FRANCISCO DE
QUEVEDO
Soneto desde la
Torre de Juan Abad
Retirado en la
paz de estos desiertos,
Con pocos, pero
doctos libros juntos,
Vivo en
conversación con los difuntos,
Y escucho con
mis ojos a los muertos.
Si no siempre
entendidos, siempre abiertos,
O enmiendan, o
fecundan mis asuntos;
Y en músicos
callados contrapuntos
Al sueño de la
vida hablan despiertos.
Las Grandes
Almas que la Muerte ausenta,
De injurias de
los años vengadora,
Libra, ¡oh gran Don
Josef!, docta la Imprenta.
En fuga
irrevocable huye la hora;
Pero aquélla el
mejor cálculo cuenta,
Que en la
lección y estudios nos mejora.
* Francisco de
Quevedo Villegas (1580-1645)
se refugiaba en
la Torre de Juan Abad, del Castillo de Montizón Villamanrique, municipio de
Ciudad Real, por cuyo señorío pleiteó largamente. Don Iosef es José González de
Salas, editor de las obras poéticas de Quevedo tres años después de su muerte.
En Ciudad Real, España, murió Francisco de Quevedo y sus restos reposan en la
iglesia del pueblo.
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