación y un nudo
en la garganta.
Mudos contemplamos aquellas
construcciones de carrera
Mientras caía junto con la noche una
lluvia de otoño
´Mojando el parabrisas para empapar
luego el asfalto verdi-negro,
Recorría la avenida una culebra negra
Era un riachuelo pequeño empapado en sangre.
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