jueves, 24 de mayo de 2018

Ángel Zárraga: Vía Crucis Por Alberto Espinosa Orozco

 Ángel Zárraga: Vía Crucis
Por Alberto Espinosa Orozco 


I
      El Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros se fundó el 3 de agosto de 1998, con una numerosa donación de obra menor, aproximadamente 229 obras valuadas por el autor en 2 millones de dólares,  aportada por el mismo artista. Su primera sede fue el casco de la Hacienda de Ferrería de las Flores, a cargo de la directora Mayela del Carmen Torres Meléndez, y su histórica pareja, el escritor autodidacta y hoy en día cronista de la ciudad Javier Guerrero Romero, durando la instalación toda la época sexenal, en la que se introdujo la modalidad de rentar el inmueble para fiestas, eventos y reuniones. El 13 de agosto de 2004 el Museo Ceniceros se cambió de local, teniendo sus nuevas instalaciones en una vieja casona de Independencia # 135 Norte, entre Aquiles Serdán y Coronado, en donde permaneció por diez años. En el año de 2014 la colección se trasladó a lo que había sido el Velatorio de Pensiones “El Sabino”, en la calle de Aquiles Serdán # 1225, siendo inaugurado por el entonces gobernador Jorge Herrera Caldera como Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros (Centro Cultural de las Artes Plásticas) el 4 de octubre de ese mismo año. Por su parte, a manera de referenia histórica puede agregarse que la sede del MACAZ fue convertida, el 29 de marzo del 2018, el último día de funciones del Presidente Municipal y aspírante a Senador de la Republica, Dr. José Ramón Enriquez, en el Museo del Mezcal Duranguense, enfilado al turismo, con el objetivo de la "venta de la bebida de los dioses", sumándse está acción a otras muchas en beneficio de los capitalinos, como la remodelación de la Alberca Olímpica "José Revueltas", la remodelación de la Concha Acústica y la inauguración del Bioparque Recreativo Sahuatoba.   

II
Cabe destacar aquí que la colección más importante del extinto Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga, ubicado en Negrete # 903, vigente del 31 de octubre de 1996 a febrero del 2014, es resguardada hoy en día, sin exhibirse, en el Museo de Arte Moderno Guillermo Ceniceros (MAMGC, ICED).[1] Se trata de 11 dibujos del mismo Ángel Zárraga, donados al pueblo de Durango por el Director General de Minas de Basis, Don Jaime Gutiérrez Núñez, siendo los únicos trabajos del genial artista oriundo del barrio de Analco conservados en la entidad con un carácter público.
Las obras versan sobre el “Vía Crucis” de Jesús, nuestro Señor Redentor, también conocidos como “Las Estaciones”, tratándose de obras preparatorias para los murales que el genial pintor religioso de Durango, Ángel Zárraga, compuso para la realización de los tableros para la Capilla del Sanatorio de Guébriant en 1934, para la Capilla de Estudiantes de la Universidad de París, en 1935 y para la capilla de Saint Martín en Meudon, Francia, en 1936, lugar éste último en cuya cercanía vivó con su segunda esposa y su hija Clara, en una casa de campo, entre árboles frutales y rosas que él mismo cultivaba.
El más grande pintor Durangueño del siglo XX y universal pilar trasatlántico de la Escuela Mexicana de Pintura nació en la Ciudad de Durango, en el barrio de Análco,  el 6 de agosto de 1886 y murió en la Ciudad de México en 1946 a los sesenta años de su edad. Pionero ultramarino de ese singular renacimiento inscrito en nuestra cultura nacional, sacudida por las tremendas olas icónicas monumentales del Movimiento Muralista Mexicano -arte de tesis o programático y a la vez perfectamente público o de vocación eminentemente educativa. Ángel Zárraga es el pintor mexicano más importante en la primera mitad del siglo XX en Europa. La vieja política oficial y su corte burocrática nacionalista embozada en un socialismo tenebroso y perfectamente reaccionario han querido ocultar y hasta desviar la modernidad filosófica de su obra, debido a su carácter espiritual y religioso.
Regionalmente hace dieciséis años se desatendió la brillante oportunidad de adquirir la colección del artista en manos de los herederos del Conde René Phillipon, cuando se fundó el museo pensado para albergarla. Parálisis, pues, cuyo engarrotamiento pasajero no ha de impedir a los humanistas y científicos sociales durangueños sopesar el lugar que le corresponde como pintor en la zaga de la cultura nacional.
          Porque si una tarea dejó pendiente la Revolución Mexicana fue precisamente una obra histórica: la de revalorizar la cultura –y es el miedo irracional a la cultura lo que impide revalorizarla.
Empero, puede argüirse el desagravio que la cultura entraña el sentido de la historia humana, no por sí misma, sino por lo que sucede entre una obra y nosotros: por lo que significa y al hacerlo también nos significa a nosotros mismos, haciéndonos así partícipes de una patria ideal o espiritual.
















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