La
Educación: la Formación Humana
Por
Alberto Espinosa Orozco
1.1.- La filosofía debe
partir de lo dado, y lo dado es el pensamiento consciente de sí, ya en posición
directa. Debe partir así del pensamiento consciente de sí hacia… donde sea;
pero tomando siempre en cuenta la situación objetiva del sujeto filosofante en
su posición de partir hacia donde sea, pues todo pensamiento sólo se conoce
cuando es verbalmente expreso y la expresión del pensamiento presupone siempre
tanto, un sujeto como un objeto de la expresión, que se expresan a alguien: a
un destinatario, articulando sujeto, expresión y destinatario una situación.
1.2.- La situación articulada por las presentes
expresiones pretende ser una situación de convivencia formativa, es decir, una
situación, lato sensu, educativa. Pues puede entenderse por educación,
efectivamente, toda aquella expresión verbal (incluso mímica) que articule una
situación de convivencia formativa.
Más en particular entendemos por educación
cierta especialización: la expresión y comprensión de expresiones que articulen
situaciones de convivencia formativa enderezadas o de acuerdo a las peculiares
aptitudes y predisposiciones de carácter de cada individuo, que de forma innata
orientan a la persona a la adopción de ciertos contenidos de la cultura.
1.3.- La educación,
así, se dirige muy especialmente a la familiarización primero, después a la
asimilación y, por último, a la recreación de tales contenidos y formas
culturales. Tales contenidos y formas de la cultura suelen expresarse en su
excelencia en formas bellas –de ahí, la predilección del pensamiento
latinoamericano por tales formas, lo que delata ya en este una orientación a la
educación, a la formación de sus pueblos. Por lo contrario, las formas
desagradables e incluso inhumana de la pedagogía, llámense lo mismo
adiestramiento, que instrucción o el mero adoctrinamiento, suelen ir en contra
de la verdadera educación, ser contrarias a ella, y por ello tener ya una forma
ya un contenido deformante de lo humano, ya propiamente inmoral.
El pensamiento hispanoamericanao ha visto
bien que, en contra de la modernidad toda, las situaciones formativas del ser
humano están más cerca de las artes, incluso de las artesanías, que de la
construcción de motores y de vehículos, de móviles los en el espacio. El hombre
blanco, como lo llama Vasconcelos, tiene una abierta predilección por la
construcción de tales aparatos, siendo su arte, a decir de Diego Rivera,
propiamente el de las máquinas. Empero, puede argumentarse tímidamente, la
sobreabundancia de aparatos, artefactos, útiles, instrumentos, va creando un
entorno técnico, dominado por los procedimientos administrativos y por la
velocidad de los aparatos hasta el grado de volver la vida humana maquinal y al
ser humano mismo un proyectil disparado al espacio, en una civilización sin
horizonte cultural propio, desorientada, pues, tanto educativa como moralmente
–o para decirlo en un lenguaje vagamente religioso, perdida.
1.4.- El hombre es el animal que se desvive para
poder vivir, que se deshace para poder hacerse, obligado, como el ave fénix de
la mitología clásica, a rehacerse cada día de sus propias cenizas. Es verdad,
el hombre se desvive por adquirir los contenidos y formas de la cultura, por
pertenecer a una tradición, mientras que a la tradición le es olímpicamente
indiferente nuestra pertenecía a ella. Vienen a la mente la figura del “matado”
por el estudio, por adquirir esos contenidos y formas, que se desvive por
apropiárselos –se desvive, en efecto, porque tales bienes son enteramente
inapropiables.
El caso de quien se desvive, quien se
desvela “quemándose las pestañas” para poder comunicar luego sus conocimientos,
o para un examen. Empero, la asimilación o la absorción de conocimientos de
nada sirven si no van enderezados a la formación humana. Porque la cultura, que
abre una puerta y un horizonte al hombre, también puede convertirse en prisión,
en cárcel de enajenación, en potencia alienante del ser humano –cuando, por
ejemplo, una cultura se enmohece y reinan no las nuevas formas de sus
contenidos, cuando se vuelve estéril para recrearlos, sobreviniendo no la
renovación sino el lugar común del convencionalismo –que es la peor de todas
las locuras.
Un dejo de fachadismo se siente entonces en
el mundo, ya sin vida, de las instancias culturales, saturándose a poco de esos
parásitos que, movidos por otros intereses, pueden ser políticos o de ambición
personal, se convierten en actores de sí mismo, imposibilitados de llegar a ser
sí mismos, en figurines o manequís de sí mismos, o bien de plano en
simuladores, en gesticuladores, entre cuyo variopinto cardumen no deja de
faltar el simple fanfarrón, el vividor, el melancólico existencialista
repelente ostentando en la la solapa como un flor el verde gargajo del
resentimiento.
1.5.- Las expresiones
de la cultura se vuelven entonces vagas por la simulación, dando una gran
prioridad a la forma y a las formas sobre los contenidos, pero con una gran
indeterminación referencial, pues nunca acabamos de saber, bien a bien, a lo
que apuntan cuando se habla de democracia, de recursos, de participación o de
la cultura misma. Se da entonces el fenómeno de las culturas falsificadas,
cuyos modos son variados; uno de ellos, es la falsificación de una tradición
por enajenación en su propia herencia, pues una cultura sin vida tiende a repetir
gastados y viejos modos de identidad, no produciendo una emoción estética, sino
el recuerdo añejo de una emoción, dominando su coloratura entonces la
melancolía, de lo que ya pasó, de lo que no es y de lo que no está vivo –en un
peculiar culto a la muerte que se regodea en el tantas veces malsano ejercicio
de la melancolía, de la nostalgia, de un fervor por la patria que huele a
rancio, que es ceniza, pólvora quemada.
1.6.- Sin embargo, el
equívoco dominante en la cultura occidental moderna es la incomprensión en el
tema de la especialización –la cual se ve como una mera función de la técnica y
la industria. Sin embargo, puede argumentarse, la especialización es una
característica propia a la naturaleza humana, dada justamente en virtud de la
multifacética figura de su naturaleza protéica: de tener el hombre de forma
innata predisposiciones y aptitudes de carácter que, a la vez que lo diferencia
de los demás miembros del grupo, lo hermana a otros grupos con similares
predisposiciones de carácter, siendo también similares sus gustos,
inclinaciones y incluso sus temperamentos. Tales predisposiciones de carácter,
que la naturaleza, en forma por demás avariciosa, dota a cada hombre al venir
al mundo, deben ser detectadas en el proceso educativo lo más tempranamente
posible, para el logro completo y lo más perfecto posible de su pleno
desarrollo.
Sin embargo, en todos los centros de
enseñanza y de aprendizaje, en todos, no debe olvidarse nunca, ya sea en medio
del desarrollo de una compleja ecuación matemática, como en medio de un recital
de Mozart, que los que está en el fondo de los descubrimientos científicos y
sus adaptaciones tecnológicos, como de la palestra estética o política, es el
destino mismo de la especie humana.
1.7.- Por lo contrario:
la especialización del ser humano debe atender a los propios o propiedades
exclusivas del hombre derivadas de su esencia, que son justamente las
“exclusivas del hombre” por las que también se lo ha definido. Porque si el ser
humano es un ser provisto de palabra, de razón, no lo es menos que tal
racionalidad impregna todas sus actividades, las cuales deben hallarse en
armonía y en concierto de acuerdo a un eje ordenador. Porque el hombre no es
sólo el homo sapiens de la arquelogía, ni el homo aeconómicus de los créditos
bancarios, ni el homo faber de la revolución industrial, ni el homo locuaz, el
homo ridens, el homo ludens de los circos, como no es sólo el homo aestéticus
de las vanguardistas galerías artísticas o el homo religuiosus de los golpes de
pecho en la plaza pública del Vaticano.
Porque es entonces, en la especialización de
sus predisposiciones y aptitudes de carácter y en los procesos de
familiarización y de asimilación de una cultura que el hombre en parte descubre
y en parte construye otra cosa: una interioridad –sin la cual, en verdad, en
poco o en nada nos distinguiríamos de los brutos, de las bestias, de los
animales.
Se trata de la misma, de la propia
naturaleza humana, que es una especie de segunda naturaleza, que
simultáneamente ya está ahí, en cada uno de nosotros, pero tiene a la vez que
ser descubierta, encontrada, despertada. Las inclinaciones de carácter, las predisposiciones
para alguna de las diversas formas y contenidos de la cultura, constituyen así
una verdadera previsión del sujeto, una preciencia para… para… para llegar a sí
mismo: para encontrarse consigo mismo, para dar lo mejor de sí. Se trata así de
algo que es a la vez origen y de algo que es posterior a la búsqueda:
encuentro. De algo que sólo existe antes de la búsqueda como falta, como
carencia, como pérdida –y que los instrumentos, formas y contenidos de la
cultura ayudan a recuperar. Recuperación del sentido de nosotros mismos sobre
el telón de fondo del sentido de la especie; también de la patria perdida,
porque la verdadera patria siempre ha tenido dos nombres eternos: son la verdad
y la belleza.
Una postura interesante, sobre un tema importante. La Cultura como un medio de búsqueda y encuentro, viene a constituir un un elemento esencial y a la vez puede ser un obstáculo si no lleva ese equilibrio entre el movimiento constante y el rescate de lo válido. Interesante planteamiento, mismo que me recuerda que la humanidad sigue en búsqueda incesante del punto medio, o equilibrio de la dualidad. Un trabajo pulcro, con un vocabulario culto, exquisito, y una claridad explicativa deliciosa, si cabe la expresión....y finalmente deja la sensación de desazón y esperanza que, irónicamente, es propia de la naturaleza humana. Mi atrevimiento a éste análisis desde mi opinión personal, pero, que al mismo tiempo puedo no acertar e igual estoy dispuesta a resarcir lo dicho. Me ha gustado y prometo discernir sobre sus elementos.
ResponderEliminarUna postura interesante, sobre un tema importante. La Cultura como un medio de búsqueda y encuentro, viene a constituir un un elemento esencial y a la vez puede ser un obstáculo si no lleva ese equilibrio entre el movimiento constante y el rescate de lo válido. Interesante planteamiento, mismo que me recuerda que la humanidad sigue en búsqueda incesante del punto medio, o equilibrio de la dualidad. Un trabajo pulcro, con un vocabulario culto, exquisito, y una claridad explicativa deliciosa, si cabe la expresión....y finalmente deja la sensación de desazón y esperanza que, irónicamente, es propia de la naturaleza humana. Mi atrevimiento a éste análisis desde mi opinión personal, pero, que al mismo tiempo puedo no acertar e igual estoy dispuesta a resarcir lo dicho. Me ha gustado y prometo discernir sobre sus elementos.
ResponderEliminarINTERESANTE, tomé esta cita sin ser agua, pero que el contexto la define como agarré. Asunto este-sin el acento que anteriormente llevaba (éste) por ser pronombre; hoy día descartado por RAE dejando que sea opcional me valgo de lo señalado al inicio: Recuperación del sentido de nosotros mismos sobre el telón de fondo del sentido de la especie; también de la patria perdida, porque la verdadera patria siempre ha tenido dos nombres eternos: son la verdad y la belleza. Fin de la cita. Realmente, la verdad y la belleza solo la conoce Dios a plenitud. De ahí nuestros discernimientos ante la dualidad y la síntesis que, al final, ofrece esa lucha tenaz: -casi siempre- llevada a cabo entre el saber y la ignorancia. Y no entre el bien y el mal quien solamente lo conoce con exactitud, Dios. Pues, el hombre juzga con ojos de hombre y Dios juzga con ojos de Dios. Él es ese gran dramaturgo que, al participar de la obra de arte de la creación, por ser: omnisciente, sabe lo que pensamos y hacemos;por ser omnipresente tiene el don de la ubicuidad al estar en todas partes y, por ser omnipotente, o todo poderoso todo lo puede.
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