Ángel Zárraga: Vía Crucis
Por Alberto Espinosa Orozco
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El Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros se fundó el 3 de agosto de 1998,
con una numerosa donación de obra menor, aproximadamente 229 obras valuadas por
el autor en 2 millones de dólares,
aportada por el mismo artista. Su primera sede fue el casco de la
Hacienda de Ferrería de las Flores, a cargo de la directora Mayela del Carmen
Torres Meléndez, y su histórica pareja, el escritor autodidacta y hoy en día
cronista de la ciudad Javier Guerrero Romero, durando la instalación toda la
época sexenal, en la que se introdujo la modalidad de rentar el inmueble para fiestas,
eventos y reuniones. El 13 de agosto de 2004 el Museo Ceniceros se cambió de
local, teniendo sus nuevas instalaciones en una vieja casona de Independencia #
135 Norte, entre Aquiles Serdán y Coronado, en donde permaneció por diez años. En
el año de 2014 la colección se trasladó a lo que había sido el Velatorio de
Pensiones “El Sabino”, en la calle de Aquiles Serdán # 1225, siendo inaugurado
por el entonces gobernador Jorge Herrera Caldera como Museo de Arte Moderno
Guillermo Ceniceros (Centro Cultural de las Artes Plásticas) el 4 de octubre de
ese mismo año. Por su parte, a
manera de referenia histórica puede agregarse que la sede del MACAZ fue
convertida, el 29 de marzo del 2018, el último día de funciones del
Presidente Municipal y aspírante a Senador de la Republica, Dr. José
Ramón Enriquez, en el Museo del Mezcal Duranguense,
enfilado al turismo, con el objetivo de la "venta de la bebida de los
dioses", sumándse está acción a otras muchas en beneficio de los
capitalinos, como la remodelación de la Alberca Olímpica "José
Revueltas", la remodelación de la Concha Acústica y la inauguración del
Bioparque Recreativo Sahuatoba.
Cabe
destacar aquí que la colección más importante del extinto Museo de Arte
Contemporáneo Ángel Zárraga, ubicado en Negrete # 903, vigente del 31 de
octubre de 1996 a febrero del 2014, es resguardada hoy en día, sin exhibirse,
en el Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros (MAMGC, ICED).[1]
Se trata de 11 dibujos del mismo Ángel Zárraga, donados al pueblo de Durango por
el Director General de Minas de Basis, Don Jaime Gutiérrez Núñez, siendo los
únicos trabajos del genial artista oriundo del barrio de Analco conservados en
la entidad con un carácter público.
Las obras
versan sobre el “Vía Crucis” de Jesús, nuestro Señor Redentor, también conocidos
como “Las Estaciones”, tratándose de obras preparatorias para los murales que
el genial pintor religioso de Durango, Ángel Zárraga, compuso para la
realización de los tableros para la Capilla del Sanatorio de Guébriant en 1934,
para la Capilla de Estudiantes de la Universidad de París, en 1935 y para la
capilla de Saint Martín en Meudon, Francia, en 1936, lugar éste último en cuya
cercanía vivó con su segunda esposa y su hija Clara, en una casa de campo,
entre árboles frutales y rosas que él mismo cultivaba.
El más
grande pintor Durangueño del siglo XX y universal pilar trasatlántico de la
Escuela Mexicana de Pintura nació en la Ciudad de Durango, en el barrio de
Análco, el 6 de agosto de 1886 y murió
en la Ciudad de México en 1946 a los sesenta años de su edad. Pionero
ultramarino de ese singular renacimiento inscrito en nuestra cultura nacional,
sacudida por las tremendas olas icónicas monumentales del Movimiento Muralista
Mexicano -arte de tesis o programático y a la vez perfectamente público o de
vocación eminentemente educativa. Ángel Zárraga es el pintor mexicano más
importante en la primera mitad del siglo XX en Europa. La vieja política
oficial y su corte burocrática nacionalista embozada en un socialismo tenebroso
y perfectamente reaccionario han querido ocultar y hasta desviar la modernidad
filosófica de su obra, debido a su carácter espiritual y religioso.
Regionalmente
hace dieciséis años se desatendió la brillante oportunidad de adquirir la colección
del artista en manos de los herederos del Conde René Phillipon, cuando se fundó
el museo pensado para albergarla. Parálisis, pues, cuyo engarrotamiento
pasajero no ha de impedir a los humanistas y científicos sociales durangueños
sopesar el lugar que le corresponde como pintor en la zaga de la cultura
nacional.
Porque si una tarea dejó pendiente la Revolución Mexicana fue
precisamente una obra histórica: la de revalorizar la cultura –y es el miedo irracional
a la cultura lo que impide revalorizarla.
Empero, puede argüirse el
desagravio que la cultura entraña el sentido de la historia humana, no por sí
misma, sino por lo que sucede entre una obra y nosotros: por lo que significa y
al hacerlo también nos significa a nosotros mismos, haciéndonos así partícipes
de una patria ideal o espiritual.
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