lunes, 7 de mayo de 2018

Guillermo Ceniceros: el Capelo, la Mujer y la Tierra Por Alberto Espinosa Orozco


Guillermo Ceniceros: el Capelo, la Mujer y la Tierra
(Persistencia 60 Años de Obra Plástica)
Por Alberto Espinosa Orozco





I
El Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros se fundó el 3 de agosto de 1998, con una numerosa donación de obra menor, aproximadamente 229 obras valuadas por el autor en 2 millones de dólares,  aportada por el mismo artista. Su primera sede fue el casco de la Hacienda de Ferrería de las Flores, a cargo de la directora Mayela del Carmen Torres Meléndez, y su histórica pareja, el escritor autodidacta y hoy en día cronista de la ciudad Javier Guerrero Romero, durando la instalación toda la época sexenal, en la que se introdujo la modalidad de rentar el inmueble para fiestas, eventos y reuniones.[1] El 13 de agosto de 2004 el Museo Ceniceros se cambió de local, teniendo sus nuevas instalaciones en una vieja casona de Independencia # 135 Norte, entre Aquiles Serdán y Coronado, en donde permaneció por diez años.[2]






Por último, en el año de 2014 la colección se trasladó a lo que había sido el Velatorio de Pensiones “El Sabino”, en la calle de Aquiles Serdán # 1225, siendo inaugurado por el entonces gobernador Jorge Herrera Caldera como Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros (Centro Cultural de las Artes Plásticas) el 4 de octubre de ese mismo año.[3] El acervo del museo se enriqueció entonces con 40 cuadros más del autor  y 10 de sus esculturas, añadiendo 35 obras del pintor zacatecano Rafael Coronel.[4]











Como nos recuerda el maestro Héctor Palencia, el pintor Guillermo Ceniceros Reyes nació en 1939 en el hermoso pueblo maderero de El Salto, tocado de encanto y maravilla, que es el centro urbano del enorme municipio de Pueblo Nuevo, en el estado de Durango, donde vivió hasta los once años de edad y cuya casa de la Cultura ostenta hoy en día su nombre. Hijo del carpintero José Ceniceros Páez y de Petra Reyes, Guillermo Ceniceros se encontró desde muy pequeño rodeado por una naturaleza de sólida hermosura por sus quebradas de roca y firmes montañas, no despoja aún de misterio debido a su relativo aislamiento del progreso de la civilización moderna.
Sin embargo, el futuro pintor y muralista se formó en realidad en Monterrey, estado en el que le dieron y siguen dando difusión e impulso a su obra, siendo considerado, por ciertos industriales de aquella potente urbe, el más grande de sus artistas plásticos contemporáneos –contando entre sus promotores durangueños al doctor Héctor Mayagoitia y al crítico de arte Fernando Andrade Cancino, así como el escritor Javier Guerrero Romero, permanente  animador del Museo Guillermo Ceniceros (MGC). Es así el puntal de lo que podríamos llamar “La Escuela de Monterrey”, de la que también participan como prolongación en Durango la singular pintora Nadina Villanueva, el gran pintor y apreciable amigo Carlos Cárdenas y  el fotógrafo plástico Ricardo Milla Hiero.












II
Cuando tenía doce años, la familia se mudó a Monterrey para buscar mejores oportunidades económicas. Allí asistió a la escuela y cuando tenía catorce años ingresó a la Fabricación de Máquinas, SA (FAMA), una escuela-empresa, donde estudió dibujo industrial. Considera que este entrenamiento temprano es importante ya que le enseñó la importancia de la geometría, el uso del espacio y los materiales. Mientras estuvo en FAMA conoció a los pintores Gerardo Cantú e Ignacio Ortiz, colaborando ​​con ellos en bocetos para publicaciones de Alfonso Reyes, Pedro Garfias y otros escritores notables. En 1955, se matriculó en el Taller de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, graduándose en 1958. En el Taller conoció a la artista mexicana Esther González, con quien se casó y con quien tiene dos hijos.
Guillermo Ceniceros se inició como grabador al lado de Gerardo Cantú  (Coahuila, 1934), quien, al igual que artista del El Salto, se formó en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León. Hay que recordar que el gran logro de Gerardo Cantú y de Ceniceros fue el haber descubierto una técnica innovadora para la estampa, lograda al través de la aplicación de gruesos volúmenes con pasta acrílica –que en realidad resulta una especie de calcografía, que sin herir la placa con el agua viva logra los relieves en la matriz mediante la adhesión del acrílico sintético, el cual, por su dureza extrema en el secado, resiste perfectamente la presión regular del tórculo.
Justo en los albores de los años setentas, Gerardo Cantú junto con Esther González y Guillermo Ceniceros, en plan de experimentación lúdica, animados por los tiempos que corrían con vientos de cambio, trabajaron exhaustivamente sobre las posibilidades inexploradas que el acrílico presentaba como material plástico polivalente. Raquel Tibol hace notar que la invención de la nueva técnica (el uso del acrílico como pasta sobre placas de masonite para realizar estampas) daba fácilmente resultados decorativos deslumbrantes. A cada uno de los creadores se le abrieron caminos inesperados, abriendo brecha mediante la interpretación personal de otras técnicas complementarias a las que tuvieron que recurrir, básicamente el cincelado y el modelado, así como el arte del colorista.
                                                             III
Sus primeras lecciones en Monterrey las recibió Guillermo Ceniceros de Manuel de la Garza, siendo posteriormente colaborador de Felipe Cantú en el mural de Los Altares, en Nuevo León. Trabajó luego en México, desde 1964, al lado de Rogelio Naranjo y Gerardo Cantú para el Museo Nacional de Antropología. En el mismo año entra en contacto con el maestro muralista David Alfaro Siqueiros. Época en que fue compañero del maestro Guillermo Bravo Morán, quien por entonces era jefe en el Taller de Pintura de David Alfaro Siqueiros, ubicado en Cuernavaca, al cual el genial muralista llamaba afectuosamente “La Tallera”. 
A esa generación de noveles pintores marcados directamente por la influencia de David Alfaro Siqueiros habría que contar al propio Guillermo Bravo, pero sobre todo a Mario Orozco Rivera, a Guillermo Ceniceros, Jorge Flores, Luis Arenal, –pero también a Enrique Estrada y un poco al margen al pintor regional durangueño Fernando Mijares. Habría que reservar en este grupo un sitio especial para el artista plástico de origen argentino, Silvino Benedetto, quien plasmó sus murales en el desaparecido Casino de la Selva, y que resultaría ser más bien un bellaco –pero a quien se debe, empero, haber puesto la pintura de Bravo Moral a un nivel paralelo con el tercer gigante de la pintura mural: David Alfaro Siqueiros, vendiendo sus cuadros robados en la galería de Raquel Tibol con firma falsa. 
El grupo de los entonces jóvenes muralistas durangueños, comandados por Siqueiros, realizaron trabajos en la Asociación Nacional de Actores, pero sobre todo se concentraron en el proyecto arquitectónico para el Polyforum Cultural Siqueiros –colosal centro cultural del edificio más alto, amplio y bello de la Ciudad de México. Ceniceros desfilaba por detrás de Bravo quien, debido a vicisitudes ideológicas y accidentes varios ya no entró a la realización del gigantesco mural interior La Marcha de la Humanidad, siendo sustituido en su puesto por su paisano. Movimiento de exclusiones y componendas de un grupo de artistas, que dio lugar a que se les bautizara  con el significativo nombre de: “La Generación de la Ruptura”  -porque se habían jugado el trompo de luchar, de romper con la tradición. Sobra decir que el maestro Guillermo Bravo Morán quedo al margen de ese movimiento, en que si participaron, y vivamente, los llamados "Geómetras", adherentes, junto con el inefable José Luis Cuevas, inclasificable. 


No fue sino hasta el año de 1978 que se inauguró en Durango la primera exposición del Maestro de 39 años de edad, luego de haber triunfado y de tener múltiples reconocimientos nacionales e internacionales en México, La Habana, Quito, Caracas, Nueva Delhi, Pekín y Washington.
Guillermo Ceniceros es así uno de los últimos herederos directos del Movimiento Muralista con que se coronó la Escuela Mexicana de Pintura en el siglo XX. En este plano destacan sus murales en las estaciones del metro de Tacubaya y el impresionante de Copilco con más de mil setecientos metros cuadrados de extensión. Otras estaciones también han sido decoradas por importantes discípulos de la Escuela, como el de Centro Médico, realizado por el maestro Enrique “Güero” Estrada, del grupo de alumnos de Frida Kahlo o “l
os Fridos”.[5]












IV
La vía adoptada por Ceniceros en base a su experiencia en el Polyforum fue la realización ya no de estampas, sino de cuadros de estilo mural, de grandes dimensiones, en los que a partir del acrílico modelado y cincelado en gruesos volúmenes logra paisajes de extraordinario realismo, casi hápticos podría decirse por sus texturas, todos ellos inspirados por la orografía y el colorido de los celajes de su solar nativo.
Colaboro con el equipo del pintor y muralista David Alfaro Siqueiros en siete de sus pinturas murales más importantes. Aunque en sus obras reverberan ecos no sólo de Siqueiros (el “action paiting”), sino especialmente del vulcanólogo Gerardo Murillo –aunque, a diferencia del Dr. Atl, sus composiciones parecieran haber sufrido los rigores directos de las fraguas de Vulcano, tanto en la composición de los materiales, como en cierto tono de combustión interna, de magma latente y en proceso de formación -irradiando sus obras también la llama de hielo del Viento del Norte y su cortante filo autoritario. La estructurada de sus composiciones revelan así, mediante el recurso al misterio exterior del paisaje azul detenido entre la pesada montaña inmensa y la escarcha o el viento, un cierto hieratismo interior –equilibro donde sobradamente se muestra el dominio en la composición geométrica y en uso del color, virtudes que recuerdan vivamente la estética del gran artista nipoargentino Kasuya Sakai.
Podría decirse que el gran pintor parte de una experiencia básica: la experiencia nostálgica del desarraigo. O quizá sería mejor decir: de lo distante idealizado. Porque la instancia en el tema del paisaje en Ceniceros no es sino la insistencia en la vinculación con el lugar de origen. Traducción en valores plásticos del ambiente y el clima en que se incubó su temperamento; también del drama interior, del intento, acaso inconcluyente, de recuperar un nacimiento propuesto como meta. Humanismo pictórico, es verdad, que parte a la cotemplación de la belleza natural para a partir de su calca o radiografia, penetrar, en solfa colorística, en la visión del aire, de desifrar el ándulo del gambusino, de seguir la laja hasta tocar el azul inmenso de un mar convulso por las nubes o que se dora en la tarde por las heladas llamas.
La naturaleza es vista así por Ceniceros como la Gran Madre telúrica –creadora como la mujer y espejeante del todo, como en el arte melancólico de la reflexión, que puede ser terrible como la caverna. Como paisajista el artista ha creado obras llenas de interés, tanto por sus materiales y técnica, pero sobre todo por la riqueza frígida de su seco colorido. Porque en sus espacios habita una especie de contradictoria abundante escasez, en donde lo que pareciera reinar es el silencio o el viento abrasivo y purificador de las montañas. Pintura volumétrica, donde se destaca el pintor como lo que en realidad es en esencia: un gran especialista experimental, un científico y un mago, cuya sinfonía moderna usa pigmentos acrílicos, los cuales van empalmándose o superponiéndose cual si fueran capas tectónicas, para lograr, en medio del accidente controlado, un equilibrio a la vez excitante por lo que tiene de vuelo y de camino, y riesgoso por lo que tiene de respiración aérea, pero donde se solidifican a la vez las huellas de la ruda senda para llegar a la cabaña. 






V
Por último, podría añadirse que su paulatino proceso de abstracción ha encontrado en el dibujo de la figura femenina, un poco a la manera de José Luis Cuevas, un recinto en donde dar con expresiones a la vez cada vez más fieles a la figura y simultáneamente más libres en el sentido de la pureza compositiva, sin abandonar nunca sus moldes por decirlo así esquemáticos –actitud estética que lo hace, para Raquel Tibol participar del grupo de los “pintores secretos”. 
Su panorama plástico se enriquece con la expresión de la figura bella, pero también con el perfil de la escultura industrial. Por un lado, los hábiles esgrafiados al óleo, cuyas veladuras son heredadas de las técnicas de la estampa. Por otro, la transpolación cromática de la sensualidad de cuerpos opimos y  bocas reventonas –y todo ello como navegando alegremente en grandes fieltros o mapas de rayas ondulantes, regocijante de contrastantes simetrías y de sensualidad.
Se puede detectar en la obra del pintor, grabador y escultor, una sonada empatía consanguínea con autores a los que no le va a la zaga en cuanto a realización y resultados, siendo descendiente del artista jalisciense Juan Soriano, y emparentado con las formas pitagóricamente orgánicas del zacatecano Manuel Felguerez, teniendo su lógica continuidad en las modernas esculturales industriales de chihuahuense Sebastián.
























[1] La Hacienda de Ferrería fue construida entre 1849 y 1855, a partir de la Fundidora de Hierro construida por la Compañía Inglesa Unidad de Minas en 1826. En 2003 se reactivó un litigio promovido por los anteriores dueños de La Ferrería, la Familia Mertins, contra el Decreto Expropiatorio, para provecho cultural de Durango, tomado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. con fecha de 1988. Parta entonces algunas obras de la colección de Ferrería estaban resguardadas, formando la parte medular, en la Pinacoteca Virreinal de Durango (ICED). Entre las que cabe mencionar: La Puerta de los Evangelistas, Retrato del Obispo Don Esteban Lozano de Durango (1791), el famoso tapis La Fuente del Unicornio, valorado en más de 5 millones de dólares, el San Juan Nepomuceno, Jesús en la cárcel, Ánimas del Purgatorio, la Virgen del Carmen, La Visitación, San Felipe Neri, etc.  Muchas de esas de esas obras, al ser trasladadas de nuevo a La Ferrería, corrieron borrasca, dispersándose en el camino, luego de permanecer por unos meses, en el año de 2012, en el Museo Gurza (ICED), La Ex Hacienda, hoy dedicada exclusivamente a su renta para  eventos y fiestas, guarda celosamente El Tapiz de Unicornio y La Puerta de los Evangelistas, junto con algunas obras más, las cuales no se exhiben de forma permanente, esperando trasladarse a un museo en forma para su cabal contemplación por el pueblo de Durango.
[2] El día 13 de agosto del 2004 se inauguró  en Nuevo Museo Guillermo Ceniceros. en una vetusta casona remodelada de la Calle de Independencia, en la zona más residencial, y espectral, habría que agregar, del centro capital de Durango, edificación de principios del siglo XIX, que anteriormente fuera un Convento de Clausura Carmelita, donde las monjas estaban en clausura, subsanando con ello su extinción como centro cultural en la Ex hacienda de Ferrería. En placa de bronce el Museo ostentó la placa conmemorativa de tal acontecimiento para la vida cultural de Durango, en la cual aparece el nombre de Don Héctor Palencia Alonso como director del ICED, fiel promotor de los valores y talentos de su tierra quien ya no alcanzó a inaugurar el remodelado inmueble por motivos de salud (los que lograrían finalmente se ausentara definitivamente de ente nosotros). Con la apertura de este espacio se rubricó así, como el último de sus logros culturales a nivel institucional, la trayectoria pública de Don Héctor Palencia Alonso, cerrando con ello la constelación de aportaciones trascendentes en su fecunda y ejemplar vida espiritual, marcada también por sus total entrega, empeños y fatigas.
[3] El chalet palaciego de tipo victoriano, único en su tipo en Durango, fue mandado construir por el súbdito alemán Bruno Hazer, un industrial del algodón y la harina que tenía fábricas textiles y que había colaborado en la fundación de Torreón en 1907. El edificio la vendió a Octavio Garza en 1917, teniendo varios propietarios a partir de esa fecha, hasta que en 1956 lo compra la Compañía del Cerro del Mercado, siendo rasurados sus jardines para ampliar la calle de Aquiles Serdán. En 1962 la Pía unión lo adquiere para evangelizar a la población y de 1973 a 1976 Guillermo Madrazo lo compra para instalar la escuela privada del CCH Promedac, quien lo vende finalmente al Municipio, siendo desde 1976 a 2014 el Velatorio de Pensiones.
[4] Hay que destacar aquí que la colección más importante del extinto Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga, ubicado en Negrete # 903, esquina con Pasteur, vigente del 31 de octubre de 1996 a febrero del 2014, es resguardada, sin exhibirse, en el Museo Guillermo Ceniceros. Se trata de 11 dibujos del mismo Ángel Zárraga, donados por el Director General de Minas de Basis Don Jaime Gutiérrez Núñez, al pueblo de Durango. Las obras versan sobre el “Vía Crucis” de Jesús, nuestro Señor Redentor, también son conocidos como “Las Estaciones”, tratándose de obras preparatorias para los murales que el pintor y muralista religioso oriundo de Durango, Ángel Zárraga, compuso para la realización de los murales para la Capilla del Sanatorio de Guébriaender la bebida de los dioses"nt en 1934, para la Capilla de Estudiantes de la Universidad de París, en 1935 y para la capilla de Saint Martín en Meudon, Francia, en 1936, lugar éste último en cuya cercanía vivó con su segunda esposa y su hija Clara, en una casa de campo, entre árboles frutales y rosas que él mismo cultivaba. A manera de referenia histórica puede agregarse que la sede del MACAZ fue convertida, el 29 de marzo del 2018, el último día de funciones del Presidente Municipal y aspírante a Senador de la Republica, Dr. José Ramón Enriquez, en el Museo del Mezcal Duranguense, enfilado al turismo, con el objetivo de la "venta de la bebida de los dioses", sumándse está acción a otras muchas en beneficio de los capitalinos, como la remodelación de la Alberca Olímpica "José Revueltas", la remodelación de la Concha Acústica y la inauguración del Bioparque Recreativo Sahuatoba.  















[5] En 1963 realiza el mural, de 90 metros cuadrados, con la técnica de temple al huevo y acrílico, en el cubo de la escalera de la Biblioteca Municipal, en la Ciudadela. El tema es sugestivo: Alegría de la Educación Popular. Paralelamente expone individualmente en la Galería del INBA de Monterrey.1964 participa en la exposición colectiva en la Galería Glantz; expone individualmente en la Galería Diana y colabora con Miguel Covarrubias en los murales del Museo Nacional de Antropología. Se traslada a la ciudad de México y en 1964 participa en la exposición colectiva en la Galería Glantz; expone individualmente en la Galería Diana y colabora con Miguel Covarrubias en los murales del Museo Nacional de Antropología. Al año siguiente vuelve a exponer individualmente en la inauguración de la Galería de Arte del Gobierno del Estado de Nuevo León. Su nombre se internacionaliza al adquirir la firma Matshushita, del Japón, trece paisajes suyos; también le compra la Galería Iowa, Estados Unidos. Exhibe en la Galería Simet, de Londres, al tiempo que ingresa a la Escuela Taller Siqueiros, de Cuernavaca; así colabora en los murales del Museo Nacional de Historia, la ex aduana de Santo Domingo, 1ª Asociación Nacional de Autores (ANDA) y el Polyforum Cultural del Hotel de México. En 1968 nuevamente monta exposiciones individuales en el Museo de las Culturas y en la Galería Reforma, al tiempo que presenta una exposición retrospectiva en la Galería de Arte, de Monterrey. Participa en la exposición colectiva en la Galería del Sótano y es nombrado jefe de taller en la Escuela Taller de Siqueiros. Los murales 'Espejos Comunicantes", del Teatro Universitario en la Unidad Mederos de la UANL; "El Hombre y su Medio", del Centro Médico del IMSS en la Ciudad de México; "El Perfil del Tiempo", de la Estación del Metro Copilco. En la estación de Tacubaya del metro y en el acceso de la línea Tasqueña-Observatorio, el público tiene ocasión de disfrutar una de las obras muralísticas de mayor aliento de los últimos tiempos. Se titula Del Códice al Mural, y fue inaugurado en mayo de 1987, de Guillermo Ceniceros Reyes, un durangueño que nunca ha negado la cruz de su parroquia. En más de un año de trabajo y en una superficie de aproximadamente 600 metros cuadrados, Ceniceros plasma la peregrinación de los mexicas desde su salida de Aztlán hasta su llegada al valle de México para fundar Tenochtitlán. En la Estación: Copilco, Línea 3. Sup. M2: 1000. La obra es descrita por el propio artista en los siguientes términos: El mural cubre los dos andenes, con cinco muros de cada lado y ocho cubos de escalera. El muro principal, en el que se puede ver a Cuauhtémoc y herramientas rudimentarias, está dedicado a los augurios y al presagio de que llegaban cosas terribles. En el derecho, se ve un Quetzalcóatl transparente, a manera de fantasma; y en el izquierdo, al brujo mayor, Tezcatlipoca, quien difundía los augurios: El hecho de que “hirvieran” las aguas de la laguna; la aparición de un cometa; el incendio del adoratorio de Huitzilopochtli, sin causa alguna; y  aparición de un animal de la familia de las grullas, que tenía un espejos encima de su cabeza, en el que Moctezuma pudo ver la llegada de objetos muy raros que flotaban. Estos augurios estaban encaminados a hacer pensar que era Quetzalcóatl el que regresaba, quizás en la persona de Topizin, que fue uno de los dirigentes de tula. En el muro de enfrente esta Hernán Cortes, quien aparece con algunos cañones, rifles y lanzas, y perros feroces; además de caballos y, por supuesto, los barcos. Esta parte del mural expresa los preparativos para realizar el viaje que lo traería a la tierra nueva. Cuauhtémoc y cortes son los dos personajes que marcan la pauta de la temática. Con ambos, cambio el rumbo de dos continentes. Los muros de un andén están dedicados a América; mientras que los del otro, a Europa, Asia, África y Oceanía. El lado Americano inicia con un fragmento de la pintura rupestre de las cuevas de Palmaarito, en Baja California Sur. Luego siguen varias figuras del preclásico de México, halladas en: Copilco, el Abrilillo, Zacatenco y Cuicuilco. Después están: la cultura Olmeca, representada por una cabeza de piedra; la Teotihuacana, por la dualidad Quetzalcóatl adolescente; la Totonaca, representada por la “Cabeza de un Atlante”. En el primer cubo, a la derecha, venos la reproducción de una obra esgrafiada en el hueso de un jaguar. Se trata del nacimiento de Quetzalcóatl. En el centro, se encuentra la imagen de un mural de Bonampak; esta frente a un mural egipcio, y se relacionan por la vocación de ambos puebles de plasmar aspectos de su vida cotidiana. En el siguiente muro se ven tres piezas: un pectoral de oro, que simboliza a Mictlantecuhtli, dios de la muerte para los Mixtecos; un escriba zapoteco, y el dios murciélago. Después esta la cultura de Occidente, representada por piezas de Colima, Guerrero, Guanajuato, Michoacán y Honduras. En el segundo cubo aparece el mural de Cacaxtla, de la cultura Olmea-Xicalanga, de reciente descubrimiento. Después del mural de Tenochtitlan, esta lo que sería la cintura de América, representada por un textil de los cunas de PNUMA. En el muro que sigue, vemos la estilización de un sol, que está en el museo del oro de Ecuador. A su lado, una figura del museo del oro del Perú. En este mismo muro se encuentran piezas representativas de los aborígenes de los Estados Unidos, Canadá y Alaska… con ello, se intenta Hernán la arte del continente Americano. En el siguiente cubo esta una obra de Roberto Mata, pintor chileno: uno de los artistas Latinoamericanos más destacados y conocidos mundialmente. Mata es, de cierta manera, nuestro “Picasso”  de América.  En el último muro del lado Americano, están representados varios artistas: Joaquín Torres García, el constructivista más importante de Suramérica; Wilfredo Lam, de origen entre chino y cubano; saturnino Hernán; José Guadalupe posada; Carlos Medina; José Clemente Orozco; Diego Rivera, con un fragmento del mural de la alameda; Siqueiros con un fragmento del mural de hospital de la raza; y Rufino Tamayo. Enfrente están: Picasso, el pintor más importante de este siglo, acompañado por un fragmento de su obra: “Guernica”; Henry Moore, escultor ingles que vino a México para aprender Rodin, con su obra: “La Eternidad”; Cezanne. Con “Los Bañistas”;  Pedro Brueghel; Jerónimo Bosch – El Bosco-, creador del surrealismo; Miguel Ángel, con un fragmento de la “Capilla Sextina”; y Leonardo Da Vinci, con su obra Máxima: “La Gioconda”, y su estudio del interior de un cuerpo, que puede verse en el cubo contiguo. Ahí también aparece el mapa de Toscanelli que, se supone, oriento los viajes de Cristóbal Colon. El muro que sigue es el de los navegantes y de algunos cartógrafos y astrónomos, como Ptolomeo. También se puede ver a: Enrique, el navegante de Portugal; Mateo Nicolás y Marco Polo; Juan Sebastián Caboto; Vasco de Gama; y los Hermanos Pinzón. Junto a Cristóbal Colon hay un mapamundi que ocupa un espacio fundamental: es el tributo al planeta –tierra –Vespucio; Juan Sebastián Elcano. Tan bien aparecen: Vitus Bering, Enrique Hudson, Alejandro Malsina y algunos más. En el cubo que sigue aparece la reproducción de un pequeño relieve Asirio del siglo VII a.c.
 Después del muro se pueden apreciar piezas representativas del arte de África, Cambodia y Grecia; de la India, el dios un emperador y su caballo. Y de Egipto, dos cabezas de los  colosos del templo de Ramsés II. En esta parte del mural aparecen las culturas más importantes que florecieron en las márgenes de los ríos. Finalmente, vemos un mural dedicado a Egipto, en el que aparecen: los lanceros del palacio de Susa, las figuras el cofre de Ur, un fetiche de Bulgaria y res Venus arcaicas; y las pinturas rupestres de Francia y España.
Murales
1962 Librería Municipal, Monterrey Nuevo León México
 1979 Instituto Mexicano Del Seguro Social, Ciudad De México
 1980 Centro de Arte Moderno, Guadalajara México
 1984 Misión De México en las Naciones Unidas, Nueva York, U.S.
 1986 Estación de Metro Tacubaya, Ciudad de México
 1986 EXPO 86, Vancouver Canadá
 1988 Estación de Metro Copilco, Ciudad de México
 1990 Teatro Maderos Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México
 1991 Palacio de Justicia, Monterrey, México
 1994 Banco Nacional de Comercio Exterior, Monterrey México
 1998 Facultad de Química, Universidad Autónoma de Nuevo León, México
 1999 Hospital Santa Engracia, Monterrey, Nuevo León, México
 2001 Teatro del Sindicato Nacional de Trabajadores Telefónicos, Ciudad de México.



















2 comentarios:


  1. Guillermo Ceniceros
    ‏ @GCeniceros1
    En respuesta a @correconejomex

    Saludos y mi extenso reconocimiento por la labor de investigación y pensamiento crítico de este escrito.


    https://twitter.com/GCeniceros1/status/993897472308142081

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  2. Maravillosas obra de arte gracias por compartirlas. Un abrazo desde mi querida Colombia.

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